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Nacionales E.Herria :: 04/08/2016

Abian III, ¿Sortu menchevique?

Petri Rekabarren
Sortu se convirtió en un apéndice sustentador del parlamentarismo interclasista como única forma de hacer política

 

1.

 

En esta tercera entrega de las cuatro previstas para esta serie vamos a analizar lo que el documento oficial de Abian dice sobre la forma organizativa. Cualquier práctica colectiva exige su correspondiente forma de organización adecuada a los fines perseguidos. Dentro de la totalidad social que supone la reproducción colectiva, tres de sus grandes prácticas centrales han acaparado la atención, las tensiones y las disputas organizativas desde que se tienen registro históricos fiables: la producción y reproducción, el poder y el Estado, y la guerra y la violencia. Con el modo de producción capitalista, la producción, el Estado y la guerra se sintetizarán en la propiedad burguesa. Una vez en este contexto, toda teoría de la organización está encuadrada objetiva y subjetivamente por la pregunta si se enfrenta y en qué grado a la propiedad capitalista, o si la defiende de algún modo.

Desde la imposición de la propiedad privada y la erradicación generalmente violenta de las formas de propiedad colectiva surgieron dos grandes líneas organizativas antagónicas entre sí, la de los oprimidos y oprimidas, y la de los opresores. Al margen de las formas concretas que ha ido adquiriendo la propiedad privada –sobre todo la tributaria, esclavista, feudal y burguesa, y de las formas que ha ido adquiriendo el patriarcado en este devenir e incluso en las fases de tránsito– siempre ha sido, primero, una propiedad que excluía a la inmensa mayoría oprimida y explotada; y, segundo, su forma de organización de las relaciones sociales era funcional a esa dominación explotadora, reforzándola mediante su normalización.

Por el contrario, los sistemas organizativos de las mujeres, esclavas y esclavos, siervas y siervos, y trabajadoras y trabajadores, siempre han encontrado enormes dificultades para concretarse y, a pesar de ello, siempre se han enfrentado de algún modo, material o ideal, concreto o utópico, a la propiedad privada que sufrían en ese momento. Entre ambos extremos irreconciliables de organización han pululado ilusiones reformistas que nunca cuestionaban la propiedad privada, solo sus expresiones injustas. Las relaciones de propiedad han sido el objetivo de las contrarias prácticas organizadas. Aunque en la última y próxima entrega de esa serie nos extenderemos monográficamente en esta crucial cuestión, hemos querido empezar así esta tercera entrega de nuestro estudio crítico de la ponencia oficial Abian.

 

2.

 

Resulta por tanto conveniente y lógico iniciarla recordando cómo en la primera entrega de esta serie –Abian, la ambigüedad reformista– argumentábamos la necesidad de ir siempre a la raíz de los problemas que aquejan a nuestro pueblo. Nos hacíamos eco de tres de las cuestiones decisivas que se exponen en la ponencia Abian: la reeuskaldunización, la emancipación de la mujer trabajadora y la crisis socioecológica. En las tres íbamos a su raíz: son las relaciones de propiedad las que explican en última instancia los ataques franco-españoles a la lengua y cultura vasca, el patriarcado y la crisis socioambiental. Son ellas, las relaciones de propiedad, las que en definitiva, y después de toda la demagogia reformista sobre medidas parlamentarias e institucionales que pudieran mejorar esas cuestiones, en el último momento práctico, frenan, reducen o hacen fracasar las leyes parlamentarias, si es que se logran en este sistema legal, cuestión también decisiva a la que volveremos luego.

¿Qué son las relaciones de propiedad? Sin mayores profundidades teóricas y limitándonos a los objetivos de este texto, las podemos definir como el conjunto de fuerzas, poderes e instituciones que garantizan y reproducen incluso por la violencia extrema, si fuera necesario, la propiedad burguesa de las fuerzas productivas. En el capitalismo, la industria cultural, la explotación patriarcal y el saqueo de la naturaleza son tres grandes negocios que van más allá de lo estrictamente económico para entrar en la rentabilidad política de la opresión nacional, en los beneficios sexuales y afectivos, y en el hiperconsumismo compulsivo que todo lo agota y destruye. Son las relaciones de propiedad burguesa las que, por debajo de cualquier análisis superficial, explican por qué estas tres realidades y otras muchas más, todas en realidad, se mantienen y funcionan a diario a pesar de los esfuerzos bien intencionados del reformismo.

