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Nacionales E.Herria :: 31/01/2013

El parlamento del pueblo

Ane Izarra
Una movilización cuyo objetivo sería movilizar a Euskal Herria para poner freno a las decisiones que nos han impuesto para hacer frente a su mal bautizada crisis económica

Era ese tiempo, época de relajación por excelencia, donde cada cual luce su mejor sonrisa y donde la ausencia de horarios que limitan nuestra vida provoca la sensación de libertad dentro de esta jaula sin barrotes físicos llamado sistema. Fue en el verano cuando se empezó a oír a pie de calle que el otoño se presentaba calentito en lo referente a la movilización social. Una movilización cuyo objetivo sería movilizar a Euskal Herria para poner freno y oponernos a las decisiones que nos han impuesto para hacer frente a su mal bautizada crisis económica, recortándo el gasto social, deteriorando las condiciones de trabajo y arrebatándonos el supuesto “Estado de Bienestar” trayendo consecuencias más letales para toda la clase trabajadora vasca (incluida la desempleada que es la misma clase).

Y así ocurrió, calentito vino, pero sin llegar a quemar. Quizás mi percepción a la hora de sentir la intensidad del calor sea diferente. El tiempo avanza, se aleja muy deprisa, con zancada firme y demoledora, como bota que arrasa todo aquello que encuentra a su paso. No se aprecian cambios significativos para que podamos esbozar una sonrisa, ni tan siquiera tímida sonrisa. Es más, nos podemos encontrar aún más si cabe ante un panorama social y laboral más desolador; un ejemplo claro cuando empiecen a aplicarse los convenios estatales en detrimento de los provinciales. Pero no quiero caer en el pesimismo, sino intentar hacer ver, que aún no hemos tocado fondo. Quizás ese posible nuevo contexto sea utilizado de muelle para que de una vez por todas nos dé el impulso necesario para exigir con letra mayúscula justicia laboral, política y social; derrocando definitivamente el capitalismo junto sus políticas neoliberales.

¿Qué ocurre para que una amplia mayoría social, afectada por toda esta situación no se manifieste, y alce su voz y puño contra todo esto ; salga a la calle para dejar oír su grito rebelde y revolucionario?. ¿Por qué ese grito desesperado no sale a veces de las redes sociales, de los muros virtuales, de las conversaciones entre amigos o compañeros de trabajo para dejarse sentir en la calle, tomar vida real e ir creciendo?. No sería justo pasar inadvertido, que existe un número de personas públicas conocidas y otras anónimas junto con ciertos colectivos y agrupaciones sociales que a diario acuden a actos reindivicativos, desafiando a la lluvia y al intenso frío; mostrando sus cuerpos a veces desnudos y otras disfrazados para representar parodias; dejando claro que la rebeldía no tiene edad y que la barricada une mucho más de lo que divide ya que nos encontramos todos en el mismo lado, porque la revolución y la transformación social corre por sus venas siendo fieles a ellos mismos y a sus ideas. Así que ..aurrera peña ¡! vosotros sois el ejemplo a seguir. Debemos ir sumando fuerzas, corazones rebeldes, sentir la solidaridad de la gente de la calle. Tenemos el deber moral de reconquistar nuestros derechos en la lucha diaria y no engañándonos lamiéndonos las heridas.

¿Por qué la realidad de la calle no es ésta? Será acaso porque el miedo inmoviliza, porque existe una tendencia al individualismo; porque nos exigen que respetemos su libertad para aniquilarnos y porque no toleran nuestra desobediencia. No somos aún conscientes de que la clase obrera somos quienes movemos la economía, sin ella, no son nada. Y esa clase trabajadora la formamos entre tod@s y cada un@ de nosotr@s. Codo a codo somos mayoría contra un mismo adversario común. Existe una fuerza motriz muy poderosa que debemos empezar a creer en ella, nuestra propia voluntad para empezar a transformar el sistema impuesto, junto con todo lo que nos impide vivir. No debemos permanecer inmóviles al borde del camino, ni congelar nuestro júbilo. Debemos apasionarnos, aceptar nuestras propias locuras para liberarnos de estas pesadas cadenas.

Porque no existe escenario apocalíptico, sino gente con miedo, y si no nos enfrentamos a nuestros miedos difícilmente seremos libres y seguiremos llevando la miseria como compañera de viaje. Quienes deben apostar por la unión de la clase trabajadora, aunar fuerzas por el bien común deben dotarse de la suficiente madurez política para dejar las diferencias a un lado y mirar hacia lo que nos une; el mismo enemigo llamado capitalismo y un mismo denominador común que somos la clase trabajadora. O será acaso que no sienten esa visceral necesidad de cambiar esta cruda realidad que soportamos y nos va minando día a día. Dónde quedarán aquellos efímeros años donde existía conciencia obrera revolucionaria. Fiel a sí misma y solidaria. Su latido se dejaba oír en el parlamento del pueblo, que como siempre fue, es y será la calle.

Aunque hoy en día existen quienes quieren cambiar este contexto , quienes opinan que las soluciones vienen de la vía de la diplomacia. Debemos mirar hacia atrás para saber y no olvidar nunca de dónde venimos. Ojalá esa conciencia obrera regrese algún día del pasado para instalarse en el presente. Seguimos soñando sin dejar de escuchar la sangre caliente que se agolpa en nuestro interior, porque cualquier conato de rebeldía por ínfimo que sea es una gran victoria y porque la rebeldía como la noche siempre vuelve. Que cada cual decida; obedecer o luchar, sin olvidar que lo que venga mañana será consecuencia de nuestra aptitud del presente; y si el presente es lucha el futuro es nuestro.
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