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Nacionales E.Herria :: 25/09/2004

Mentiras sobre La Naval

Igor Urrutikoetxea, Secretario nacional del metal de LAB
Una mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en una verdad decía Goebbels y, por desgracia, esa máxima de tan siniestro personaje es cierta. En Euskal Herria sabemos mucho de mentiras mediáticas ya que la mentira o la media verdad es la base de muchas informaciones que ciertos medios de comunicación, siguiendo lo establecido en su día por el Plan ZEN, ofrecen sobre los temas relacionados con la situación socio-política vasca.

Esa manipulación del lenguaje y de la información, que en la práctica supone tergiversar la realidad, se aprecia también en el ámbito social, laboral y económico. Estas últimas semanas el caso de la Naval se está convirtiendo en un paradigma de cómo se pueden hacer afirmaciones rotundas por parte de diversos agentes que están relacionados de una u otra forma con el mismo, faltando reiteradamente a la verdad sin que quien así actúa se sonroje por ello. A continuación, paso a señalar, a título ilustrativo, algunas de las mentiras o medias verdades que más se repiten:

Primera gran mentira: el cierre de la Naval supondría la destrucción de 1.200 puestos de trabajo.

La grave situación del astillero de Sestao ha supuesto ya la destrucción de miles de puestos de trabajo. Cientos de trabajadores de las contratas que trabajaban para la Naval (3.000 eran los subcontratados en los momentos álgidos de actividad) perdieron ya hace meses su puesto de trabajo. Estas personas padecían, en la mayoría de los casos, precarias condiciones laborales (sueldos de miseria, contratos eventuales a menudo realizados en fraude de ley, etc.).

Algo similar cabe afirmar de los 4.000 puestos de trabajo de la industria auxiliar directa. Algunas empresas auxiliares han cerrado ya (Ikasalde Box, por ejemplo) y otras se encuentran en una grave situación financiera y su futuro no es nada halagüeño.

La destrucción de empleo se da de una forma silenciosa y el colectivo afectado se queda en la calle sin prejubilaciones, recolocaciones, ni cuantiosas indemnizaciones. El Gobierno Vasco, ZP, los partidos políticos y los sindicatos representados en el Comité de Empresa de la Naval apenas los mencionan.

Segunda gran mentira: los astilleros militares son rentables.

La rentabilidad de los astilleros militares sólo es defendible con cargo a los presupuestos del Estado español. Así, el plan industrial presentado por la SEPI el 7 de septiembre tiene perlas como las siguientes: el presupuesto de Defensa español ha venido registrando incrementos notables en los últimos años; la armada española tiene previsiones de adquisición de nuevas unidades, que permitirían a IZAR consolidar su posición en el mercado, si bien dependiendo de las disponibilidades presupuestarias; se hace por tanto necesario un esfuerzo permanente de reducción de costes para optimizar la utilización de presupuesto de Defensa (...); (...) la armada española tiene unas necesidades estratégicas de mantenimiento de la flota, que se prevén crecientes en los próximos años.

Es decir, que es el bolsillo del contribuyente el que hace rentables los astilleros militares, puesto que los navíos militares se pagan con el erario público.

Tercera gran mentira: los astilleros civiles no son rentables.

La rentabilidad del sector naval, en todas las partes del mundo, radica, no en su rentabilidad directa, sino en que es el motor económico de un gran número de industrias que giran en torno a él y que venden productos de alto valor añadido para construir buques (industrias auxiliares). Asimismo, al explotar los citados buques, las navieras logran grandes beneficios. La rentabilidad del sector naval se deja sentir hasta en el sector servicios. Por todo ello aún hoy se considera un sector estratégico de la economía en la mayor parte del mundo (Corea del Sur, EEUU, Japón, China, etc), y se potencia mediante medidas de protección del mercado interno frenando la competitividad externa (caso de EEUU) y se le dota de cuantiosas ayudas públicas (caso de Corea del Sur y los países asiáticos). Es decir, justo lo contrario de lo que está ocurriendo en nuestro continente, donde la Comisión Europea decidió que en un futuro próximo no se subvencionará más la construcción de barcos.