¿Qué lazo interno existe entre la propiedad capitalista en general y las relaciones de explotación y sumisión que le son inherentes, y el debate de Abian en su apartado sobre el sistema organizativo? O dicho más directamente ¿Qué lazo interno existe entre la propiedad del capital, la opresión nacional de clase que le es consustancial y la forma organizativa? Respondemos a estas dos preguntas diciendo que existe una relación directa y esencial pero invisible a simple vista. En apariencia son dos cuestiones diferentes, económica la primera y política la segunda. Son tan formalmente diferentes que a lo sumo que llega el documento Abian es a decir que:

El modelo organizativo, las formas de actuación y la cultura política que debe empapar todo ello tienen que ir en consonancia con la estrategia y la línea política, y también con el desarrollo del proceso político y la sociedad. Esa ha sido precisamente una de las causas de los problemas que atraviesa la Izquierda Abertzale: no se ha transformado en la medida que le exigía la estrategia renovada. O no ha empezado a hacerlo. Evidentemente, los procesos de ese tipo no se culminan de un día para otro y sin ninguna contradicción. La cultura política no se transforma inmediatamente por el mero hecho de plantearlo. Pero es necesario poner en marcha los cambios, hay que poner las bases para ello y para poner unas bases adecuadas es preciso empezar a dejar a un lado las malas prácticas e inercias del pasado. El proceso Abian también busca eso (p. 23).

Como se aprecia no hay referencia alguna a las relaciones entre economía y política, solo se habla de sociedad y decultura política, siempre en abstracto. No encontraremos ninguna referencia a la interconexión multidireccional entre economía y política en el documento de Abian si por la primera entendemos el proceso de explotación de la fuerza de trabajo por la burguesía para aumentar su propiedad privada y por la segunda, la política, entendemos la quinta esencia de la economía. Deliberadamente, hemos reducido cada concepto a su naturaleza esencial en la sociedad capitalista: la economía como explotación humana para valorizar el capital y la política como el instrumento de poder que garantiza ese beneficio burgués. Pero tampoco se abre la posibilidad de que el error no proviniera del mismo proyecto inicial, sino de su errónea aplicación: el modelo es bueno, ha fallado su puesta en marcha, viene a decir Abían, por tanto hay que corregir algunos fallos menores del modelo y aplicarlo bien, nada más.

Siendo generosos podríamos perdonar el que en ningún documento del debate Abian y del debate Zutik Euskal Herria se analice la estructura capitalista de la sociedad vasca ni su estructura de explotación social y de lucha de clases, ni tampoco se analice la política como la quinta esencia pública de la lucha de contrarios interna. Algunos podían tener esperanza de que estas cuestiones centrales aparecieran siquiera nombradas en el breve apartado dedicado al problema organizativo, sobre todo después de leer frases como esta sobre la función de Sortu: No podemos olvidar que se trata de una organización que tendrá una visión integral de la estrategia […] Sortu tiene que beber de todo el movimiento de liberación, y también de los proyectos y movimientos populares, dando proyección política a sus dinámicas; por otra parte, Sortu tiene que dinamizar y alimentar el proceso de liberación, fortaleciendo el proyecto popular pueblo a pueblo y en todos los sectores (p.26).

¿Cómo puede lograrse todo esto sin afirmar que el logro de ese objetivo pasa por el estudio radical de la sociedad capitalista en su conjunto y especialmente de las formas que adquiere en Euskal Herria como marco autónomo de luchas de clases, según se decía antes de la nueva estrategia? ¿Cómo pueden elaborarse visiones integrales y a la vez alimentar y dinamizar las luchas populares –no se habla de la lucha de clases ni siquiera cuando se cita dos veces al sindicato LAB y, por el contrario, justo al final la ponencia usa el concepto de emprendedores económicos inventado por la derecha para sustituir al totalmente desprestigiado de empresario– sin la previa visión integral del capital en sí y de la clase burguesa vasca en concreto, conceptos que tampoco aparecen? ¿Cómo puede explicarse la viabilidad y necesidad de un Estado feminista vasco y avanzarse al nebuloso socialismo vasco sin una permanente critica práctica de las relaciones de propiedad patriarco-burguesas?

