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Nacionales E.Herria :: 16/05/2011

Lucha ideológica, Alienación y Conciencia de clase

Jon Mailua de la Hoz
La lucha ideológica adquiere una importancia central desde una perspectiva de “convencer para vencer”.

1.-SOBRE ALIENACION, VANGUARDIAS Y CONCIENCIA DE CLASE

Existe una clase capitalista y una clase trabajadora, como elementos centrales, pero también básicos, del modo de producción capitalista, dos espacios sociales estructurados en torno a la propiedad o ausencia de ésta de los medios de producción.

Desde ciertos tipos de marxismo, este esquema dicotómico clase obrera-clase capitalista, sirve de base para construir su praxis política. Perdónesenos la simplificación pedagógica que expondremos a continuación, pero creemos que a efectos descriptivos y sin entrar en matizaciones, se ajusta al planteamiento que trataremos de rebatir.

Las relaciones de producción determinan la existencia de dos clases sociales fundamentales: la clase obrera y la clase capitalista. Cada una de éstas, posee unos intereses ligados a su posición en el proceso productivo y, más exactamente, a la propiedad de los medios de producción. La clase capitalista tiene unos intereses, su ideología burguesa, ligada a su condición de clase dominante y que trata de “exportar” a la clase dominada obrera, para someterla. La clase obrera, si no rompe con la ideología dominante que le ha sido impuesta, está alienada, ya que lo lógico y racional es que desarrollen una ideología acorde con su posición de clase, y asuman una posición-toma de conciencia revolucionaria, que impulsará la destrucción del capitalismo y de la clase dominante. Como es difícil que, por sí mismos, los obreros lleguen a dicha toma de conciencia de su explotación y su dominación, se hace necesaria la organización de una “vanguardia” revolucionaria, generalmente un partido político, que exporte la “ideología revolucionaria marxista” a la clase trabajadora y que la dirija para cumplir con el objetivo de crear el socialismo.

Como observamos, el esquema es sólido y, en realidad se ajusta bastante a la realidad que trata de representar. El problema es que la realidad es diferente a la representación que de ella se hace. La existencia de dos espacios sociales fundados en las relaciones de producción y que determinarían la existencia de capitalistas y asalariados, constituyen la base fundamental que dará forma al “ser social”, pero ciertamente no la única.

Debemos recordar, que la caracterización que Marx realiza en El Capital de un modelo económico de dos clases sociales, tiene mucho más que ver con la construcción de un modelo de análisis del modo de producción capitalista abstracto que de abordar la dinámica y formación de las clases sociales en las sociedades capitalistas concretas.

En sus análisis de las clases sociales y de coyuntura política en “El 18 Brumario de Napoleón Bonaparte”, y “La lucha de clases en Francia”, el análisis se enriquece al centrarse en una sociedad y en una coyuntura concreta, en la que, además de factores económicos, entran en consideración factores políticos e ideológicos que apuntan a un tipo de ser-social en el que no sólo se contempla las relaciones de producción en su definición.

Resulta muy difícil sostener que, la lucha, la resistencia a la explotación, esté determinada de una manera evidente y directa de las relaciones de producción y de la definición de las clases sociales en términos de “productores de plusvalía” y “apropiadores de plustrabajo”.

El concepto de “interés”, tampoco termina aportando demasiado, a pesar de su recurrente uso en el discurso de ciertos marxismos. El interés de los “productores de plusvalor” sería resistirse a la explotación, definida ésta como el proceso mediante el cual el valor de la fuerza de trabajo (salario), es inferior al valor del trabajo realmente realizado y por ello, se genera un plusvalor que es apropiado por el capitalista. Lógicamente, el capitalista desarrollaría también unos intereses ligados a su posición.

Los “intereses de clase”, aunque se precise su condición objetiva y objetivable, no explican, ni mucho menos, cómo se transforman, o no, las clases sociales en sujetos en lucha. Dicho de otro modo, no aportan un nexo efectivo de unión entre dichos supuestos intereses y una praxis de carácter revolucionario, contrarrevolucionario o reformista.

La ruptura entre intereses y praxis revolucionaria, ha tratado de ser explicada mediante el concepto de alienación. La clase obrera, al no responder a sus intereses objetivos ligados a su posición de sometimiento y explotación con una praxis coherente con esta constatación, implicaría una alienación, en el sentido de que han sido cooptados ideológicamente por los intereses, convertidos en ideología dominante, de la clase capitalista. Al final, este argumento, termina convirtiéndose en una muletilla que, en realidad, en ningún momento responde a la formación ideológica de las clases sociales. El concepto de alienación parte de una definición apriorística de lo que es “necesario y adecuado” para el desarrollo de un proceso revolucionario, considerando que el “ser social”, o lo que es lo mismo, la subjetividad, se produce de manera directa, unívoca y exclusiva, desde las relaciones de producción. ¿Quién define los intereses “adecuados o inadecuados” en cada coyuntura? Si se nos permite el juego de palabras, ¿en función de qué intereses se definen dichos intereses? ¿de una vanguardia revolucionaria? Incluso la existencia de una vanguardia cualificada y legítima, precisaría de un sustrato, una base social ideológicamente constituida que le otorgara la función dirigente.

