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Nacionales E.Herria :: 09/01/2016

Contexto del debate y debate del contexto (IV). Desquiciamiento tras el 20-D

Petri Rekabarren
No somos altavoces de rumores y por eso nos negamos a divagar sobre qué influencia tiene la línea editorial de Gara en toda o en parte de la actual dirección de Sortu

El insulto como argumento

Esta es la primera vez, y esperemos que sea la última, en la que comenzamos nuestro artículo haciendo una directa y radical crítica al papel del diario Gara a lo largo de los últimos años, en especial conforme se hace palpable el malestar de amplios sectores de la militancia abertzale en su sentido amplio por el comportamiento burocrático de la todavía actual dirección de Sortu y, sobre todo, tras los resultados del 20-D.

Se corre el peligro de que el debate Abian!, que suscitó determinadas expectativas cuando fue anunciado, empiece a perderlas entre algunos sectores de inquebrantable fidelidad histórica al independentismo socialista al ver cómo se refuerza la deriva del diario Gara.

Hemos criticado varias veces la línea editorial del periódico y lo volveremos a hacer porque refleja una visión preindustrial de la realidad, o sea, una ideología incapaz de ver que la realidad es contradictoria en su misma esencial, como veremos dentro de un rato.
Ahora debemos decir que la incontrolable egolatría autoritaria y chulesca de Iñaki Egaña —Entre Maltzaga y Ermua, 26 de diciembre de 2015— requiere una explicación por sus nefastos efectos sobre la presumible limpieza y ecuanimidad del debate Abian! En modo alguno nos sentimos aludidos por sus insultos que solo confirman el grado de desquiciamiento y descontrol de uno de los representantes de la llamada «línea oficial» que rebosaba euforia y triunfalismo despectivo y ahora se asfixia en su rotundo fracaso. El artículo en sí no tiene nada que merezca ser comentado y menos positivamente dada su vulgar mediocridad. Su importancia radica en que supone un salto cualitativo en la estrategia de denigración visceral de todo lo que huela a crítica.

Los efectos sobre el debate Abian! pueden desanimar a sectores que se preguntan sobre qué se puede debatir en igualdad de condiciones con quienes además de monopolizar medios que deberían ser colectivos, abiertos y neutrales, además de esto y en vez de argumentar, escupen. Se objetará que este triste espectáculo de engreimiento prepotente es minoritario en la línea de Gara. Pero no es cierto, aunque ahora no queremos perder espacio y tiempo en esta cuestión. Sí nos interesa decir algo más sobre la línea editorial de Gara y de bastantes de sus «firmas oficiales»: presionados por el 20-D se trata de defender la misma vía anterior con algunas palabras diferentes.

Por ejemplo, Iker Casanova lleva tiempo loando la «línea oficial» y vuelve a hacerlo tras el 20-D —¿Dónde pongo lo hallado?, 27 de diciembre de 2015—: insinuando de forma inteligente y suave las descalificaciones realizadas por Iñaki Egaña. Dentro de su tónica abstracta y vacía de contenido de pueblo trabajador, no únicamente «social», insiste en la necesidad de aglutinar a toda la sociedad mediante la «confrontación democrática, pacífica, popular y masiva» aunque introduciendo «un discurso más notablemente social». Feliz en su burbuja, la editorial de Gara del mismo día –Una obligatoria reconversión que se suma a los ejes políticos clásicos— refuerza esta estrategia e incluso retrocede a la tesis burguesa de la segunda mitad del XVII y finales del XVIII del supuesto «contrato social» en el interior de la «sociedad civil».

