El agente 10.514
El agente 10.514 es un hombre alto y grande, un hombretón: tiene altura y tiene kilos. La alsasuarra Edurne Martínez es, en cambio, más bien menuda, y más a la sombra del agente 10.514, que es un ertzaina con escudo y garrote, embozado, de los de verdad, de los de leña al mono. Un agente bravo de los beltzas, de los que, como los cazadores de perdices y liebres, una cosa es lo que cazan y otra, muy otra, lo que dicen o de lo que se vanaglorian.
El agente 10.514 intervino el 19 de abril del 2013 desalojando un muro popular, formado sobre todo por gente joven dispuesta a defender su verdad y sus valores; allí se encontraba la joven Edurne Martínez, de Alsasua. Y ese hombretón, metido a ertzaina, contó en el juicio del 2 de julio a la jueza su intervención y su parte de aquel día. Acusó a Edurne Martínez de varias lindezas, entre otras de haberle propinado dos patadas en la rótula y haberle dejado cojo, de lo que fue atendido de urgencias en Mutualia. Y pidió para ella 15 meses de cárcel y pena.
Lo normal, como otras, como tantas veces. Redacta el parte con ayuda de sus compañeros y de los oficinistas y asesores del departamento. Las más de las veces cuentos con poco sabor a realidad ocurrida. Recalco de “tuvimos que actuar”, subrayar la “agresividad” de los otros, la “proporcionalidad en nuestra actuación”, colorear con rojo dramático “atentado y lesiones a la autoridad”... Lo ya visto muchas veces, y también muchas hemos denunciado un cuento mendaz que se repite machaconamente. Ellos graban, te meten la cámara en el rostro, pero tú, si sacas fotos, atentas contra la autoridad y eres denunciado, o te quitan la máquina, o te borran la foto. Luego, las más de las veces, manipulan y ofrecen lo que les viene en gana. Y es que tú puedes resultar ser su desenmascaramiento. Es la ley mordaza, criticada en el parlamento, pero seguida muy gustosamente cuando dirigen a la policía, como el PNV, PP y PSOE entre nosotros.
Al agente 10.514 le salió el tiro por la culata. Y su relato mendaz, apoyado por los demás compañeros y asesores, su cuento se vio que era fabricado, marca usual de la casa: coloreado, inventado, adobado a su gusto. La defensa de Edurne Martínez llegó con un vídeo bajo el brazo, que apoyaba la versión de la acusada y no la del agente 10.540: se vio que fue levantada violentamente del suelo agarrándola bestialmente de la coleta, la apartaron unos metros del grupo colocándola boca abajo y sentándose un ertzaina sobre ella. Nada de patadas en la rótula como decía el gigantón, invento suyo y de sus compañeros. En el vídeo se observa cómo el agente 10.514 se acerca ya cojeando a Edurne Martínez, ya tumbada boca abajo y apartada del resto.
El agente 10.514 pedía, no es broma, 15 meses de cárcel para Edurne. Año y tres meses. Las más de las veces les ha salido bien; son varias, diríamos muchas, las víctimas de sus excesos y mentiras de estos partes inventados para hacer mal, para castigar salvajemente como sus porras o pelotas, sobre todo a jóvenes rebeldes. Normalmente sus denuncias tienen que ver poco con lo acontecido: con frecuencia de ser los agresores pasan a ser los agredidos. Siempre acusan a otros, denuncian atentado contra la autoridad, nunca confiesan haber rotos huesos, abierto carnes, sacado ojos, lastimado a ancianos… Es triste que, con lo que ha llovido, la policía y los funcionarios todavía hoy sigan mintiendo tan impunemente, inventando partes, que sus informes sean cuentos tétricos redactados para castigar gravemente al ciudadano, sobre todo si eres rebelde, destinado a endosarles años de cárcel o multas económicas. Estado policial. Esto que pasaba y pasa con la poli y la guardia civil pasa también con la ertzaintza. Triste, pero es real. Y sus compañeros igual allí que aquí, como sus mandos y sus jefes de partido. Nítido ejemplo Iñigo Cabacas. Sus responsables políticos apoyan sus cuentos de defensa y justificación, quizá hasta les azuzan para que sigan con el cuento.
¿Y los jueces? ¿Qué pasó con la tortura, con la brutal y extendida tortura entre nosotros? Unos miraron a otra parte y otros colaboraron muy contentos con su alma de inquisición, en definitiva siguió existiendo por su apoyo y silencio. Peste que nos toca sufrir, igual que estos partes de corte y pega. Hasta que se alce un puño.
Un día en mi presencia le soltó un hombre pequeño, llamado Agustín, a un gigantón apellidado Enciso, que se reía de la baja estatura del primero: “¡Pa carne, pa carne la yegua!”. Pues eso, agente 10.514.
Mikel Arizaleta