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Nacionales E.Herria :: 28/05/2016

¡Que no sea en nuestro nombre!

Fermin Gongeta
¿Seguiremos así? ¿Continuaran algunos afirmando que, dentro de dos años saldrán nuestros compañeros de las cárceles, acatando lo que el gobierno español les impone?

 -¡¡En mi nombre NO!! –Ha gritado Daniel Pastor desde su celda, en la cárcel de Puerto III -¡Tampoco en mi nombre! –También chilló Jon Kepa Preciado, desde la cárcel de Córdoba.
Son presos políticos. Yo tengo ante mí sus dos escritos y sus fotografías.
-¿Son ellos solos? -No. Son quinientos, y más de mil familias sufriendo igualmente con ellos.
- Y nosotros… ¿también estamos con todos ellos? - Sí, apoyándoles, con ellos, pero no a causa de ellos, sino a causa de jueces, políticos, y policías; y de nosotros mismos que, con nuestra desidia y pasividad, participamos con quienes detentan el poder, aplicando su abandono y crueldad con quienes han intentado librarnos de la constante opresión política y judicial, con el objetivo de un mundo mejor.


Sí, por nuestra parte, en Euskal Herria, no hemos dejado de manifestar un idealismo prepotente, de un pueblo que, con su silencio, ampara la desidia, pedantería e impunidad de políticos, policías, jueces y carceleros.


Puedo llegar a entender que algunas mentes corruptas admitan como políticamente correcto el que políticos, jueces y policías opriman, menosprecien y degraden a los nuestros, a quienes han luchado y lo siguen haciendo por una Euskal Herria libre. Porque quienes detentan el poder necesitan imponernos el miedo a la desobediencia pública, al enfrentamiento ético y moral. Ellos son los nuevos dioses de las naciones, países y merindades. La política se ha convertido en la cuarta religión monoteísta del mundo. Definen los pecados y nos condenan al castigo de por vida -Y nosotros. ¿Qué? Acaso, el haber “disfrutado” económicamente (que no todos) durante esos años de vacas gordas, y el haber accedido, algunos pocos, a una situación económica de clase media, aunque sea baja,… ¿nos ha paralizado la mente y la voluntad? ¿Nos hace ahora preferir intentar vivir en plan Osborne o Rato, olvidando el sufrimiento de quienes lucharon por nuestra independencia y libertad? Sí. Todo ello, lo que hacemos y pensamos, es el resultado de nuestra propia estupidez.


Que no lo digo yo. Que ya lo dijo Erasmo de Roterdam en su texto, “El elogio de la estupidez” En el párrafo de los comparsas, ellos, el poder, los dioses humanos, son la maldad. Y también la estupidez. Es claro. Pero nosotros somos sus comparsas: Egolatría, adulación, olvido, vagancia, placer, demencia, malicia… sueño profundo y festejo continuado.


Sí. Estas son las comparsas que gobiernan y reinan sobre quienes detentan el poder. Y lo que es aún más grave e incomprensible, es que también mandan en nosotros. Comparsas que nos dirigen y dominan, a nosotros, al pueblo que les hemos elegido. Sí, mantengo el plural, nosotros. El plural de esa mayoría que nos decidimos… ese 80% de votantes, que en lugar de luchar contra la opresión generalizada, contra la deshumanización absoluta, elegimos la servidumbre voluntaria.


Defendemos el individualismo que elimina completamente el Tú y el Nosotros, para quedarnos con las exigencias de un YO ramplón y egoísta.


Esto es lo que parece que deseamos una mayoría, que no buscamos sino una situación personal económicamente estable, y a poder ser más suculenta. Mientras que nuestros presos siguen castigados, y nuestros militantes impunemente castigados, nosotros nos mantenemos impasibles ante el abuso absoluto de poder.


