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Nacionales E.Herria :: 09/11/2012

Internacionalistas hasta la muerte

Jesus Valencia
El internacionalismo supone colocarse del lado de los oprimidos y colaborar en la defensa de sus derechos frente a las estructuras de poder que se los niegan

Jesus Valencia ha preparado este trabajo, basado en su libro ‘La ternura de los pueblos, Euskal Herria Internacionalista’, en el que nos presenta a esas personas que siendo vascas dieron su vida acompañando la lucha de otros pueblos, o, siendo de otros pueblos, dieron su vida acompañando la lucha de Euskal Herria:

El internacionalismo supone colocarse del lado de los oprimidos y colaborar en la defensa de sus derechos frente a las estructuras de poder que se los niegan. Éstas combaten con la misma saña tanto a los explotados que se revelan como a las gentes solidarias que les apoyan. Askapena, en su veinticinco aniversario, quiere homenajear a quienes, sin ser vascos, nos defendieron hasta la muerte y a quienes, sin olvidarse de su Euskal Herría natal, encontraron la muerte apoyando a otros pueblos. De todos ellos se pudiera decir: “Se acercaron conscientemente a un conflicto que trataron de resolver y que acabó con ellos. Cada uno intentó a su manera proteger la causa de los humildes con los que se había alistado. La brutal violencia del poder los envolvió en su torbellino y se los llevó” (Jesús Valencia, Pág.198 del libro “La ternura de los pueblos. Euskal Herria Internacionalista” Edt. Txalaparta).

A quienes murieron defendiendo los derechos del pueblo vasco

Euskal Herria nunca olvidará a las cinco personas que encontraron la muerte defendiendo nuestra causa. Personas, tiempos y escenarios muy diferentes que guardan entre sí un elemento común: la solidaridad que demostraron para con nuestro pueblo.

A finales de 1970, Europa era un hervidero de manifestaciones y protestas contra el régimen franquista. Se estaba celebrando el conocido como Proceso de Burgos y se temía que la dictadura ejecutase a varios activistas vascos. Milán no era una excepción. Entre los manifestantes que protestaban aquella tarde de invierno contra la ejecución de los vascos se encontraba Saverio Saltarelli. Había nacido el año 1947 en Pescasseroli y estudiaba tercer curso de Derecho en la Universidad de Milán. A las cinco de la tarde se incorporó a la manifestación convocada en defensa de los encausados en Burgos. Algo más tarde caía muerto cuando los carabineros le dispararon a bocajarro un bote de humo que le impactó en el pecho. Eran las seis y media de la tarde del 12 de diciembre de 1970.

En noviembre de 1972, 70 refugiados vascos mantenían una dura huelga de hambre para denunciar su previsible entrega al Estado español. Alguien, mediante cartas anónimas, estaba anunciando en Iparralde que se quemaría vivo si el Gobierno Francés expulsaba a los refugiados vascos. La espeluznante amenaza se cumplió el 14 de octubre de 1972. Quien se había inmolado por Euskal Herria era el joven vietnamita N´Guyen Van Dong que residía en Biarritz. En 1975 fue el ciudadano francés Jacques Andreu quien realizó un gesto similar. Se prendió fuego ante el Consulado español en Pau. Fue trasladado aún con vida a un hospital cercano pero murió como consecuencia de las quemaduras.

Pasaron los años pero la solidaridad con Euskal Herria conoció nuevos episodios. En agosto de 1994 el Gobierno de Uruguay se disponía a repatriar a varios refugiados vascos al Estado español. Estos se declararon en huelga de hambre y su precaria situación aconsejo atenderlos en el centro hospitalario El Filtro. Miles de personas de Uruguay se solidarizaron con los vascos. Los acuerdos gubernamentales prevalecieron sobre el sentimiento popular y el operativo de expulsión se puso en marcha.

Cuando la ciudadanía se enteró cercó por miles el hospital tratando de impedir el paso de las ambulancias que trasladaban a los refugiados hasta el aeropuerto. Las protestas fueron enérgicas y la represión policial contundente. Como consecuencia de la violencia policial perdieron la vida dos personas: Fernando Morroni y Roberto Facal. Era el 24 de agosto de 1994.

