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Nacionales E.Herria :: 18/08/2014

La batalla del relato

Borroka Garaia
Se podrá hablar de las acciones de ETA pero a ETA se le prohibirá estar en una mesa para que comparta su relato

Mucho se ha hablado y se está hablando sobre el relato de lo acontecido en este país en relación al conflicto político. Sin embargo, resulta curioso que así sea cuando ese conflicto sigue vigente en casi todas sus expresiones y las expectativas de futuro están plenamente abiertas. Para bien o para mal. No siendo nada descartable un recrudecimiento tanto del mismo conflicto como de sus consecuencias por la sencilla razón de que éste no ha desaparecido. Si algo nos enseña la historia es que no existe nada irreversible y todo permanece en movimiento. Aunque suene a perogrullada, solo la finalización del conflicto evitará todas sus consecuencias ya que la permanencia de éste ejecuta la lucha de contrarios automáticamente. Que se puede expresar de diferentes formas pero que siempre estará latente.

La irrupción en el debate político de la batalla del relato está íntimamente ligada a una distorsión. O diciéndolo más directamente, a una manipulación. Que ETA es el origen del conflicto y la lucha armada practicada ha sido su hilo conductor. Por lo tanto, desde esa lógica, una vez finalizada la lucha armada de ETA hay que construir el relato ya que “la violencia” ha terminado y se ha abierto el camino hacia “la paz”. Esta falsedad irresponsablemente es compartida por la clase política e intelectual de este país por activa o por pasiva casi sin fisuras.

La batalla del relato ayuda por una parte a los estados ya que éstos tienen que construir dialécticamente el finiquito del conflicto que en su interesada y falsa opinión reside justo en que no ha existido tal conflicto político sino una suerte de “terroristas” enfrentados “al estado de derecho”. El problema para ellos reside en que deben ocultar la historia objetiva de este país para que cuele tal versión y eso no puede aguantar indefinidamente. Para el autonomismo las intenciones serían muy parecidas solo que poniendo el acento en el ocultamiento del colaboracionismo político y sus vertientes violentas, dejando en segundo plano la existencia de un conflicto político y dando legitimidad al entramado jurídico-político. Para el soberanismo de izquierda supone una oportunidad de poner encima de la mesa un conjunto de verdades objetivas negadas desde la irracionalidad pero poco más.

Y es que el relato siempre lo escriben los vencedores y hasta que no pierdan, la historia no pueden escribirla los pueblos. No del todo al menos. Y es que no puede haber una finalización del conflicto sin vencedores ni vencidos cuando la raíz de éste es que los derechos de Euskal Herria están pisoteados. Son los que los pisotean los vencedores y que nadie tenga dudas que el verse obligados a dejar de hacerlo será una derrota para ellos, que en principio no tendría que ser así , porque nadie tiene derecho a pisotear, pero el terreno de juego es ese y no otro.

De esta manera, la batalla del relato, no sería más que una extensión de la lucha de contrarios y ciertamente algo irreconciliable entre las partes donde el consenso de darse solo significará la hegemonía de un bando.

El bando que actualmente impone su relato cuenta con una ventaja casi insuperable: Que es imposible construir un relato a fondo. Para eso tiene un conjunto de leyes represivas donde está prohibido y perseguido precisamente contar todo el relato, exponer todas las razones y hablar abiertamente de ello.

Se puede hablar de que se han levantado barricadas y se han apedreado sucursales, pero los activistas que lo han realizado no podrán contar su relato. Se podrá hablar de las acciones de ETA pero a ETA se le prohibirá estar en una mesa para que comparta su relato a no ser que coincida con el de la clase política, en ese caso se podrá hacer entrevistas hasta en El Mundo. Con mucha suerte, quizás se hable de partes de la represión pero el que ha puesto la bolsa estará comiendo pipas en su casa y nadie le llamará.

El resultado de todo ello es que el relato, de darse uno, será el resultado del interés de la clase hegemónica en el poder y contará con la imposibilidad de poder levantar uno antagónico porque ya sea por activa o por pasiva nadie lo hará ni podrá hacerlo. Eso si, para los que pretenden borrar del relato lo no asimilable, el terreno es perfecto.

Además, todo ello dentro de la contradicción insuperable de que mientras se construye el relato, el conflicto sigue y páginas nuevas en blanco esperan a ser ineludiblemente rellenadas.

El resultado de la mezcla de estas condiciones es que el cocktail seguramente sabrá a mentira y a cierre en falso cuando no a un cuento.

 

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