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Nacionales E.Herria :: 08/10/2019

[Eusk/Cast] Movimiento feminista postmoderno

Nahia Santander
Tengo la sensación de que en los espacios feministas postmodernos adquiere especial fuerza el modelo político pequeño -burgués

Castellano

El pasado lunes escribía en Gedar Manex Gurrutxaga bajo el título “Heziguneak; performanceen erakusleiho ala klase borrokarako gudu-zelai?” (I), en el que justamente exponía lo que semanas más tarde iba a ser el tema de mi artículo: el modelo político y organizativo de la clase media, frente a lo que debería ser la cultura militante socialista. Considero que a pesar de que pueda parecer redundante, es de vital importancia atender a las especifidades de cada campo de lucha concreto: esto es, la educación, y en lo que a mí respecta, la problemática de género. De este modo, en las próximas líneas querría analizar las características que presenta el movimiento feminista como movimiento político, para poder seguidamente relatar las implicaciones de las mismas.

Y es que, sospecho que actualmente el autodenominado mugimendu feminista (etiqueta de la cual tratan de expulsar sistemáticamente a las mujeres proletarias que abogan por una forma organizativa independiente y de clase) es una de las palancas principales de que dispone la clase media para mantener su status quo. Así las cosas, tengo la sensación de que en los espacios feministas postmodernos adquiere especial fuerza el modelo político pequeño -burgués, que responde como bien afirmaba Kolitza1 a la estrategia de crear mera opinión para ser luego instrumentalizada por los partidos burocráticos de la burguesía y su bloque de apoyo.

En cualquier caso, en esta ocasión vengo con una enfoque sobre el tema más de andar por casa, no por ello menos importante: me gustaría partir de las impresiones y reflexiones generadas por el modelo de militancia del feminismo hegemónico en aquellas que hemos sido integrantes del mismo en mayor o menor grado, o en las que no hemos podido serlo nunca por el mero hecho de habernos declarado comunistas. Se tratan, por tanto, de reflexiones de base, de la calle, que en mi humilde opinión son muestra de la necesidad latente de desarrollar un modelo de lucha nuevo que haga frente a las formas de opresión que sufrimos las proletarias por haber sido socializadas como mujeres.

Primero de todo, cabe destacar la idiosincrasia de las integrantes del feminismo postmoderno, en mi opinión muy condicionada por las reivindicaciones del mismo. Dentro de éste distingo cuatro sectores principales, con especifidades sociológicas concretas (edad, perfil político, reivindicaciones…): por un lado, podemos observar como parte del movimiento feminista a mujeres adultas participantes del ciclo político anterior de la Izquierda Abertzale, aquellas que dado el carácter masculino del movimiento fueron silenciadas dentro de la propia lucha, o las que hoy en día han desistido de la militancia revolucionaria y que encuentran en el feminismo una puerta de escape para poder compaginarla con sus quehaceres diarios: trabajo asalariado, maternidad… Dentro de este sector, se hace visible un grupúsculo oculto entre las instituciones, a saber, todo el funcionariado que se sirve del entramado institucional burgués para llenar de contenido el movimiento feminista: a través de investigaciones académicas (Emagin, becarias de la universidad, grupos de investigación…) o impulsando medidas políticas legitimadoras de un programa político de clase media y reformista (cuotas de igualdad en los ayuntamientos, protocolos institucionales…). Se tratan, pues, de las mujeres de la clase media vasca, mimadas, o mejor dicho, sobornadas por la burguesía mediante el moribundo Estado de Bienestar.

Por otro lado, poco a poco se está haciendo más hueco un sector que pretende ser el reflejo de la cada vez más reivindicada diversidad: me refiero a mujeres migradas, alguna que otra prostituta, bolleras, mujeres con diversidad funcional… Muchas de ellas, son utilizadas como portavoces del colectivo oprimido del que forman parte, que consta de condiciones sociales concretas en muchos casos harto diferentes de sus representantes: un claro ejemplo de ello son las prostitutas que tal vez hayan tenido opción de elegir un trabajo y hayan decidido dedicarse a la prostitución, pero que resultan ser una minoría con respecto a las miles de mujeres en EH, mujeres que han sido silenciadas, ninguneadas y en muchos casos extorsionadas para prostituirse.