Para todos ellos, un recuerdo agradecido y entrañable

A las vascas y vascos que murieron defendiendo los derechos de otros pueblos

Pakito Arriaran

Nació en Arrasate el 22 de abril de 1955. El entorno familiar y socio político en el que se mueve contribuyen a desarrollar su conciencia identitaria y combativa. Se siente parte de un pueblo al que le son negados sus derechos y se estructura en ETA, que se ha rebelado contra semejante sometimiento. Sus itinerarios académico y militante no se compaginan demasiado bien. Con veinte años recién cumplidos sufre la primera detención y el posterior encarcelamiento. En 1978, y cuando sabe que la policía franquista intenta detenerle de nuevo, pasa a la clandestinidad.

Tras permanecer como refugiado en Iparralde durante un tiempo breve, viaja a Venezuela en 1979. Allá se encuentra con la América que, por aquellos años ardía en revoluciones, y con Laura (la joven vasca que sería hasta su muerte la compañera sentimental de Pakito). La pareja decide trasladarse a El Salvador e incorporarse al FMLN. Pakito fue el primero en llegar. Durante el asalto al cuartel de La Laguna su conocimiento en el manejo de explosivos fue determinante para la toma del edificio pero de graves consecuencias para él: el balazo que recibió en una pierna obligó a la amputación de ésta. Cuando Laura conoció la noticia en Managua aceleró su viaje al país vecino. Ella fue destinada a la estructura sanitaria. Él rechazó abandonar la pelea y solicitó algún puesto compatible con su condición de mutilado. Le fue asignada la importantísima tarea de elaborar, controlar y distribuir los pertrechos militares; era consciente de que maneja una información privilegiada y de que, por nada del mundo, podía caer en manos del enemigo

El ejército, en una de sus incursiones por Chalatenango, lo descubrió. Pakito exigió a quienes debían protegerlo que se alejaran y lo dejaran solo. Cuando los militares le urgían para que se rindiera, la granada que siempre llevaba consigo acabó con su vida y con sus secretos. Aquel 30 de septiembre de 1984 prestaba su último servicio a la guerra popular salvadoreña.

Ambrosio Mogorrón

Nació en la provincia de Cuenca el 1953. Cuando su familia emigró a Bizkaia cambió la labranza por la minería y se incorporó al pueblo vasco con la credencial de trabajador. Durante sus años de minero se diplomó en la rama sanitaria y en conciencia internacionalista.

En 1979 los sandinistas tomaron el poder y la pujante izquierda vasca se puso de su lado. Ambrosio, inmerso en aquella efervescencia internacionalista, ofreció su colaboración a la revolución sandinista. Llegó a Managua en 1980 con 27 años cumplidos y un diploma de enfermería recién estrenado. Se ofreció como alfabetizador pero fue adscrito a una brigada de salud que apoyaría a los alfabetizadores en la zona también minera de Zelaya Norte.

Concluida la brigada, decidió quedarse a residir en San José de Bocay. Prestaba atención sanitaria a los campesinos de la zona que pronto le concedieron el título de “doctor”. La necesidad y el empeño por responder a todas las demandas excedían las competencias de un ATS. Consiguió libros de medicina para “especializarse” en las diversas ramas de su nueva profesión. Era el primer “doctor” que vivía con los lugareños y, para ellos, el mejor. Fue en la rama de la epidemiología donde tuvo su actuación más brillante. Se especializó en el estudio de la leishmaniasis, enfermedad trasmitida por el picazo de un mosquito y conocida como “lepra de montaña”. Sus investigaciones sobre el tema le hicieron acreedor a una condecoración que le concedió el Gobierno nicaragüense.

Ante los continuos ataques de la contra, el Gobierno nicaragüense recomendó a los internacionalistas que abandonasen la zona. Los riesgos que corría Ambrosio eran evidentes ya que la emisora antisandinista Radio 15 de Septiembre lo había amenazado de muerte. Al sanitario decidió permanecer en la zona y las amenazas se cumplieron. Cuando viajaba para atender a una campesina enferma, manos mercenarias activaron una bomba colocada junto al camino y lo mataron. Era el 24 de mayo de 1986.

