Entrevista desde la cárcel de Mansilla a Mikel Korta
Condenado en el macrosumario 18/98 a siete años y medio de cárcel por su actividad política internacionalista, Korta analiza la situación de su pueblo ante un conflicto que parece no acabar.
El colectivo de presos y exiliados políticos vascos ha tenido siempre un peso importante en la estrategia de lucha de la izquierda nacionalista vasca. Mikel Korta, militante de la organización internacionalista Xaki, se convirtió en portavoz de los encausados en el macrosumario 18/98, un proceso judicial que afectó a cientos de personas y provocó el cierre de medios de comunicación y empresas, además de la ilegalización de diversas asociaciones sociales y políticas.
Ya en prisión, cumpliendo su condena, Mikel Korta concedió a Desinformémonos una entrevista por escrito que debió hacerse a trozos, sorteando las dificultades que impone la política penitenciaria española, pieza clave en el conflicto político y armado que se vive en este país desde hace más de 50 años.
En la entrevista reflexiona en torno al proceso represivo del Estado Español, la extensión de la criminalización a actores civiles, el papel de presos, exiliados y la sociedad vasca en la posible resolución del conflicto, y sobre la resistencia de su pueblo y su apuesta por la construcción del escenario político que necesitan.
-Usted es víctima de uno de los procesos políticos seguidos en el Estado español contra las organizaciones civiles independentistas. ¿Cómo usa el Estado español esa arma?
-El objetivo es efectivamente de Estado, en el sentido de que se da, por un lado, una total sintonía entre las dos fuerzas políticas mayoritarias en el estado español, Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Partido Popular (PP), a la hora de seguir planteando la represión como único instrumento para acabar con las aspiraciones de libertad del pueblo vasco; aunque últimamente, de forma dubitativa, parece empezar a comprender que esa no puede ser la vía.
Es objetivo de Estado también porque existe una total sintonía entre los llamados tres poderes -el judicial, el legislativo y el ejecutivo-, que no dudan en pasar por encima de la tan cacareada separación de poderes, una de las bases imprescindibles para poder calificar a un sistema como democrático y de derecho. Sintonía que lleva a que los tres, lejos de mantener su independencia y mutuo control, se unan y funcionen como uno solo para tratar de dotar a la opción represiva de una eficacia que se ha demostrado sobradamente imposible.
Y es que toda opción de represión como fórmula para acabar con un conflicto, sea del tipo que sea y se dé en el lugar que sea, necesita de la eficacia como modo de retroalimentación y autojustificación. Y es esa dinámica de búsqueda de la eficacia la que hace que la represión deba aumentar vertical y horizontalmente.
Verticalmente, en el sentido de profundizar y agravar los instrumentos represivos de los que se ha dotado. La tortura es cada vez más brutal, lo mismo que la política penitenciaria es cada vez más cruel e inhumana, las manifestaciones se reprimen y castigan con más fuerza, se recurre a las ejecuciones extrajudiciales, los escuadrones de la muerte… Como decía antes, todo ello en total unidad de mando y acción entre jueces, diputados y gobierno: unos garantizando impunidad, los otros adecuando el marco legislativo a esos intereses y los últimos azuzando constantemente a sus fuerzas represivas.
Horizontalmente, en el sentido de que, ante la resistencia y lucha del pueblo, y en aras de esa efectividad imposible, necesitan atacar a cada vez más amplios sectores de población. Su concepto de ‘el enemigo’ se extiende. Y, precisamente la falta de eficacia, la falta de resultados, los lleva a colocar en el punto de mira a todo y a todos.
Hasta aquí he tratado de reflejar algo que creo que, con sus especificidades, se da en todos aquellos conflictos en los que Estados y pueblos se enfrentan y estos últimos, lejos de claudicar, resisten e incluso avanzan.
