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Nacionales E.Herria :: 14/11/2013

Texto propuesto para el debate el próximo día 16 en el Lenin Eguna

Petri Rekabarren-Boltxe Kolektiboa
En 2013 se cumplen ciento diez años desde la publicación del ¿Qué hacer?, de Lenin, una de las obras marxistas menos estudiadas y más tergiversadas

Como sabreis, el próximo día 16, en Otxarkoaga, celebraremos de nuevo el Lenin Eguna y como es costumbre, propondremos un texto para que las y los asistentes puedan debatirlo.

Este año nuestra propuesta es un texto de Petri Rekabarren, cuyo titulo es ¿Qué puede aportarnos el ¿Qué hacer de Lenin?

Queda una semana para el debate y sin más publicamos dicho texto paraquienes deseen leerlo y poder acudir a Otxarkoaga, con algún tipo deaportacion.

Este texto se debatirá también en Gasteiz el día 6 de diciembre a las 10 de la mañana en la Asociación de Vecinos «Gasteiz txiki», Las Escuelas kalea 9 (Alde Zaharra). Y comentar que cualquier colectivo o personas que deseen que en su barrio o pueblo se haga el debate, también existiria esa posiblidad, para ello no tiene más que enviar un correo a boltxekolektiboa@gmail.com

Sin más os dejamos con el texto y os invitamos a leerlo, estudiarlo y acudir a Otxarkoaga a debatirlo o Gasteiz y si no..vamos a vuestro pueblo o barrio…


¿QUÉ PUEDE APORTARNOS EL ¿QUÉ HACER? DE LENIN?

y el marxismo

2. Reforma o revolución

3. Reformismo abertzale

4. Dispersión u organización

5. Marketing o teoría

6. Formación económico-social

7. Nación e imperialismo

8. Independencia socialista

9. Resumen

1. Lenin y el marxismo

En 2013 se cumplen ciento diez años desde la publicación del ¿Qué hacer?, de Lenin, una de las obras marxistas menos estudiadas y más tergiversadas, pero tan actual y necesaria ahora como entonces, pese a las grandes diferencias temporales, culturales y geográfica que separan a nuestra Euskal Herria de aquella Rusia zarista. También ha evolucionado el capitalismo que en 1903 justo empezaba a adentrarse en la fase imperialista manteniendo aún determinantes componentes de la fase colonialista. No vamos a perder el tiempo señalando las diferencias que nos separan de 1903 ni las identidades que a pesar de ello se mantienen tras más de un siglo. Damos por supuesto que son obvias, que es conocido que las grandes aportaciones de Lenin al marxismo siguen siendo válidas.

Vamos a enumerar muy básicamente cuales son esas aportaciones principales, sabiendo que hizo otras muchas parciales, menores, para problemas tácticos y del momento, pero que ahora vistas en su globalidad nos descubren el mismo método brillante que caracteriza a Lenin:

Una, la teoría de la formación económico-social y del capitalismo en Rusia, de 1899. Dos, la teoría del partido de vanguardia, que toma cuerpo en 1903 pero que fue luego retocada y adecuada varias veces. Tres, la teoría de la insurrección y de la violencia revolucionaria que toma cuerpo entre 1905-1906. Cuatro, la teoría marxista del conocimiento, del materialismo y de la dialéctica, que empieza a formarse en 1908 y da un salto significativo en 1914. Cinco, la teoría del derecho a la autodeterminación que existiendo como tal en 1900 avanza en 1913 para concretarse definitivamente a partir de 1917. Seis, la teoría de transformar la guerra mundial en guerra civil de 1914. Siete, la teoría del imperialismo de 1916. Ocho, la teoría de la hegemonía política de la clase obrera en alianza con el campesinado de 1917. Nueve, la teoría del Estado y del poder soviético, de 1917. Diez, la teoría de la transición al socialismo en un país empobrecido y en medio de un cerco imperialista, de 1921. Once, la teoría de la burocratización del partido, del Estado y de los sindicatos desde 1922. Y doce, la esencia de la teoría de la revolución cultural de esta misma época pero que no tuvo tiempo de desarrollar.

Lenin hizo otras muchas aportaciones parciales, pero nos hemos limitado a las más importantes a nuestro entender. La impronta de Lenin en el marxismo no debe medirse sólo como si se tratase de una simple suma o integración de cada una de sus aportaciones a las correspondientes teorías que ya existían o que se estaban desarrollando, sino como una mejora global que enriqueció el método marxista en sí mismo, precisamente cuando más falta hacía porque el desarrollo imperialista estaba demostrando que el mal llamado «marxismo socialdemócrata» estaba pudriéndose muy rápidamente y sobre su cadáver aparecía un reformismo inicial que más tarde se transformó en fuerza reaccionaria que salvó varias veces al sistema capitalista.

Los periódicos reverdecimientos y rejuvenecimientos del marxismo, por llamarlos de algún modo, se producen sólo y exclusivamente a partir de las situaciones críticas en las que se concentran y estallan todas las contradicciones de la sociedad burguesa, forzando que sea la práctica política organizada la que sintetice todas las luchas en aportaciones teóricas. Las condiciones sociales que permitieron que fuera la revolución bolchevique la que produjera ese salto rejuvenecedor en el marxismo ya se estaban formando antes de que naciera Lenin. De hecho, Marx y Engels ya eran conscientes en 1877 de que la revolución socialista estallaría no en Inglaterra ni en Alemania, en el centro del sistema, sino en Oriente, en Rusia, en Asia como sucedió. Las aportaciones enriquecedoras siempre se han producido en los contextos de crisis sistemáticas, estructurales, prolongadas y violentas, porque sólo estas vivencias extremas pueden romper el ciego y estático dogmatismo del llamado sentido común, tan reaccionario. Por el contrario, la cómoda parsimonia de la casta intelectual, incluso progresista y hasta marxista, a lo máximo que puede llegar es a realizar aportaciones muy parciales en el plano estrictamente teórico-abstracto en cuestiones secundarias o terciarias, y sin apenas radicalidad política.

Fue el devenir crecientemente áspero y duro del capitalismo en el imperio zarista, en Oriente, el que creó las contradicciones para que allí surgieran además de Lenin otras muchas y muchos revolucionarios sin los cuales, sin su militancia política y teórica, el primero no hubiera podido hacer tanto. Sin la lucha de masas espontánea y organizada sostenida desde hacía años, Lenin no habría podido estructurar tres constantes en esta prolongada creatividad teórico-política: una, las doce aportaciones se apoyan mutuamente, forman un conjunto que va enriqueciéndose en medio de la lucha, como parte de la lucha, aunque a ritmos diferentes según las prioridades de ésta: es la necesidad revolucionaria la que marca el desarrollo de las teorías parciales, pero siempre dentro de una coherencia que se sustenta en la vuelta a los textos clásicos marxistas anteriores en el momento de iniciar una nueva investigación. Lenin tenía un riguroso y exhaustivo método de estudio que, además de otras exigencias, se caracterizaba por empezar leyendo todo lo posible de lo escrito por los marxistas anteriores sobre esa cuestión.