Alejandro Labaka

Nació en Beizama -abril de 1920- en un entorno completamente euskaldun. Abandonó el domicilio familiar para incorporarse a la orden capuchina. Tras culminar los estudios – que habían sido interrumpidos por la sublevación fascista- emprendió un largo periplo por diferentes países del mundo. En 1954 llegó al Ecuador y once años más tarde -1965- fue nombrado prefecto apostólico de El Aguarico, extensa región amazónica que sirve de frontera entre Ecuador y Perú

En aquella inmensidad selvática, y agrupado en núcleos pequeños, vive el pueblo huaorani. Alejandro, perteneciente al pueblo originario más antiguo de Europa, captó fácilmente la esencia de aquellas poblaciones diseminadas. Los pequeños núcleos, aparentemente inconexos, formaban una unidad étnica y cultural. Constituían un sujeto único y plural, depositario de su propia identidad y dueño soberano de sus recursos naturales

Aquellas reflexiones, aparentemente teóricas, tenían un fuerte impacto ya que los huaorani vivían, sin saberlo, sobre un mar de petróleo. El Gobierno ecuatoriano había concedido la explotación del crudo a varias compañías petroleras y estas no iban a frenar la depredación por el hecho de que existieran pequeños núcleos de pobladores originarios. Para Alejandro, el pueblo amazónico merecía el mismo respeto que el vasco. Aprendió trabajosamente su idioma y se acercó a ellos; no pretendía cristianizarlos sino protegerlos. Contactó con algunas de aquellas colectividades que lo adoptaron como un miembro más. Despojado, como ellos, de cualquier otro atuendo, colaboraba acarreando agua. En los anocheceres largos, cuando el grupo se refugiada en la choza colectiva, jugaban a reproducir sonidos. Alejandro los fascinaba entonando el hurtxo polita.

Cuando se acercó a los tagaeri, grupo especialmente molesto con las petroleras, estos lo confundieron con un técnico de las compañías. Sin pensárselo mucho, y de varias lanzadas, lo mataron. Era el 21 de julio de 1987. Voces maliciosas dijeron que en su proceder apuntaba el vasco. Con aquellos comentarios, y sin pretenderlo, le honraban a él y también a Euskal Herria

Ignacio Ellakuria y Juan Ramon Moreno

El primero había nacido en Portugalete (noviembre de 1930) y el segundo en Villatuerta (agosto de 1933). Ambos eran jesuitas y, por diferentes caminos, llegaron a la Universidad Centroamericana de El Salvador (UCA).

Dos fuerzas armadas se enfrentaban desde enero de 1981. Por un lado, los insurgentes del FMLN; por otro lado, el ejército salvadoreño sostenido por USA. El equipo de la UCA mantenía una actitud crítica respecto a las dos fuerzas contendientes pero era especialmente incisivo respecto a la política belicista oficial. El divorcio entre la UCA y el Gobierno se ahondó. Para la oligarquía salvadoreña, el país sufría el ataque del comunismo mundial y había que frenarlo a cualquier precio. Para la UCA, el conflicto era consecuencia de la miseria y explotación que sufría el pueblo; la mejor forma de desactivar el conflicto sería redistribuir la tierra acaparada por catorce familias e instaurar un sociedad justa. También respecto a la salida del conflicto, la discrepancia entre el Gobierno y la Universidad era sustancial. El primero apostaba por la derrota del FMLN; la UCA proponía la vía de la negociación.

Las amenazas contra Ellakuria eran frecuentes: “Es un guerrillero, que le corten la cabeza como a los demás”. Noviembre de 1989 fue muy convulso ya que la guerrilla lanzó una nueva ofensiva el día 11. Dos días más tarde regresaba Ellakuria al país ya que había viajado a Barcelona para recibir el premio Alfonso Comín. Nada más conocerse su llegada comenzaron extraños movimientos militares en torno a la UCA. El batallón contrainsurgente Atlacatl la asaltó matando a seis jesuitas, a la cocinera de la residencia y a su hija. Era la madrugada del 16 de noviembre de 1989.

Begoña García

Esta joven de Gares nació en 1966. Estudió medicina en la Universidad de Navarra y comenzó a trabajar como interina en Iruñea. Su futuro profesional era prometedor cuando la revolución nicaragüense llamó a su puerta. Aterrizó en Managua en octubre de 1988; regresaría a los seis meses, previsión que nunca se cumplió.

