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Nacionales E.Herria :: 19/07/2014

Si convences de que lo deje a un madero, te daremos un caramelo.

Borroka Garaia
Mientras la clase trabajadora vasca no empiece a ser respetada y no ninguneada, pueden irse olvidando las perspectivas de una “solución” y de una verdadera paz

“Si convences de que lo deje a un madero, te daremos un caramelo”
Evaristo Páramos

Recientemente hemos recibido en Euskal Herria la visita de Powel y McGuinness. Pocas declaraciones, reuniones a puerta cerrada con políticos y el secretismo de siempre. Unos diálogos que parece que transcurren de espaldas a la sociedad que los viven como meros espectadores.

Y es que es difícil no hacerlo de otra forma cuando la teórica base del proceso de paz y de solución simplemente es inexistente, no existiendo tal proceso. Ni de paz ni de solución.

Me hubiera gustado que al menos de las escasas declaraciones pronunciadas se hubiera hecho uso de la sinceridad. Pero no ha sido el caso de ninguno de los actores implicados. Nadie ha dicho que no existe proceso de paz porque los estados español y francés siguen en guerra, no quieren participar en ningún proceso de ese tipo, y en esas condiciones simplemente hablar de proceso de paz es engañar al pueblo ya que un proceso de paz para ser tal, debe contar indispensablemente con todos los participantes del conflicto. Lo mismo ocurre para alcanzar una resolución. Sin embargo nadie tiene el valor para decir las cosas tal como son. Y esto no es baladí, porque para que verdaderamente se produzca un proceso de resolución la primera condición es la aceptación de que a día de hoy no existe. Eso puede quizás dar pie a crear las condiciones para que lo haya. Y mientras que eso no se acepte, el estado español continuará con su estúpido mensaje de victoria guardiacivilesca y “el proceso” no yendo mas allá de una presión a Euskadi Ta Askatasuna de cara a su liquidación militar y política, cuando no de cálculos electorales de la clase política.

Y entrando ya en las condiciones para la resolución al conflicto y la paz, no se puede hacer trampas jugando al solitario. La resolución del conflicto partirá de la justicia o no será tal. Pues paz sin justicia no es paz, ya que la justicia es su condimento indispensable. Sin ese ingrediente se puede hablar de muchas cosas pero no de paz. El proceso debe partir de una base de justicia, y esa no es otra que la democracia real y el ejercicio de los derechos conculcados a Euskal Herria. O lo que es lo mismo; su libre autodeterminación. Sin esa base no hay proceso de paz ni de resolución porque ese y no otro es el origen del conflicto.

Creo que no resulta muy atrevido afirmar que el “proceso” tal y como hoy está construido y concebido difícilmente encamina Euskal Herria a una situación de paz y de libertad. Y es que por mucha buena voluntad que haya, las casas no se construyen por el tejado, y por muy inaceptable que sea para las “gentes de bien”, las jodidas leyes de la lucha de clases y de los pueblos, se cumplen a rajatabla. Es decir, la relación de fuerzas entre oprimido y opresor, la lucha entre contrarios, y no “el consenso”, es lo que desata nudos y crea consensos. O se acepta esa realidad cristalina o tendremos académicos del alelamiento social para rato.

Euskal Herria debe entrar en la agenda internacional. Pero debe entrar precisamente por reconocimiento a su estatus de nación oprimida. Es a partir de ello donde se pueden crear sinergias internacionales que sean eficaces de cara al proceso de liberación, que en sí mismo es un proceso de desestabilización de la opresión, no de normalización política sin justicia nacional ni social.

Y mientras ese proceso de liberación no se vaya reforzando, mientras los estados no empiecen a sentir presión y temor por una ruptura democrática, mientras la clase trabajadora vasca no empiece a ser respetada y no ninguneada, pueden irse olvidando las perspectivas de una “solución” y de una verdadera paz, que se ahogarán en el mismo sitio donde se reúnen políticos con mediadores. Sobre todo si la sinceridad no es compañera de viaje, aunque la verdad duela.

 

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