Finalmente, podemos identificar el sector juvenil, capitalizado por la organización juvenil Ernai y por sus grupos de apoyo locales o nacionales (por ejemplo, la dinámica Neska Gazteon Topaketak). Normalmente, abarcan un sector amplio y diverso, la mayoría no politizado al que llegan por medio de lo que podrían considerarse preocupaciones estándares en las mujeres jóvenes vascas: la objetualización del cuerpo, la sexualidad, los cánones estéticos, la violencia machista…

Por otro lado, otra de las características principales del movimiento feminista postmoderno de Euskal Herria es su modelo de militancia: un modelo de militancia antagónico al compromiso del ciclo político anterior, y que en mi opinión se corresponde con las necesidades actuales del capital. Se trata, por tanto, de una militancia líquida y voluntarista, basada en el bienestar personal y en el consumo propio, que tiene como objetivo en muchos casos ser un mero espacio de compartir impresiones, preocupaciones y experiencias personales, que tal vez haya resultado indispensable (sobre todo para identificar la naturaleza estructural de la opresión) pero que por sí sólo no hace sino asemejarse a una terapia grupal. Es, así, una militancia que en lugar de educar a sus integrantes en el compromiso colectivo, trata de agilizar todo trabajo político que pueda ser identificado como una carga. Al mismo tiempo, busca ser compatible con el resto de los aspectos de la forma de vida capitalista: el trabajo asalariado, las distintas instancias de socialización burguesas… Por eso, lejos de ser una militancia integral, que aspira a abarcar todos los ámbitos de nuestra vida y a subvertir el régimen social imperante, se convierte en una institución más que regula nuestra reproducción social: que nos socializa para que interioricemos una serie de preocupaciones, para que neguemos la voluntad colectiva…

Además, es un modelo de militancia que naturaliza y perpetúa la atomización política de la clase obrera: crea a la mujer militante meramente como feminista, esto es, impone que el hecho de ser mujer tiene su correlato en que militemos en el feminismo. Así, el feminismo se ha convertido ya en el primer paso de la educación militante de muchas de nosotras, y cada vez en más casos no deja de ser nunca el ámbito en el que nos tenemos que dedicar. El contrapunto de esto, es que en vez de empoderarnos en cuanto mujeres y militantes integrales, en lugar de que el feminismo sea la palanca que nos impulse a darlo todo y a ser seguras de nosotras mismas en el resto de espacios, se produce el efecto contrario: el feminismo postmoderno, sirve muchas veces para acomodarnos en este espacio político, para no tener muchas preocupaciones sociales más que las que aparecen en la agenda feminista hegemónica (la sexualidad, el cuerpo…).

Unido a lo expuesto en el párrafo anterior, cabe subrayar que el hecho de las mujeres seamos socializadas en nuestra militancia para que el feminismo sea nuestro principal espacio de actuación, tiene como consecuencia que los hombres lo identifiquen como lo contrario: los hombres aprenden también a que lo relativo a feminismo no tiene nada que ver con ellos, a que siempre habrá compañeras que hagan protocolos para fiestas, que pongan pancartas en contra de las agresiones, que organicen la huelga del 8 de marzo… En definitiva, se crea una división del trabajo político en base al género, que no hace sino dividir y por tanto, debilitar políticamente a la clase obrera.

Finalmente, en lo que respecta al modelo de movilización, podemos identificar claramente en el movimiento feminista lo que se ha calificado como modelo activista de carácter protesta-denuncia. Esta forma de hacer política, enraizada en la cultura militante y en el imaginario político, resulta problemática cuando el movimiento político, entra en una vorágine absorbente en la que la práctica política se limita a la denuncia. El verdadero problema, es, por tanto, la escisión entre la construcción de fuerzas políticas en expansión y lo que se convierte en mero momento de protesta: en lugar de que el segundo potencie el primero, quedarse en una simple estrategia comunicativa.