Son las relaciones de propiedad, según las resumimos ahora, las que explican la imparable escisión social entre explotadores –ricos– y explotados o pobres. Según el sistema contable burgués del Gobierno Vasco, entre 2008 y 2014 el ingreso medio del 10% más rico aumentó un 1,1%, el 30% menos acomodado bajo un 4% y el 10% más pobre bajó un 13,4%. Son datos extraídos de la contabilidad oficial. Con su método peculiar, que hemos criticado en entregas anteriores, Sortu ofrece datos sobre el empobrecimiento imparable pero no sobre las crecientes tasas de explotación y de ganancia. En la entrega anterior de esta serie, la segunda, ofrecíamos datos de 2011 según los cuales el 1% de la población, la alta burguesía para entendernos, disponía de casi el 57% del PIB.

Estas cifras solo muestran las brutales formas externas del capitalismo, que a su vez son parte de su identidad básica, pero no explican las dinámicas de explotación y de obtención de beneficio, ni los movimientos internos y externos del capital, ni el hecho de que la desindustrialización, aun reconociéndose, también responde a los intereses de clase de la burguesía vasco-española, etc. Tampoco explican la unidad de intereses de clase que identifica a la burguesía vasca con la franco-española en el marco europeo y mundial. Para conocer realmente el significado de esas y otras cifras tan duras hay que descender hasta las relaciones de propiedad, las mismas que también explican otros hechos como, por ejemplo, el apoyo del PNV al PP en el Congreso de Madrid y la firma del PNV al acuerdo entre Confebask, CCOO y UGT, las relaciones entre UPN y PP, etc.

 

3.

 

Una de las razones que demuestran históricamente la necesidad de una organización revolucionaria que tenga, entre otras muchas tareas, la de impulsar este estudio radical de las contradicciones esenciales del capitalismo, que aquí resumimos en las relaciones de propiedad, es la de combatir y vencer en la guerra ideológica de la burguesía, o para ser más precisos en el tema que ahora nos concierne, la de superar las infinitas barrenas que pone la burguesía al desarrollo de la conciencia crítica empezando desde la primera socialización. En términos de un gramscismo al uso, reformista, limpiado de todo resto y mancha de consejismo comunista, estaríamos hablando de eso que llaman ganar la hegemonía cultural en la sociedad civil. En términos marxistas, hablamos de ampliar una de las expresiones de la conciencia-para-sí a partir de la conciencia-en-sí.

Pero solo hablamos ahora de una de las razones que demuestran esa necesidad, hay más que iremos desgranando sobre todo en la cuarta y última entrega de la serie. Ahora queremos empezar por esta ya que es la única que se insinúa en la ponencia Abían: Sortu deberá organizar al menos dos marcos: por una parte, un marco para encauzar la dinámica política diaria; por otra parte, uno o varios marcos/procedimientos para hacer reflexiones estratégicas de cara al desarrollo de la decantación independentista o/y recoger la experiencia y el saber colectivo del movimiento (p. 26).

La dinámica política diaria lleva condicionada desde que se impuso la alianza estratégica con la pequeña burguesía representada en EH Bildu y EH Bai, y desde que Sortu se convirtió en un apéndice sustentador del parlamentarismo interclasista como única forma de hacer política, sin que la militancia se enterase y tuviera posibilidad alguna de debatirlo. La visión integral de la estrategia que debe adquirir y desarrollar Sortu está y estará por tanto enclaustrada en los límites interclasistas de EH Bildu. ¿Por qué tanto Sortu como la izquierda abertzale oficial anterior a Sortu no ha hecho desde hace años un estudio de las relaciones de propiedad que definen a Euskal Herria? Pues porque sus conclusiones arruinarían la alianza estratégica con EH Bildu y el seguidismo al PNV, demostrando que solo caben alianzas tácticas supeditadas siempre a la dirección estratégica socialista de la izquierda abertzale: dirección socialista, revolucionaria.