Históricamente hablando, esta estrategia democraticista es anterior a la fase industrial del capitalismo, por mucho que se pretenda modernizarla con pegotes de un Gramsci adulterado, de un Laclau y un Negri no citados pero sí utilizados, por no hablar de las tesis de la «sociedad líquida», de la «fluidez» de lo real en comparación a la «solidez» del pasado como hace A. Ordóñez en GaraDel pasado sólido a un futuro líquido, 28 de diciembre de 2015—, etc. En la dialéctica griega, que justo pudo llegar a la genialidad de las relaciones y nexos, lo líquido y lo sólido eran contrarios internos a lo real: el río fluye pero es el mismo río.
¿Retrocedemos más allá de estos avances del conocimiento humano? Puede ser si entendemos que el avance del conocimiento se mide por el avance del método dialéctico. Sin profundizar ahora en esta crucial temática, otra de las líneas ideológicas de Gara, su sección Mundua, también se caracteriza por su ignorancia o rechazo de la dialéctica, en este caso la de las contradicciones del imperialismo, como demuestra Iñaki Urrestarazu en Gara, ¿Prensa de izquierdas o la voz del Pentágono?

 

…tras la derrota anunciada….

 

Estas y otras tesis nacen derrotadas por el simple hecho de que no tienen en cuenta la realidad, la lucha de clases, la burguesía y su Estado, el imperialismo. La línea editorial de Gara entronca con el democraticismo de la burguesía preindustrial que todavía no había tenido que enfrentarse a un movimiento obrero y popular fogueado a raíz de explotación industrial. La base ideológica del concepto de «sociedad civil» radica en el contrato económico tal cual se empezó a entender desde la segunda mitad del siglo XVII; la del «contrato social» radica en las obligaciones políticas que los burgueses contraía entre ellos y con su Estado para garantizar la paz social y la buena marcha del comercio, y la acepción burguesa de «ciudadano» como sujeto sin pertenencia ni identidad de clase social, que no es explotador sino «rico» ni explotado sino «pobre», aparece en esta fase. Parafraseando a Weber, el sociólogo del imperialismo alemán, la sociedad sería un «agregado de ciudadanos» en vez de individuos.

Otro tanto hay que decir de los conceptos de «riqueza» y de «empobrecimiento» que no tenían nada que ver con la acumulación capitalista ni con la apropiación burguesa de la plusvalía socialmente producida, ni incluso cuando la economía clásica retrocedió espantada desde 1776 al entrever difusamente el potencial revolucionario de sus aproximaciones limitadas a la luego llamada teoría de la plusvalía, de la ley del valor, etc. Hay que oír a representantes de la línea editorial de Gara utilizar profusamente los términos burgueses de «riqueza» y «empobrecimiento» sin ninguna alusión siquiera lejana al concepto de clase trabajadora, que es la única que produce la «riqueza» bajo la explotación del capital, término tampoco citado: la realidad está ausente por mucho que se hable de ciudadanía, derechos humanos, revolución cultural y política –en la V entrega de la serie hablaremos de estas «revoluciones»—, nación e independentismo, etc.

Además, los conceptos de contrato social y civil, ciudadanía, riqueza-empobrecimiento y otros, estaban encuadrados en el mecanicismo materialista lineal de la ciencia de los siglos XVII y XVIII, lo que compactaba una visión ideológica en el sentido de falsa conciencia, de conciencia invertida que interpreta la realidad a la inversa, o sea, creía que la causa era el efecto y viceversa. La sociedad era vista como una máquina con imperfecciones corregibles mediante prácticas mecánicas horizontales y verticales, o tangenciales, de modo que si se actuaba bien podían predecirse los efectos futuros con bastante aproximación.
Significativamente esta concepción mecanicista también está presente en la línea editorial de Gara de modo que, aunque parezca inocentada, la linealidad mecanicista se atreve a poner fecha probable a la independencia: alrededor de 2025, aunque ese método contradice otro de los componentes de la ideología burguesa: la llamada «teoría del juego» que reduce la política a un «juego» entre personas bien informadas, metódicas y conscientes. D. Bensaïd, entre otros, ya despanzurró esta «teoría» con su lacónica afirmación de que «luchar no es jugar».