Dos, aunque podemos decir de muchas de ellas que están «acabadas», en el sentido académico burgués de obra definitiva, en realidad ninguna está definitivamente concluida porque, siendo investigaciones marxistas, las doce aportaciones parciales como el conjunto que forman están en permanente evolución y cambio debido al cambio social permanente, a los acelerones y vaivenes de la lucha de clases, etc. En este sentido decisivo, las aportaciones de Lenin deben ser profundizadas por los marxistas posteriores.

Y tres, de algún modo en estas aportaciones aparecen siempre dos grandes cuestiones políticas inseparables de la teoría: el problema del poder y el problema de la organización, o sea, el Estado y el partido, es decir el problema de la revolución. Esto hace que la ideología burguesa y la casta académica e intelectual ni quieren ni pueden entender a Lenin, al que consideran un bicho raro y peligroso en extremo, incalificable para el pensamiento burgués. Todo el marxismo es incalificable e incomprensible para el capital, pero las aportaciones de Lenin todavía más, porque en ellas la cuestión del poder y la organización están presentes directa o indirectamente.

2. Reforma o revolución

Las dos primeras constantes no van a ser desarrolladas en este Lenin Eguna, pero sí la tercera.

Además, damos por demostrada ya, a esta altura del siglo XXI, la valía y corrección de las aportaciones de Lenin porque la lucha contra el imperialismo ha demostrado que el poder político revolucionario es una conquista imprescindible para asegurar el avance al socialismo y a la independencia nacional, y que este poder sólo puede conquistarse mediante una efectiva práctica organizada. Vamos a volcarnos en esta característica leninista para analizar nuestra situación y nuestras perspectivas. ¿Por qué procedemos así? Porque pensamos que es la mejor forma de comprobar la validez de Lenin en la Euskal Herria de 2013: mediante el criterio de la práctica como base del criterio de verdad.

Básicamente, dos líneas contrarias recorren la historia de la lucha socialista. Una, la que sostiene que al socialismo puede llegarse mediante la acumulación lenta o rápida de reformas alcanzables con la conjunción de las luchas de masas e ideológica con la institucional y parlamentaria, de modo que se vaya creando una mayoría ciudadana tan amplia y convincente que no le quede otro remedio a la burguesía que ir cediendo paulatinamente cotas de poder y de propiedad, hasta que llegue el día en que ya lo haya entregado todo al pueblo, algo así como ese dicho popular según el cual la primavera ha llegado pero nadie sabe cómo ha sido. Se trata de ir creando la hegemonía de la sociedad civil y democrática sobre la envejecida sociedad política, burguesa y reaccionaria. Lograda esta hegemonía civil, la clase política no podrá seguir manteniéndose en el poder y, más tarde o más temprano, tendrá que cederlo a la ciudadanía. Ésta procederá a democratizar la economía, a potenciar el sector público y estatal, y a repartir la riqueza y la propiedad según los principios de equidad y justicia social.

La otra sostiene que se puede y se debe avanzar limitada y parcialmente al socialismo mediante las reformas, mediante el parlamento y las instituciones, mediante la lucha de masas y el desarrollo de una hegemonía popular de clase que atraiga a la pequeña burguesía en peligro de proletarización, así como a otros sectores de la clase obrera en claro empobrecimiento como consecuencia de la crisis. Ahora bien, esta corriente sostiene que el simple aumento de las reformas llega a un límite insalvable a partir del cual se endurece al máximo la represión apareciendo el problema del poder de clase, y de nación oprimida, como el punto decisivo a conquistar. Cuando el aumento cuantitativo de las reformas llega al punto cualitativo de cuestionar radicalmente el poder burgués, y/o del Estado ocupante, y sobre todo la decisiva cuestión de la propiedad privada, entonces, se quiera o no admitir, la lucha por la reforma ha de transformarse en lucha por la revolución.

Históricamente y también ahora -al igual que seguirá ocurriendo mañana-, la primera corriente sostiene que la vía revolucionaria ha fracasado en todas partes, que la teoría revolucionaria que la sustentaba se ha demostrado errónea, superada; que no se pueden extraer lecciones válidas de la historia que avalen la vía que predice que tarde o temprano reaparece con su decisiva prioridad la cuestión de la propiedad y del poder y por tanto la cuestión de la violencia reaccionaria represiva y brutal, para la que hay que prepararse con antelación. Esta corriente sostiene que el capitalismo mundial ha tenido tales cambios que ahora ya es posible el tránsito si no totalmente pacífico al socialismo sí con una insignificante tensión social que no tiene por qué llegar a los niveles de violencia de las revoluciones y del fascismo. Esta corriente está convencida que incluso ya no es necesario recurrir a conceptos como clase trabajadora, explotación asalariada, lucha de clases, e incluso no emplea ya el de burguesía, sino que amalgama todo esto dentro del concepto de ciudadanía, o a lo máximo de multitud. Sostiene que, con la denominada desobediencia civil y con el ambiguo «derecho a la resistencia», se puede hacer la presión democrática y política, que separan de la presión violenta y pre-política, suficiente como para debilitar al poder y no espantar a las franjas indecisas, sino atraerlas mediante las buenas formas, el convencimiento dialogado de las ganancias socioeconómicas cotidianas, de calidad de vida, inherentes a la justicia social, y al soberanismo interclasista en los casos de opresión nacional.

Pero la otra corriente, afirma que para poder hablar de «derrotas» y «fracasos» revolucionarios y «victorias» capitalistas hay que estudiar este sistema como mundial, planetario, y no sólo en el Occidente posterior a la Segunda Guerra Mundial. Hay que estudiarlo en su evolución y en comparación al optimismo triunfalista de la burguesía del siglo XVIII, triunfalismo que ha desaparecido para devenir en brutal retroceso autoritario y explotador. Además, en Occidente, el llamado «Estado del bienestar» (¿?) ha sido sólo un interludio muy fugaz motivado por el miedo burgués ante la derrota del nazifascismo a manos de la URSS y de las luchas obreras y populares, además de otras razones. Aprovechando la crisis de 2007 la burguesía occidental está terminando de destrozar este sistema, volviendo a las formas de explotación que necesita para mantener su hegemonía mundial. La crisis confirma la esencia del capitalismo, la realidad de la lucha de clases, la existencia de una masa de población muy mayoritaria que carece de todo y que sólo sobrevive aceptando ser explotada, etc. En el capitalismo occidental siempre que existe una fase expansiva o depresiva aparecen modas intelectuales obsesionadas por «demostrar» el definitivo «fracaso del marxismo», y sobre todo de Lenin, pero estas modas se esfuman conforme vuelven a agudizarse las contradicciones y las crisis tienden a reaparecer con más virulencia que antes.