No conviene olvidar que la represión es el ‘último recurso’ del poder cuando éste es mínimamente inteligente o simplemente civilizado. La represión del Estado es siempre muestra de debilidad. El Estado verdaderamente poderoso es aquél que no necesita reprimir para imponer sus postulados.
Centrándonos ya en nuestro pueblo, Euskal Herria, me gustaría destacar que el salto cualitativo dado por el Estado español al comenzar a criminalizar, perseguir, procesar y condenar a organizaciones populares, partidos políticos, medios de comunicación, organizaciones juveniles, etcétera, tiene mucho que ver con el cambio producido en la estrategia de la Izquierda Abertzale que quedó públicamente reflejado en lo que se denominó ‘Alternativa Democrática’ en 1995.
Muy resumidamente, las claves de aquel cambio afectaron a la forma de nuestra intervención política y al modelo de resolución del conflicto, aspectos íntimamente relacionados. En relación a lo primero, la forma de intervención política, pasamos del esquema de “resistir es vencer” a otro que podría resumirse como “hay que construir para ganar”.
Con este segundo esquema entendimos que era necesario organizarnos y tejer alianzas de cara a fortalecer lo que constituye los pilares de todo pueblo que desea ser dueño de su presente y su futuro, sin ingerencias ni imposiciones ajenas. Que había que superar el esquema de resistir y acumular fuerzas en busca del mágico día en el que Estado español y ETA se sentaran a negociar y de la mesa surgiese la solución definitiva a nuestras aspiraciones. Que había que comenzar una dinámica de construcción nacional, que como toda construcción debía asentarse sobre pilares sólidos. Y estos pilares no son otros que aquellos sobre los que se asienta todo pueblo que desea ser dueño de su propio destino y ejercer como tal.
En definitiva, se trataba de hacer posible desde hoy la Euskal Herria independiente del mañana.
Así, fortalecer nuestra cultura e identidad nacionales, comenzar a das pasos en el tejido socio-económico nacional comenzando por hacer de Euskal Herria un marco propio de relaciones laborales, constituir una institucionalidad propia y nacional que superase la partición impuesta por los Estados español y francés, avanzar hacia un modelo educativo propio desde la escuela hasta la Universidad Nacional; reivindicar también en el terreno deportivo el derecho a tener selecciones nacionales propias y competir con el resto de selecciones en pie de igualdad… se convirtieron en ejes de nuestro trabajo, y la acumulación de fuerzas en torno a esos pilares en objetivo fundamental.
Como decía, ya no se trataba de esperar más al día mágico de la negociación que todo lo solucionaría, sino de ir recuperando por al vía de los hechos la soberanía arrebatada; todo ello sustentado en una mayoría política, social y sindical que nos constaba que existía en nuestro pueblo.
Es precisamente en el marco de este planteamiento de la “Alternativa Democrática” que ETA declaró rotunda y claramente que no pretendía convertirse en representante de Euskal Herria en una mesa de negociación, en la que se decidiese su futuro. Que esa era una discusión que única y exclusivamente correspondía al pueblo vasco, a sus organizaciones políticas, sindicales, sociales y a las instituciones de las que se pudiera ir dotando y que, en todo caso, cualquier decisión debería ser refrendada por el propio pueblo.
Fue ahí donde ETA reafirmó su apuesta por un proceso democrático que condujese a una situación democrática que tanto ETA como los estados deberían acatar y que, en todo caso, el contenido de la negociación ETA-estados debería limitarse a garantizar las condiciones democráticas para dicho proceso. Junto a ello se abordarían la desmilitarización y las consecuencias del conflicto.
Con esas bases, y debido a diversos factores, cuyo análisis alargaría esta respuesta aún más, se llegó al acuerdo de Lizarra-Garazi en 1998, en el que se recogía esta filosofía de trabajo y se plasmaba la mayoría política, social y sindical que sabíamos que existía.