Llegamos así al problema de la forma organizativa que debe desarrollar esa dirección estratégica. Veremos, primero y en base a dos argumentos, cómo se hunde la pretensión de Abian de aparentar la libertad de debate y después cómo, a pesar de ello, el debate sobre la organización revolucionaria que Abian rechaza resurge siempre.

En efecto, Abian insiste en que el debate organizativo aún no ha empezado. […] este documento no pretende decidir por nadie. Las diferentes organizaciones de la Izquierda Abertzale celebrarán sus congresos o asambleas, y esos serán los marcos idóneos y legítimos para tomar decisiones. El objetivo del proceso Abian es proponer y establecer un marco general de reflexión, el eje principal para avanzar en esta fase y algunos criterios sobre diferentes cuestiones, para compartir todo ello y posteriormente adecuarlo. Este debate también debería servir para que cada militante se prepare mejor para el congreso o asamblea de su organización correspondiente, aprovechando este marco de reflexión compartida. Lo que toca ahora es exponer, recoger y compartir argumentos, como simples militantes, sin el apremio de tener que tomar decisiones concretas. (pp. 22-23)

 

4.

 

Abian dice lo anterior. Nosotros decimos que el debata ya ha concluido. Lo decimos por dos razones. Una, la primera, Sortu lleva años insistiendo que es imposible volver al esquema organizativo de la forma-movimiento, que Sortu identifica por ignorancia o por malicia con el vanguardismo dirigista cerrado en sí: Se debería dar por superada –o por superar– cualquier tendencia que pueda derivarse del modelo de dirección KAS, es decir, hay que dejar a un lado la primacía de los grupos de vanguardia cerrados. Sin embargo, hay que tener muy en cuenta el valor que tiene la dinamización política construida desde la diversidad y la implicación militante directa, la sólida unidad estratégica basada en ello, saber compaginar la determinación y la flexibilidad que el proceso exige en todo momento, es decir, superar completamente el modelo cerrado de “partido dirigente”, cosa que ya está asentada en el acervo político de la Izquierda Abertzale (p. 23).

Fijémonos en la contradicción interna de este párrafo: al inicio se dice que hay que superar el partido dirigente, etc., maliciosamente identificado con KAS; pero después reconoce que sin embargo, hay que tener muy en cuenta […] la sólida unidad estratégica basada…. La contradicción consiste en que, por un lado, se rechaza para siempre algo que no se define pero que tiene peor fama que Lucifer o Mamu, el partido dirigente; y, por otro lado, se reconoce con la boca pequeña y mirando a otro lado que sigue siendo necesaria una sólida unidad estratégica. ¿Qué unidad estratégica? Luego la veremos. Ahora hay que decir que en la historia real, en la de las luchas de clases y pueblos, no ha existido tal contradicción sino diferencia de niveles en la sistemática interacción multidireccional de prácticas a diversos niveles dentro de una totalidad.

Abian vuelve a demostrar que nunca ha dominado la dialéctica porque en vez de entender que no existe ni contradicción ni siquiera oposición entre ambos extremos falsos, sino solo diferencia e interacción permanente entre dirección revolucionaria y unidad estratégica basada en la democracia organizativa, en vez de ese método dialéctico, cae en el absolutismo unilateral y metafísico de aislarlos, enfrentarlos frontalmente y obligar a la militancia a optar por un extremo falso, negando la concatenación universal de las partes del todo. Al romper esa multiconexión entre las partes e imponer uno de los falsos extremos, Abian se coloca sin decirlo y de manera disimulada en la corriente neokantiana que defiende el partido amplio, laxo, sin delimitaciones radicales y por tanto mucho más manipulable desde la dirección, aunque parezca esto increíble para la lógica formal.