Pero la crítica fundamental a la corriente reformista consiste en que el capitalismo ni es reformable en su naturaleza profunda, como se comprueba durante las grandes crisis, ni tampoco se desplomará mecánicamente, por sí mismo, sino sólo por la lucha revolucionaria sostenida en el tiempo, tesis confirmada por la historia y que además demuestra el error del reformismo: en efecto, éste no hace sino facilitar la pervivencia del capitalismo porque crea ilusiones irreales en las masas al hacerles creer que la explotación, la opresión y la dominación son superables con los medios del explotador, del opresor y del dominador.

3. Reformismo abertzale

Es innegable que en Euskal Herria fue creciendo la primera tesis, la reformista, dentro de las diversas formaciones políticas, sindicales, sociales, etc., en sucesivas fases: de entrada, venía ya alimentada en lo básico por la ideología del PSOE y de la UGT, y de sectores no democristianos duros del PNV y de ELA, así como en la ideología reformista e interclasista reforzada desde la segunda mitad de la década de 1970. Desde la primera mitad de los ochenta esta ideología fue reforzada por el llamado «desencanto político», por la acción del eurocomunismo y sobre todo por la degeneración de un sector de la izquierda abertzale, el surgido de EIA-EE, algunos de cuyos sectores apoyaron esta ideología reformista.

La implantación creciente de esta ideología fue facilitada además por la debacle del dogmatismo sectario de la izquierda estatalista empecinada en supeditar la realidad vasca a sus diversas interpretaciones de los «libros sagrados» marxistas: si la realidad no coincidía con el dogma, peor para la realidad. A la vez, el deterioro creciente de la URSS y del socialismo realmente inexistente, más la guerra cultural imperialista y los cambios sociales provocados por la larga expansión de los «treinta gloriosos» del keynesianismo y Taylor-fordismo, todo esto propició la expansión de la versión reformista de la ideología dominante, que es la ideología de la clase dominante en sectores crecientes de la sociedad vasca. Pero en la medida en que la izquierda abertzale autoorganizada en forma-movimiento con una vertebración interna en la que actuaban determinadas organizaciones de vanguardia que cumplían el papel del partido leninista en aquellos contextos, en esta medida la izquierda abertzale pudo responder y contrarrestar el ascenso de la ideología reformista, logro sustentado en la dialéctica de la lucha de liberación nacional de clase, sucesivamente enriquecida con aportaciones antipatriarcales, antinucleares y ecologistas, etc.

Sostenemos la tesis de que una de las razones decisivas de la efectividad de la izquierda abertzale en aquellos años para luchar contra el reformismo fue la hondura consciente en el núcleo de la militancia independentista de las aportaciones de Lenin vistas al principio de este texto, unas más que otras, pero todas en su conjunto, en especial la simbiosis entre su teoría de la formación económico-social específica, de la organización, de la opresión nacional, de la violencia y del Estado, del imperialismo y del conocimiento. Iremos viendo cómo un sector del Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV) en concreto, y en menor medida el movimiento en su conjunto, aunque con intensidades internas diferentes, se han alejado de estas aportaciones fundamentales. No seguiremos el orden cronológico arriba visto, sino uno adecuado a nuestra investigación presente: empezaremos por la cuestión organizativa; seguiremos con la teoría del conocimiento; avanzaremos al concepto de formación económico-social; pasaremos a la cuestión nacional en la época imperialista; y concluiremos con el problema del Estado y de la violencia.

Cuando por razones, que luego veremos, se fue debilitando esta consistencia político-teórica se fue formando entre sectores de la militancia abertzale un reformismo específico, primero difuso y luego muy concreto que en un inicio se basó en buena medida en la ideología reformista general arriba expuesta, pero que ha sido más tarde debilitada y adecuada parcialmente a la creciente dureza de la opresión nacional de clase y patriarcal que sufre nuestro pueblo. Hoy es mucho más difícil, casi imposible, seguir sosteniendo ambigüedades y lugares vacíos como a finales del siglo XX y comienzos del XXI. Hoy el reformismo debe buscar justificación bajo un radicalismo verbal mucho más acentuado que el necesario hace sólo tres o cuatro años cuando la crisis no había enseñado todavía la verdadera barbarie.

Desde mediados de los años noventa el capitalismo entró en una fase de expansión aparentemente definitiva, una expansión que se ha mostrado ficticia y hueca, pero que en su tiempo de duración sirvió para «demostrar» la certitud del reformismo arriba expuesto. En Euskal Herria esa fase fue unida a la nueva oleada represiva copiada de las doctrinas de contrainsurgencia en boga y a la irrupción de los cambios sociales formales causados por esa expansión. Éstas y otras novedades se vivieron sobre un cambio estructural más profundo: la transformación del capitalismo vasco al reducirse grandemente el componente industrial y aumentar el sector servicios, lo que alteraba mucho el sujeto de clase y popular del proceso de liberación, el pueblo trabajador. El ataque implacable al sujeto revolucionario desde comienzos de los ochenta, el desprestigio del socialismo burocrático desde finales de los ochenta, la euforia económica desde la segunda mitad de los noventa y la nueva doctrina represiva desde finales de los noventa, estos grandes cambios y otros menores actuaron sinérgicamente acelerando la deriva reformista de un sector de la izquierda abertzale hacia el posibilismo parlamentarista y electoralista.

El cierre de Egin en 1998 y de Euskaldunon Egunkaria en 2003, junto a otras muchas represiones, sirven de paradigma para ejemplarizar la transformación de dos instrumentos fundamentales de la lucha de liberación. Ciñéndonos al primero, a Egin, su sustituto, el diario Gara, es cualitativamente diferente a su predecesor. Con el tiempo, Gara se ha convertido en vocero de un reformismo de «vía vasca» sin apenas herencia alguna de Egin, que representaba e impulsaba una lucha de liberación nacional de clase que sólo aparece muy puntualmente en Gara. Pero 2003 no es importante sólo por el cierre de Euskaldunon Egunkaria sino también por los 60.000 votos abertzales «perdidos» o «devueltos», según se mire, a la coalición autonómico-estatalista dirigida por el saltimbanqui Ibarretxe. Además, exceptuando los Encuentros de Sokoa, en estos años se intensificó el paulatino abandono de cualquier reflexión teórica sobre el socialismo en general y especialmente sobre su conexión irrompible con la reivindicación nacional, de manera que la unidad «liberación nacional-lucha de clases» se escoró hacia el primer componente abriendo una brecha que todavía sigue sin cerrarse en una parte del movimiento de liberación, la formada por Sortu, Bildu y Amaiur.

