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Nacionales E.Herria :: 29/11/2003

Euskal Herria: Cinco testimonios que retratan cinco realidades de la vida en prisión

Gara
Kontxi Iglesias y Josetxo Arizkuren, obligados a abrazar a su hijo sólo una vez al mes; Bautista Barandalla, haciendo frente a una enfermedad crónica; Ricardo Aranburu, que comparte celda junto a otro preso; Julia Moreno, sola en Baupame; y Altzibar Valderrama, bajo la amenaza constante de ser castigado. Sus allegados dan cuenta de esta realidad de la vida diaria en las prisiones de ambos estados.

Mano Iglesias, Jose Campos, Juantxo Aranburu, Nerea Moreno y Bittor Valderrama relatan a GARA la situación que atraviesan sus familiares. Cinco testimonios para otras tantas realidades derivadas de la restricción de derechos que sufren a diario los presos políticos vascos en la prisiones de los estados francés y español.

«Julen sólo puede visitar a sus padres una vez al mes»
A sus ocho años de edad, Julen, hijo de los presos Josetxo Arizkuren y Kontxi Iglesias, sólo tiene la posibilidad de visitar una vez al mes a sus padres, encarcelados en dos prisiones diferentes a centenares de kilómetros de Euskal Herria. «Supone mucho cansancio y mucha tensión para Julen. El viaje nos lleva un fin de semana entero, desde el viernes por la tarde hasta el lunes que llegamos a la ikastola. Como es muy pesado, limitamos la visita a una vez al mes», relata Mano Iglesias. Aprovechan ese fin de semana para visitar tanto al padre como a la madre, para lo que tienen que realizar cuatro horas adicionales de carretera entre cárcel y cárcel. Las situaciones de los padres son muy distintas. «Siendo una prisión para mujeres, la situación de Kontxi es horrible. No puede sacarle ni un juguete a Julen», explica. «Josetxo puede llamarle todos los días a su hijo; Kontxi, en cambio, sólo puede hablar por teléfono con él veinte minutos al mes», añade.

«Cansados de ver cómo vulneran sus derechos»
En virtud de una resolución judicial de la Audiencia Nacional española, Bautista Barandalla tendría que haber sido trasladado a la prisión de Iruñea el 1 de setiembre, pero esta orden no se materializó hasta ayer. Durante más de dos meses, sus familiares han permanecido en un ir y venir a Zaragoza. «La piedra ha estado en el tejado de Instituciones Penitenciarias, que no daba la orden al traslado. Lo único que ha hecho durante este tiempo ha sido alargar nuestra desesperación», subraya Jose Campos, compañera del preso político vasco.

Ya en Iruñea, tendrá que hacer frente a una nueva revisión médica en la que le darán el diagnóstico sobre la enfermedad degenerativa que tiene en los huesos. Campos comenta que «desde que le operaron en Virgen del Camino se mantiene estable, y el tener la bolsa dentro le ha dado una mejor calidad de vida. Ahora, nos preocupa la enfermedad de los huesos que, además de ser incurable, dejará a Bau con bastante poca movilidad y le afectará diversos órganos, como la vista o el hígado, por lo que tendrá constantes revisiones». «Estamos cansados de ver cómo vulneran constantemente sus derechos. Tenemos miedo de que sufra otra recaída y que, nuevamente, tengamos que salir corriendo hacia el hospital», señala. «Viendo la actual coyuntura ísostieneí no tenemos muchas esperanzas pero sí ganas de pelear por demostrar que, por desgracia, Bau está enfermo».