Una semana después del acuerdo, ETA declaró un alto el fuego unilateral como su propia aportación. Es destacable que en el comunicado que lo anunciaba no existía ningún emplazamiento al gobierno español para ningún tipo de negociación.
Como ustedes saben, aquel proceso se frustró. Los motivos darían, otra vez, para otra profunda reflexión. No obstante, para ver si por fin consigo llegar a una respuesta concreta a su pregunta, únicamente señalaré que tras una época de despiste, el Estado español (entonces con gobierno de Aznar) se dio cuenta de la enorme potencialidad que tenía la nueva dinámica de la Izquierda Abertzale; de que efectivamente existía fuerza social suficiente para implementar un proceso democrático de recuperación de soberanía, y que resultaría imparable.
El Estado español recrudeció su estrategia represiva y comenzó a atacar con más fuerza a lo que ustedes denominan “organizaciones civiles independentistas”. Cerraron cuatro medios de comunicación, ilegalizaron, juzgaron y condenaron a organizaciones juveniles, partidos políticos, organizaciones y movimientos populares de todo tipo (culturales, de desobediencia civil, de solidaridad con los presos y refugiados, de denuncia de las vulneraciones de derechos humanos, de solidaridad internacionalista,…)
Fueron muchos los que calificaron todo aquello de salvajada, y lo era. También fueron muchos los que calificaron los juicios como circo, al ver el ridículo permanente que hacían un día sí y otro también unos señores con togas negras que pretendían disfrazar jurídicamente aquella barbaridad. Algunos calificaron la situación de kafkiana, calificación que no comparto para nada, si damos al término la interpretación de “algo que no tiene sentido”.
Y es que aquella dinámica jurídico-político-legislativo-mediática si algo tenía era sentido, y un objetivo claro. Se trataba de reventar el proceso democrático de recuperación de la soberanía, anulando a las organizaciones, personas y medios que el estado español consideraba como motor del mismo. El objetivo final: hacer imposible Euskal Herria como proyecto de futuro en libertad y justicia.
Cerraron medios de comunicación para imponer el pensamiento único, tratando de construir una realidad única por medio de información y opinión uniformes.
Atacaron al movimiento popular para tratar de acabar con la capacidad histórica de auto-organización inserta en nuestro pueblo, verdadero motor de resistencia y construcción.
Atacaron partidos políticos para tratar de acabar con la forma de expresión de ese movimiento.
Atacaron a los jóvenes porque querían acabar con el, para ellos, desesperante “relevo generacional” en la lucha.
Atacaron al movimiento anti-represivo y pro-amnistía porque era quien rompía el marco de impunidad que judicatura, parlamentos y gobiernos garantizaban a la represión.
Atacaron al movimiento de relaciones y solidaridad internacional porque vieron que estaba descubriendo sus mentiras en el mundo y fortalecía la solidaridad.
En definitiva, lo que se escondía tras la judicialización del “todo es ETA” de Garzón no era simple odio o brutalidad, sino un intento planificado de acabar con el Movimiento de Liberación Nacional Vasco y con la posibilidad misma de un futuro para Euskal Herria.
-¿En qué momento se encuentra el conflicto vasco con los Estados español y francés tras el alto el fuego definitivo de ETA y los recientes éxitos electorales de la izquierda independentista?
La situación actual es la demostración palpable del fracaso de la estrategia que acabo de mencionar. Y de que tenemos un pueblo cojonudo.
Hicieron todo lo que antes he descrito y más. Centenares de cuadros políticos encarcelados, esperando juicios, ilegalizados, perseguidos… organizaciones destrozadas…Y, sin embargo, vuelve a resurgir la capacidad de auto-organización de nuestro pueblo. Cuestión a destacar en unos tiempos en los que el individualismo y la falta de solidaridad constituyen unos de los mayores logros del sistema. Se evidenció por enésima vez que los estados español y francés no tenían un problema con esta o aquella persona u organización, sino con todo un pueblo que no renuncia a su libertad.
