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Nacionales E.Herria :: 25/07/2004

Manifestación contra el desalojo del Esuskal Jai

Euskal Jai Gaztetxea -indymedia Euskal Herria
El Gaztetxe Euskal Jai tiene 10 años de vida. En este tiempo ha conseguido convertirse en un lugar imprescindible para amplios sectores de la población de Iruñerria (Pamplona y su comarca). Ha sido y es un referente para la juventud, que es quien lo gestiona y dinamiza; para el Casco Viejo, donde está enclavado y entroncado en su vida social; para los colectivos sociales y políticos que luchan por un mundo más justo y mejor; y en general, para toda la población, que puede desarrollar iniciativas políticas, sociales y culturales negadas por la Administración. Sin embargo, en los últimos días, se ha descubierto un plan de UPN llevado a cabo en el mayor de los secretos: el desalojo y derribo del Gaztetxe.ientras tanto, Euskal Jai sale a vivir a la calle con diversas actividades, la Policía Municipal continúa con su campaña de acoso y amenazas de muerte, y la Policía Nacional prosigue con su acoso. Ayer una naimada manifestación recorria las calles de Iruñea. Fotos: Euskal Jai web


La manifestación ha partido a las 17:45 de los cines Golem acompañada de zanpanzar, dantzaris, txistularis, txalapartaris, batukada, marionetas gigantes... En el transcurso de la manifestación ha habido gran animación y ambiente festivo. Se han gritado consignas a favor del Gaztetxe Euskal Jai y contra las autoridades municipales.
El recorrido ha transcurrido por calles del casco antiguo de Iruñea, ha realizado una pequeña parada en la plaza del ayuntamiento y ha terminado en el gaztetxe, donde se ha leído un comunicado en el que se hacía un breve balance de la vida del gaztetxe en estos diez años (enlace). En el momento en el que redactamos esta crónica la fiesta sigue.
Por otra parte siguen adelante las actividades programadas para julio: mañana se celebrará el aiton-amonen eguna, día del abuelo y de la abuela, y los auzolanes de la plaza siguen adelante (hoy se han plantado las jardineras).

fotos de la mani

COMUNICADO
De cómo el Gaztetxe y el frontón no son sólo un edificio y de las artimañas que utiliza el Ayuntamiento para deshacerse de ellos

La Historia comienza a principios del siglo pasado, cuando durante 65 años el espacio del Euskal Jai -parte de la antigua judería de Iruñea- fue un frontón de remonte, con sus arcos modernistas forjados en hierro y una de las mayores canchas del Mundo Mundial. Después, muerto ya el Dictador asesino, llega la Televisión, los pelotaris se van a Miami y se abandona el solar que queda durante 16 años viendo crecer enredaderas por las
paredes y cuyo suelo se abre para alumbrar arbolicos y hierbajos, pero también personas que bajan de las gradas para dejar de ser espectadoras y convertirse en protagonistas.

Diez años más tarde, en el verano de 2004, Iruñea amanecía por esos días nublada y el calor quedaba suspendido en el aire. Mientras tanto, entre siesta y siesta, las oscuras fuerzas del Ayuntamiento deciden acabar con todos los espejos que reflejaran imágenes distintas a la de la gran imagen oficial. Y sucedió que en la calle San Agustín 17, existía un enorme
espejo hecho de pequeños cientos de espejitos que tenían una
particularidad: cada uno por separado reflejaba un trozo de la realidad, pero todos juntos permitían ver lo bueno y lo malo de lo que ocurría. Y entre lo malo, por supuesto, aparecía lo que la gran imagen oficial no quería que nadie viese: se podía observar con demasiada claridad cómo las necesidades de la gente eran ignoradas e incluso suprimidas a la vez que
se utilizaba la represión para imponer prácticas especulativas,
irracionales e innecesarias.

El espejo reflejaba cómo actuaban a espaldas de las Asociaciones Vecinales y del Plan Comunitario del Casco Antiguo. Con sólo prestar un poco de atención asomaban las riberas del Arga destrozadas, la contaminación de
nuestros acuíferos por el vertedero de Aranguren, el despilfarro estúpido de las aguas robadas al Iratí y el consentimiento cínico y egoísta frente al Pantano de Itoitz; las urbanizaciones repletas de praderas artificiales
y adosados con piscinas; los parkings del subsuelo y los centros
comerciales del extrarradio. Se veía también el adefesio del Palacio General de Nafarroa; el patrimonio destruido que albergaban las tripas de la Plaza del Castillo; las 2.000 viviendas vacías del Casco Viejo; el cierre del Teatro Mira, castigado por no comer de la mano del Partido
Popular; el Civican y el Baluarte con sus espectáculos elitistas y donde quien no paga no entra; la prohibición de los actos a favor del euskera o la criminalización y el acoso a los movimientos sociales, los gaztetxes y la ocupación.

Pero también se podía observar un espacio autogestionado que llevaba adelante el proyecto de una plaza pública que iba a cubrir, por fin, los deseos de muchas niñas, jóvenes, viejicas y vecinas. Allí se ofrecía cultura de manera gratuita; se proyectaba cine, se representaban obras de teatro, se organizaban talleres y cursos; se colaboraba con la Korrika y
otros organismos euskaltzales, se organizaban las protestas contra la Guerra en Irak -esa en la que durante 15 años se ha bombardeado, torturado y asesinado a tanta gente que ya ni contarse puede-. Allí se apoyaba a los 500 insumisos navarros que pasaron por sus mazmorras, se protestaba por la
muerte de Carlo Giuliani y contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional; se celebraban los carnavales y las hogueras de San Juan; los actos políticos y homenajes prohibídos; se ofrecía comida vegetariana a precios populares y solidaridad con las personas presas, se hacían cooperativas de autoempleo, se distribuían músicas y textos de forma
alternativa y se transformaba un lugar para poder reunirse, discutir y crear. Se podía ver en esos cientos de espejitos juntos, un mundo donde caben muchos mundos. Se podía ver que cuando la gente se junta y decide decidir sobre sus vidas, la gran imagen del reflejo oficial se resquebraja y las personas empiezan a dudar de ella.

Entonces, las oscuras fuerzas del Ayuntamiento decidieron acabar con ese contraespejo que ponía en peligro la credibilidad de su patético cuento de hadas.

Hablaron de la importancia infinita de derruir el Gaztetxe donde vivían esos cientos de espejitos, para construir un hermoso polideportivo. Pero ese polideportivo no podía hacerse donde se iba a construir el Corte Inglés, o en los nuevos aparcamientos, o en el ático de la alcaldesa, o en
cualquier otro lugar de Iruñea. No: ese polideportivo debía emplazarse sobre las ruinas de la contracultura, la gestión comunal de los espacios y el cuestionamiento de un neoliberalismo que amenazaba con introducirse en la sangre.

Pero ocurrió algo que las oscuras fuerzas no tenían previsto: esos cientos de espejitos no sólo se juntaron para reflejar otra imagen, sino que hicieron cuerpo sus palabras y sus ideas. Y entonces construyeron una plaza pública, donde además de columpios había un lugar de encuentro y donde se siguió haciendo cultura, y discutiendo, y aprendiendo, y errando,
y volviendo a empezar.

Y por siempre jamás hubo un dónde en el que todas las personas pudieron levantar el puño cada vez que las sombras siniestras de los cuneteros amenazaban con pisotear su dignidad.

Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones, porque el Gaztetxe es un sueño que crece día a día. Sabemos que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Por eso estamos aquí. Euskal Jai Aurrera!!!

 

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