Amar a los opresores
La violencia, tanto física como simbólica y verbal, que hemos sufrido en Euskal Herria en los últimos días, a raíz de la llegada de grupos de fascistas rusos aficionados al Spartak, no es la primera vez que la sufrimos. Cada cierto tiempo y con diversas excusas se desata esta violencia contra el pueblo trabajador vasco. Unas veces debido a eventos deportivos, otras a eventos festivos, cumbres internacionales, a la celebración de huelgas, manifestaciones, en los centros de trabajo, en la invisibilidad del hogar… sufrimos ya sea por la aparición de elementos fascistas, por la represión policial, a través de mensajes adoctrinantes difundidos en medios de comunicación, de símbolos de la monarquía franquista española… violencia que con altibajos acaba convirtiéndose en cotidiana, normalizándose, invisibilizándose, como si no existiese.
Esta última semana el ejecutivo vasco mediante sus obedientes medios de comunicación han realizado una operación que tenía como objetivo generar una situación de shock preventivo avisando de la extremada peligrosidad de los hinchas del Spartak de Moscú.
Los mensajes de terror se repiten continuamente en esos medios de comunicación al servicio del poder, últimamente fue alrededor del supuesto aumento de la delincuencia, anteriormente fue la inmigración, incluso la meteorología vale para crear esa sensación de miedo con el que quieren agarrotarnos. El objetivo de este tipo de campañas es generar miedo irracional, un estado psicológico de indefensión que lleve a la población a buscar la protección del poder burgués; en este caso concreto del que hablamos, los hinchas del rusos, del gobierno vascongado y de su policía. Este efecto se traduce en un aumento de la sumisión, de la paralización y de la aceptación acrítica de las medidas que nuestro protector plantee para asegurar el orden, el mismo orden que asegura su pervivencia, es decir la extracción del máximo beneficio y la acumulación de capital.
Hemos aprendido en la práctica que cuando las situaciones de ese supuesto peligro inoculado en la sociedad viene de las luchas de sectores populares concienciados es fácil, para la policía y el Estado, controlar la situación: cierran fronteras, cortan los medios de comunicación, se declaran, aunque sea solapadamente, estados de sitio… medidas destinadas a proteger a las clases dirigentes de la ira de esos sectores organizados y conscientes.
En el caso de los aficionados del Spartak a pesar de todos los avisos, de la machacona repetición de que la policía se ocuparía de todo, del llamamiento a no caer en provocaciones, los fascistas rusos han campado a sus anchas entre Gasteiz y Bilbao, en ningún momento se les ha ocurrido aplicar el acuerdo de Schengen ni ninguna de las medidas de excepción tantas veces sufridas por los sectores populares en lucha. Parece que aunque se haya creado un estado de alarma previo no se sitúe el foco en el «peligro anunciado». La burguesía vasca convenientemente convertida en colaboradora de las burguesías española y europeas necesitan no solo la obediencia sumisa de la mayoría de la población, sino que esta rompa todos sus lazos con su mayor enemigo, el pueblo trabajador vasco y su histórico antifascismo.
El antifascismo vasco tiene una tradición que viene desde la resistencia al golpe de Estado fascista de 1936 y la guerra popular de defensa nacional que en Euskal Herria se desencadenó. El antifascismo vasco ha mostrado y actuado de multitud de maneras y es un movimiento que se ha mantenido vivo hasta nuestros días. A raíz de la anunciada venida de los grupos fascistas rusos con motivo del evento deportivo se anuncian diversas movilizaciones y llamamientos a defendernos de la aparición de estos elementos fascistas, tal como se lleva haciendo históricamente. El llamamiento fue un llamamiento abierto a todas las clases populares para movilizarse contra el fascismo. Este llamamiento no ha tenido el respaldo de las clases que gestionan los poderes en vascongadas. No se han hecho llamamientos por parte del Gobierno Vasco, ni del PNV, ni del PSOE, ni de ningún otro partido parlamentario a movilizarnos para mostrar nuestro rechazo profundo al fascismo, lo único que han planteado ha sido confiar en sus fuerzas armadas.