Hay una frase que con el inicio de la política de dispersión de presos por toda la geografía de los estados español y francés se usaba mucho en las cárceles: “los tenemos RODEAUS”. Y es que mirando al mapa no había lugar en que no hubiese vascos. Eso sí, encarcelados.
Pues bien, ahora creo sinceramente que es verdad.
Su “solución final” construida en torno al esquema de “todo es ETA” ha sido derrotada por la determinación de la sociedad vasca. A partir de ahí, las opciones que les quedan a los estados son pocas; y todas, al margen del sufrimiento que puedan provocar, positivas para el proceso de liberación.
Si siguen apostando por la represión, saben que quizá aún les dé réditos fuera de Euskal Herria y Catalunya, pero son igualmente conscientes de que fortalecen al propio proceso de liberación y al sector político-social que lo dinamiza.
Si optan por abrirse a la democracia, aunque sólo sea respetando los mínimos democráticos exigibles en una democracia burguesa formal, saben que esto también va a contribuir al desarrollo y ampliación del sector de quienes luchamos por la independencia y el socialismo.
Por eso digo que, ahora sí, “los tenemos RODEAUS”.
Por nuestra parte, esperamos y deseamos que los estados se den cuenta que lo que más les conviene, también a ellos, es asumir la necesidad de un marco realmente democrático que sirva para superar el carácter violento de la confrontación y situarlo en clave de confrontación democrática desde una premisa básica: es el pueblo quien tiene la palabra y la decisión sobre el futuro de Euskal Herria.
-¿Cuáles son las claves que explican la pervivencia del conflicto vasco a través de cambios de régimen y gobierno en el Estado español y en las regiones vascas bajo administración española?
-Comenzaré con otra pregunta. ¿Cuáles son las claves que explicarían la pervivencia del euskera, un idioma cuyo origen se desconoce, frente a las agresiones que ha sufrido por sucesivos imperios que traían su propia lengua?
Considero que la defensa de la identidad y la soberanía son una de las claves que se ha mantenido desde los romanos hasta nuestros días, pasando por las guerras carlistas, la guerra civil española, el franquismo, esta falsa democracia… la historia de nuestro pueblo y sus peculiaridades. Peculiaridades que no podrían entenderse sin tener en cuenta esta clave de defensa de la identidad nacional. Desde las luchas entre conservadores y liberales hasta la llamada guerra civil, en Euskal Herria adoptan una forma diferente, haciendo que los esquemas liberal/conservador o derecha/izquierda queden en gran medida condicionados, concretándose en alianzas impensables en otros lugares.
Es sin duda la defensa de la identidad y la soberanía, ampliamente extendida en la sociedad vasca, la que provocó que la derecha vasca se aliase incluso con enemigos frontales en lo ideológico frente a una derecha franquista que representaba la uniformidad de la una, grande y (manda narices) libre y la correspondiente desaparición de Euskal Herria como pueblo.
Precisamente ahora se cumplen 500 años de una de las últimas batallas perdidas contra Castilla y que marcó un hito en el proceso de pérdida de nuestra soberanía, entonces representada por el Reino de Navarra.
Considero que la soberanía es a los pueblos lo que la libertad individual es a las personas.
A ello hay que añadir que la lucha por la soberanía, quizás de forma más rotunda en y a partir de la guerra civil española, ha ido siempre unida a la idea de emancipación nacional y social. Ha sabido adaptarse a esa idea universal de lucha por la emancipación. En esa línea va la que considero la mayor aportación teórico/práctica de la Izquierda Abertzale. Supuso un enorme salto cualitativo en esa lucha plantear que la lucha de liberación nacional y social son las dos caras de una misma moneda, y esa moneda es la emancipación integral de las personas y los pueblos.
Por último, por no alargarme, la determinación de la sociedad y su capacidad histórica para la auto-organización, con objeto de hacer frente a todo tipo de problemas, han hecho el resto.
