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Nacionales E.Herria :: 20/08/2015

La guerra de la paz

Borroka garaia da!
Me parece una irresponsabilidad política total las llamadas a aceptar la convivencia y normalidad democrática de un sistema anti-democrático

Conseguir la paz en Euskal Herria no significa que la lucha armada de ETA haya desaparecido. Tampoco que la represión en todas sus variantes lo pudiera hacer. En todo caso, si se llegara a dar ese fin represivo estaríamos hablando de pacificación, que puede ser perfectamente la pacificación tras una victoria militar. Un escenario donde no existe lucha armada de ETA ni represión no sería un escenario de paz. Ya que la paz no es simplemente un escenario de ausencia de cierta violencia sino de la presencia de justicia. La justicia y la paz van indisolublemente unidas.

Por ello, cualquier alegato a la paz sin ningún adjetivo ni contexto es una apología violenta y pacificadora del estatus quo, generalmente injusto. Llamar a la paz en el Kurdistan, Palestina, Colombia o cualquier otro lugar donde exista conflicto sin respeto a los derechos del pueblo y la justicia es una infamia hipócrita. Es por ello que absolutamente todos los acuerdos de paz son a la misma vez acuerdos políticos que intentan asentar una base mínima de paz con justicia.

En Euskal Herria no existe nada de eso. Ni hay acuerdo político entre las partes enfrentadas, ni hay justicia, ni hay derechos, ni hay negociación, ni hay proceso de paz. Es por ello que cualquier alegato a la paz, la reconciliación, la memoria, la convivencia y el relato del pasado en abstracto no es nada mas y nada menos que el apuntalamiento de los marcos de injusticia existentes o un alarde de la credulidad del oprimido.

La base fundamental para que la paz se abra paso en Euskal Herria es el ejercicio del derecho de autodeterminación. Ya que su negación es la causa principal de la existencia del conflicto mal llamado vasco. No habrá paz jamás con los estados español y francés hasta que no respeten esa justicia mínima o se les haga respetarla ni hasta que desaparezca todo preso político. Pues ninguna guerra desaparece mientras se siguen apilando prisioneros de guerra.

La batalla por el significado verdadero de la paz la estamos perdiendo de mala manera. Pues hemos asimilado a base de represión por un lado y de cantos de sirena desde la antigua Elkarri a la última Ezenarro o Jonan del gobierno vascongado que paz es ausencia de lucha armada de ETA. Así de disolvía Lokarri con una sonrisa. Y pese a que haya podido haber aciertos coyunturales, los relojes rotos y parados también aciertan dos veces al día pero no dan bien la hora ni saben en que tiempo realmente están.

Y los síntomas evidentes de ello son desde calificar de víctimas a militantes armados que nunca han sido víctimas pese a que hayan sido abatidos por el estado hasta interiorizar que las consecuencias del conflicto se pueden solucionar sin solucionar el conflicto pasando por la promoción de un proceso de paz que no existe y llegando hasta la asunción ideológica de parámetros del pacifismo burgués que deben ser siempre rechazados aun siendo el más pacífico del mundo  a no ser que se crea en la paz social del opresor y se descarte la ética revolucionaria que nunca caduca en ningún contexto.

Cómo empezar a ganar la batalla de la paz tras esta decadencia continuada no va a ser fácil. Pero de no hacerlo el conflicto desaparecerá sin haberlo hecho y la asimilación de Euskal Herria será por fin un objetivo cumplido en el que paradójicamente la prueba final pareciera que fuera el llevar a ETA al contexto de su derrota política y dejarla como guardiana de la estabilidad del orden establecido como insinúa Patxi Zabaleta o por el contrario finiquitarla y dejarla en una pica a la entrada del pueblo como aviso a navegantes como le gustaría al ministro de interior.

Cómo llegar a un contexto de paz con justicia va a necesitar de recuperar el verdadero significado de la paz y de la justicia, que son palabras que los poderosos han robado. Rechazar activamente todo proceso de asimilación política, resituar lo que significa un verdadero proceso de paz, saber explicar bien las razones de porqué no existe y tener presente que la paz en realidad no es algo que se construya en bases injustas sino que es consecuencia de un proceso de justicia que asienta su base. Es decir, una remodelación total de casi todo lo visto hasta ahora que no ha sido eficaz mas que para asentar la dominación estatal y la dependencia a la burguesía interna cuando no a tener la falsa esperanza e ilusión de que un cambio institucional español pueda traer lo que no puede traer.

En todos los conflictos políticos en primera y última instancia lo que se superpone es la balanza de poder. La ventaja en la balanza de poder es lo único que puede desbloquear una situación dada. En el caso vasco esa fuerza significa proceso constituyente de estado soberano, proceso hacia el socialismo, poder popular y confrontación, mucho más allá de lo electoral entrando también en el terreno de la desestabilización política. De lo contrario el bloqueo no solo se enquistará sino también todas las oportunidades de avance, normalizándonos en una situación anormal de opresión nacional y social.

Paz por tanto es una situación de justicia mínima y ausencia de cierto nivel de violencia al que se llega tras la intensificación de la lucha de contrarios creando una ventaja. La situación de desventaja en esa balanza es la paz falsa. La paz falsa que necesita la burguesía vasca para medrar y los estados ocupantes para eternizarse. Una paz falsa con base teórica de pacifismo burgués que cabalga bajo la violencia hegemónica y aceptada y que intenta infiltrarse en todo el sistema inmunológico abertzale de la clase trabajadora vasca para domarla políticamente en todos los frentes.

Decía un viejo amigo que un pueblo que no tiene la voluntad ni la fuerza para frente a la opresión liberarse mediante la violencia, tendrá menos voluntad y fuerza para hacerlo sin violencia ya que hacerlo sin violencia supone que se está sobrado para liberarse mediante la violencia revolucionaria y por eso es descartable, de la misma manera que a veces se descartan medios represivos por suficiente control. Me gustaría pensar que en algo se equivoca pese a que no existan hasta ahora casi ejemplos en toda la historia. Es por ello que si en estas generaciones que estamos vivas somos incapaces en un tiempo prudencial de generar un movimiento radical político sin lucha armada pero con capacidad de desestabilización de la opresión y el nivel de exigencia política no sube muchísimos grados, apaga y vámonos que la herencia recogida por los que lleguen y muchos de los que estaban no será muy diferente a los múltiples abrazos de Bergara. Por todo ello, no podemos seguir así y me parece una irresponsabilidad política total las llamadas a aceptar la convivencia y  normalidad democrática de un sistema anti-democrático cuando podemos contar con iniciativa política rebelde para enfrentarnos a todo ello en la búsqueda de una verdadera paz basada en la justicia.

 

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