Golpeando el hielo

Cuando destruyen o desalojan un gaztetxe el sentimiento de rabia suele ser muy común. Y lo cierto es que estoy muy a favor de ese sentimiento, ya que solo operar con la razón es muy peligroso. No se puede separar la cabeza del corazón. De la misma manera que separar el corazón de la cabeza de manera inversa igualmente de peligroso resulta. Creo fervientemente que toda medida o iniciativa para defender los gaztetxes es legítima y que la juventud vasca tiene absoluto derecho por cualquier medio que consideren oportuno el llevarlo a cabo. Pero no solo eso, creo además que la juventud vasca tiene derecho a ocupar todo el país, desde la punta del Gorbea hasta el palacio de Ajuria Enea. ¿Por qué? ¡Porque es suyo!. Pues este país no pertenece al capital ni a ninguna de las legislaciones de mierda existentes. Pertenece sobre todo a las clases populares y especialmente a la juventud vasca. ¿Quién ostias ha construido el palacio de Ajuria Enea y quiénes fueron los que se repartieron cada centímetro de suelo vasco?. ¿Acaso alguien puso urnas electorales para ello?. Pues no. Lo que pusieron fue una soga en la clase trabajadora vasca.

Pero claro, en realidad este país pertenece a las armas del estado, al que ponga más dinero encima de la mesa y a un sistema institucional que trata a la juventud vasca como basura. Cuando la basura es lo anteriormente mencionado. Metidos desde críos y contra su voluntad a centros supuestamente llamados de estudios que son en realidad pre-fábricas de almacenamiento de clase obrera barata moldeada para ser una pieza más, o una de sobra, del engranaje para que funcione un sistema que no contará para ellos en nada si no es para sacarles beneficio, obligados quizás a abandonar su propia tierra porque quizás ni siquiera se le pueda explotar a gusto. Y si levantan la cabeza cuidado, el propio sistema lanzará todos sus perros por el bien de “la democracia y la normalización”. O lo que es lo mismo, por el derecho de la burguesía a mantener sus privilegios y de un estado a mantener su ocupación, única ocupación ilegítima en este país.

A veces puede surgir la desesperación o la desesperanza. Al fin y al cabo cuando ves que los proyectos son reducidos a escombros o desalojados siempre puede quedar ese amargor. A mi me ocurrió cuando de jovencito nos trituraron el gaztetxe del pueblo sin contemplaciones. Al de unos días totalmente abatido recuerdo que estaba con un compa recogiendo firmas de protesta por el destrozo. Se acercó un aita que no nos sonaba de nada con una niña pequeña de la mano y firmó, mientras le estaba dando las gracias levantó a su hija que apenas llegaba a la mesa que habíamos puesto e hizo una especie de dibujo en la casilla de su firma. Una bandera pirata. El aita nos dijo que todos los días que cruzaba por la calle del gaztetxe con ella se le iluminaban los ojos a la chavalilla y que se ponía toda contenta y sonriente. Adoraba ver ondear la bandera pirata que teníamos puesta. Años más tarde volvería a conquistarse un gaztetxe en el pueblo y nuevos jóvenes llegarían, quizás también entre ellos aquella niña risueña. De cosas como la de aquella niña comprendí que la derrota no es una opción y que de todo lo que se siembra, aunque a veces no puedas siquiera cerciorarte de elllo, se recogen frutos. Puedes estar golpeando el hielo una y otra vez y parece que todo sigue igual, que todo acaba igual. No es cierto. Si se sigue golpeando al final llega un momento que casca el hielo. No hay que dejar de golpear el hielo.

Pueden intentar desalojar y destruir todo lo que quieran o puedan, que mientras se siga golpeando el hielo la posibilidad de que casque siempre está ahí. Siempre. Ninguna lucha en este país ha sido inútil. E ir cascando el hielo por aquí y por allá hará que sea mas fácil el momento del deshielo, donde todo se derrita y se evapore al calor de que el pueblo trabajador vasco y su juventud recupere lo que es suyo, que es todo.

Gracias a toda esa juventud que sigue golpeando el hielo y ánimo a los que no son tan jóvenes y que debemos entender que sus caminos son los nuestros.