Hoy, en el siglo XXI, en esta fase de ofensiva imperialista, si algo está quedando claro a nivel mundial, es que esa doble vertiente de la lucha -nacional y social- es o debiera ser algo igualmente universal. Incluso los pueblos que tienen su propio estado han entendido la necesidad de una verdadera soberanía e independencia para su propio desarrollo social. Y también que esa soberanía es una necesidad imprescindible para buscar unas relaciones entre los pueblos basadas en el respeto mutuo y la solidaridad, como alternativa al modelo actual basado en la competitividad, la imposición y la guerra.
-¿Cuál es la situación de l@s pres@s y exiliad@s vasc@s?
-No voy a extenderme en las condiciones de vida de ambos colectivos. Quisiera decir únicamente que el no reconocimiento de nuestro carácter político, el mantenimiento de la dispersión como marco de impunidad de nuestros derechos humanos y los de nuestras familias son los ejes de una política penitenciaria basada en el chantaje y la venganza.
Ocurre algo similar a lo que decía antes sobre la situación política actual y la frase “los tenemos rodeaus”. Y es que proceso de liberación, proceso de liberación democrática y presos y refugiados han estado y están absolutamente unidos.
Siguen con su política de venganza y chantaje utilizándonos como rehenes, pero comprueban día a día que eso no hace sino fortalecer el proceso de liberación y un proceso de solución que tiene en la amnistía uno de sus ejes.
Saben también que si nos excarcelan o posibilitan la vuelta del exilio, numerosos y cualificados militantes se van a incorporar al proceso democrático hacia la soberanía.
Esperemos que en este tema, como en el anterior, se den cuenta de que a ellos también les conviene comenzar a tratar de llevarse bien con Euskal Herria.
También en este terreno el cambio en la línea de intervención política ha tenido sus consecuencias. Seguimos entendiendo el concepto político de amnistía como aquel que posibilite la vuelta a casa de todos los presos y refugiados así como la superación de las causas que los han provocado. En ese sentido, ello va unido al concepto de autodeterminación.
La variación estriba en entender la amnistía en un sentido dinámico, de proceso. Superado el modelo de resolución estático, representado por una mesa de negociación ETA-estados de la que saldría un documento de acuerdo de solución casi inmediata también a la solución de presos y refugiados, la amnistía debe ser entendida como un proceso, que lejos de esperar al mágico “día D” de las soluciones, hay que andarlo desde hoy.
Del paradigma de la amnistía como salida colectiva que visualizábamos como un paseo de presos y refugiados por las avenidas de las capitales vascas, escenificando la liberación simultánea de ambos colectivos y de Euskal Herria en su conjunto, hemos pasado a un concepto en el que la vuelta a casa de presos y refugiados tiene el carácter de termómetro importante para medir voluntades y capacidades de avance en el proceso democrático, y en esa línea de normalización de relaciones entre los estados y Euskal Herria.
Dicho de otra manera, a nadie se le escapa que es imposible plantear como solución al conflicto una situación en la que se mantengan a vascos/as encarcelados/as por su implicación en el conflicto. Incluso quienes son contrarios al reconocimiento y ejercicio del derecho de autodeterminación, o defienden proyectos políticos opuestos a la soberanía, saben que es absurdo e irreal.
De ahí que la vuelta a casa de presos y refugiados se convierte en el mínimo común denominador de todo aquel que defiende una solución política democrática al conflicto, en factor de acumulación de fuerzas. Igual que ocurrió en los años 70, previos a la llamada transición política desde el franquismo.
Por eso, cuando hablamos de solución colectiva, no estamos hablando de salidas más o menos masivas, sino que la vuelta a casa de presos y refugiados se va a dar en el marco del proceso de solución política al conflicto político y, por tanto, desde el reconocimiento, explícito o no, del carácter político de ambos colectivos.