En aquella Nicaragua liberada y acosada siento el primer encuentro estremecedor con la pobreza. Jornadas interminables y agotadoras para atender a las muchas personas que reclamaban sus servicios y que presentaban cuadros agudos de desnutrición. Entre sus pacientes había combatientes del FMLN que habían sido heridos y que convalecían en Managua. Ellos le informaron de la guerra vecina y de la necesidad de personal sanitario. Begoña entendió el mensaje y, tras días de intensa reflexión, aceptó la propuesta. Se incorporó como médico a una de las zonas de combate donde fue rebautizada como Alba.

Permaneció durante un año en aquella zona y estaba previsto su traslado a un servicio médico menos arriesgado atendiendo a la población civil del cantón Santa Ana. No fue posible. Cuando realizaba su último servicio en la zona acompañando a una patrulla del ERP, la columna fue descubierta y abaleada por un destacamento de soldados agazapados. Alba, tras quedar herida, fue trasladada a la guarnición militar y asesinada a bocajarro. Era el 10 de septiembre de 1990.

Marta González

Nació en Bilbao en 1961 y, a la edad de 16 años se trasladó con su familia a Madrid. Curso en Madrid la carrera de medicina y se dejó seducir por la voz del internacionalismo que le llamaba desde Nicaragua. Viajó en 1986 y quedó impactada por las condiciones de pobreza que soportaba la gente a la que atendía. Trabajo abrumador al servicio de unos pacientes que la agotaban y que la hacían feliz. Regresó dos años más tarde al entorno familiar pero su regreso fue breve y parcial. Tenía casi decidido regresar a El Salvador y poner sus competencias al servicio de la causa popular.

En febrero de 1990 tuvo lugar su segundo y definitivo viaje. Marta había llorado el asesinato de Begoña con la que le unía una entrañable amistad pero no se quedó en lamentos. En noviembre de aquel mismo año se comprometió a cubrir el vacío que había dejado Begoña cuyo nombre asumió. Se despidió de sus amistades salvadoreñas pretextando que viajaba a España; regaló el pasaje con el que pensaba regresar y se encaminó hacia el frente. Su trabajo en aquella zona liberada fue intenso y breve. En la Nochebuena se reunieron campesinos y combatientes para departir cortas viandas y larga risas. Reparó Marta que un internacionalista chileno quedaba al margen de la fiesta ya que le tocó hacer guardia en aquella noche que se suponía de tregua. No fue tal. Cuando ella se acercó al vigilante para ofrecerle algún detalle, se escucharon unos disparos que acabaron con la vida de los dos jóvenes. Era el 24 de diciembre de 1990.

Iñigo Egiluz

Nació en Bilbao en 1975. Tras conocer Chiapas, Guatemala y Cuba, recaló en Colombia. Encuadrado en una Misión de Observadores Internacionales llegó al Chocó. Departamento occidental que linda con Panamá y que, con una espesa red de ríos, constituye una de las mayores reservas acuíferas de la humanidad. Tierra muy apetecida por el capital agroproductor que trata a los habitantes originarios como un impedimento para su proyecto expansivo; recurre el crimen de los grupos paramilitares para despejar la zona. Acercare al Chocó como observador es gozar de la estima de las poblaciones amenazadas y provocar el odio de los extorsionadores observados.

Un grupo de observadores, del que formaba parte Iñigo, había realizado su misión de campo y regresaba a la base de Quibdó, capital del Departamento. Era de noche y el maquinista de la motora iniciaba la maniobra de aproximación al embarcadero. De improviso, y con todas las luces apagadas, apareció otra potente embarcación que embistió de costado la lancha de los observadores. Varias de las personas que iban en ella pudieron ser auxiliadas. Los cadáveres de Iñigo y de un sacerdote colombiano fueron rescatados de entre las aguas unos días más tarde. La lancha que los había embestido era una motora que los paramilitares habían robado y que la utilizaban con total impunidad para trasladar pertrechos y armas. Era el 18 de noviembre de 1999.

Para todos ellos, la promesa de siempre los tendremos presentes.

Askapena
Internacionalistas hasta la muerte (y II)

En la entrega anterior se ha recordado a quienes encontraron la muerte en distintas movilizaciones a favor del pueblo vasco. Y a quienes se inmolaron voluntariamente para que el mundo visualizara el grave atropello que se intentaba cometer contra los patriotas que se habían refugiado en el Estado francés. En este segundo trabajo sobre el internacionalismo y las libertades vascas recordamos de forma escueta a quienes asumieron compromisos más exigentes. Por un lado, evocamos la memoria de quienes, perteneciendo a otros pueblos, adoptaron la arriesgada decisión de comprometerse con nuestra lucha. Por otro lado, la de los voluntarios y voluntarias vascas que se sintieron motivadas por internacionalismo para intensificar el compromiso que ya mantenían con su pueblo.