Ahora bien, no puede haber liberación nacional si no hay liberación social, y uno de los riesgos más peligrosos del presente es que una parte de la izquierda abertzale ha dejado de hacer pedagogía práctica sobre esta decisiva necesidad, repitiendo el viejo error de la socialdemocracia del siglo XIX de que lo fundamental son la táctica y los medios, y no la estrategia y los fines, que se van diluyendo borrosamente en las franjas menos conscientes de las clases explotadas, mientras que otra parte de la izquierda abertzale intensifica sus esfuerzos de pedagogía política con el objeto de actualizar la liberación nacional de clase y antipatriarcal a las condiciones del imperialismo actual.

4. Dispersión u organización

Como se aprecia, permanentemente nos referimos a diferentes sectores de la izquierda abertzale, como un todo con sus partes. Desde la teoría organizativa de la forma-movimiento, en la que siempre es necesaria la existencia una organización de vanguardia, leninista, estas partes tienen una clara autonomía debido a las áreas específicas en las que luchan, y de las cuales extraen una serie de experiencias que sintetizadas sirven para el conjunto del movimiento en cuanto tal, sirven por su contenido esencial y necesario para la totalidad de las organizaciones, sindicatos, movimientos, colectivos, grupos, etc., que se sienten parte del movimiento en su unidad y que aportan y reciben, enseñan y aprenden. La teoría marxista del partido de vanguardia, perfeccionada por Lenin, explica por qué y cómo éste ha de centralizar lo esencial y común, a la vez que ha de respetar y potenciar lo autónomo y particular de cada sector del movimiento.

Uno de los objetivos prioritarios de Lenin en 1903 y en todas las mejoras introducidas por él, tras las correspondientes autocríticas al ver cómo la realidad siempre va por delante de la teoría envejecida, fue mantener esa dialéctica del todo y de sus partes a la vez que se contrarrestaba la enorme fuerza centrífuga que emana de las condiciones internas de la dominación política capitalista. Desde siempre, la burguesía ha buscado dos vías para vencer a las luchas revolucionarias, ambas complementarias: dividirlas y evitar su unidad, enfrentándolas entre ellas si es posible, y/o exterminarlas de un solo golpe represivo o mediante sucesivos golpes menores pero más efectivos a la larga para mantener la ficción democrática. Cualquier estrategia de contrainsurgencia aplica estos dos métodos que, además, son reforzados por la naturaleza disgregadora y pulverizadora del capitalismo. La tendencia a la disgregación de las organizaciones político-sindicales revolucionarias nace de la escisión entre la teoría y la práctica, entre el trabajo intelectual y el manual, también de los efectos políticos e ideológicos del individualismo metodológico burgués, del fetichismo de la legalidad burguesa y parlamentaria, así como de las obsesiones dirigistas de la mentalidad pequeño-burguesa tan arraigada en el reformismo.

Hay dos formas fundamentales de combatir las tendencias centrífugas y rompedoras: la permanente adaptación del partido leninista a las nuevas necesidades y la permanente formación y debate sobre las relaciones entre los objetivos históricos, la estrategia y las tácticas, sobre los fines y los medios, sobre el programa máximo y el programa mínimo. Los dos fueron progresivamente abandonados por la mayoría de la izquierda abertzale desde las fechas citadas, aunque no fue un abandono total pues sobrevivieron meritorios debates. Uno de los errores estratégicos de consecuencias fatales fue el hacer creer que ya no era necesaria la organización leninista, que la nueva forma organizativa «amplia, abierta y de masas» absorbería sus funciones en un marco más extenso y que, por tanto, concluía una larga y muy fructífera etapa histórica en la que el movimiento de liberación mantuvo mal que bien su centralidad de objetivos, de estrategia y de tácticas.

Mal que bien, decimos, porque ahora ni eso, ahora no existe en la práctica diaria un único MLNV sino dos, como mínimo, coordinados muy débilmente para el día a día. Desde un punto de vista marxista, no existe el MLNV como unidad de objetivos y de estrategia, sí existe como unidad de táctica coyuntural, nada más. Es muy significativo que sea la lucha por la amnistía la que siga aglutinando al MLNV, mientras que en el resto sea visible una clara diferencia que alcanza su expresión más clara en los programas concretos de las organizaciones y movimientos del MLNV comparados con las huecas vaciedades de Sortu que por ahora no tiene programa, no tiene eso que se denomina «bases ideológicas». Por ejemplo, el sindicalismo independentista sociopolítico tiene unas «bases ideológicas» que se mueven en otra realidad totalmente diferente a la de Sortu por el simple hecho de que esta organización no tiene programa oficial, como hemos dicho, excepto una breve declaración hecha para su congreso fundacional. Otro tanto debemos decir del internacionalismo abertzale que siempre ha sido radical y explícito, y se ha enriquecido todavía más en los últimos meses, a diferencia de Sortu. Por su parte, el movimiento popular, fuerza central del MLNV, se recompone por vías y con objetivos que chocan abiertamente con la ponencia oficial de Sortu, ponencia para el debate de cuyo resultado no se sabe todavía nada. Podríamos seguir con otros componentes del movimiento de liberación, pero basta decir que ya es corriente escuchar el comentario callejero sobre la creciente distancia que separa al grueso de la izquierda abertzale de Sortu.

5. Marketing o teoría

Por teoría del conocimiento en Lenin entendemos la permanente profundización en el desarrollo teórico marxista en su esencia irrenunciable: el método dialéctico-materialista de llegar a conocer el devenir de la unidad y lucha de contrarios antagónicos, la teoría de la contradicción como explicación del motor de la evolución de lo material, de la sociedad y del pensamiento. La casta intelectual y el reformismo han negado la teoría marxista del conocimiento desde su mismo origen, pero no podemos extendernos ahora en este debate que en sí mismo es inacabable mientras perviva el capitalismo.