¿Cuándo podremos decir entonces que hemos logrado la amnistía? Cuando sea reconocido el derecho de autodeterminación y hayamos abierto la puerta a su ejercicio. Ni siquiera la salida de todos los presos y la vuelta de todos los refugiados que lo deseen, como ya ocurrió en el 78, es sinónimo de amnistía en sentido estratégico, si no van acompañadas de la autodeterminación como solución integral al conflicto.
-¿Cuál ha sido y puede ser en el futuro su papel en el proceso de resolución del conflicto?
En primer lugar, presos y refugiados siempre hemos estado organizados de forma colectiva, con más o menos dificultad, con dos objetivos: la autodefensa y la aportación a la lucha que nos ha llevado a la cárcel o el exilio.
Nos privaron de libertad pero seguimos siendo militantes políticos que han aportado, aportan y aportarán. En ese sentido, ambos colectivos siempre hemos sido un referente humano y político para amplísimos sectores de Euskal Herria.
Nuestro papel, por tanto, nunca se ha limitado, y ahora tampoco se limita al impulso de un proceso resolutivo, sino al impulso de un proceso de lucha de liberación en el que siempre hemos situado la apuesta por una solución democrática al conflicto.
Por otro lado, jamás hemos aceptado ni aceptaremos ser utilizados como elemento de chantaje contra las organizaciones y el pueblo en general. Un chantaje que utiliza nuestras condiciones de vida o nuestra libertad como mercancía, como precio de la renuncia de nuestro pueblo a sus legítimos objetivos.
Desde estas bases hay que entender nuestra situación y papel.
Por un lado, somos parte del conflicto, y como tal hemos manifestado recientemente nuestro total apoyo a las decisiones adoptadas por ETA en particular y la Izquierda Abertzale en general. Apoyamos la actual estrategia sin reservas y manifestamos nuestro compromiso con la misma. Por otro lado, somos también consecuencia del conflicto y, a la vez, como en cualquier otro conflicto, expresión evidente de la situación de no resolución del mismo.
Es de una lógica aplastante que cualquier solución democrática debe implicar la vuelta a casa de aquellos que por su participación en el mismo están sufriendo cárcel y exilio.
No se trata de una cuestión de leyes o actitudes individuales, sino de alimentar un proceso de solución democrática en el que sin duda la vuelta a casa de presos y refugiados juega un papel clave de cara a normalizar las relaciones de convivencia entre las partes enfrentadas.
Con ese fin, abandonar la política de venganza y chantaje, la eliminación de todas las medidas de excepción impuestas, el reconocimiento de nuestro carácter político y nuestra repatriación son las primeras medidas que los estados deberían adoptar.
Ahí está además la interlocución que hemos nombrado para hablar de estos y otros temas.
-¿Qué factores explican el alto grado de participación política de la ciudadanía vasca? ¿Cuál es su papel en la resolución del conflicto?
Creo que de alguna manera ya lo he respondido antes. Considero que tiene que ver con factores culturales e incluso geográficos.
Tengo un amigo que suele decir que nuestra lucha por la independencia comienza por la de uno mismo.
Hace ya cientos de años, gentes que viniendo de Europa pasaban por nuestro país destacaban que a diferencia de otros lugares en los que el concepto de Señor o Caballero estaba unido a la riqueza, las tierras, los vasallos, etcétera, en Euskal Herria ese concepto estaba ligado a la casa. En ese sentido todo aquel que tenía casa era Señor, “Jaun”, independientemente de que fuera rico o no. Por decirlo de alguna manera, el “honor” o la dignidad humana no estaba jerarquizado en base a la riqueza o los títulos.
