Si dicen que no sirve, sirve

Hay una nueva huelga general en Hego Euskal Herria. Durante los últimos días hemos leído y escuchado numerosos análisis de como se encuentra la coyuntura económica y social vasca, de los efectos demoledores de la crisis, de las negras perspectivas de futuro de no poner freno a las intenciones de las élites políticas a sueldo del capital y de que es necesario un cambio y una alternativa a todo esto.

No soy creyente de ninguna religión por lo tanto la palabra fe, muy relacionada con dogma, se me hace extraña. Sin embargo, de tener algún dogma, seguramente apostaría por el de las leyes del capital, que nunca fallan y que se pueden resumir en una sola: La clase trabajadora es abono para los campos de golf de la oligarquía.

Grandes acumulaciones de dinero, poseer la suficiente fuerza para hacer dirección política gracias a influencias fácticas, violencia, control de la información y compra-venta de voluntades. No habrá ningún cambio en las políticas de recortes sociales y laborales desde el momento en que la oligarquía ha decidido que eso sea así a no ser que ocurra algo grave rozando la ruptura. El caso es que ha decidido que sea así porque no le queda otra opción para no dejar de ser lo que es. Y no va a dejar de ser lo que es por simple abono ni va a dejar de jugar en su campo de golf construido sobre la sangre del gran cementerio de la clase trabajadora. Ese campo es el capitalismo.

La clase trabajadora puede intentar que las normas del capitalismo sean más blandas,puede incluso aligerar el peso de su carga de darse la presión adecuada, puede trastocar algunos planes, retrasar otros, ganar algo de terreno, o incluso cambiar gobiernos, pero seguirá corriendo cual ratoncillo en una rueda giratoria sin moverse de la jaula.

Moverse de la jaula en Euskal Herria es independencia y socialismo. La clase trabajadora vasca debe decidir sobre todos sus recursos. Puro sentido común. No puede haber un cambio de modelo si la sociedad vasca en primera instancia no tiene las herramientas soberanas que lo posibiliten, y el capitalismo no tiene varios modelos, solo uno. Insistir en aquello del “capitalismo amable” a estas alturas es absurdo.

Todo esto, de no cerrar los ojos, solo puede llevar a ciertas conclusiones. La fundamental: O ellos o nosotros y nosotras, no hay espacio a la “paz social” y a la “normalización de la convivencia” en este estado de injusticia. No por capricho sino por supervivencia. La moderación se convierte en delito en estas circunstancias.

Desde esa perspectiva, la huelga general así como toda iniciativa que ayude a desestabilizar y erosionar al capital y al estado es bienvenida para la gente de buena voluntad.

Que ese proceso de tensionamiento, desestabilización y erosión tenga una agenda permanente que no se circunscriba simplemente a fechas testimoniales asimilables es un reto todavía por conseguir y profundizar de la misma forma que la construcción de la alternativa también debe dejar de ser un simple lema o retórica para empezar a cobrar vida sobre todo en la calle y al margen del sistema y contra él. Solo así nos daremos oportunidades para la ruptura y para que desde las instituciones pueda haber una conexión rupturista. La tarea del movimiento popular aquí es clave, no como apéndice de la lucha institucional o sindical sino como verdadero órgano de poder popular. La carta de derechos sociales de Euskal Herria puede ser un paso en ese sentido si realmente sirve para empoderar al pueblo hacia una situación de “doble poder”o contra-poder hasta que casque lo viejo y no acaba como en otras ocasiones otras iniciativas siendo solo parte subsidiaria de otras prioridades.

Euskal Herria cierra a cal y canto. No olvidemos que en Euskal Herria sigue estando latente el verdadero corazón rebelde de esta vieja y podrida europa capitalista por mucha bota opresiva que nos pise. Hagamos que ese corazón lata vivamente. Toda la fuerza a los piketes y a la primera línea de madrugada. Ni un paso atrás.