Jamás en su historia la izquierda abertzale ha vivido esta especie de esquizofrenia política, y menos en medio de una crisis estructural de cambio de modelo de acumulación. La pérdida de la centralidad estratégica que empezó a darse en el período indicado ha acelerado tanto el empobrecimiento teórico pasmoso en amplios sectores independentistas, como la facilidad con la que se aceptan sin crítica algunas de las modas intelectuales de la progresía reformista, lo que es una deriva teórico-política hacia la nada cuando es urgente construir un modelo de futuro alternativo al que ya nos están imponiendo. A la vez, el abandono progresivo de toda reflexión sobre el socialismo ha facilitado la entrada de formas de organizar los pocos debates internos habidos, de manera que en sectores del MLNV se ha echado por la borda el método dialéctico-materialista y se ha acabado por aceptar y aplicar los métodos del marketing empresarial del sector servicios que aparecieron a comienzos del siglo XX con la primera «sociedad de consumo» y que se desarrollaron masivamente desde finales de la Segunda Guerra Mundial con la «sociedad del ocio», del «consumo de masas» y de la obsolescencia programada.

La forma de articular el debate interno habido recientemente en Sortu es un reflejo de este método empresarial, aunque tamizado por la muy reducida terminología de izquierda revolucionaria usada en la ponencia oficial. Hablamos de terminología, no de ideas y menos aún de conceptos de izquierda revolucionaria, prácticamente ausentes en la ponencia oficial. A pesar de las advertencias críticas muy abundantes hechas contra el método impuesto, éste fue aplicado rompiendo con toda la larga experiencia abertzale en concreto y marxista en general. Cuando se busca conocer una realidad en movimiento y en contradicción hay que ofrecer a los participantes en el debate al menos dos tesis diferentes, de modo que puedan contrastarse entre ellas. Sin choque de tesis diferentes y sobre todo opuestas, no hay avance teórico alguno.

Hace pocos años hubo, al menos, dos tesis enfrentadas pero una de ellas fue boicoteada y otra publicitada ampliamente a través de Gara, después se consensuó una intermedia, Zutik Euskal Herria, y por fin se hizo pública la ponencia oficial de Sortu que sorprendió muy desagradablemente por su ideología reformista de fondo oculta bajo una vaguedad conceptual disimulada por algunas ideas de izquierda revolucionaria perdidas entre las páginas. Además, el debate fue organizado para impedir el contraste entre dos opciones diferentes argumentadas con rigor. Existen métodos muy efectivos para, en una sola ponencia oficial, ofrecer dos o hasta tres posturas diversas sobre el mismo problema, métodos que esclarecen las divergencias facilitando su comprensión y con ello la toma de decisiones unitarias y su posterior síntesis oficial. No se empleó ninguno de estos métodos, sino una versión del marketing empresarial.

Sin extendernos en este lamentable y significativo episodio, lo cierto es que aún hoy, a casi un año de concluido oficialmente el debate y a casi diez meses de la presentación pública de Sortu, todavía se desconocen sus resultados. Actualmente, una parte muy importante del MLNV, la que tiene como objeto de su militancia el campo institucional y electoral dentro de una «alianza estratégica» con fuerzas socialdemócratas, exeurocomunistas y democrático-progresistas, como EA, Alternatiba y Aralar, así como con grupitos e independientes que hace poco no participaban en el MLNV y hasta lo criticaban con dureza en cuestiones decisivas, esta parte del MLNV, Sortu, actúa diariamente sin lo que se denominan «bases ideológicas» oficial y definitivamente consensuadas. Dicho radicalmente, camina a ciegas y sin rumbo si tenemos en cuenta el papel crucial de la definición de objetivos históricos y de la estrategia para conseguirlos. Las «bases ideológicas» son la brújula y el compás en la vieja terminología de una organización, o el GPS en la moderna y para entendernos.

Pero si semejante panorama es ya en sí muy grave, lo peor, desde una perspectiva de la capacidad de conocimiento de la realidad en la que se lucha y que se quiere transformar, son los efectos intelectualmente devastadores causados por esta forma empresarial de organizar debates decisivos. Una organización revolucionaria que lucha en el campo institucional y electoral ha de mantener un permanente estudio crítico de su área de militancia, y los debates programáticos son los que orientan y marcan también los objetivos prioritarios y secundarios de tales investigaciones. La militancia ha de conocerlos y aprobarlos, comprender su importancia y llevarlos a la práctica, pero si no se dice nada de eso su importancia se irá desvaneciendo entre las múltiples urgencias cotidianas.

La práctica de la teoría del conocimiento es imprescindible para mantener actualizada la teoría revolucionaria. Sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria, y menos cuando esta se supedita a la «alianza estratégica» con el reformismo duro.

6. Formación económico-social

La primera aportación significativa de Lenin al marxismo fue la de recuperar y adecuar a las condiciones del imperio zarista el decisivo concepto de formación económico-social, que se refiere a las condiciones sociohistóricas, económicas, culturales, nacionales e internacionales, etc., en las que se desarrolla una lucha de clases particular, en nuestro caso un proceso de liberación. Mientras que el concepto de modo de producción es abstracto, el de formación económico-social es concreto. Como lo indica la praxis, toda estrategia política triunfante ha empleado ambos conceptos, pero en sus respectivas áreas dentro de la elaboración estratégica. El estudio de Lenin sobre el desarrollo del capitalismo en el imperio zarista utilizó este método, y debe decirse que la revolución bolchevique nunca hubiera triunfado si ya en 1899 no hubiese quedado definitivamente esclarecido el contexto objetivo de la lucha, en especial el hecho de que el campesinado ya había dejado de ser el sujeto revolucionario, pese a su aplastante mayoría cuantitativa en la época, para pasar a serlo el todavía reducido proletariado, bastante más reducido en cantidad pero cualitativamente superior. Y unido a este avance, justo muy poco tiempo después, en 1900, Lenin salió abiertamente en defensa de la necesidad del pueblo chino a resistir a la invasión zarista para mantener su independencia nacional.

Si así han procedido las luchas triunfantes, al margen de su resultado último, las que nunca han triunfado ni siquiera durante un tiempo inicial, y peor aún las que fueron derrotadas antes de las crisis decisivas, todas estas luchas se han caracterizado por asentar su praxis en el conocimiento riguroso del contexto en el que luchan, de su clase propia y de la burguesía a la que se enfrentan, sobre todo de su nación oprimida. Hemos de reivindicar el decisivo acierto teórico y político de lo que entendemos como proceso del V Biltzar, aproximadamente desde inicios de 1964 hasta 1980, en la fijación del marco nacional de clase y socialista del independentismo vasco. Un logro comparable, salvando todas las distancias, al de Lenin a finales del siglo XIX, un logro que explica, que hasta finales de la década de 1990, el grueso del MLNV tuviera los pies en el suelo de las contradicciones a pesar de los profundos cambios que estaba sufriendo Euskal Herria como efecto de la reorganización imperialista iniciada a mitades de la década de los años setenta y acelerada a mitades de la de los ochenta.