Creo que es desde esa idea de igualdad que históricamente ha sido más fácil desarrollar, por ejemplo, la idea del ‘auzolan’, la unión de vecinos y amigos para la ayuda mutua en labores agrícolas, construcción o reparación de edificios, hacer frente a desgracias personales, climáticas… y por supuesto también para trabajos que beneficiasen al conjunto de la comunidad: caminos vecinales, edificios comunes,…
Esto, el auzolan, es algo que se remonta a cientos de años en nuestra historia y hoy aun pervive, y se está revitalizando. Insisto, no se trataba de que nadie poderoso ordenase a sus vasallos que hiciesen esto o aquello, sino que era la asociación libre entre iguales.
Esta forma de funcionar siempre ha estado ahí y explica desde la organización de las sociedades gastronómicas hasta la gestación y creación de lo que luego se convertiría en organizaciones políticas de la Izquierda Abertzale, pasando por el movimiento de las ikastolas, el movimiento cooperativo, etc.
No es algo que se deba analizar únicamente como fenómeno político. A los vascos no nos gusta que nos mangoneen y preferimos auto-organizarnos y auto-dirigirnos, desde la organización de un campeonato de mus hasta la creación de un modelo educativo o productivo propio. No lo digo con arrogancia, al contrario, quiero decir que este fenómeno no es patrimonio ni mucho menos de la Izquierda Abertzale, sino que es parte de la idiosincrasia de nuestro pueblo. Ocurre que a nosotros nos parece perfecto y tratamos de impulsarlo en la línea de eso que ahora se suele denominar “democracia participativa”.
¿El papel de la ciudadanía? Absoluto. Es el verdadero motor del proceso, el que tiene la palabra y la decisión. La garantía de que el nuestro sea también un proceso desde abajo y hacia la izquierda.
-¿Qué significado tienen las reivindicaciones y resistencia de la izquierda abertzale y la situación histórica del conflicto vasco en el contexto europeo actual?
Quizás lo primero que habría que tratar de matizar sería a qué nos referimos cuando hablamos del contexto europeo actual.
En este sentido, tras el llamado proceso de unificación europea se esconde un modelo que trata de emular al modelo USA y hace de Europa, hacia al exterior, una potencia económico/militar capaz de reivindicar su parte del pastel en la actual frase del imperialismo. Y hacia el interior, acabar con todos los derechos sociales conseguidos a base de decenas de años de lucha y al pánico que el capitalismo sintió ante la posibilidad de avance del “comunismo” sobre todo tras las II Guerra Mundial.
Ambos factores hicieron que surgiese en Europa el concepto del “Estado del bienestar” cuyo objetivo, desde el punto de vista del capital, era que la lucha y conciencia de una clase trabajadora pujante, combativa y con cada vez mayor conciencia no fuese “más allá”, acercándose peligrosamente al cambio radical del sistema capitalista.
Tras la caída de la URSS y lo que ello supuso, el capital se siente más fuerte e inicia su contra-ofensiva, tratando de dinamitar los logros reales que tenían como marco la idea del “estado del bienestar o el estado social”.
El tratado constitucional europeo fue un gran instrumento en ese sentido. Por eso, la Izquierda Abertzale, cuando se sometió a referéndum la mal llamada constitución europea llamamos al no. Y lo hicimos no porque no seamos “europeístas”, sino porque la Europa que nos presentaban era la Europa del capital y los estados y nosotros la Europa social y de los pueblos.
Aquel tratado, al que quisieron dar rango constitucional, pretendía precisamente eso, elevar a rango de ley suprema todos los mecanismos jurídicos, políticos y legales mediante los que imponer el modelo de globalización neoliberal ya de hecho en marcha.
Además alejaba aún más los núcleos de toma de decisión de las personas a las que esas decisiones iban a afectar, dificultando aún más la identificación y exigencia de responsabilidades, e introduciendo en el subconsciente colectivo la idea de la fatalidad y la imposibilidad de la lucha. Hoy el paradigma de esto son los llamados “mercados”: nadie los identifica, nadie sabe quiénes son y, sin embargo, son a la vez los que nos presentan como los responsables de todas nuestras desgracias.
