Sobre españolismo y jacobinismo disfrazados de comunistas
Una mirada general
“Se nos dice que Rusia se disgregará en repúblicas aisladas, pero no debemos temerlo. Por muchas que sean las repúblicas independientes no tendremos miedo a eso. Lo importante para nosotros no es por dónde pasa la frontera del Estado, sino mantener la alianza de los trabajadores de todas las naciones para luchar contra la burguesía, cualquiera que sea la nación a la que pertenezca.”
LENIN
Hablar de la emancipación social es constatar una realidad, que hoy más que nunca, las condiciones objetivas, económicas y sociales, para la revolución están dadas y que el mundo ha entrado en su madurez para su caminar hacia el Socialismo. Sin embargo, esta situación de la crisis general e histórica del capitalismo (imperialismo) no se ve acompañada actualmente de un correlato equivalente en el nivel político, sino que está marcada en las últimas décadas por la desaparición del campo socialista y el retroceso del movimiento revolucionario mundial, incapaz de perseverar en esa revolución que se anuncia machaconamente pero que no acaba de cuajar.
Partiendo de la distinción que hizo Lenin entre el plano histórico y el político, consideramos que nos encontramos en la era del imperialismo neoliberal pero que, dentro de este amplio periodo histórico, nos colocamos en un interregno político, un tiempo de transición más o menos prolongado, de ofensiva reaccionaria general y que se sitúa entre dos grandes ciclos revolucionarios históricos, el Ciclo de Octubre ya casi cerrado, y el nuevo que está por despertar.
La duración de este interregno depende en gran medida de la actuación subjetiva de la clase trabajadora y de sus organizaciones revolucionarias, de que sean capaces de ubicarse en el momento histórico y sepan engarzar las tareas que impone el momento con el horizonte de la emancipación.
Tradición comunista y luchas de liberación nacional
Hoy, que no existe Internacional Comunista, esta transición de vacio revolucionario redunda negativamente sobre nosotros y nosotras, sobre todo cuando comprobamos cómo muchos de los destacamentos, organizaciones y partidos comunistas (entre ellos los españoles y franceses) aplican, ciegamente y sin ningún aprecio ni análisis serio, la repetición de tesis generales marxistas olvidando la diversidad de contextos y de situaciones históricas.
Así pues, ¿qué ejemplo de anti-dogmatismo nos da el que sólo es capaz de realizar el análisis concreto de la peculiar época que nos ha tocado vivir desde la repetición de los principios generales de nuestra ideología y se atreve a pontificar sobre una lucha de clases en abstracto, independiente de la situación de los trabajadores y sus bases materiales en las distintas zonas del globo?
La lucha de clases no puede ser concebida como un mecanismo impersonal externo de la actividad del sujeto o de su entorno como pueblo o nación rompiendo con las bases materiales del marxismo y llevando al absurdo al hablar de que la revolución es la tendencia política principal siempre y en cualquier circunstancia, independientemente del estado de la clase, es decir, independientemente de la lucha de clases real y viva… ¿No es esto el “recitado de mantras que sustituye al marxismo vivo”?
Tratamiento de la cuestión nacional
“Los trabajadores vascos no somos españoles ni franceses, sino única y exclusivamente vascos, y que lo que nos une con ellos no es la pertenencia a una misma nación sino a una misma clase”
ARGALA
Como se sabe, las bases marxistas de tratamiento de la cuestión nacional terminaron de asentarse y sistematizarse en los debates en el seno de la socialdemocracia, especialmente la rusa, en los años inmediatamente anteriores a la Primera Guerra Mundial, siendo los bolcheviques los que más contribuyeron a esta labor. Vladímir Ilitch llegará a afirmar que como elemento central para el reconocimiento de la nación era necesaria:“La voluntad y, en consecuencia, la existencia de un sujeto político que construye la nación”.
A través de la lucha ideológica y política, en el marxismo se asumió el carácter de la cuestión nacional y la consecuente perspectiva comunista del mismo, así como la dialéctica que se debe manejar a la hora de encararlo. En síntesis, esta dialéctica aplicada tiene en cuenta los dos aspectos del problema nacional: por un lado, el democrático (la efectiva y real división de los trabajadores en territorios, la forma inmediata que éste adopta, en compartimentos nacionales, fruto del desarrollo y desenvolvimiento histórico del capitalismo y que es la base de partida que debe considerar toda posición materialista), que se concreta en la firme propugnación del derecho a la autodeterminación y la igualdad nacionales. Y, por otro, el revolucionario-socialista (el contenido esencial de los trabajadores como clase universal con intereses fundamentalmente idénticos en todo el mundo), expresado en la defensa de la unidad internacional de su lucha de clase.
Aunque, evidentemente hay, como en toda contradicción, una relación de mutua interpenetración, en líneas generales, la primera es la condición, la base (el reconocimiento de las naciones existentes y su tratamiento democrático) que permite el despliegue de la segunda y su potenciación.
De este modo, se estableció que la cuestión nacional es un problema de carácter fundamentalmente democrático-burgués, resoluble en las condiciones del capitalismo con la aplicación consecuente de los principios democráticos.
Comunistas españoles y franceses
Esta dialéctica se expresa en que la democracia, la inequívoca defensa de la autodeterminación e igualdad de todas las naciones, permite atenuar, limar y desactivar los roces y desconfianzas nacionales, allanando y permitiendo la implementación práctica de la unidad internacionalista esencial de la clase trabajadora en su lucha revolucionaria, pudiendo recuperar, en las actuales circunstancias, la confianza entre los trabajadores de las distintas naciones, aumentando la comprensión entre ellos y cerrar el paso a las posiciones reaccionarias que se atrincheran en posturas nacionalistas que con la crisis vuelven a reaperecer con fuerza.