En la obra de Romain Rolland 14 juillet –de 1789- Pregunta Marat -Pero tú ¿qué quieres? -La libertad. –Responde Julie.
-¿Para hacer qué? -Para conseguirla y participar de ella con todo el mundo.
-¿A quién se la vas a dar? -A todos aquellos que están encarcelados, que se encuentran solos, que no ven a nadie, a quienes todo el mundo olvida.


Sí, tres siglos después, son los mismos que los hoy encarcelados en las grandes prisiones españolas y europeas. Es preciso liberar a todos aquellos que por defender unas libertades de democracia se encuentran oprimidos, solos y aislados. A quienes no dejan ni verse ni hablarse entre ellos. Aquellos a quienes nosotros mismos hemos olvidado por miedo y egoísmo.


El egoísmo individualista de una vida, libre de preocupaciones. Creyendo ingenuamente que con una manifestación anual, eso sí, silenciosa y que no moleste a nadie, estamos salvando vidas e instaurando la justicia y equidad.
Nos engañamos a nosotros mismos. Salvamos nuestro estúpido egoísmo, defendiendo el supuesto humanismo de políticos, policías y jueces.


Nos engañamos a nosotros mismos, pensando que la vida de las personas de Euskal Herria y de todo el reino, se mejora notablemente presentándonos con insulsa humildad a unas elecciones en las que únicamente consiguen algunos migajas de poder personal.
La vida del noventa por ciento de la población mundial, si quiere ser moderadamente humana, es lucha. Lucha por la verdad y la libertad. Lucha diaria y fraternal. Contra nuestros propios egoísmos, y contra la avaricia de los demás.


Por eso comparto plenamente la afirmación de Jon Kepa: “No cuentes conmigo para negar, en Euskal Herria y en el mundo, a las clases y pueblos oprimidos, de hoy y de mañana; la utilización de la violencia como arma revolucionaria, como opción legítima para luchar contra el que te desahucia, te roba la tierra, te exprime hasta la muerte, o te niega tus derechos. No. No en mi nombre” Por esa misma razón, únicamente escribir, ¿de qué sirve? ¿Para jactarse con descaro, como lo hacía un diario de Euskal Herria, en abril de hace dos años, que el número de presos baja al fin de 500 por primera vez desde el 2000? La sola palabra no es acción. Es simple pensamiento sin influencia alguna en la vida de los hombres. ¿De qué puede servir, si no es para convocar públicas, constantes y estruendosas manifestaciones, que se dejen oír en toda Europa, descubriendo las exigencias de libertad de todas las personas, y obliguen a quienes hemos elegido, sí, elegido para soportar una servidumbre voluntaria, a modificar sus posicionamientos? Nuestro pensamiento se ha anclado en nuestra forma de vida, porque necesitamos justificarnos, sentirnos perfectos. Ha sido nuestro pensamiento quien se ha acomodado a nuestra vida. He ahí el individualismo redentor de un catolicismo retrógrado fuente de miedo y egoísmo.


Si un día llegamos a pensar con cierta sensatez, e intentamos vivir con cordura, todo eso se habrá terminado. Abriremos las cárceles y la pesadilla de la persecución policial, jurídica y política permanente habrá terminado. Nuestros presos y exilados volverán a Euskal Herria. Pero no como un día lo hicimos nosotros, tras la gran dictadura, sino en plena democracia y dignidad. Sin arrepentirnos jamás, por haber luchado por la libertad.


¿Seguiremos así? ¿Continuaran algunos afirmando que, dentro de dos años saldrán nuestros compañeros de las cárceles, acatando lo que el gobierno español les impone? ¿Nos quedaremos tan tranquilos? Y, ¿continuaremos creyendo que estamos haciendo una política coherente? ¿Y nos seguiremos llamando izquierda patriótica? ¡Qué pena! Y eso que Romain Rolland ya nos advirtió en 1789: “y es que cuando el orden es injusticia, el desorden es ya un comienzo de justicia” 23 de mayo del 2016 Fermin Gongeta

 

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