Los factores expuestos arriba, desde la represión hasta las nuevas modas ideológicas, pasando por los cambios sociales acumulados, todo esto explica que en los años de euforia consumista y de tópicos sobre la «nueva economía», el poscapitalismo, etc., desapareciera prácticamente el estudio de los cambios en la estructura social vasca. Exceptuando muy contados eventos realizados por grupos y colectivos relacionados directa o indirectamente con el MLNV, la desidia teórica fue penetrando en amplios grupos del independentismo socialista y, peor aún, determinadas corrientes repitieron los errores de otros colectivos al volcarse en la casta intelectual académica, considerándola la única fuente de saber. El neopositivismo y las corrientes post eran mayoritarios en estos ámbitos.

Como hemos dicho, desde comienzos de la década de los ochenta el capitalismo español inició una feroz desindustrialización de Hego Euskal Herria, con el apoyo de la burguesía vasca, que supuso un debilitamiento cuantitativo considerable de la fracción industrial de la clase obrera, del «trabajador de mono azul», para entendernos. Fue esta fracción la que vertebró hasta entonces al pueblo trabajador vasco, la que inició las grandes huelgas insurreccionales de 1890-1934, la que sostuvo la resistencia de 1936-1937 y los largos años de plomo de la dictadura franquista, la que tras el impacto del Plan de Estabilización de 1957 logró integrar con mucha eficacia la oleada emigrante y dirigir la larga fase de lucha de liberación nacional de clase del tardo franquismo y del post franquismo. La denominada «batalla de Euskalduna» de 1984 marcó el final de una fase y el inicio de otra en la desestructuración del pueblo trabajador de la «Euskadi del hierro y el acero» y el intento de romper definitivamente su centralidad para aniquilar el sujeto colectivo de liberación. Esta ofensiva continúa en el presente con renovados bríos, para cuya explicación nos remitimos al texto de debate del Lenin Eguna de 2012 -Lenin, Txabi, Argala: sobre la actualidad del V Biltzar- que ha quedado validado en este año transcurrido.

Desde 2009, y también antes, el pueblo trabajador está sosteniendo una feroz lucha de clases contra la burguesía vasco-española, contra su Estado. En muy poco tiempo han habido seis huelgas generales e innumerables huelgas parciales en empresas concretas, en zonas y pueblos, así como otros muchos conflictos provocados por la sistemática ofensiva del capital. Durante estos combates tiende a aumentar la estrecha alianza entre la clase obrera y los movimientos populares dando forma, mediante la propia lucha, a un «nuevo» pueblo trabajador «diferente» en su forma pero idéntico en la esencia al «viejo», que empezó a agotarse a partir de 1984.

La formación de un «nuevo» sujeto colectivo de lucha, de un «nuevo» pueblo trabajador requiere tiempo, lecciones aprendidas en las luchas y en las derrotas, las nuevas formas no aparecen de inmediato sino que deben superar muchas barreras, entre ellas, además de las obsoletas formas de pensamiento ya periclitadas que se resisten a morir, también las mentalidades interclasistas y reformistas que han aparecido al calor del desasosiego, de la incertidumbre y del cáncer reformista que sigue a toda desestructuración impuesta por el poder opresor, especialmente en franjas de la antigua militancia que se ha adaptado a la lógica dominante, la del poder. Para contrarrestar estas tendencias ya presentes en su época, Lenin insistió en la necesidad del estudio permanente de la formación económico-social del propio país. Tarea que sólo podía realizarse mediante una organización revolucionaria de vanguardia.

La izquierda abertzale deberá realizar un considerable esfuerzo teórico para actualizar el logro del V Biltzar en respuesta a las necesidades creadas por el capitalismo de comienzos del siglo XXI, pero mucho nos tememos que su parte dedicada a la intervención parlamentaria no esté en condiciones de hacerlo, no vea esa necesidad. Llama la atención que no se haya podido concluir aún una definición común del bloque burgués dominante en Euskal Herria, y aunque existen aportaciones individuales no existe una doctrina teóricamente asentada que unifique al MLNV en esta cuestión decisiva. Vacío aún más lacerante en el caso de Sortu, que se supone debe torear a diario las diferencias existentes en las coaliciones Bildu y Amaiur, en las que existen grupos representantes de fracciones de la pequeña burguesía. Pero el problema es infinitamente más grave, ya que si no se define qué es la burguesía, no se puede definir qué es la clase obrera y por tanto qué es el pueblo trabajador. Y si no se define el sujeto activo y dirigente de la lucha de liberación nacional de clase: ¿a dónde vamos…?

7. Nación e imperialismo

Una necesidad tanto más imperiosa cuanto que los cambios en el imperialismo occidental, en respuesta a su crisis propia interna y a las presiones exteriores de otras potencias, están a su vez forzando ataques muy duros a sus clases trabajadoras y en especial a los pueblos que oprimen. Aquí, de nuevo, las aportaciones de Lenin son decisivas, y muy en concreto la de la cuestión nacional y la del imperialismo. A grandes rasgos, existen en Lenin dos grandes fases en su investigación sobre la opresión nacional, siendo el año de 1913 el que las separa. En la segunda, la cuestión nacional está más estrechamente unida a las contradicciones capitalistas mundiales, al imperialismo, que en la primera que es vista más en lectura estricta de derechos democráticos y políticos, mientras que en la segunda estos derechos nunca negados son complementados y enriquecidos a partir de una comprensión muy superior del papel del imperialismo en la opresión nacional.

A partir de 1917 y sobre todo en las elaboraciones de los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista, esta dialéctica entre imperialismo y opresión nacional aparece magníficamente expuesta. Ninguna tesis burguesa, ni siquiera reformista dura, ha llegado nunca a semejante brillantez, ni remotamente. La ofensiva imperialista para recomponer su poder iniciada en la mitad de los setenta ha confirmado y agudizado, mediante el poder creciente del capital financiero-industrial y del capital ficticio, las tesis de Lenin sobre la dialéctica entre el imperialismo y la opresión nacional; la ha confirmado de tal modo, salvando críticas puntuales y necesarias, que ahora es totalmente actual.

