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Nacionales E.Herria :: 21/04/2017

Contra las cárceles y por la justicia

Borroka garaia da!
La aparición de la cárcel como pena no fue una respuesta a la “delincuencia” sino una respuesta de las burguesías de cara a disciplinar a las clases obreras

 

Antiguamente se entendía que la reclusión, pese a existir desde el principio de los tiempos, no aportaba gran beneficio y que la muerte, mutilación o la esclavitud para trabajos forzosos era lo que daba mayor rendimiento político y económico para cualquier estructura de poder, sean monarcas, señores feudales o colonialismo.

Durante el siglo XVIII se pone en marcha la revolución industrial. Al mismo tiempo aparece “lo sobrante” de la mano de obra “en función” de la aparición de diversa maquinaria y otros factores. Se producen migraciones, del mundo rural al urbano, crecen esos núcleos, se empiezan a configurar pueblos o barrios obreros. Ese es el momento histórico exacto de la aparición de la cárcel tal como la conocemos hoy. Por mucho que sorprenda, la cárcel como pena, apenas tiene tres siglos.

La aparición de la cárcel como pena no fue una respuesta a la “delincuencia” sino una respuesta de las burguesías de cara a disciplinar y estructurar a sus nacientes clases obreras y sus elementos sobrantes. Es decir, de cara a gestionar la pobreza y sus consecuencias. Luego la cárcel no supone más que la respuesta de las burguesías para el mantenimiento de la pobreza, ya que en caso de desaparición de ésta, la burguesía no sería tal. Es por ello que la cárcel no es nada más y nada menos que una institución que permanece para salvaguardar los privilegios de los de arriba. No existe ningún otro motivo pese a las toneladas de basura pseudo-humanista y ética que las liendres con toga y sus amigos lanzan a diario en un intento de humanizar sus regímenes penitenciarios.

Salvaguardar los privilegios de los de arriba en Euskal Herria, es decir, el mantenimiento de la opresión nacional y social, entre otras cosas se traduce con cárcel.

No existe ninguna generación viva en Euskal Herria que haya conocido un contexto sin presos y presas políticas vascas. La existencia de esta figura data de fechas anteriores incluso al alzamiento fascista español de 1936. El encadenamiento década tras década, guerra tras guerra, conflicto tras conflicto, se pierde en la historia de este país, por siglos. Y no hay nada, absolutamente nada que indique que no vaya a dejar de haber represión, prisioneros y prisioneras políticas vascas mientras los estados español y francés tengan cárceles, una soberanía usurpada en Euskal Herria que mantener donde imponer el capitalismo y sectores de la sociedad vasca empobrecidos o que luchen por la libertad. Pues las cárceles solo están llenas de pobres, enfermos o luchadores y luchadoras por la libertad. En eso es en lo que pensaban los burgueses que diseñaron las cárceles.

El sistema policíaco-represivo, carcelario y económico es una misma cosa. La vinculación es tan íntima que ninguno de ellos podría subsistir sin el otro. Apostar por las cárceles es apostar por instalar la violencia en la sociedad para mantener la injusticia. Demasiada poesía hay dentro de las cárceles y demasiadas liendres hay con toga y asiento en el congreso.

Nadie hace las leyes en beneficio del que persigue sino con la intención de acabar con su persona, proyecto y lucha. Tampoco lo hace por venganza. La venganza nunca ha sido moneda de cambio del usurpador. Su accionar en todo momento es fruto de un diseño político estratégico que no es la venganza sino unos objetivos que se encuadran en líneas de actuación más amplias. Someter a pueblos, apuntalar a una minoría rica en el control del poder, amenazar y machacar a la disidencia y mantener la injusticia. En este tablero de juego no se hace nada sin ningún motivo, o por mera venganza, todo es parte de algo. Siglos de dominio no se construyen con venganzas sino con un uso sofisticado de la ciencia fría de la opresión.

El próximo 24 de abril, los defensores de la injusticia decidirán qué hacer con Oier Gomez, preso político vasco gravemente enfermo al que ya han intentado matar en vida. Sea cual sea su decisión no cambiará que las cárceles españolas o francesas son muerte y asesinas en beneficio de unos intereses despreciables.

Hay que traer a Oier a casa, a todos los presos enfermos, a todos los presos y presas políticas, ésto es, hacer justicia, dejar atrás las cárceles, dejar atrás los privilegios de unos estados despreciables que no tienen ningún derecho sobre la clase trabajadora vasca y es por ello por lo que tienen cárceles. Y es por ello por lo que hay que hacer toda la fuerza posible para derruir sus muros.

 

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