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Nacionales E.Herria :: 05/05/2018

El significado político del final de ETA

Borroka garaia da!
La fase actual es de crisis del proyecto de liberación nacional y social, y de ausencia de oportunidades decisivas.

ETA surgió del pueblo (vasco). Al igual que la oligarquía española tras la libre circulación del mineral de hierro y la industrialización del primer territorio de Euskal Herria tras décadas de guerras. Al igual que la burguesía vasco-española, hija de la anterior. Al igual que la ertzaintza, también hija de la anterior y por tanto nieta de la primera. Al igual que los requetés, al igual que muchos que sustentaron al nacional-catolicismo español o sustentan hoy a su criatura. Ya lo dijo Marc Legasse. Nacer del pueblo vasco no tiene nada de especial: “El descubrimiento de América ha producido: la sífilis y la bomba atómica. E Ignacio de Loyola: Los Jesuitas. En verdad no hay de qué vanagloriarse”.

Euskal Herria, como la mayoría de pueblos, ha sido y es, nido de opresores. Claro que también de oprimidos y oprimidas, pues detrás de todo explotador hay alguien explotado. Son ellos y ellas, los y las del abajo, los que proporcionan el contraste, y cuando se rebelan, la cara buena de un país. Y como no existen realidades paralelas ni universos extradimensionales, o al menos no se conocen aún, ETA nunca se fue del pueblo para volver y pasar a diluirse en él ahora. Es por ello que sin ETA no ha cambiado un ápice la realidad material del país. La oligarquía sigue comandando, la burguesía enriqueciéndose y la ertzaintza (junto a otros) protegiendo todo ese tinglado.

Habría que preguntarse entonces qué es lo que se ha disuelto. Y así poder discernir entre la ETA que se ha disuelto y ETA como proceso histórico complejo. Ya que para un guión cinematográfico de ciencia-ficción puede valer la épica de volver al pueblo o devolverle las armas. Pero en la vida real fue un disidente y desheredado de la tierra, que participó en la defensa armada de la comuna de Donostia, no se cansó de dar palos en depósitos de armas del ejército español, puso pie en tierra para defender los límites entre Gipuzkoa y Nafarroa del avance fascista, tras la derrota y entrega de armas correteó hasta Catalunya con las armas que no entregó en la mano, después se ocupó de la resistencia al nazismo en el estado francés. Y por si acaso, más tarde en las guerrillas de los makis, fue él, el que entregó la primera partida de armas que recibiera oficialmente ETA (un mini-arsenal destartalado que estaba en un tabique y que llevaba ahí como mínimo 20 años. Con tres metralletas inservibles se construyó una que al menos disparaba de vez en cuando). También fue él, el que nunca apostó por la conciliación de clases sino que creía en la lucha de clases, el que entregó una escultura tallada de una hacha y una serpiente que aunaba diferentes significados que partían de varias dualidades y que en el fondo significaba y sigue significando hacer la revolución en Euskal Herria. Es por ello que no, las armas de ETA no fueron entregadas al pueblo sino al estado francés, y luego mediante trailers éste las compartió con el español.

Estos estados y sus colaboradores dicen que han vencido a ETA. Es otra producción cinematográfica de ciencia-ficción aunque guarda una verdad. Todas las leyendas de fantasía parten de alguna. Y si ETA como proceso histórico complejo nunca ha sido vencida, como organización coyuntural lo fue parcialmente de una manera indirecta y no por los estados. Ocurrió en el momento en el que por diversas circunstancias se tomó la decisión de que para no dividir a la izquierda abertzale, había que llevar a cabo un harakiri político que no podía llevar a ninguna otra parte que a la auto-liquidación, no solo de la organización sino del socialismo revolucionario abertzale. Y ahí se encuentra la pequeña verdad indirecta de los estados, pues trabajaron por ello durante décadas. Aunque posiblemente no se imaginaron que sería la comunidad internacional ligada al progresismo neoliberal (una de entre las varias facciones del imperialismo) la que acabaría gestionándolo. Al final, la decisión de ETA de dar marcha atrás a sus postulados políticos y a su estrategia que había sido decidida,  con la intención de evitar un mal (considerado en ese momento supuestamente mayor) no pudo evitar tanto que la izquierda abertzale acabara dividiéndose de una forma más radical que la simple escisión orgánica (ininteligible hoy para la mayor parte del gran público) y tampoco evita por tanto que el socialismo revolucionario abertzale no acabe desapareciendo.

Desde hace una década prácticamente el entorno, el verdadero, no el inventado por los estados, apenas ha tenido noticias de nada. Lo único que ha sabido es la liquidación permanente de postulados y organizaciones. A veces las obras de teatro inducidas (Aiete I, Aiete II..) duran demasiado, sobre todo cuando se conoce de antemano el final. Los actores tratan de hacer sus mejores interpretaciones y lo que antaño es fuerza, la lealtad, se convierte en un arma de doble filo y la mayor debilidad.