 

…después del momento de gloria…

 

El momento de gloria de esta ideología es el último tercio del siglo XVIII, justo cuando se iniciaba en Inglaterra la revolución industrial, cambio profundo en las fuerzas productivas que haría cambiar profundamente la lucha de clases y la entera estructura capitalista. No es casualidad que la ideología del contrato social, de la sociedad civil, del ciudadanismo, de la riqueza, de la democracia abstracta, de los derechos burgueses y demás, empezase a entrar en declive desde finales del siglo XVIII y comienzos del XIX cuando se van desarrollando diversos conceptos de lucha de clases, clases sociales, etc., para intentar comprender las salvajes novedades introducidas por el capitalismo industrial. Un poco más tarde entraría en crisis materialismo mecanicista. Desde entonces sobreviven gracias al denodado esfuerzo de la industria académica y del reformismo.

Dado que todavía en aquel período la política no estaba definitivamente supeditada a la forma de explotación inherente a la plusvalía relativa, es decir, a la explotación intensiva mediante máquinas, sino que se mantenía mucha plusvalía absoluta, es decir, el beneficio obtenido mediante prolongadas y agotadoras jornadas de trabajo, por esto mismo, aún podía mantenerse como viable la ideología de la democracia abstracta que resolvería poco a poco las «injusticias sociales» con reformas superficiales que no cuestionasen el derecho burgués de propiedad de las grandes empresas industriales, de sus capitales bancarios, del monopolio de la violencia del Estado.

La ideología editorial de Gara entronca con la de la burguesía comercial en la creencia común de que la «democracia» tiene recursos internos que garantizan el acceso al gobierno de las diferentes fuerzas políticas y de la «ciudadanía», siempre que haya igualdad de condiciones dentro de la sociedad civil para llegar a un contrato social. Se trata de materializar la consigna polisémica de que «convencer es vencer», que tiene un largo recorrido histórico pre burgués que no podemos exponer ahora. La Ilustración buscaba convencer a las elites y al pueblo de que solo el conocimiento podía asegurar el progreso, pero optaba por el poder, como en Euskal Herria, donde los ilustrados ayudan a reprimir la matxinada de 1776. Algunos ideales de la Ilustración y del Enciclopedismo posterior sobrevivieron en el socialismo utópico, en el anarquismo pacifista y en el ala derecha de la socialdemocracia, pero el comunismo utópico hacía otra interpretación del lema «convencer es vencer».

Según la línea que va de la Ilustración y del socialismo utópico al presente, si la izquierda convence a la mayoría por métodos pacíficos y legales, ha vencido, porque, según se dice, el sistema parlamentario tiene la fuerza suficiente para impedir intentonas golpistas. Una de las primeras demostraciones de que esta creencia era mentira fue el atrevimiento de las masas y pueblos explotados de superar el límite de las revoluciones democrático burguesas para avanzar a otra forma de democracia: fueron machacados.

El siglo XIX occidental está repleto de masacres idénticas, pero con una salvedad: la burguesía empieza a tolerar las reivindicaciones que se limitan a la «justicia social» y a los «derechos», pero sigue triturando con el terror más salvaje toda lucha contra la propiedad capitalista y a favor de la propiedad socialista. La recelosa tolerancia del capital responde a que la irrupción de la clase trabajadora industrial lleva el antagonismo a la raíz de todo: las formas antagónicas de propiedad, y una parte de la burguesía entiende que es mejor ceder en algo ante las demandas sociales que no perderlo todo.
Esta astucia obnubila a un sector de la izquierda que asume el parlamentarismo como única vía a un «socialismo» amputado de todo socialismo.