Quienes, perteneciendo a otros pueblos, asumieron nuestra lucha

Son varios los compañeros de otros pueblos que se identificaron con la lucha del nuestro y que encontraron la muerte en este arriesgado compromiso solidario. “No les bastó Gernika”, trabajo publicado por Euskal Memoria el año 2010, da cuenta cumplida de todos ellos.

Xosé Ramón Reboiras Noia

Era natural de Imo, parroquia perteneciente al municipio coruñés de Dodro. Urgida por la necesidad económica, toda la familia abandonó el pueblo natal y se trasladó a Vigo. Allá fue tomando conciencia de la realidad sociopolítica y en 1969 ingresó en la Unión do Povo Galego (UPG). Montxo – que así era como se le conocía- seguía un ritmo acelerado en sus compromisos sindicales y políticos. La UPG barajaba por aquellos años la posibilidad de iniciar una fase de lucha armada en Galicia. En 1970, y con el apoyo de ETA (pm) se conformó el frente armado de la UPG en el que se encuadró Montxo.

En este contexto estableció lazos de colaboración y apoyo a las organizaciones independentistas vascas. La policía detectó esta actividad y lo sometió a un estrecho seguimiento. La Brigada Político Social estableció un control en la zona de Canido, provincia del Ferrol, tratando de capturar al militante. A las dos de la madrugada, y con el refuerzo de 300 agentes de la Policía Armada, la Brigada rodeó el edificio en el que se encontraba el joven con otros dos militantes. Estos pudieron huir gracias a la cobertura que les brindó Montxo. Durante dos horas pudo esquivar el estrecho seguimiento policial que se focalizó en él. Al final, fue atrapado en un portal donde el militante intentaba refugiarse. A pesar de tenerlo controlado y reducido, fue acribillado en el mismo portal donde murió desangrado. Eran las cuatro de la madrugada del 11 de agosto de 1975.

Jan Carlos Monteagudo Povo

Nació en Valencia y fue uno de los fundadores de la organización armada Resistencia Obrera Catalana (ROCA). En 1983 tuvo que huir al exilio donde estableció contacto con militantes de Terra Lliure pasando a encuadrase en la estructura de dicha organización. En 1986, cuando la policía francesa seguía sus movimientos, pasó a la clandestinidad. Fue entonces cuando contactó con ETA y se comprometió en la lucha por la libertad de Euskal Herria desde una perspectiva catalana e internacionalista.

La Guardia Civil conocía sus actividades y lo tenía identificado como miembro de ETA. Un grupo especial de este cuerpo irrumpió con ráfagas de metralleta en un chalet de la localidad barcelonesa de Llicà d´Amunt. Luego se supo que los participantes en el asalto habían recibido la orden de tirar a matar. Nunca se llegó a saber lo que ocurrió en el trayecto desde el lugar del asalto hasta el Hospital Clínico de Barcelona donde ya llegó cadáver y lleno de hematomas. Era el 30 de mayo de 1991.

Jean – Yves Marie Joseph Groix

Nació en la población bretona de Henbont, en el seno de una familia de agricultores. Su trayectoria política la inició en Unión Democrática Bretona (UDB) llegando a ser candidato por dicha formación en varias elecciones y miembro del comité federal en Morbihan.

El 29 de noviembre de 1990 fue arrestado tras haber detenido en su casa a tres refugiados vascos a los que daba cobijo; durante los años 1992 – 1993 fueron más de un centenar los ciudadanos bretones que fueron detenidos por el mismo motivo. Tras ser sometido a un acoso permanente, Groix volvió a ser detenido y trasladado a París bajo la acusación de “asociación criminal en relación con una empresa terrorista y el apoyo a la estancia ilegal de extranjeros”. En el transcurso de la operación se le mantuvo incomunicado durante 96 horas. Durante todo ese tiempo, la policía no le permitió dormir debido a la iluminación permanente y a los constantes interrogatorios relacionados con el apoyo a los ciudadanos vascos.

No era una persona depresiva, sin embargo, abrumado por el acoso policial Jean Groix se quitó la vida en la cárcel de Fresnes. Era el 27 de enero de 1991 y justo aquel mismo día Jean Marie cumplía los 41 años.

