Postureo soberanista

No se cuantas veces se ha proclamado ya que Euskal Herria tiene derecho a ejercer la autodeterminación. Un derecho fundamental que corresponde a todos los pueblos. Lo ha proclamado la mayoría política, sindical y social de este país. Se proclamó en la guerra del 36, en el acuerdo de Lizarra-Garazi, se ha proclamado en infinidad de movilizaciones, documentos y discursos. Se ha proclamado tantas veces, que por tradición parece que la sociedad vasca se ha acostumbrado a proclamarlo y no hacer nada al respecto. Hasta Rubalcaba de joven o Felipe Gonzalez lo proclamaban.

Y eso es lo que una vez más ha hecho el parlamento vascongado. Proclamar el derecho de autodeterminación. Ya lo hizo en 1990 concitando el rechazo de HB porque se intuía el papel mojado a parte de los “bonus extra” que llevaba consigo la declaración “pro-autodeterminación para no aplicar la autodeterminación”. No se equivocaba HB como la historia posterior demostró.

Si se pide el reconocimiento del derecho de autodeterminación, una de dos, o se tiene la esperanza de que el que lo niega en un ataque de bondad y justicia va a dejar de negarlo, o se tiene la confianza de que la resistencia junto al resto de formas de lucha y la construcción nacional y social pueden arrancarlo. Si no se tiene confianza en ninguna de las dos cosas, como ha sido así, proclamar el derecho de autodeterminación es un brindis al sol.

El origen de la expresión “un brindis al sol” está en las corridas de toros. Las localidades de la plaza de toros se dividen en “sol” y “sombra”. Tradicionalmente, el público que ocupa las localidades de sol es menos entendido, por ello, más condescendiente con el torero. Así, cuando este prevé que no va a tener una tarde buena, brinda el toro al público de “sol” para tenerlo contento y éste, en agradecimiento, le devuelve el gesto con aplausos. Si ya la tauromaquia es algo que toda civilización debería dejar atrás, no lo es menos las falsas promesas y las declaraciones vacías que solo sirvan a intereses partidistas, electorales o de cualquier otro tipo que no tengan relación directa con lo fundamental en este caso.

Y lo fundamental en este caso es proclamar la autodeterminación, pero hacerlo de verdad y no de mentirijillas. Pues el parlamento vascongado no tiene absolutamente nada planteado para precisamente proclamar y ejercer ese derecho. Si verdaderamente se hubiera proclamado el derecho de autodeterminación en ese parlamento, la sociedad vasca ya sabría cuando y donde se iba a ejercer. De la misma manera que lo sabe la sociedad catalana. Si el parlamento vascongado es tan inoperante de no poder convocar un referéndum de autodeterminación que no proclame la autodeterminación. Ya que no va a hacer lo que está prometiendo y no vaya a ser que la gente se quede a esperar.

Y es que la sociedad vasca no puede estar pendiente y dependiente de un parlamento que no hace lo que dice, ni tiene intención de hacerlo. La autodeterminación no puede esperar a estrategias de hegemonía electoral y partidista de nadie, no puede ser usada como reclamo de nada, ni tampoco está sometida a los marcos legales y territoriales impuestos por los estados. La autodeterminación es en sí misma. La única forma de aplicarla es mediante un referéndum en un territorio determinado. La hoja de ruta que lleve precisamente a ello es lo que hay que proclamar. Y va a tener que ser la propia sociedad vasca la que, no solo se movilice (al final acabamos mareados de un sitio a otro) , sino que también se organice para ello, para ejercer ese derecho, a no ser que queramos ver pasar otras décadas más hasta la siguiente “proclamación de la autodeterminación” que se la llevará el viento. Y es que ningún parlamento español, esté situado en Gasteiz o en Iruñea, va a proclamar la autodeterminación, ya que al proclamarla de verdad, automáticamente ese parlamento abandonará la ley española.