La segunda razón por la que decimos que el debate no solo no ha empezado sino que ya ha concluido, o mejor decir, fue cortocircuitado, segado en su raíz desde hace unos años, se basa en el hecho incuestionable de que, mientras tanto y deliberadamente, Sortu ha sido transformada en una organización destinada a sustentar una alianza estratégica con la pequeña burguesía y con aquellos sectores de la media burguesía que la acepten: La apuesta de la Izquierda Abertzale es clara: acumular en EH Bildu y EH Bai el mayor número posible de sectores y dotar a esa fuerza de eficacia política y social. Es un elemento indispensable para el proceso independentista. Quizá haya que aclarar su formulación concreta: últimamente se ha venido hablando de frente amplio, pero también se podría formular como unidad popular. Entramos en el terreno de la teoría política, pero, en cualquier caso, lo importante es el carácter de esa agrupación de fuerzas, independientemente del nombre (p. 26),

No es lo mismo desarrollar una organización revolucionaria con varias tareas, una de las cuales sea la de mantener una alianza táctica con la pequeña burguesía y sectores de la mediana, salvaguardando siempre la independencia político-estratégica del pueblo, y otra abiertamente contraria es desarrollar una organización que ya está atada en lo esencial y hasta en lo accesorio a esa coalición interclasista. El documento Abian dice lo siguiente sobre este particular:

No hablamos de una mera coalición electoral creada para conseguir algunos escaños en los diferentes parlamentos y luego repartirlos entre las fuerzas que integran la coalición. También actuará en otros terrenos –movilización, lucha ideológica...–, lo cual, necesariamente, definirá de otra forma determinadas estructuras, los órganos de decisión y las tareas unitarias. Además, personas y sectores que no se identifican con ningún partido en concreto también deberán tener su sitio en ese gran marco de confluencia (p. 26).

Quiere decir esto que las reflexiones estratégicas que debe realizar Sortu, su tarea de dinamizar y alimentar el proceso de liberación, aportando a los movimientos populares y a todas las movilizaciones sociales, estas finalidades de Sortu no podrán cuestionar en lo sustancial la práctica de EH Bildu porque se trata de una alianza estratégica. Más aún, Abian insiste en: Respetar las condiciones para desarrollar EHBildu/Bai de una manera lo más abierta posible, y garantizar dentro de ese marco compartido líneas institucionales u otro tipo de dinámicas que compartan la prioridad de la decantación independentista.(p. 23). Y también: EHBildu/Bai también cumplirá una función muy importante de cara a la ciudadanía vasca y al resto de agentes, ya que será ella quien dé cauce a las ofertas políticas de la izquierda soberanista (propuestas tácticas y aportación para la regeneración que el proyecto independentista necesita en esta fase). La Izquierda Abertzale –concretamente Sortu– tiene que actuar con total respeto en esas alianzas (pp. 26-27).

 

5.

 

Llegamos de este modo a la tercera cuestión: para realizar las tareas que se desprenden de este objetivo: La dinamización política de la estrategia general del proceso de liberación es responsabilidad de Sortu (p. 26), las y los militantes de Sortu han de tener una visión estratégica general, lo que exige que han de ser diferenciados de quienes no la tienen. La necesidad de una militancia preparada, decidida y con más conciencia revolucionaria que el resto, este criterio definidor la organización revolucionaria aleta de forma indirecta en Abian, ya que explica cómo, según se avance en la lucha de liberación, entraremos en una fase de represiones y agudización de las luchas por las libertades democráticas:

[…] en esta fase política la violencia de los Estados no ha desaparecido, aunque podemos decir que ha cambiado de métodos y formas. En ese sentido, tenemos que seguir construyendo el muro popular frente a las injerencias de los Estados, por una parte ante los ataques que se sitúan en las claves en que hasta ahora hemos entendido el conflicto político, pero también para hacer frente a los ataques que se puedan dar en el ámbito de los proyectos de transformación social (huelgas generales...). Es el momento de empezar a abordar el ámbito de las libertades democráticas desde su integralidad, para, entre otras cosas, profundizar en las reflexiones sobre modelo policial, política penitenciaria y modelo de justicia y seguir impulsando el modelo de Estado que queremos construir (p. 22).