Hubo grandes cambios: el debilitamiento del pueblo trabajador vasco tal cual existía en la fase industrial hasta finales de la década de 1980 por la política de desindustrialización; el plan ZEN; la implosión de la URSS; los cambios socioeconómicos neoliberales; la creencia de que la lucha de clases había concluido a comienzos del siglo XXI; las represiones e ilegalizaciones que se aplicaron masivamente desde esos años; el ascenso de la ideología postmoderna y postmarxista; la financiariación del capitalismo y el auge de Imaz y Urkullu y la crisis de UPN-PP… pero también el cambio de partes de la dirección de clase en nuestro querido y ya extinto MLNV que pasó de tener un componente obrero y popular a un componente intelectual derivado de la pequeña burguesía. Estos cambios fueron impactando en el MLNV en especial desde finales de Lizarra-Garazi.

Las condiciones creadas entonces se vehiculizaron para abrir el tiempo de Lizarra-Garazi. El proceso de construcción nacional se ralentiza y no se adapta. La ofensiva desaparece. Las condiciones dejan de generarse. Con Lizarra- Garazi se abrieron muchas esperanzas pero también fue el inicio de la quiebra lenta del socialismo revolucionario abertzale. De la superposición del institucionalismo, electoralismo y el pactismo, y de la no readecuación de una estrategia revolucionaria que en esos momentos necesitaba de una ofensiva político-social, que se empezaba a dejar en manos de políticos y acuerdos alejados de las masas populares. Por otra parte, el papel del PNV tampoco fue suficientemente calibrado y a falta de condiciones nuevas acabó aprovechándolo para su beneficio (y aún lo sigue haciendo). Tomaba fuerza decisiva la obsesión de aliarse con el PNV, incluso más que en Txiberta. El abandono progresivo de la formación ideológica revolucionaria su complemento. Por poner un ejemplo; un miembro de Jarrai a principios de los 90 oiría por primera y última vez durante toda su militancia juvenil la palabra marxismo en las mesas de pre-militancia. Por lo que salvando la labor auto-didacta de la militancia habría que situar en este contexto que las direcciones políticas no cumplieron con su obligación de asegurar una formación teórica adecuada, en parte por dejación y en parte porque un contexto político con tantas necesidades y tan vivo e intenso como ha sido el vasco, no ayuda especialmente para encontrar momentos y espacios para el estudio y la reflexión. Puede ser que en esa época la militancia en general no era consciente de las consecuencias a largo plazo que esto acarrearía. Pero sin duda las ha traído. Lo que nos lleva a la triste conclusión de que entrados los 2000 en Euskal Herria el análisis de clase necesario para entender los nudos y cómo poder desatarlos era prácticamente inexistente , y los peligros que décadas antes el flaco ya había intuido antes de caer en combate se hicieron realidad: Salvando algunas diferencias, estamos ante el mismo proceso de socialdemocratización institucionalista de tantos reformismos en la falsa creencia de que las instituciones son el factor decisivo y a cualquier precio. Esto fue captado y entendido a la perfección por los estados, de ahí sus interpelaciones, dicotomías y ciertas represiones o levantamiento de éstas.

Cambiando de tercio, el proceso de liberación ha sido decisivo para la supervivencia y para la (re)construcción de la nación trabajadora vasca en los peores momentos de su historia. Esta es una de las realidades objetivas que la burguesía vasca y los estados no pueden admitir en modo alguno. Y en cierta manera es la otra verdad. Solo que no existe una leyenda de fantasía que pueda alimentarla. Es por ello que hoy por hoy, no nos encontramos en proceso de paz, ni de resolución, ni existe ninguna base para ello, pues ETA nunca causó en su origen el conflicto político ni el violento (los dos permanecen hoy),  no hay un ciclo nuevo abierto fruto de la acumulación de logros pasados, y los generadores de nuevas condiciones están casi extintos, los viejos apagados. La fase actual es de crisis del proyecto de liberación nacional y social, y de ausencia de oportunidades decisivas. Lo cual remite a la transición del proyecto revolucionario en Euskal Herria de cara a la nueva generación de condiciones, que solo puede operarse lejos ya de los cantos de sirena de la comunidad internacional del capital, de estrategias “maltzaga” existencialistas, o de reconciliaciones nacionales a la vasca ya inventadas por el PCE o PSOE en la reforma franquista española. Conceptos, lenguajes, mensajes, proyectos de vacíos teóricos y conceptuales están plenamente agotados, no así las ansias de libertad.
 



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