«No pueden pasar por el mismo sitio de forma simultánea»
Su hermano Ricardo Aranburu está encarcelado en Alcalá-Meco adonde llegó hace más de un año procedente de Aranjuez. Una de sus primeras sorpresas fue ver cómo en una celda pensada para una única persona cohabitaban dos. Plantes, una huelga de hambre rotativa de cuatro meses, más plantes acompañados de sus respectivos partes de sanción no han servido hasta el momento para dar una solución a esta situación, fruto «de la masificación que hay en Alcalá. En vez de arreglar el problema, la dirección los pone de dos en dos», señala Juantxo Aranburu. «Ricardo tiene tres partes de castigo lo que supone 66 días en aislamiento. Por tanto, debe estar 22 horas con otra persona en la celda, que tiene 4 metros cuadrados para andar. Además, dentro de ese espacio, tienen las bolsas con ropa, por lo que si los dos quisieran pasar por el mismo lugar, uno de los dos tendría que subirse encima de las bolsas, como ocurre, por ejemplo cuando salen del servicio, van a la cama y la mesa de hormigón está ocupada», relata.

Ricardo Aranburu cumplió ayer 20 días en aislamiento en su celda «cuando no se puede estar más de 14 días seguidos bajo este régimen», afirma. «La masificación es un problema general en esta cárcel», reitera.

«No tiene a nadie con quien compartir las cosas diarias»
«No tiene a nadie con quien compartir las pequeñas cosas diarias, reírlas o llorarlas. El sentimiento de soledad es muy hondo», manifiesta Nerea Moreno, hermana de Julia Moreno, única presa política vasca en Baupame, a 1.200 kilómetros. A esta distancia física se le unen un sinfin de trabas para recibir o mandar correspondencia. «Le secuestran el correo y eso supone que durante un montón de días no tengamos noticias suyas», remarca. Esta carrera de obstáculos por mantener el contacto con sus allegados se puede agudizar aún más si la dirección de la prisión francesa materializa su última, por el momento, advertencia, es decir, si impone la obligación de hacer las llamadas en francés «cuando nadie de la familia lo entiende», destaca. El idioma, afirma, es una «grandísima» dificultad: «Viajamos con mil notas, de cómo se dice ésto o aquello. Pero siempre surge algo nuevo y claro ni se molestan en intentar ayudarte». Si hacerse entender en francés o comprender lo que le dicen a uno puede ser una odisea, no lo es menos el viaje de 12 a 14 horas a Baupame. «Salimos de Iruñea el viernes a las 20.30 rumbo a Hendaia. Desde ahí en tren a París, luego en metro a Arras y de ahí en autobús o furgoneta hasta la prisión. Volvemos en la madrugada del lunes», explica.

Tanto transbordo y el alojamiento se traduce en 180 euros por persona y, a veces, en 300. «Pese a todo íinsisteí gozamos mucho de las visitas. Para Julia una de las más bonitas es la de sus sobrinos, aunque con semejante viaje sólo van una vez al año. Cada fin de semana, nos acordamos de quienes planificaron la dispersión. Cuando la diseñaron, con el apoyo expreso del PNV, no contaban con que teníamos cuerda para rato».

«Tienen que mostrar una actitud activa, sino les castigan»
Los Rosales es «un laboratorio», según el padre de uno de los cuatro vascos encerrados en ese centro para menores situado en Madrid. «Les programan todas las actividades. En ningún momento pueden organizarse de forma independiente. Los carceleros imponen las actividades que tienen que hacer. Los chavales tienen que mostrar, además, una actitud activa, si no les castigan. Incluso les administran la comida y no les dejan intercambiar ni un bolígrafo con sus compañeros», señala. «Si durante un mes te comportas como un chico bueno, te pasan automáticamente a lo que llaman como 'finalista', que supone algunas ventajas. Pero cuidado, durante ese mes no tienes derecho a llevar reloj ni a ponerte tu propia ropa. Estamos en un tema de chantaje», relata. El padre de Altzibar Valderrama califica de «muy fuerte» el tema de las visitas. «Como máximo se admiten a dos personas, pero siempre una de ellas tiene que ser el padre o la madre», denuncia. Por otro lado, informa de que la Comunidad de Madrid da al centro 7.00 euros mensuales por cada interno. «Si embargo, te puedo asegurar que mi hijo me dice que pasa hambre», explica.

 

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