Desde luego no se trata de una problemática teoricista, ni mucho menos, ya que el planteamiento posee repercusiones políticas de relevancia. El esquema de “vanguardia revolucionaria”, que exporta a la clase trabajadora la “verdadera” ideología proletaria en función de sus intereses, se encuentra sometido a un círculo vicioso en el que, los infructuosos resultados de la exportación, son explicados por la alienación de las masas, lo que significa que someten a la insistencia, a alcanzar mayores cotas de ortodoxia, su estrategia y, ante la confirmación renovada de la supuesta alienación de las masas, se reproduce la insistencia, ante una perspectiva, nunca cumplida de dar el salto cualitativo. Las escisiones, las luchas internas, los abandonos de posiciones revolucionarias son, en gran medida, productos de este círculo vicioso.

2.- RESITUANDO LA CUESTION

La ideología constituye el modo en que los seres humanos viven sus vidas como seres conscientes en un mundo estructurado y con sentido. Es decir, la vida cotidiana de los individuos, adquiere sentido, porque es “explicada” por las diferentes ideologías, y los individuos se someten a esa cotidianeidad porque de esa manera, existe la garantía de que todo de desarrollará según lo previsto. Lo cotidiano es lo evidente y es evidencia porque se adecua a las condiciones de existencia.

Desde luego, las ideologías son más que ideologías de clase. La religiosidad, el ecologismo, el nacionalismo, el abertzalismo, feminismo, racismo, progresismo o conservadurismo, etc, constituyen referentes ideológicos significativos y estructuradores de la subjetividad, del ser social.

Por ejemplo, analizar la existencia de un sector social como es el de la Izquierda Abertzale en Euskal Herria y su innegable constitución en sujeto en lucha, desde la noción del interés de clase y como producto de las relaciones de producción, resulta cuando menos extravagante y desde luego poco adecuado a la realidad. Otra cuestión es que, dentro de los elementos que han constituido a la Izquierda Abertzale, el referente de clase ha sido importante, pero lo ha sido más el independentismo y el ecologismo o el feminismo, tampoco pueden ser excluidos de la formación ideológica de la Izquierda Abertzale como espacio socio-político.

De hecho, el éxito político de la Izquierda Abertzale, ha sido considerar como sujeto de la transformación social, no a un sujeto-unitario, sino a un sujeto des-centrado, un Bloque socio-político constituido por múltiples sectores sociales en lucha, por la Independencia, por el socialismo, contra el patriarcado, etc…

Esta forma de entender los procesos ideológicos, nos aproxima al concepto de hegemonía utilizado por Gramsci. La lucha ideológica adquiere una importancia central desde una perspectiva de “convencer para vencer”. Los Aparatos Ideológicos del Sistema producen ideologías con capacidad de aglutinar a diferentes sectores sociales en torno a un Bloque hegemónico que legitime lo existente. Desde la Izquierda Abertzale, debe desarrollarse una lucha ideológica contra-hegemónica o, si se quiere decir en positivo, afirmar una nueva hegemonía desde parámetros ideológicos alternativos.

La lucha ideológica, cobra una dimensión diferente, pues termina resultando una lucha por la hegemonía y la articulación de discurso y praxis, mediante un proceso de acumulación de fuerzas en torno a posicionamientos, no necesariamente socialistas si las condiciones de confrontación ideológica no lo posibilitan, pero indudablemente si en avances democráticos, y de derechos sociales, basados en las luchas existentes y reales que desarrolla el movimiento popular.

Por eso, la tarea de los comunistas abertzales, más allá de interpelar a la clase obrera desde la defensa de sus intereses, y esperar a que surja un “súbito” nacimiento de la conciencia de clase, debe ser la de reforzar al movimiento popular, dotando a las luchas sectoriales de las posiciones más avanzadas que posibilitan las condiciones ideológicas, acumular fuerzas en torno a dichas posiciones y, de nuevo, generar las condiciones ideológicas para avanzar hacia un profundización del proceso de transformación social, manteniendo, eso si, una perspectiva global de todas las luchas, y un objetivo al final del camino: el socialismo.

. * Jon Mailua de la Hoz, miembro de Boltxe Kolektiboa

 

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