Por tanto, es necesario materializar el compromiso de defensa de las naciones sin estado con un decidido posicionamiento político específico que restaure y sustancie el contenido del concepto de autodeterminación (derecho a la independencia política), demostrando a los trabajadores de naciones oprimidas que la unidad internacional de la clase trabajadora empieza más allá de las fronteras establecidas por el statu quo.
Asimismo, es necesaria una posición que sirva como el revulsivo más eficaz posible, como auténtica “terapia de choque”, para una población educada por la burguesía y el comunismo hispano-galo en la naturalidad y complacencia con los privilegios nacionales.
Todo esto es una confirmación de la idea marxista que señala que es el nacionalismo imperialista de la nación opresora y su apego por los privilegios, el que atiza principalmente el conflicto nacional y nutre el nacionalismo reaccionario de la nación oprimida. Se inicia así una espiral que alimenta a ambos nacionalismos, para beneficio de la burguesía en su conjunto. Es clave entender que el sojuzgamiento de las naciones es uno de los principales alimentos y puntos de apoyo de la reacción española y el centralismo jacobino francés. En este sentido, al igual que sucedía en la Inglaterra de tiempos de Marx, no está de más recordar la recomendación de Lenin de estudiar la posición de Marx respecto a Irlanda y usar su enseñanza para los países avanzados en los que existe opresión nacional o dirigir las miradas a los posicionamientos vergonzantes del Partido Comunista Francés cuya doctrina respecto a la guerra de Argelia, entre otras, presuponía que la independencia de los argelinos se conquistaría en Francia, ya que si el socialismo vencía en el país galo el “problema argelino” dejaría de existir.
Por desgracia, los comunistas españoles y franceses han vaciado de contenido el derecho de autodeterminación trastocando su posición específica en la dialéctica que el marxismo establece para el tratamiento coherente de la cuestión nacional. Por ello entendemos que no vale con la proclamación del derecho de autodeterminación, reducido a elemento abstracto, y la inhibición cuando no la oposición, en el momento en que la cuestión de la secesión estatal de una nación oprimida se plantea en el orden del día como tema candente de la agenda política en el caso actual de Catalunya.
Hoy, que no hay ningún movimiento revolucionario que pueda subordinar la lucha de liberación nacional vasca o catalana a una estrategia revolucionaria general, en la línea de lo que hemos prefigurado, no hay motivo razonable para que los comunistas españoles y franceses nieguen su apoyo decidido a la causa de la independencia vasca y catalana.
Desde EHK, denunciamos repetidamente todos esos argumentos que aluden al carácter burgués de un virtual Estado vasco o catalán independiente o que la independencia nacional divide a la clase trabajadora y, sin embargo, se ignora interesadamente el verdadero contenido de la autodeterminación como derecho a la independencia política, lo que en realidad dejan entrever un chovinismo de gran-nación española o francesa apenas disimulado de muchos comunistas.
En Euskal Herria el movimiento revolucionario ya fijó cual era la contradicción principal a la que se enfrenta el pueblo vasco. El enemigo de clase acaba siendo enemigo nacional y el enemigo nacional acaba siendo enemigo de clase. La lucha de clases toma forma de liberación nacional en Euskal Herria y por tanto los intereses del capital pasan por la opresión nacional vasca y por el bloqueo a la independencia, siendo la independencia y el socialismo las dos caras de la misma moneda y el proyecto antagónico del españolismo y del jacobinismo que se sostienen en un modelo económico capitalista, que a su vez son las dos caras de la misma moneda reaccionaria.
La negación de Euskal Herria como marco autónomo de la lucha de clases, la subordinación al marco estatal español y francés, la negación de realidades objetivas y concretas como la opresión cultural, la injerencia política obviando el internacionalismo y el sucursalismo son algunas de sus características que además no siguen ningún baremo ideológico del marxismo-leninismo. La prueba definitiva y que siempre ha estado latente es la profusa utilización del sucursalismo, plagando nuestros territorios con estructuras políticas dependientes del marco estatal español y también francés, siendo esto una de las prácticas más visibles de la negación del derecho de autodeterminación y de la injerencia política en lugar del internacionalismo.
La independencia política no nos liberará a los catalanes o vascos de las garras del capital financiero, es cierto, como no es menos cierto que tampoco nos liberará la permanencia y unidad forzada con los actuales Estados burgués español y francés en las actuales circunstancias. Sí nos liberaría, al menos, de la opresión política y cultural nacional y dejaría a la burguesía regionalista vasco-navarra (que rehulle de la independencia por mantener su posición económica como clase hegemónica) con un elemento menos con el que canalizar el sentimiento nacional y el malestar social y nos facilitaría a los comunistas vascos la implementación de una lucha de clases más dura y abierta, y todo esto sin tener en cuenta además las implicaciones de carácer militar que ello tendría.
Además, en los propios estados español y francés, todo este proceso emancipatorio podría ser un duro golpe para la reacción que se alimenta de esta opresión con la aceptación de privilegios nacionales y minimiza, como hemos visto, el carácter de los estados español y francés como cárceles de naciones.
Por lo que respecta a los abertzales comunistas, insistimos en que la defensa a ultranza del binomio independencia y socialismo no nos hace someternos a los estrechos marcos donde gustaría de enclaustrarnos la burguesía regionalista de PNV-UPN. Los trabajadores conscientes tenemos tareas propias a las que encomendarnos, como son la lucha por el socialismo en Euskal Herria y en el ámbito internacional. Sólo a partir de ahí, podremos avanzar de nuevo resueltamente hacia la erradicación de todas las lacras que supone el capitalismo y hacia la superación consecuente de todas las limitaciones que éste impone al desarrollo integral del género humano.