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Nacionales E.Herria :: 06/08/2012

Días de luto y de esperanza

Fermin Gongoeta
Existen, al menos, dos formas de callar la voz del pueblo. Una es sacrificándola; la otra comprándola

La segunda semana del pasado mes de julio pasado, finalizaba un domingo, día 15. Quince de julio del año 2012. Un quince de julio del año 1998, en la madrugada, el juez Baltasar Garzón ordenó el cierre cautelar del periódico EGIN y de la emisora de radio. Arrestó también a varios responsables de Orain S.A., acusándoles de integración en banda armada. Aquel mismo día, el entonces presidente de Gobierno del Reino de España, José María Aznar, lanzó desde Turquía su tan macabra como violenta frase: “¿Creían ustedes que no nos íbamos a atrever?” Todo un ejemplo de nazismo. Once meses después, el mismo juez Garzón autorizaba la reapertura del diario EGIN. ¡Volvió a atreverse! Pero para entonces, el administrador judicial había ratificado que el grupo editor de EGIN era inviable económicamente. Certificó, científicamente ¡claro!, que el diario estaba muerto. Nunca dijo que le habían sacrificado; más bien asesinado. ¡Inteligencia de los administradores judiciales! Cada 15 de Julio es un día de luto para Euskal Herria. Yo lo guardo.

Existen, al menos, dos formas de callar la voz del pueblo. Una es sacrificándola; la otra comprándola. En el mensual de Le Monde Diplomatique de ese mismo mes de julio, me ha llamado la atención el que su director Serge Halimi, vuelva a resaltar la noticia de la venta del diario Le Monde. Fue un 28 de junio del 2010, por un importe de 110 millones de euros. Le Monde se unió así a la cohorte de todos los títulos periodísticos de renombre, cuya suerte está íntimamente unida al capital y a la buena voluntad de la industria y de las finanzas. Se ha convertido, en el abogado de la Mundialización Feliz. Nada nuevo, puesto que ya el año 2007, el diario Liberatión, fundado por Sartre, fue comprado por Edouard Rothschild. Cuando uno ve estas situaciones, la tristeza se convierte en impotencia y llanto. Y es que “en tiempos de tiranía o de autoritarismo, decía Karbuts, el poder se aleja de la verdad. Y a esta se la compra –Francia- o se la destruye –Reino español-” Viene a ser lo mismo. Días de luto. Cuando la prensa se convierte en negocio industrial, termina por imperar el dinero. Y los diarios que no apoyan al poder, no disponen de lo suficiente como para mantenerse indefinidamente. Menos aún en época de crisis, en las que se compra menos, y también se lee menos, porque se pierde la fe en que oímos o leemos.

La prensa escrita, la radio, o la televisión, comparten las mismas funciones; y sus respectivos contenidos son muy comparables, más allá de sus diferencias de forma y de densidad. No obstante, los diarios escritos han sido y continúan siendo la forma noble del periodismo. ¿No han salido históricamente del periodismo los grandes escritores de siglos pasados? Sin embargo, en todo el mundo, su mercado, desde hace ya varias décadas, se halla en permanente erosión ante la avalancha de magazines semanales, y los reality televisivos que anclan a las gentes en los sillones de la anti actividad y pereza. La televisión impone ritmo y orden; y requiere más afectividad que reflexión. La lectura del diario es una actividad individual; y absorbe toda nuestra atención. Es selectiva; y se realiza en un orden y a un ritmo propio de cada lector. Requiere dedicación, y lo que es más duro, concentración. Solicita un esfuerzo que no siempre estamos dispuestos a realizar. Y que también, en gran parte, depende del contenido. En los diarios escritos el público no buscamos tanto la noticia, que también, sino sobre todo la interpretación que el profesional da de ella. Esperamos los análisis y explicaciones de una ideología que compartimos. La fidelidad al diario, hoy, se manifiesta, o se soporta, por el interés que suscita la interpretación de los hechos sociales. Un periódico es a la vez un producto industrial sometido a las leyes económicas de su mercado, y por otro lado una creación intelectual que responde a las exigencias de la clientela. Siendo mercancía para su editor, el diario se paga en la medida que su contenido nos presta un servicio a los consumidores. Es un bien de consumo, de carácter muy perecedero. Más sensible que los productos del campo. Puede quedarse obsoleto en tan solo un día, o sencillamente en horas. Y lo que hace de la prensa un bien muy perecedero, es la información. Es la selección de la información, lo que hace que un diario se oriente a una temática concreta. Y es su carácter, su esencia, lo que define tanto la ideología del medio como la de su destinatario. El periodismo nunca puede ser plenamente objetivo; cierto. Y no solo porque la noción de verdad sea relativa. Sino porque la selección de las noticias, la interpretación de los hechos, la selección de los titulares, hacen que no se pueda dar una información exacta de la complejidad de los acontecimientos.

Ahora bien, la función de información se complementa, con lo que Pierre Albert llama psicoterapia de la prensa. La lectura de la prensa ejerce una fuerte influencia sobre los lectores. La prensa orientada a las clases más desfavorecidas se verá reflejada e identificada con los desahuciados de la sociedad, los sin trabajo, los enviados a la miseria por el robo de los bancos y de los políticos, los detenidos impunemente por defender sus derechos. De la misma manera que sus informaciones se utilizarán, o debían hacerlo, para la movilización de las gentes y defensa de sus derechos. Con idéntica razón que los economistas y juristas leen su prensa especializada, y actúan en base a las informaciones recibidas. Leo mi diario porque las opiniones que en él se plasman coinciden con las mías, y me afianzan el pensamiento y la acción. Leo mi diario y me siento participar en la opinión de la comunidad de sus lectores.

Derivada de la función anterior, existe lo que se podía denominar función de integración social de la prensa. La lectura de los diarios nos ayuda a situarnos mejor en nuestro ambiente, lo mismo geográfico que profesional o ideológico. Ellos rompen el aislacionismo y promueven la socialización de las personas. Hacen compartir los valores morales, sociales y políticos. El poder de turno, lo mismo el político que el económico, intentan apoderarse o destruir toda la prensa que se oponga a su ideología de dominio. Crear y mantener un diario crítico contra el poder absoluto, monopolista y destructor de las clases más desfavorecidas, es nuestra labor. Y digo nuestra. Editores y colaboradores. Lectores, a través de la crítica, escritores, profesionales de la información, intelectuales. Todos tenemos la misión irremplazable hoy, de un servicio permanente, sobre todo a la comunidad más doliente, lo mismo social que económica y políticamente. ¿Lo estamos haciendo? Porque sólo en la acción mantengo mi esperanza.

 

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