Si analizamos el contexto vasco vemos que tanto el pacto entre PNV, PSOE y PP en Vascongadas como el apoyo básico del PSOE a UPN en Nafarroa aúnan, por un lado, sus intereses autonómico-regionalistas con los estatales y, por otro lado, con los del imperialismo occidental en este período. Lo mismo sucedió, en esencia, en los pactos estratégicos de 1975-1978, pero con la diferencia de que entonces el imperialismo occidental y el europeo, en concreto, se encontraban en otra fase. La dialéctica entre la opresión nacional y el imperialismo se ha fusionado del todo en este casi último medio siglo, pero sin embargo una parte del MLNV no presta la atención suficiente a esta realidad objetiva. Sin querer hacer leña del árbol caído, de la ponencia oficial de Sortu, y menos aún de la perspectiva internacional defendida por la ponencia publicada por Gara a finales de 2009, sí hay que decir que aquellas perspectivas han resultado totalmente erróneas.

Lo malo es que se crearon falsas expectativas en las franjas abertzales más débiles teórica y políticamente al sugerir la idea de que el imperialismo podía hacer la vista gorda ante una lucha de liberación nacional de clase, socialista, incluso dejándola avanzar si aceptaba el marco legal impuesto. El imperialismo sólo acepta autoderrotas de los autovencidos, excepto en aquellas luchas que logran victorias cualitativas, como la del IRA frente a Gran Bretaña con los Acuerdos del Viernes Santo de 1998. Ante la ausencia de tales victorias cualitativas de la izquierda independentista debe comprenderse el reforzamiento de la opción proestatalista de la burguesía autóctona en Hego Euskal Herria. PNV, UPN y PSOE, cada uno en su medida, representan al bloque de clases dominante en el Estado español y a su sucursal en la parte vasca bajo dominación española. El bloque burgués -PP, UPN, PSOE y PNV, y de manera especial el Estado- sabe que la línea impulsada por Sortu no se basa en victoria cualitativa alguna previa, como fue el caso del IRA provisional el 1998 -no entramos en valoraciones críticas internas al independentismo irlandés-, sino en una decisión «unilateral» sin base previa conquistada.

Y aquí surge de nuevo la inaceptable e insoportable figura de Lenin, y del marxismo en general, con sus referencias directas al pueblo trabajador como sujeto revolucionario. La elaboración de una estrategia adecuada a unos objetivos históricos no puede basarse en una ceguera del contexto mundial e interno, en la ignorancia de las tendencias fuertes de la evolución objetiva mundial, y por tanto vasca, en la creencia en que basándose en la «unilateralidad» y en la «presión internacional» se doblegará mediante acciones de masas «no violentas» y de «desobediencia civil» a Estados criminales y atroces como el español y el francés. La dialéctica entre opresión nacional e imperialismo imposibilita de raíz toda fantasiosa elucubración en este sentido, excepto, como hemos dicho, si se parte de una posición de absoluta debilidad, de aceptación del orden establecido.

La nación no es un ente químicamente puro, sin contradicciones clasistas, informe y nebuloso, sino una realidad sociohistórica preñada de tensiones que pueden saltar y estallar en duros conflictos internos apoyados por fuerzas externas. El imperialismo explica este devenir. Sin la teoría del imperialismo no comprenderíamos la historia del MLNV y menos aún las fuerzas reaccionarias que ahora mismo vuelven a conjurarse para sellar un futuro de sojuzgamiento de nuestro pueblo. Hemos de decir que si bien la mayoría de la izquierda independentista es muy consciente de la importancia práctica de dominar la teoría del imperialismo, sin embargo en determinados grupos de Sortu no se es consciente de ello. Podemos poner ejemplos que aparentemente no guardan relación entre sí pero que expresan lo que decimos: la muy peligrosa indefinición de Sortu ante el euroimperialismo; la tardanza de Sortu para posicionarse sobre la agresión a Siria, entre otras; la línea internacional de Gara, etc.

La desidia en comprender la objetividad del imperialismo tal cual actúa a comienzos del siglo XXI determina que sea imposible o muy difícil prever las tendencias fuertes del bloque de clases dominante en el capitalismo occidental, en los Estados español y francés y en Euskal Herria. Una de las razones que explican el ambiente de desasosiego, cansancio y hasta de indiferencia que ha cundido en las bases de Sortu es precisamente la de la descontextualización de la línea impuesta sin argumentación seria, la no referencia permanente a la realidad objetiva del imperialismo franco-español, del carácter reaccionario de la burguesía vasco-española y del imperialismo en cuanto tal.

8. Independencia socialista

La cuestión del poder y del Estado era central en Marx y Engels, pero el reformismo socialdemócrata la diluyó para abrir una brecha por la que colar la supremacía del parlamentarismo en detrimento de la lucha de clases, de la lucha de las masas en todos los espacios en los que existiera explotación, opresión y dominación. Fue la izquierda, y Lenin en especial, la que recuperó esta problemática, restituyéndola en su lugar prioritario. La conquista del poder político-estatal aparecía ya desde el Manifiesto del Partido Comunista de 1848 como un objetivo a lograr mediante la interacción del programa mínimo con el programa máximo, de la táctica con la estrategia y con los objetivos irrenunciables. Mantener la dialéctica entre el programa mínimo y el programa máximo, entre lo que ahora mismo se quiere conquistar como paso táctico que acelera y acerca la conquista de los objetivos históricos expresados en el programa máximo, es una constante revolucionaria, mientras que al contrario, romper esa dialéctica y priorizar lo inmediato, lo táctico a costa de debilitar, olvidar o renunciar a los objetivos y a la estrategia adecuada, es una constante reformista.

Tras la Segunda Guerra Mundial el problema del poder estatal fue supeditado de nuevo a los pactos interclasistas keynesianos y más tarde, cuando el keynesianismo fue abandonado por la burguesía que optaba cada vez más por el neoliberalismo, el reformismo eurocomunista fabricó la excusa de construir la «hegemonía de la sociedad civil» sin atacar al Estado, sino presionando desde fuera para llegar a la «democracia avanzada». Las fuerzas reformistas europeas abandonaron hace décadas la lucha cotidiana, diaria y en todos los problemas por la conquista del poder estatal, y la denominada «cultura progresista» siente pánico cuando se le pregunta por esta cuestión, lo mismo que lo siente cuando se le pregunta por la propiedad privada. Son tabúes cuyo sólo nombre espanta. En el Estado español, la vuelta al reformismo mediante un giro verbal había sido preparada desde 1956 cuando el PCE lanzó la consigna de la «reconciliación nacional» en la que el problema del poder político-estatal se esfumaba como conquista prioritaria. Después esta cuestión desapareció del todo en Izquierda Unida (IU).