Se tratan, pues, de acciones políticas cuyo objetivo principal es crear conmoción en su consumidor: cuanto más vistosas, más originales, más sentimiento creen, mejor. Es la política del espectáculo en su más clara representación (y nunca mejor dicho). Ejemplo de esto son muchas acciones del movimiento feminista postmoderno: tengo en mente las campañas realizadas en contra de la justicia patriarcal (Justizia patriarkalari ateak itxi), basada mayormente en catearse frente a puertas de juzgados, echarse pintura roja por el cuerpo… O las manifestaciones organizadas, en las cuales se dedica más tiempo a pensar la puesta en escena (batukadas, buruberokis, atrezzo…) que en cómo conseguir lo que se está reivindicando. Sobra decir, que todo el discurso creado por los grupos feministas (locales o nacionales) termina siendo capitalizado por los partidos políticos de la clase media, en nuestro caso, por las diferentes organizaciones de la Izquierda Abertzale.

Creo fervientemente que estamos presenciando una época de cambio político en Euskal Herria, y muestra de ello son las reflexiones presentes en cada vez más espacios. Denotan, en mi opinión, que cada vez somos más mujeres las decepcionadas con el feminismo postmoderno, pero que necesitamos desarrollar otra manera de hacer. Así las cosas, me gustaría ofrecer unas claves para poder empezar a reflexionar sobre la respuesta socialista a la problemática de género.

Primeramente, me atrevería afirmar que lo hoy considerado sujeto feminista no es más que una parte del todo: frente a esto, el movimiento socialista en expansión debe aspirar a la universalidad, a llegar a todas los sectores olvidados de la clase obrera: a las prostitutas de San Francisco, a las que limpian el culo de los padres y madres de la clase media… El programa político a construir, debe basarse en las necesidades materiales del sujeto feminista, definido como las mujeres de la clase obrera: más allá de las preocupaciones estándar impuestas por el sistema capitalista (nuestra apariencia física, etc.) atender a lo obviado por la socialdemocracia: el problema de la vivienda, hacer efectivo el divorcio del marido maltratador… Para ello, considero imprescindible superar el lastre del modelo activista anterior, y plantear una forma de organización que consiga las reivindicaciones reales y concretas: frente al alquiler social, ocupaciones colectivas, frente a las denuncia del marido en el sistema judicial capitalista, solidaridad organizada con la maltratada y presión colectiva frente al maltratador…

En este proceso, es indispensable educar a los integrantes de las formas organizativas del movimiento socialista en el compromiso político, el interés colectivo y la unidad de clase. En lo respectivo a la problemática de género, ensayar modelos de organización que superen el imperativo político de género: que se implique tanto el compañero como la compañera, y que la militante mujer sea integrante de igual manera en el resto de espacios. Es de vital importancia, la forma organizativa que adoptemos, ya que no debe ser la más asumible o compatible con nuestro estilo de vida, sino eficaz frente al poder burgués: debe ser capaz de poner en marcha procesos de lucha concretos, realizables, que su victoria permita ganar al proletariado cuotas de poder frente al opresor, esto es, más capacidad organizativa y de combate.

Tenemos mucho camino que recorrer, que estudiar y que ensayar, empezando por hacer un balance autocrítico del movimiento político anterior, poniendo especial atención en el movimiento feminista. Pero aún así, como nosotras las únicas que podemos y debemos liberarnos: las marginadas, las olvidadas, las cansadas de un feminismo postmoderno que no nos representa.

[1] https://gedar.eus/koiunturapdf/20190621_KP_Kolitza-Constructivismo_politico_y_lucha_de_clases.pdf

Euskera

Aurreko batean, Manex Gurrutxagak Gedarren argitaratutako Heziguneak; performanceen erakusleiho ala klase borrokarako gudu-zelai? (I)” artikuluan, aste batzuk geroago nire artikuluaren gaia izango zena izan zuen hizpide: klase ertainaren politikaren forma, eta horri kontrajarritako militantzia kultura sozialistaren ezaugarritzea. Errepikakorra suerta daitekeen arren, uste dut funtsezkoa dela borroka eremu bakoitzaren berezitasunei heltzea: bere idazkian, hezkuntzari, eta nirean, genero problematikari. Era horretan, ikuspuntuko sarrera hau Euskal Herriko mugimendu feminista postmodernoaren hainbat ezaugarri mahaigaineratzeko baliatu nahiko nuke.