El siglo XX añade tres argumentos contundentes contra este idealismo: la oleada revolucionaria iniciada en 1904, 1905, 1910, 1913, 1917… que se propaga en las luchas antiimperialistas, el militarismo y fascismo, y la financiarización. Los tres indican los límites insalvables de la democracia burguesa y de la interpretación pacifista del lema «convencer es vencer». El fracaso vital de un desengañado Gandhi agónico es solo un simple ejemplo más. Ética y políticamente hablando es mucho más importante lo dicho por T. Eagleton: «Tomado en el más estricto sentido del término, el pacifismo es sumamente inmoral». Lo que va de siglo XXI es aún más concluyente.

 

…y el retroceso cualitativo…

 

La línea editorial de Gara se diferencia sin embargo de su matriz burguesa en algo decisivo: la burguesía revolucionaria teorizó y práctico el derecho al tiranicidio, a la justa violencia contra la opresión, y lo elevó a fundamental derecho humano nada menos que en el «Preámbulo» de la Declaración Universal en 1948. Pero al igual que lo había hecho la Iglesia católica, ella también le ha puesto tantas trabas, condicionantes e impedimentos «legales» que prácticamente ese derecho fundamental y concreto es negado a las clases y pueblos oprimidos, a las mujeres, etc., quedando monopolizado por el capital para «defenderse» de los pueblos que no quieren a sus exigencias.

La democracia burguesa es incomprensible sin el derecho del capital a «rebelarse» contra el «opresor» movimiento revolucionario, sobre todo si es independentista. La burguesía vasco-española ha practicado su derecho a la rebelión contra la «tiranía» popular siempre que lo ha estimado necesario, incluso antes de 1776. Más aún, se ha dotado de un multifacético y omnipresente aparato de control, vigilancia y represión que le permite practicar diariamente su derecho a la violencia sin que mucha gente se entere que sufre esa violencia invisibilizada e imperceptible, hasta que se entera. Y aquí viene el gran fiasco de la interpretación del lema «convencer es vencer»: que en su obsesión por «convencer» siempre dentro de la legalidad, ha retrocedido más allá de la burguesía revolucionaria del pasado, renunciando a defender teóricamente un derecho elemental que no tiene por qué se practicado siempre.

Como es sabido, no somos altavoces de rumores y por eso nos negamos a divagar sobre qué influencia tiene la línea editorial de Gara en toda o en parte de la actual dirección de Sortu. Pensamos razonadamente que alguna influencia ha de tener. Decimos esto porque, a nuestro entender, la virulencia descarada o solapada contra las críticas que destila Gara y portavoces y miembros de Sortu se vuelve contra el debate Abian! pero este efecto rebote, con ser malo, no es lo peor. Ocurre que la ideología editorial de Gara ha retrocedido a la fase comercial del capitalismo, lo que le imposibilita para comprender que Euskal Herria sufrió una metamorfosis tremenda con el capitalismo industrial, desde finales del siglo XIX.

Una característica definitoria de este «nuevo» capitalismo es el decisivo papel del ejército español —en Iparralde otro tanto con el francés pero un siglo antes—, y por tanto de los Estados ocupantes en el mantenimiento de la burguesía. Determinada corriente histórica insiste en que malvivimos en un capitalismo militarizado más de lo «normal», en lo sustancial. Ello es debido a que la industrialización de Hegoalde solo pudo imponerse en todos los sentidos tras una derrota militar en 1876 imponiendo una ocupación político-militar decisiva para el triunfo de la alta burguesía. Sin esta permanente presencia directa en los momentos cruciales e indirecta en los «democráticos», probablemente la historia hubiera sido muy diferente. La ideología de la burguesía comercial no podía entender la realidad surgida alrededor de un siglo más tarde de su momento de gloria, y por eso la patronal vasca, cerebro de la burguesía, es la más dura del Estado, como ha denunciado correctamente la secretaria de LAB.