En la izquierda abertzale fue un sector de EIA-EE el que primero abrió la puerta al abandono de los conceptos que explican las contradicciones irreconciliables que enfrentan a opresores y oprimidos, imaginando que la explotación desaparecería de la realidad simplemente dejando de hablar de ella. Una ideología mágica e idealista que cree que es el lenguaje el que crea la realidad: se adora al tótem de la democracia abstracta y al fetiche del parlamentarismo, y no se cita al tabú de la explotación. Con el tiempo, otro sector del MLNV «se olvidó» del socialismo, de la reivindicación permanente del Estado vasco independiente, empleando cada vez más expresiones ambiguas y polisémicas como «naciones sin Estado» en sustitución de naciones oprimidas o pueblos nacionalmente oprimidos, etc., hasta llegar en el presente a priorizar el concepto de soberanía sobre el de independencia, del mismo modo que el de Amnistía está desapareciendo del lenguaje oficial, por no citar al de lucha de clases, desconocido prácticamente en Sortu, pero cobrando vigencia en otros sectores del MLNV.

La reivindicación permanente del Estado vasco inserto en una República Socialista es una necesidad urgente para la supervivencia de Euskal Herria. Pero su reivindicación requiere de una pedagogía política diaria en la que las conquistas del programa mínimo estén siempre relacionadas con los objetivos históricos. El pueblo trabajador tiene que vivenciar en su experiencia cotidiana que la independencia socialista puede ser conquistada y que, en cierta medida, lo está siendo ya en algunos aspectos no cualitativos mediante los logros políticos, sean de lucha de masas, de movimientos populares y obreros, de victorias electorales e institucionales, etc. Una vez más, y ante la lentitud de Sortu también en esta cuestión, son otras partes del MLNV, como el movimiento obrero y el sindicalismo sociopolítico, además del movimiento popular, quienes asumen esa tarea. Por ejemplo, el texto colectivo sobre el Estado vasco coordinado por Ipar Hegoa busca avanzar en este camino, a la vez que muestra las grandes diferencias y hasta contradicciones existentes dentro del amplio mundo abertzale.

Pero en cada explicación pedagógica sobre la dialéctica entre conquistas tácticas actuales y objetivos irrenunciables a conquistar en el futuro, debe siempre insistirse en que la República Socialista Vasca es irreconciliable con el imperialismo, con la Unión Europea; que por mucha indefinición que se mantenga en Sortu sobre la Unión Europea, a pesar de ese silencio suicida no se extinguirá pacíficamente la contradicción antagónica entre el independentismo socialista y el imperialismo, sino que irá agudizándose más si cabe en la medida en que el pueblo trabajador se radicalice y se autoorganice fuera del sistema parlamentario franco-español y contra él, por lo que debemos ir preparándonos mental, política y materialmente para ello. Y nada de esto se hace. Al contrario, de mil modos se intenta asentar entre las bases la creencia de que se puede avanzar pacíficamente «gotita a gotita» hasta niveles altos de «democracia vasca» sin contenido de clase, indefinida en el aspecto crucial de la propiedad privada. Un sector del MLNV está cometiendo el mismo error del reformismo a finales del siglo XIX y tras la Segunda Guerra Mundial: abandonar la lucha por la conquista del poder estatal en su sentido fuerte, rompiendo la dialéctica entre el programa mínimo y el programa máximo, limitándose sólo al primero.

9. Resumen

En un momento del ¿Qué hacer? Lenin dice que hay que soñar, y que él mismo se ha asustado al escribir esas palabras, procediendo de inmediato a criticar la cerrazón de quienes rechazan el valor de la imaginación teórica. Aparte de que aquí Lenin hace una brillante defensa de la heurística marxista, también está destrozando con antelación todas las críticas que se le harán al libro sobre su supuesto carácter plomizo, autoritario, ultracentralizador y disciplinador, etc., cuando en realidad es todo lo contrario. El ¿Qué hacer? es un libro que exige al lector tanta imaginación creativa y crítica para seguir sus argumentos como la empleada por Lenin para escribirlo. Sin imaginación creativa no se entiende el ¿Qué hacer? en su pleno sentido, y por eso no se entiende tampoco la teoría marxista de la organización de vanguardia. Y es así porque esta teoría rompe la grisácea pesadez del sentido común y de la lógica formal.

La ideología burguesa es sencillamente monótona, reiterativa y simple, lo que la dota de una eficacia alienadora sorprendente. La ideología burguesa rechaza lo complejo, múltiple, variable y contradictorio, por eso es aceptada con docta ignorancia por la casta intelectual y por el reformismo. Frente a la teoría del partido de vanguardia inserto en la forma-movimiento, cuya comprensión requiere tanto de la experiencia práctica como del esfuerzo teórico, el reformismo ha optado siempre por el partido de masas «abierto y amplio», que no exige esfuerzo alguno ni de entendimiento ni de práctica militante.

En las condiciones actuales del MLNV el ¿Qué hacer? plantea tres reflexiones críticas duras pero necesarias. Primera, es urgente crear una organización militante de vanguardia que integre a las mejores personas, las más preparadas y conscientes en la acción política revolucionaria destinada a poner en primer lugar la lucha por la conquista del poder estatal vasco. Las mejores personas, las más capaces de convencer con su pedagogía del ejemplo teóricamente guiado, nunca de imponer por métodos burocráticos o de condicionar indirectamente con métodos sucios y a espaldas de los debates democráticos.

Segunda, es urgente demostrar argumentativamente que hay reivindicaciones en las que no se puede ceder abierta o solapadamente, porque son las que definen al MLNV como la amnistía, la euskaldunización, el independentismo socialista, el Estado vasco, el derecho a la revolución, el papel rector del programa máximo sobre el mínimo, el papel de la lucha obrera y popular autoorganizada en movimiento, el carácter secundario aunque importante del parlamentarismo, la democracia directa y el control obrero y popular, etc.; o dicho en el sentido contrario, debe activarse al máximo la lucha teórico-política contra las tesis que relativizan o niegan actualidad a estas y otras reivindicaciones esenciales.

Y tercera, es urgente concretar un programa mínimo que exprese lo común y básico que identifica al MLNV en su conjunto, al estilo de lo que fue la Alternativa Táctica de KAS, pero en las condiciones actuales de opresión nacional de clase y patriarcal. Un programa mínimo que marque tanto los objetivos inmediatos por los que lucha el independentismo socialista en su unidad esencial de objetivos históricos irrenunciables, como los puntos de no retroceso bajo ninguna presión o promesa del imperialismo franco-español.

En la medida en que se retrase la consecución de estas tres necesidades, en esa medida se ahondarán las crisis internas arriba analizadas.

Petri Rekabarren

erria, 15 de octubre de 2013

 

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