Susmoa daukat bere burua Euskal Herriko mugimendu feministakotzat duen hori (esan gabe doa, izendapen honetatik sistematikoki baztertuak direla klase-antolakuntza forma independentearen alde apustu egiten duten emakume proletarioak) ez ote den klase ertainak bere botere posizioa mantentzeko duen helduleku nagusietako bat. Hori horrela, uste dut eredu politiko burges txikiak indar berezia hartzen duela espazio feminista postmodernoetan. Politika egiteko eredu horrek, Kolitzak[1] kazeta honetako testu batean adierazi bezala, burgesiaren eta bere babes-blokearen alderdi burokratikoek erabiltzeko iritzia sortzeko estrategiari baino ez dio erantzuten.

Edonola ere, oraingoan aipatutako gaia sinpletasunez jorratu nahiko nuke, testuaren garrantzi politikoa gutxietsi barik. Nire gogoeta mugimendu feminista hegemonikoak bere parte izan garenongan edota geure burua komunistatzat hartzeagatik hortik kanpo utziak izan garenongan sortutako sentsazioetatik abiatu nahiko nuke. Beraz, oinarrizko hausnarketak baino ez dira hauek, kalekoak. Baina, zalantzarik gabe, proletalgoaren parte garen emakumeoi emakume gisa sozializatuak izateak dakarzkigun zapalkuntza formei eraginkortasunez erantzungo dien antolakuntza forma berri bat garatzeko dugun berebiziko premia adierazten dute.

Lehenik eta behin, aipatzekoa da feminismo postmodernoaren partaideen soziologia, mugimendu horren aldarriek baldintzatua dena. Honen baitan, hiru sektore nagusi bereizten ditut, eta bakoitzak adinari, kokapen sozioekonomikoari zein militantzia garaiari dagozkien xehetasunak ditu. Alde batetik, ENAMen aurreko ziklo politikoan aritutako emakume helduak ditugu, mugimenduaren izaera maskulinoa dela-eta isilaraziak izan ziren horiek, edota militantzia iraultzailetik aldenduta feminismoan euren eginbeharrekin (soldatapeko lana, amatasuna…) bateragarria den arnasgunea topatzen duten horiek. Sektore horretan instituzioetan jarduten duenik ere badago, egitura kapitalistek mugimendu feminista edukiz betetzeko erabiltzen dituztenak: ikerketa akademikoen bitartez (Emagin, bekadunak, ikerketa taldeak…), bai eta klase ertainaren programa politiko erreformista zilegiztatzera bideratutako neurrien bitartez ere (berdintasun kuotak udaletan, erasoen kontrako protokolo instituzionalak…). Horiek guztiak, euskal klase ertainaren emakumeak dira, burgesiak hilzorian dagoen Ongizate Estatuaren bidez ordaindutakoak.

Bigarrenik, aniztasunaren isla izan nahi duen sektore bat gutxinaka-gutxinaka hazten ari da: emakume migranteak, prostitutaren bat ala beste, bollerak, aniztasun funtzionala dutenak… Horietako askok euren kolektibo zapalduaren bozeramaile bailiran jokatzen dute, nahiz eta kasu gehienetan ordezkatu nahi dituzten horiek baino baldintza sozial dezente erosoagoak izan. Adibide bat jartzearren, prostituzioa lan gisa hautatzeko aukera izan duten horiek ditugu, isilaraziak, ukatuak eta sarritan, prostituitzera behartuak izan diren milaka emakumeen alboan gutxiengo bat baino ez direnak.