En los momentos previos al partido se desencadenan los acontecimientos, alta presencia policial que no evita que los fascistas campen a sus anchas alrededor de San Mamés increpando y agrediendo a todo el mundo, lo que provoca que tanto los antifascistas que se habían reunido como la gente que esta siendo agredida ponga en marcha mecanismos de autodefensa para que no sean los fascistas los que controlen la situación. Como en otras ocasiones la actuación de la policía autonómica se centra en la represión de la gente que se defiende, intentando separar los dos campos, pero dejando a su aire a los fascistas.
Así llegamos a entender la verdadera preocupación del departamento de interior y del gobierno vascongado. Saben que los fascistas rusos volverán a casa, ese no es su problema, su principal preocupación es la existencia permanente de sectores populares que continuamente aparecen y reaparecen luchando contra el fascismo, contra la represión, contra las fuerzas de ocupación, contra las medidas económicas burguesas, contra el terror patriarcal… y que en caso de que estos movimientos lleguen a desarrollarse y obtener el suficiente apoyo de la población pongan en peligro el sistema que tanto les beneficia. Este es el motivo por el que el PNV siempre pone toda sus violencias, la armada, la simbólica… en contra del pueblo trabajador organizado es sus múltiples formas aunque eso le suponga situarse al lado de fascistas, de los Estados español y francés o de quien sea.
Todos los medios de comunicación obedientes y sumisos al poder nos adoctrinan intentando convencernos que tanto los incidentes contra los «pacíficos» rusos como el fallecimiento al parecer por accidente laboral de un policía autonómico fueron provocados por los sectores que pusieron en marcha los mecanismos de denuncia y autodefensa. Uno de los efectos disciplinadores inmediatos de la conjunción de los mecanismos de sumisión y de odio fue la pitada hacia las peñas antifascistas y el colectivo de apoyo a Iñigo Cabacas que pudimos ver en el último partido de la liga española. Se ha sabido en las últimas horas que los componentes de Herri Norte Taldea estaban siendo retenidos e identificados por unidades de la policia autonómica por lo que difícilmente pudieron tomar parte en los hechos en los que se les implica y este es el colectivo sobre el que se está centrando la campaña de criminalización por parte del gobierno vascongado. Se muestra como víctimas a los mismos policías que violentan continuamente las movilizaciones y actos populares, el mismo cuerpo implicado en las muertes de Iñigo Cabacas y Rosa Zarra, en las innumerables muestras de sádica represión, numerosas veces denunciado por torturas a detenidos… nos presentan la realidad invertida y nos preparan para los próximos golpes represivos porque como hemos dicho más arriba su principal preocupación es atacar y acabar, si es posible, a quien pone en peligro su supervivencia como clase dirigente, con el permiso del Estado español.
Ante esto es necesaria la total solidaridad con los amenazados por la anunciada represión (el asalto al local Ipar Haizea nos muestra que avanzan en ese camino) al igual que las siguientes cuestiones: necesitamos reforzar el amplio y rico movimiento antifascista ya que la cantidad de agresiones en los últimos meses van en aumento y no parece que esta situación vaya a mejorar; ante la apatía social que acaba convirtiéndose en colaboradora necesaria de las estrategias de la burguesía es necesario reforzar las dinámicas de (re)construcción del movimiento popular revolucionario como única herramienta que puede poner en contacto a los sectores más concienciados con la mayoría de la población y posibilitar romper con el monopolio ideológico de la burguesía. Vista la trayectoria del reformismo vasco (ya sea felicitando a los cuerpos represivos tras el atentado de Barcelona, atacando el movimiento pro amnistía o las reacciones tras los sucesos de San Mamés) surge la necesidad de la construcción de organizaciones revolucionarias que vuelvan a poner en marcha el proceso de liberación nacional y social.
Tenemos dos opciones o nos disciplinamos bajo la violencia y el terror de los opresores o avanzamos en estas y otras tareas para que Euskal Herria siga siendo la tumba del fascismo.
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