 

Pero llegados a este punto Abian detiene su avance y se estanca. Lo máximo que reconoce es que hay que intensificar las movilizaciones para expulsar de Euskal Herria a las fuerzas de ocupación (p. 22); también asume en su lenguaje impreciso y sin contenido de clase que para defender de los ataques a la transformación social (¿?) habrá que organizar huelgas generales… Pero solamente alcanzada esta fase se deberá profundizar en las reflexiones sobre policía, justicia y cárceles, modelo de Estado, etc. Fijémonos que se dice profundizar en las reflexiones y no se dice avanzar en la práctica de la lucha popular contra las fuerzas represivas que continuarán existiendo: ¿Por qué hay que esperar hasta entonces parareflexionar? ¿Por qué no preparar a la militancia desde ahora en otro modelo policial puesto al servicio del pueblo trabajador y no del capital?

La respuesta a estas preguntas es sencilla: porque hacerlo obligaría a Sortu a un nivel de concreción política y de radicalidad estratégica incongruente con la línea que sostiene desde 2010 o antes. Pero por mucho que Abian y la actual y/o futura dirección de Sortu intente impedir este debate, tarde o temprano reaparecerá el debate entre su militancia sobre si hay que construir una organización de vanguardia, con sus reglas específicas de selección en base a criterios revolucionarios, o si hay que optar por una organización laxa, amplia y abierta a muchos niveles de conciencia, y sobre todo si la militancia asume el deber de intervenir en movimientos populares, sindicales, culturales, etc., como requisito necesario para ser de Sortu.

El debate surgirá dentro o fuera de Sortu forzado por la presión de los acontecimientos, por las necesidades de la lucha. Un ejemplo de esa inevitabilidad lo tenemos en cómo Abían ha tenido que reconducir su política con respecto al movimiento popular en su conjunto, especialmente con la Amnistía que, como consigna histórica y como reivindicación aglutinante, fue abandonada y reducida a una demanda social amorfa, que se fue apagando hasta que, fuera de Sortu, una parte de la izquierda abertzale volvió a reivindicarla en la práctica, aguantando las infundadas acusaciones y provocaciones de la burocracia de Sortu. El movimiento popular pro Amnistía, que hinca sus raíces antes incluso de la II República española, ha sido y es una fuerza clave del movimiento popular vasco en su conjunto y de la izquierda abertzale en concreto.

La negativa del movimiento popular a ser reducido a simple granero de votos ha sido una de las causas fundamentales de la pérdida de legitimidad de la burocracia, aunque no la única. La que se dice oficialmente nueva dirección transitoria, el grupo motor, aprendió la lección y presionado por los hechos ha tenido que reconocer siquiera de palabra su valor: El Movimiento Popular y los proyectos populares están realizando un permanente ejercicio teórico y práctico encaminado a crear las bases para cuestionar el sistema que nos oprime como nación, como clase trabajadora y como mujeres y construir un nuevo modelo. Desde esa perspectiva, han tenido, tienen y seguirán teniendo una importancia estratégica para la Izquierda Abertzale. Pero, además de ello, les reconocemos una función muy importante de cara a la decantación independentista (p. 27).

Dicho más concretamente: Hay que conseguir que la decantación independentista no sea solo nuestra, sino que sea la decantación de los sectores populares, de otras organizaciones sindicales, sociales y políticas, del mundo de la creación cultural, de los medios de comunicación populares y de los emprendedores económicos (p. 27). Hemos dicho arriba que fue la derecha la que creó el concepto de emprendedor económico para legitimar el papel del empresario, del patrón, del burgués, totalmente desacreditado por la devastación social que su clase genera. En los últimos años es prácticamente imposible encontrar estos conceptos en los textos de la Abian y Sortu, mientras que abunda el de ciudadanía, y ahora ya usan el de emprendedores económicos.