Azkenik, gazte sektorea dugu, Ernai gazte antolakundeak eta herrietako zein nazio mailako babes taldeek instrumentalizatutakoa (esate baterako, Neska Gazteon Topaketak dinamika). Normalean, sektore zabal batengana heldu nahi dute, nagusiki politizatu gabekoa, eta euskal emakume gazte gisara ohikoak diren kezkei esker erakartzen dutena: gorputzaren objektibizazioa, sexualitatea, kanon estetikoak, maitasun erromantikoa…

Bestalde, Euskal Herriko mugimendu feminista postmodernoaren beste ezaugarrietako bat bere militantzia eredua da: aurreko ziklo politikoan indarrean zegoen konpromiso militantearekin hausten duena, eta nire ustez, kapitalaren egungo beharren mesedekoa. Mugimendu feministaren bitartez, beraz, militantzia likido eta boluntarista nagusitzea lortzen ari da, ongizate pertsonal eta kontsumo propioan oinarritua, askotan inpresioak, kezkak eta bizipen indibidualak partekatzeko eremua izatea beste helbururik ez duena. Norbere buruaren lanketak izan dezakeen garrantzia alboratu gabe (batik bat zapalkuntzaren egiturazko izaeraz jabetzeko), horretara mugatzen bada, talde terapiaren antza handiagoa hartzen du. Horrela, militanteak konpromiso kolektiboan, antagonismoan hezi beharrean, karga suposatzen duen lan politiko oro arintzen saiatzen den militantziaz ari gara. Era berean, kapitalismoaren baitako bizitzaren gainerako alorrekin bateragarria izatea bilatzen du: soldatapeko lana, sozializazio kapitalistaren eremu ezberdinak… Hortaz, gure bizitzako eremu guztiak barnebildu eta bizi dugun errealitatea iraultzea bilatzen duen militantzia integrala izatetik urrun, langileriaren erreprodukzioa posible egiten duen instituzio baten funtzioa betetzen du, eta subjektibitate jakin bat barneratzeko hezten gaitu.

Gainera, langile klasearen atomizazio politikoa betikotzen eta naturalizatzen duen militantzia eredua da: emakume militantea feminista gisa hezten du, hau da, emakume izateagatik mugimendu interklasistan militatzera behartzen gaitu. Horrela, feminismoa gutako askoren heziketa politikoaren lehen urrats bihurtu da, eta jardutera behartuak gauden eremua izateraino heldu da kasu askotan. Horren hutsunea da emakume eta militante integral gisa ahaldundu ordez, feminismoa gainerako eremuetan dena ematen eta gure buruarengan konfiantza izaten lagunduko digun euskarria izan ordez, kontrakoa gertatzen dela: feminismo postmodernoaren erruz, sarritan, espazio politiko horretan kateatzen gara, ez dugu agenda feminista hegemonikoak markatzen dituenak beste kezkarik (sexualitatea, gorputza…).

Azaldutakoari loturik, azpimarratzekoa da emakume militanteak feminismoa gure jardun esparru nagusia izan dadin sozializatuak izateak ondorio gisa daukala gizonengan kontrako joera sortzea: feminismoaren inguruko kontuek haiekin zer ikusirik ez dutela barneratzen dute gizonek, beti egongo direla jaietako protokoloak egingo dituzten kide emakumeak, eraso sexisten aurkako pankartak jarriko dituztenak, martxoak 8ko greba antolatuko dutenak… Finean, generoaren araberako lanaren banaketa ezartzen da, langile klasea banatu eta beraz, ahuldu besterik egiten ez duena.

Azkenik, mobilizazio ereduari dagokionean, mugimendu feministan aldarrikapen-salaketa izaerako eredu aktibista era argian ikus dezakegu. Politika egiteko modu hori, militantzia kulturan eta iruditegi politikoan errotua, problematikoa da mugimendua salaketara mugatzen duen zurrunbilo xurgatzaile batean sartua dagoenean. Benetako arazoa, beraz, hedatzen den indar politikoaren eraikuntzaren eta protesta momentu hutsala den horren arteko banaketa da: bigarrenak lehena indartu beharrean, estrategia komunikatibo soilera mugatzea. Izan ere, hau gertatzen da bere izaera ez delako politikoa: politika instituzioen eremura soilik mugatua den heinean, despolitikoa izan behar baita halabeharrez.

