¿Dónde está el porvenir?

El pasado domingo en la editorial de Gara se hablaba sobre uno de esos supuestos estudios que realizan sociólogos a sueldo del sistema preocupados por el supuesto apoyo a la violencia de la juventud vasca. Una preocupación totalmente normal ya que precisamente esos sociólogos son pagados por los que realizan violencia estructural y cotidiana contra la juventud vasca como el gobierno vascongadillo.

Eso sí, nunca preguntan a los jóvenes vascos que les parece la violencia que tienen que sufrir por un sistema despreciable que les aboca a la precariedad, la marginación, a ser sospechoso y vigilado desde prácticamente su nacimiento ni mucho menos preguntan por las porras de la ertzaintza, ni por los atentados del PNV contra gaztetxes. Tampoco preguntan por todas esas generaciones de jóvenes pérdidas y asesinadas por la conjunción de tráfico de drogas e impulso político ni tampoco que opinan de que los jauntxos del PNV les roben el dinero o entreguen a la tortura y la cárcel a miles de jóvenes en un carrusel interminable. No preguntarán porque para ellos eso entra dentro de la normalidad y de la usurpación histórica.

Gruñen que en Euskal Herria la juventud vasca debe ser la única que no apoye la violencia porque para eso ya está la democracia española y el capitalismo bendecido por el colaboracionismo y todos los que lo apoyan. Son los que llevan armas al cinto los que verdaderamente preguntan a la juventud vasca a ver si apoya la violencia.

Independientemente de la necesidad de su uso en un contexto determinado que puede estar atado a múltiples variables, el hecho de tener presente la ética revolucionaria solo lo pone en duda el opresor o el engañado. O quizás el pacifista que de verdad luchó, antes de poder añadir otra frase porque cayó al suelo de un tiro. Que se intente arrancar a la juventud y la clase trabajadora los valores de la ética revolucionaria no es mas que otro paso en la usurpación que realiza el sistema. En cualquier caso no quería extenderme sobre la violencia y la política , algo que la historia ya ha dejado zanjada su íntima relación. De lo que quería hablar era del párrafo final de la editorial de Gara.

“Compararse con el panorama global puede ayudar a situar en su dimensión exacta la actual realidad vasca, y también el volumen de su oportunidad. Los avances hacia la solución definitiva que se han ido logrando en los últimos años son evidentes (fin de los atentados, retorno de exiliados, reconciliación social, relegalización política…), pero hace falta rematar la tarea afrontando con decisión todas las consecuencias del conflicto que siguen pendientes (vaciar las cárceles, sí, y no llenarlas), dando un futuro mucho mejor que el pasado reciente a esos jóvenes vascos del estudio, y por qué no, aportando un ejemplo de solución a un mundo necesitado de ellas.”

Y quería hablar para preguntarme de que país está hablando porque yo pensaba que la sede de Gara estaba en Euskal Herria. Pero al parecer en ese otro país, que me encantaría vivir en él, ocurren cosas que en el mio no ocurren.

Y es que en el país al que pertenezco la solución al conflicto no se acaricia por ninguna parte como en el país del que habla Gara. El mio sigue estando oprimido nacional y socialmente. Y no parece que solo falte rematar para acabar con ello sino muchísimo más. Ya que los recortes de derechos avanzan.

Eso sí, coincide que en mi país ETA ha finalizado las acciones armadas pero ahí se acaba la coincidencia. Pues los muertos a consecuencia del conflicto siguen sumando con nombres propios como Iñigo Cabacas, Angel Figeroa, Xabier Lopez Peña o Arkaitz Bellon.

Porque a mi país no han vuelto los exiliados, solo los que no tenían causas pendientes porque si volverían los demás irían de cabeza a la tortura o la cárcel. Algunos exiliados de mi país revuelven en las basuras para comer en países lejanos. Por no hablar de la situación de los presos políticos que empeora. Y es que en mi país se sigue deteniendo y encarcelando a gente. Hasta a huelguistas. Y los que abandonan la cárcel no lo hacen por un proceso de solución.

En mi país la reconciliación social es que el de abajo se pudra y el de arriba siga igual. Y no he visto por ninguna parte que se hayan hecho nuevas amistades. Quizás anecdóticamente en la clase política que ya se sabe que el roce a veces hace el cariño. Pero la patronal sigue dando por saco y no veo a los obreros amistosos con ellos. Las diferentes policías hacen lo de siempre y no he visto abrazos de los que son controlados por ellos. Y es que en mi país va a ser complicada una reconciliación sin justicia. Que la reconciliación se haya abierto paso en el país del Gara al menos es alentador, quizás algún día ocurra lo mismo en el mio, pero la lucha de contrarios y las clases me parecen que van a durar un tiempecito más.

Lo de la relegalización sería interesante que se trasladará a mi país pues todas las organizaciones ilegalizadas lo siguen siendo. Incluso se han añadido nuevas como el caso de Herrira. Recientemente en mi país se llevaban más de cien sedes por delante. Y sigue habiendo condenas y procesos judiciales. Sería esperanzador que las amenazas y la estrategia ilegalizadora diera a su fin.

Espero que el ejemplo de solución al mundo que se está dando en el país del Gara llegue a Euskal Herria porque desde luego la clase trabajadora está más jodida que nunca, la juventud parece que estará condenada a la emigración ( a ver cómo se van a gestionar así las encuestas de marras), y el reconocimiento de los derechos de Euskal Herria, o sea, la solución al conflicto, no se huelen aún. Mientras, la represión del estado se huele demasiado.

Siempre queda el consuelo, claro está. En África se mueren de hambre o ebola y en Palestina caen chuzos de punta. Los mismos que ya cayeron aquí en la guerra del 36, no les hace falta echar más, gestionan hasta ahora su victoria.

Me parece a mi que será sobre todo la juventud de este país la que nos dará un mejor porvernir a todos.