Cuarta gran mentira: los astilleros asiáticos son más competitivos.

Los países asiáticos conceden subvenciones de diverso tipo a su industria naval (concesiones de subvenciones a la reestructuración, garantías, desgravaciones, etc.), porque son muy conscientes de su valor estratégico, mientras en Europa se regula y limita la competencia interna, que tal vez dentro de unos años no deba ya ser regulada, simplemente porque no habrá astilleros públicos.

Ello hace posible que Corea del Sur, Japón y China, por ejemplo, vendan barcos por debajo de su coste real (lo que se ha venido a llamar dumping). Es decir, fabrican barcos más baratos, pero nadie cuestiona que en cuanto a calidad de los barcos, cualificación de la mano de obra, tecnología y plazos de entrega, los astilleros europeos (entre ellos, La Naval son mejores que los asiáticos, los cuales además están saturados, no pudiendo hacer frente a los pedidos que les llegan.

Quinta gran mentira: La Naval no tiene carga de trabajo.

La SEPI ha estado rechazando ofertas para la realización de contratos con las empresas del grupo IZAR. Así, por ejemplo, en fecha 12 de mayo de este año el director comercial de IZAR, José Luis Moya, instó a la empresa rusa FEMCO, que pretendía contratar la fabricación de grandes buques de mercancías, posponer cualquier nueva reunión o discusión sobre los barcos que estábamos negociando con FEMCO (...) (sic). Todo ello evidencia que el no dotar a la Naval y a otros astilleros públicos del Estado español de carga de trabajo tiene mucho de decisión política, y que lo que se pretende es desmantelar el sector industrial público.

Sexta gran mentira: el PNV se opone a la privatización.

Si el PNV dice oponerse ahora a la privatización del sector público lo hace por un mero interés electoralista. Por desgracia para sus trabajadores y trabajadoras, la Naval se ha convertido en una fuente de posibles votos para los diferentes partidos políticos que aspiran a gobernar en Gasteiz y todos pretenden arrimar el ascua a su sardina.

Sólo así puede entenderse que el PNV se oponga a la privatización, cuando históricamente ha sido el mayor impulsor de políticas privatizadoras en todas las administraciones públicas que ha controlado y controla (Diputaciones, ayuntamientos, Gobierno Vasco, etc.), con la precarización del mercado laboral que ello conlleva. Dos ejemplos gráficos de la actitud del PNV los tenemos con la huelga de las subcontratas del Consorcio de Aguas de Bilbao y con la huelga de las trabajadoras de limpieza del Ayuntamiento de Basauri; en ambos casos ha mantenido una postura contraria a negociar y favorable a la subcontratación y privatización de los citados servicios públicos. Todo ello deja bien claro, para quien quiera darse cuenta, que el PNV apuesta día sí y día también por la privatización de los servicios públicos.

Lo que se escuda detrás de tanta mentira es, en el fondo, una decisión política de desmantelar del todo un sector estratégico para el tejido industrial como es el de la construcción naval. Decisión política que tiene su origen en la Moncloa, pero a la que no se le está haciendo frente valientemente desde Gasteiz.

Desde LAB exigimos la implicación directa de la administración vascongada en la defensa de la Naval y de la empresa pública industrial, en general. La única solución posible para la viabilidad de la Naval, y de otras empresas públicas industriales, pasa por la creación y fortalecimiento de un sector público industrial vasco, que debería tener voz propia en Europa. Asimismo, es necesario poner los sectores estratégicos de nuestra economía al servicio de los intereses económicos, sociales, laborales y políticos de Euskal Herria, y no de Madrid o París. Mientras esto no suceda, los gobiernos estatales no dejarán de desmantelar sectores estratégicos de la economía vasca, a fin de evitar que una posible Euskal Herria independiente sea viable económicamente. Y es que los enemigos de este pueblo saben que no puede haber plena soberanía política sin soberanía económica, ya que ambos conceptos están indisolublemente unidos.


Extraído de Jotake-La Haine
 

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