Kontsumitzailearengan zirrara sortzea helburu nagusitzat duten ekintzek osatzen dute mugimendu horren jarduna; geroz eta ikusgarriago, originalago, hunkigarriago, orduan eta hobe. Ikuskizunaren politikaren adierazpen argia. Mugimendu feminista postmodernoaren zenbait ekintza jarri nahi ditut horren adibide gisara: justizia patriarkalaren aurkako ekintzak (Justizia patriarkalari ateak itxi) epaitegien sarreretan kateatu eta burutik behera pintura gorria isurtzean oinarrituak; agerpena nola egin (batukadak, buruberokiak, atrezzoa…) aldarrikatzen ari dena nola lortu baino gehiago pentsatuta antolatzen diren manifestazioak… Esan gabe doa talde feminista lokal zein nazionalen diskurtsoa klase ertainaren alderdi politikoek xurgatzen dutela, gure kasuan, besteak beste, Ezker Abertzaleko zenbait antolakunde eta alderdik.

Euskal Herrian aldaketa politikoaren garaia bizi dugula zinez uste dut, eta horren adibide dira geroz eta eremu gehiagotan lekua egiten ari diren hausnarketak. Feminismo postmodernoarekin etsita gauden emakumeak geroz eta gehiago garela adierazten du horrek, politika egiteko beste modu bat garatzearen beharra dugula. Hori horrela, genero problematikaren aurrean artikulatu beharreko erantzun sozialistaren inguruan gogoeta egiteko zenbait gako eskaini nahiko nituzke.

Lehenik, egun subjektu feminista gisa hartua dena osotasunaren zati bat besterik ez dela azpimarratu nahi dut. Horren aurrean, hedapenean dagoen mugimendu sozialistak unibertsaltasuna izan behar du erronka gisa, hots, klase ertainak ahazturiko sektore guztiak batzea: San Frantzisko auzoko prostitutak, klase ertainaren gurasoen ipurdiak garbitzen dituztenak… Osatu beharreko programa politikoak subjektu feministaren behar materialak izan behar ditu oinarri, berau langile klaseko emakumeek osatzen dutela ulertuta. Sistema kapitalistak inposaturiko ohiko kezketatik (gure itxura fisikoa, etab.) haratago, sozialdemokraziak ahaztutako arazoei heltzea: etxebizitzaren arazoa, tratu txarretara behartu gaituen senarrarengandiko dibortzioa erreal bihurtzea… Horretarako, aurreko eredu aktibistaren zama gainditu eta aldarri erreal eta zehatzak lortuko dituen antolakuntza forma mahai-gaineratzeari ezinbestekoa deritzot: alokairu sozialaren aurrean, okupazio kolektiboak; senarrari justizia sistema kapitalistan jarritako salaketaren aurrean, bortxatuarekiko elkartasun antolatua eta bortxatzailearen gaineko presio kolektiboa…

Bide horretan, ezinbestekoa izango zaigu militanteak konpromiso politikoa, interes kolektiboa eta klase batasuna oinarri izango duten antolakuntza formetan heztea. Hala, genero problematikari dagokionean, behar-beharrezkoa izango da generoaren araberako betebehar politikoak gaindituko dituen antolakuntza eredua garatzea: gizon militanteak genero kontuei ere lehentasuna ematea, eta horri esker, emakume militanteak gainerako lanetan inplikazio osoz aritzeko gaitasuna eskuratzea. Bestalde, kontuan hartu beharrekoa da antolakuntza formak duen garrantzia; izan ere, helburua ez da gure bizi erritmoarekin bateragarria edo asumigarria izatea, baizik eta, identifikatzen ditugun erronkei eraginkortasunez heltzea ahalbidetzea. Bestela esanda, botere burgesa errealki konfrontatzeko potentzialitatea eskaintzea: egingarriak izango diren borroka prozesu zehatzak martxan jartzea ekarriko diguna, lorpen horiek etsaiaren aurrean langileriak botere posizioak irabaztea xede izateko moduan. Borroka prozesu bakoitzak antolakuntza eta borroka gaitasuna biderkatzea izan behar da gure politikaren norantza.

Asko dugu ikasteko, ikertzeko eta saiatzeko, mugimendu feministan arreta berezia jarriko duen aurreko ziklo politikoaren azterketa egitetik hasita. Baina, zalantzarik gabe, gu gara gure buruak askatu behar eta ahal duten bakarrak: ahaztu gaituztenak, alboratuak izan garenak, ordezkatzen ez gaituen feminismo postmodernoarekin neka eginda gaudenak.

 

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