No obstante, es ese mismo contexto donde se abre con fuerza la necesidad de recuperación de la soberanía y de acercar a las personas los núcleos de toma de decisión que afectan directamente a sus vidas. Y esto ocurre no sólo en los pueblos sin estado europeos, sino en los propios estados oficialmente constituidos.
Es ahí donde la actual situación planteada como crisis no sólo trae amenazas, sino que también abre posibilidades de avance hacia esa otra Europa posible. La Europa social y de los pueblos. Y ahí estamos y estaremos nosotros defendiendo una persona de personas y pueblos libres y desde ahí avanzando hacia ese otro mundo que no sólo es posible, sino cada vez más necesario.
Si luchamos por la independencia no es para aislarnos, levantando fronteras, sino todo lo contrario. Sabemos que la solidaridad sólo se puede dar desde la libertad, la igualdad y el respeto, y a ello aspiramos.
Además, si vemos lo que está ocurriendo en Irlanda, Escocia, Flandria, Islas Feroe, Catalunya…lo que ocurrió en los países bálticos e incluso los Balcanes y Kosovo, parece evidente que los procesos de recuperación de la soberanía están de plena actualidad.
El ejemplo irlandés tuvo gran influencia en los procesos abiertos en Euskal Herria desde 1998. ¿Qué puede aportar el caso vasco a la evolución de otros conflictos en el mundo? ¿Qué sentido puede tener el internacionalismo en la era de la globalización?
Hace ya muchísimos años que la izquierda abertzale entendió que la mayor aportación que un pueblo puede realizar a la lucha de otros pueblos es la victoria en su propio proceso.
Esto que puede parecer paradójico o contradictorio aparece meridianamente claro si nos dejamos de pajeos psuedo-teóricos o pseudo-intelectuales.
Considero que la mayor aportación que Cuba ha hecho a los procesos de lucha de liberación ha sido su propia victoria y el mantenimiento de su revolución frente al imperio, muchas veces en absoluta soledad.
Ese faro permanentemente encendido ha guiado y hecho posible muchas luchas. Algunas triunfaron, otras no. Pero ahí siguen y /o renacen con fuerza. Porque, pese a que el sandinismo cayera, llegó Venezuela y le siguieron Bolivia, Ecuador… resurgió nuevamente el sandinismo.
Es la victoria de cada uno de esos procesos la que ha permitido y permite implementar un nuevo modelo de relación económica, política, y cultural entre esos pueblos haciendo de la solidaridad internacionalista algo que no sólo ha unido a las fases guerrilleras en las luchas, sino que también ha servido de modelo de paz y progreso, de forma de relación antagónica y alternativa al modelo imperialista.
Esa nos gustaría que fuese nuestra aportación, sin olvidar ni dejar de lado esa otra faceta, que además es en la que muchos estamos, de solidaridad entre los pueblos en lucha por su libertad.
En conclusión, ya sea desde la perspectiva de la solidaridad entre procesos que aún no han triunfado o la solidaridad entre procesos que han alcanzado el poder, la solidaridad internacionalista no puede ser entendida sólo ni como fruto de una decisión individual romántica y generosa ni mucho menos como un sobre-esfuerzo de segundo orden que ya haremos en el futuro, “cuando estemos en mejores condiciones”.
La solidaridad internacionalista es una necesidad de los pueblos para su propia supervivencia, hayan alcanzado el poder o estén en ello. Más aún en la actual fase imperialista de globalización neoliberal caracterizada por buscar un mundo en blanco y negro, y una relación entre estados y pueblos caracterizada por la verticalidad, la competitividad, la imposición y la guerra.
Los internacionalistas defendemos un mundo de colores y unas relaciones caracterizadas por la horizontalidad que surge del respeto, la igualdad, la ayuda mutua y la libertad que, en definitiva, son los pilares de la solidaridad.