Vamos comprendiendo así, al ver cómo se cuelan los conceptos burgueses en Abian, por qué no se quiere concretar qué teoría general de la organización se escoge como modelo: la burguesa sea en forma reaccionaria, conservadora o reformista, o la marxista, que a su vez tiene matices internos. Nosotros entendemos que los explotadores no pueden ser miembros del movimiento popular ni forman parte del pueblo trabajador. Otra cosa son los autoexplotados, oficialmente llamados autónomos, o cooperativistas y empresas sociales que no exploten fuerza de trabajo y no se enriquezcan con ello. La amalgama de términos difusos, abstractos y polisémicos que caracteriza a los textos de Abian sirve para ocultar el vacío, la nada, de su propuesta teórica y política, todavía más en las relaciones entre las luchas populares y sociales y la forma organizativa.

Leamos esto: […] debemos hacer una advertencia sobre cierta tentación que se puede dar: la tentación de hacer dirección sobre el conjunto del movimiento popular. Hay que dejar atrás esos esquemas vanguardistas, sobre todo cuando hablamos del movimiento popular. La autonomía del movimiento popular no solamente hay que reivindicarla, también hay que reconocérsela en la práctica (p. 25). La mezcolanza terminológica permite escribir estas cosas y quedarse tan pancho. Por un lado se acusa genéricamente a no se sabe qué corriente de vanguardismo sin responder a la pregunta: ¿qué es hacer dirección?, excepto en las generalidades etéreas de las páginas 23, 24, 25 y 26 que son como la espuma de los temas centrales que nosotros sí expondremos en la cuarta y última entrega; y, por otro lado, no tiene más remedio que reconocer al igual que lo ha hecho antes con la necesidad de una sólida unidad estratégica, y en lo que se insiste de esta manera:Todo eso necesita una referencia política estructurada que además recoja todo el capital político del movimiento. Para eso se creó Sortu (p. 25), que el movimiento popular juega una función clave en lo político y en lo teórico.

 

6.

 

Volvemos así, tras este recorrido, al problema del inicio pero ya más concretamente: ¿existe alguna contradicción entre la forma de hacer política de los emprendedores económicos, los explotadores burgueses, y la forma de la izquierda abertzale? ¿Tiene esa diferencia, que nosotros damos por obvia, mucho o nada que ver con las relaciones de propiedad? ¿Qué conecta interna y estructuralmente a las relaciones de propiedad con el movimiento popular, con la reeuskaldunización, con el feminismo, con la socioecología…? ¿Puede haber alguna relación entre las dificultades de Sortu para con el feminismo, la visión nacional y la reeuskaldunización, como Abian reconoce, y su desdén hacia el estudio de la propiedad burguesa en todos sus sentidos, de la dinámica de explotación de la fuerza de trabajo, del papel de laciudadanía y de los emprendedores económicos en la decantación independentista, concepto este ya criticado en la anterior entrega por su gradualismo reformista, etc.?

Quiérase o no admitirlo, estas preguntas nos remiten al núcleo de la teoría marxista básica de la organización de vanguardia, que aparece explícitamente enunciado en el Manifiesto comunista cuando se afirma que los comunistas luchan junto con los demócratas a favor de todas las mejoras sociales, pero que a diferencia de los demócratas, los comunistas nunca pierden de vista el objetivo de acabar con la propiedad capitalista. Es este objetivo el que identifica en su esencia a diversas variantes de la teoría marxista del partido, del que surgen otros cinco también comunes: preparación práctica y teórica superior al resto de formas organizativas; mayor capacidad de previsión y perspectiva lo que le permite y obliga a ir por delante del nivel medio; centralismo democrático y antiburocratismo interno; respeto escrupuloso a las iniciativas del pueblo trabajador; y explicación pedagógica del derecho/necesidad de la rebelión ante la injusticia.

Históricamente hablando, el debate sobre el partido u organización es tan antiguo como las discusiones organizativas desde finales del siglo XVIII en Inglaterra cuando la nueva explotación industrial destrozaba las viejas formas de lucha popular y obrera que correspondía al capitalismo manufacturero y a los restos de explotación campesina, inútiles ya. La experiencia ludista a comienzos del siglo XIX es un brillante ejemplo. El debate se iniciaba siempre en los Estados e imperios en los que las clases y pueblos explotados debían desarrollar nuevas formas de lucha porque la industrialización oprimía con nuevos métodos. En Europa el debate empezó en serio en la mitad del siglo XIX; en Alemania llegó a su culmen en la década de 1870; en Rusia en la de 1890; y en Euskal Herria desde finales de la década de 1910.