La burguesía moderna vasco-española, su patronal, se formó en medio de la lucha de clases industrial y gracias al apoyo incondicional de la violencia del Estado. Por ello no necesitaba de la ideología democraticista de su envejecida hermana mayor, la burguesía comercial ya desplazada del poder de clase, sino de la ferocidad represiva de las armas españolas. Los acontecimientos posteriores causados por la irrupción de la fase imperialista terminaron por cerrar cualquier remota posibilidad de democratización de la burguesía industrial no sólo por el agravamiento de la lucha de clases en Euskal Herria sino también por el del contexto europeo a raíz de la guerra de 1914-1918.

Una facción muy reducida del conjunto de la clase burguesa en Euskal Herria, en concreto una parte de la mediana y sobre todo de la pequeña burguesía de la CAV, ha tenido que dar a la fuerza y por necesidad táctica una imagen democraticista debido a la fuerte presión cotidiana del pueblo trabajador, de la clase trabajadora, de los movimientos populares y del independentismo socialista, en un contexto prolongado de represiones múltiples franco-españolas. Sin dicha presión obrera y popular cotidiana, es decir, sin la lucha nacional de clase dentro de Euskal Herria, esa facción específica dentro del conjunto burgués habría sacado plenamente a la luz su esencial ideología reaccionaria.

Irá haciéndolo, quitándose la piel de cordero, en la medida en que vislumbre que el pueblo trabajador debilita su lucha, su conciencia, duda y retrocede, y en la medida también en la que la izquierda independentista suaviza sus reivindicaciones, se «normaliza» y vuelca sus fuerzas en el institucionalismo. Que nadie se engañe. Solo el miedo paraliza a las fieras. Por otra parte, la burguesía tampoco tiene alternativas propias, «democráticas», al margen de las que cada vez menos le permite el imperialismo, la Unión Europea y la crisis mundial.
Recientemente la ONU ha advertido que el crecimiento de 2015 será menor del previsto. Sin extendernos y utilizando siempre informes de instituciones imperialistas, por eso de la «objetividad», mediante dos extensos documentos el FMI analizaba en profundidad las perspectivas económicas mundiales mostrando un pesimismo impotente ante el estancamiento general. Para no ser menos, el mismo poder imperialista ha advertido en boca de Christine Lagarde que la economía mundial tendrá un comportamiento «decepcionante» en 2016.

 

¿Qué hubiera sucedido si…?

 

El democraticismo dieciochesco de la línea editorial de Gara no puede dar respuesta a los problemas tremendos del imperialismo actual y futuro porque quedan fuera de su cuadro mental. Quienes utilizan conceptos como «riqueza», «empobrecimiento» y otros anteriores a La riqueza de las naciones de A. Smith, por poner una fecha, se enfrentan a terra incognita, innombrable e incomprensible para ellos. Podría flotar en la vaguedad nebulosa de aquellas modas sobre la «nueva economía», la «globalización» y otras, mercancías ideológicas obsoletas pese a aguantar en las estanterías, periódicos y universidades hasta 2007 o más, pero no servía para nada porque, en los hechos, desde mediados de los años setenta se imponía a la fuerza la «“normalidad” del imperialismo».

No somos altavoces de rumores y nos negamos a cavilar sobre qué influencia tiene en toda o en parte de la actual dirección de Sortu la anacrónica involución ideológica de la línea editorial de Gara aquí analizada solo a grandes rasgos. Sospechamos que la tiene. La cuestión radica en que es necesario que este cualitativo retroceso al pasado sea discutido en el debate Abian! por cuanto es una de las corrientes políticas internas en la izquierda abertzale. Ocultarla es un grave error que se multiplica exponencialmente si, por un lado, se instala la pasividad ante los insultos como método para ocultar la nulidad argumentativa y, por otro lado, cometemos la cobardía de no hacernos la siguiente pregunta: ¿Hubiéramos caído en la actual situación si la militancia de Sortu y de la izquierda abertzale en su conjunto hubiese conocido el resultado definitivo del debate fundacional, las ocultadas Bases Ideológicas, y hubiera podido contrastar así lo realizado en cuatro años?

Petri Rekabarren

 

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