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Nacionales E.Herria :: 21/10/2006

La doma del elefante

Jesús Valencia
Aznarín dio al paquidermo por sometido y se asentó en sus espaldares. Recibió tal trompada el infelice, que todavía sigue atolondrado; dando conferencias en inglés a los pocos gringos masocas que acuden a escucharlo. Zapatero, si se precia de sensato, no debiera imitar a Txemita el de Quintanilla

Se comenta en corrillos y mentideros que ETA y el Gobierno español parlamentan en Noruega. Me pide el cuerpo exteriorizar mi alegría pero no lo haré. Ya me indigesté de euforia cuando supe que el parón de ETA había tenido trastienda; y que era el resultado de cautelosas conversaciones entre las partes. Dióme por pensar que el Gobierno español había entrado en razón y que, al fin, trataba a los adversarios como respetables interlocutores. Han transcurrido siete rigurosos meses y una pregunta destemplada ronda mi sesera; ¿pretende el PSOE resolver el conflicto o domar al elefante? Hay demasiados datos que apuntan en esta dirección.

Cuentan que la doma del elefante es un ejercicio de refinada crueldad. La primera medida consiste en introducir al animal en una jaula (el «cajón de la comprensión» lo llaman) tan sólida como estrecha; espacio angosto para que el bicho no tenga margen de maniobra y del que no pueda salir. La segunda estratagema es la inmovilización. Gruesas y abundantes sogas lo sujetan a la jaula privándole de toda movilidad; ataduras rigurosamente prietas, de forma que cualquier intento por romperlas produzca en él un intenso dolor. La tercera fase es la del sometimiento. El hambre, la sed, el insomnio, los golpes, los navajazos, las cuchilladas intentarán romper la rebeldía del animal y doblegar su voluntad.

Entonces, sólo entonces, iniciará su nueva vida de animal entregado y sumiso. ¿Cómo saberlo? El domador se asienta sobre el quebrantado bicho. Este comienza a salir de la jaula, sujeto aún con incontables amarras. Si obedece los requerimientos del domador gozará de comida y bebida abundantes. Si hace algún amago de rebeldía, las sogas que todavía lo aprisionan le recordarán su condición de reducido.

Los siete meses de alto el fuego se han convertido en un doloroso despliegue de crueldades; incremento de sevicias para hacernos entrar en razón. Sería largo e innecesario el recuento de todas ellas. No sé lo que planteará el Gobierno español en la mesa de Oslo, pero es notorio lo que viene haciendo en Euskal Herria desde el alto el fuego. Quizá suponga que «la bestia» está ya inmovilizada y que ha llegado la hora del castigo ilustrativo.

Si eso es lo que piensa, debería recordar a su predecesor. Aznarín dio al paquidermo por sometido y se asentó en sus espaldares. Recibió tal trompada el infelice, que todavía sigue atolondrado; dando conferencias en inglés a los pocos gringos masocas que acuden a escucharlo. Zapatero, si se precia de sensato, no debiera imitar a Txemita el de Quintanilla.

 

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