Desde su inicio, el debate ha encontrado un enemigo acérrimo en la política burguesa, sobre todo en la reformista, tema que no vamos a desarrollar aquí. En Europa, desde la década de 1970 y en especial con el postmodernismo y postmarxismo, y recientemente con el llamado neo-reformismo y ciudadanismo, se han multiplicado los esfuerzos por aplastar la vuelta de la discusión una vez que la recuperación de la lucha de clases en América Latina desde comienzos de la década de 1990 y luego su extensión a Europa desde 2007, por no precisar más esta fecha, han demostrado su vigencia.

La transición del obrero-masa al obrero-social, la fábrica difusa y la producción flexible, las deslocalizaciones industriales como arma represiva, la ofensiva ideológica neoliberal y monetarista, las NTC como arma antisocial, la precarización, la liquidación de los salarios indirectos y diferidos, la implosión de la URSS y el tránsito de China Popular al capitalismo, el euro como disciplina y fetiche, el hibridaje entre fordismo y toyotismo, la multidivisión de la clase trabajadora, la feminización del trabajo, el aumento de la corrupción y de la economía sumergida…, estas transformaciones no han logrado, sin embargo, acabar con la tendencia objetiva al resurgimiento de la lucha de clases a la superficie política desde su estado de latencia subterránea.

Al contrario y en contra de lo que dice la propaganda, estos y otros cambios han forzado las contradicciones internas del capital acelerando el estallido de la Gran Crisis desde 2007 hasta ahora, Gran Crisis que ha abierto una nueva época de estancamiento con tendencia al declive en el capitalismo mundial con los terribles efectos sociales que ello acarrea. No debe extrañarnos que desde hace unos años resurja el debate sobre la teoría de la organización revolucionaria en las condiciones actuales, con la multiplicación exponencial de los medios de comunicación en tiempo real que permiten las redes sociales, gracias a medios como Periscope, Facebook, Twiter, Telegram y otros. Debiera extrañarnos que el debate no hubiese surgido.

Tales cambios han reactivado el debate internacional que, en su núcleo capitalista, nos remonta a finales del siglo XVIII, por no retrocede más en la historia de la autorganización de las oprimidas y oprimidos en las sociedades precapitalistas. Desde entonces, como muestran los registros, una de las máximas preocupaciones, además de la seguridad, fue y sigue siendo la de reducir el tiempo de comunicación, concienciación, organización y lucha de las clases explotadas, o si se quiere y para recordar al Marx de los Grundrisse, acelerar la multiplicación exponencial de la inteligencia colectiva que, desde el origen de la resistencia, se materializaba en la dialéctica entre organización y espontaneidad puesta a prueba en las asambleas, comités, consejos, juntas, soviets, etc. Todos y todas las revolucionarias, especialmente las marxistas, han estudiado al milímetro lo positivo y negativo de los avances en medios de comunicación de toda índole. Marx constató la ambivalencia del telégrafo: podía liberar o podía alienar.

De mismo modo en que la burocracia fracasó en el intento de encerrar los amañados debates sobre la Vía Vasca para la Paz y Zutik Euskal Herria al estricto círculo de la militancia fiel, de la misma manera en que desistió de volver a hacerlo luego en el debate Abian, ahora el grupo motor se mueve en el filo de la contradicción: quiere aparentar la mayor apertura posible al debate sobre Sortu pero a la vez impedir que se discutan temas centrales en la historia de la lucha de clases y en nuestra propia historia. ¿Por qué? Nuestra tesis es muy fácil de argumentar: porque la corriente dominante en la dirección de Sortu en los últimos lustros, aunque ahora mismo esté apartada del poder oficial, giró hacia la forma socialdemócrata y menchevique de organización, y porque esta es la tesis mayoritaria en el grupo motor.

Petri Rekabarren

 

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