De Alfonso Sastre para Arnaldo Otegi

Para mí, querido Arnaldo, la más urgente de nuestras tareas (las de quienes estamos “en la calle”) es liberaros de vuestras prisiones a quienes todavía estáis en ellas y traeros del exilio a quienes todavía lo padecéis, saludando, desde luego, con admiración el gran temple ético y la madurez política con que vosotros estáis enfrentándonos a esta situación en términos que yo considero verdaderamente heroicos: con ese admirable heroísmo que sólo se da en la cotidianidad de la vida y que yo estimo muy por encima del que se produce en los actos convencionalmente “heroicos” que solemos aplaudir -y muy justamente, por cierto- cuando se destacan con mucha fuerza en algunos momentos extraordinarios en que emergen figuras de grandes patriotas y revolucionarios.

Pero aquí es sobre todo el día a día, que parece gris, de vuestra lucha silenciosa el que afirma y confirma vuestro heroísmo, y eso es lo que yo quiero destacar hoy, en momentos en que quienes os mantienen en las prisiones y en el exilio no hacen ni siquiera un gesto que pudiera ir iluminando el camino de vuestra libertad, a pesar de que una gran demanda popular apoya ya la necesidad de que en el camino de la paz se promulgue una amnistía general, sin la que, efectivamente, no habrá paz, con todo lo grave que esta afirmación comporta. Hay que tener mucho temple, queridos amigos, para resistir situaciones como ésta sin que salte el resorte de la indignación y de la cólera, y es seguro que si esa deseada paz llega, ello se habrá debido al gran temple (heroico) que hoy aplaudo en vosotros.

Nosotros quisiéramos estar a vuestra altura, o, más bien, llegar a ella, y, desde luego, no descansaremos ni un solo momento mientras no os tengamos al alcance de nuestros fraternales abrazos. Ya hemos dicho en otra parte que nosotros no pretendemos que cuestiones como ésta puedan resolverse de un plumazo, pero sí exigimos que, con el gobierno que salga de las próximas urnas, se inicie un “sistema de libertades” para todos , escalonado quizás, pero, desde luego, muy urgente.

Es un saludo fraternal lo que te envío con esta última palabra: ¡Salud! Hasta pronto en la calle.

Alfonso Sastre