Pintar
Le llamaron al timbre del portal a sabiendas de que era muy facilón. Así que no pudo más que decirle que sí y bajar. Pese a no haber pisado la universidad más que para ir a manifestaciones, el tío siempre ha parecido que ha hecho la carrera de bellas artes al menos cuatro o cinco veces. Lo cual está bien para él, pero no para los demás, especialmente si no se ha nacido con pulso talentoso para ser ladrón de tiendas de panderetas. Haz la línea recta, no pintes por fuera de las líneas, quítate de ahí que me pongo yo, ponte tú que me quito yo, el pincel se mueve así, la brocha se mueve asaó. El caso es que realizar un mural junto a este individuo es como sentirse el ayudante de Leonardo da Vinci. Claro que un Leonardo da Vinci accidentalmente con unos calzones de lino mucho más pequeños de lo habitual.
Aprovechando la hora de la siesta española, pensando erróneamente que algunos de ellos no hacen turno, se dirigieron a una pared que el artista había seleccionado como lienzo de la obra de arte reivindicativa. Un muro pequeño y descuageringado que ni siquiera sería peticionado por el ejercito español en la isla de Perejil. Así que empezaron a pintar y el “no artista” a sentir eso que sentía junto a él en situaciones similares. Movimientos imposibles de sus globos oculares hacia cualquier amago mínimo que realizaran sus manos y pudiera lanzar al traste semejante obra artística. Para rebajar la tensión de las brochas, inició una conversación agradable; Este muro es una mierda, ésto no llega ni a mural, no se cómo se te ha ocurrido elegir este sitio, ésto es una semi-pintada, aquí no caben ni los dibujos con plastidecor de la guardería. No hubo más tiempo para seguir tocándole la moral pues a una furgoneta antidisturbios de la ertzaintza curiosamente se le ocurrió pasar por la misma calle donde estában, zanjando el debate. Y mientras se acercaban llegaron a un consenso rápido de “grandioso mural netamente artístico con permiso del ayuntamiento”. Al parecer no les gustó para nada el esfuerzo artístico y tras unos cuantos insultos y amenazas irrepronunciables, más o menos que con su piel a tiras iban a borrar el mural, les echaron del lugar y se quedaron con todo.
Suelen decir que el criminal siempre acaba pasando por el sitio del crimen, pero desconozco si volvió a pasar la furgoneta de la ertzaintza. Lo que si apreciaron una hora más tarde fue que habían tapado el mural con la misma pintura que les habían birlado y pese a sus quejas de “manchar” el pueblo, habían realizado ellos mismos, con la misma pintura, una pintada en el edificio anexo. Algo relacionado con la represión, no para criticarla precisamente. Por ese tiempo también aparecieron numerosas pintadas en portales, algunos de amigos, otros conocidos y otros de más allá. Al principio parecía algo aleatorio, pero indagando unos segundos daba la casualidad de que todos habían sido detenidos por la ertzaintza en diferentes momentos. Y en este pueblo casualidades muy pocas. Simplemente habían tirado de listado.
Pero ésto fue en otro momento y lugar pese a que me haya acordado de ello a raíz de que recientemente a manos de la ertzaintza, dirigida por el PNV, (que también hacía murales y pintadas por la calle hasta que empezaron a direccionar la pasta que gastaban en pinturas y demás cositas hacia sus bolsillos, puros y angulas), dos jóvenes fueron condenados a dos años y medio de prisión por supuestamente realizar unas pintadas en el contexto de una huelga general tras un proceso judicial esperpéntico que no puede calificarse de otra forma que de montaje y la orden de encarcelamiento ya está en curso. El lunes habrá movilización de protesta y solidaridad en Deustu.
La represión del hipócrita sistema en realidad no es más que la protección armada de la patronal, del capitalismo, de la opresión nacional y social, en definitiva de la injusticia. Nada más y nada menos. Los mismos que impiden la libertad de expresión, los que intentan monopolizar la información y quieren paredes mudas como en las dictaduras. Solo que el “como” aquí sobra, pues la dictadura del capital está en efectivo y Euskal Herria no pinta nada para ella. A la clase trabajadora vasca y especialmente a la juventud trabajadora se le están riendo a la cara, ya que no son más que meros números para ser encarcelados o mero abono para sus campos de golf. Solo nos falta despertar y reír los últimos ante esta cuadrilla de impresentables y seguir pintando la Euskal Herria que queremos de rojo, verde o morado. Y es que los y las que no pintan nada para este estado de las cosas, acabarán pintándolo todo. Se acabó ya el tiempo de conformarse con poder pintar el color de los barrotes.