Quienes intensificaron la lucha a favor de su pueblo tras haber compartido la de otros pueblos hermanos.

Viajaron a otras geografías, se identificaron con la lucha de otros pueblos y regresaron al suyo con una conclusión cargada de lógica: quien transforma su propia casa contribuye a la transformación mundial. O, lo que es lo mismo, luchar por la liberación del propio pueblo es luchar por la liberación de todos los pueblos del mundo. En aquel empeño, perdieron la vida. Este capítulo merece un estudio más minucioso; el de hoy es un breve acercamiento a estas personas que, sin duda ninguna, merecen mayor dedicación.

Angel María Galarraga

Nació en Zaldibia en 1954. Miembro de una familia muy comprometida con los derechos y libertades vascas; el tercero de los hermanos que se alistó como voluntario en ETA. Murió en Donostia el año 1986 cuando intentaba colocar un explosivo y la guardia civil lo mató. Previamente había participado en la lucha armada revolucionaria de Guatemala.

Marisol Mújica Areitaourtena

Nació en Ermua el año 1951. Marisol estaba viviendo en Laudio donde se afincó tras haber regresado de Nicaragua. Varios de sus últimos años los pasó en dicho país colaborando como brigadista en el proceso revolucionario impulsado por los sandinistas. A su regreso se decantó por la lucha armada como la estrategia más eficaz para conseguir los cambios sociales con los que ella soñaba: “Es la única salida frente a un sistema que siempre nos ata de alguna manera y que nos tiene completamente amarrados”

Ser incorporó como miembro de Iraultza y, con dos compañeros más de la misma organización, se acercó a la oficina del INEM de Sestao donde pensaban colocar un explosivo. La bomba les estalló antes de colocarla y los tres murieron como consecuencia de la explosión. Era el 30 de marzo de 1991.

Lutxi Urigoita Ajuria

Nació en Otxandio. Comprometida con la causa vasca, participó en iniciativas a favor de la cultura, en defensa de los derechos de los presos políticos, en el movimiento feminista…. El año 1985 hubo de emprender el camino de la clandestinidad. Dos años más tarde – el 23 de julio de 1987- fue asesinada cuando la guardia civil asaltó el piso en el que se alojaba en Trintxerpe. El cadáver presentaba dos impactos: uno en el vientre y otro en la nuca efectuado a quemarropa.

Previamente había estado en Nicaragua como miembro de la Brigada Gaspar García Laviana. Tras su muerte, sus compañeras y compañeros de brigada le dedicaron este poema:

Luzía era como la tierra,

cálida, sencilla como un lirio,

fuerte, tierna y generosa.

Sencillamente, estaba

¿Dónde? allá donde hiciera falta.

Supo vivir y supo morir.

Como amó, vivió

y como vivió, murió.

Juan Louis Maitia

Nació en Esterenzubi (Baxenafarroa) donde vivió hasta su mayoría de edad. Participó en el movimiento Enbata casi desde su constitución. Permaneció doce años en Marruecos trabajando en la solidaridad internacionalista. A su regreso, se implicó de lleno en la promoción de la cultura vasca. Fue uno de los portavoces significados de Seaska.

En otoño de 1996 fue detenido por orden de la tristemente conocida juez Levert que lo acusó de colaboración con ETA. Permaneció nueve meses encerrado en La Santé y las duras condiciones de encierro le afectaron gravemente. Su muerte se produjo de forma repentina el 26 de agosto de 1997. Quienes le conocieron de cerca están convencidos de que la implicación con su pueblo fue su sentencia de muerte. Y La cárcel se encargó de ejecutarla.

Inazi Zeberio Arruabarrena

Había nacido en Orexa en 1963. Cuando tenía 25 viajó a Nicaragua para colaborar como brigadista en el proceso revolucionario de dicho país. Años más tarde se incorpora como voluntaria en ETA y, en agosto de 1995 pasa a la clandestinidad. El año 1998 alquila un piso en Gernika donde se aloja con otros compañeros de la organización. En junio de ese año, y a pesar de tenerla identificada y localizada, la Ertzaintza asalta el piso franco. Muere acribillada tras haber recibió 20 disparos. En una patética actuación, los asaltantes esposan a la joven después de muerta.

 

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