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Nacionales E.Herria :: 07/10/2013

El final del tunel y los hijos de la espiral

Moldizgin gorria
La sociedad vasca actual consume la experiencia histórica de la lucha armada en Euskal Herria a cucharadas, dislocada, sin la necesaria lógica secuencial
"En realidad toda nuestra estrategia política está en función directa con nuestra capacidad militar. Si esto adquiere un nivel muy elevado mediante la extensión de la lucha armada a amplios sectores de nuestro pueblo y un aumento en la complejidad de nuestro dispositivo militar, la perspectiva de una victoria total sobre el aparato de ocupación y explotación implantado por la oligarquía española sobre Euskadi debe pasar a un primer plano. Si en cambio, nuestro dispositivo armado queda a un nivel semejante al de nuestra actual potencia de fuego, las perspectivas políticas deben cambiar. Entonces cobra mayor importancia la idea de lograr arrancar ciertas concesiones a la oligarquía, imponiendo condiciones que, si bien no suponen su derrota total, sí desbordan los límites previstos por ella.” Comunicado de la segunda parte de la VI Asamblea (ETA pm). Aprovecho este momento que la polémica entre el bertsolari y el ínclito excombatiente ha pasado. Y es que desgraciadamente la sociedad vasca actual consume la experiencia histórica de la lucha armada en Euskal Herria a cucharadas, dislocada, sin la necesaria lógica secuencial. Etapa histórica que ahora se narra en función de los intereses de dos Estados que medran, mediatizan y mangonean la realidad vasca, utilizando a algunos exprotagonistas de la pasada actividad insurgente para generar confusión acerca del sentido y los porqués de semejante conflicto político-militar en las interioridades del mundo capitalista occidental. Lo que están haciendo estos exmilitantes públicamente, y por tanto, abierto a la opinión de los demás, no es un asunto nuevo y por lo que podemos apreciar no tiene grandes novedades a este respecto. Usar los sentimientos de hombres y mujeres que en un momento de su vida adquirieron un compromiso para con su nación y lanzarlos después contra todo aquello por lo que lucharon y defendieron sigue dando cierta rentabilidad emocional con la intención de convertirla, por supuesto, en victoria política y sobre todo ideológica. Por lo tanto, la cuestión central aquí no es tratar de cuestionar las explicaciones y los porqués que cualquier exmilitante emplea en la defensa de una posición sentimental que justifique el bajarse de un carro del que, además, tiene todo el derecho de dejar. Nadie que conozca la realidad de este frente de lucha pondría en cuestión los motivos del abandono que puede contemplar un amplio espectro de causas y CASI todas legítimas. Aquí de lo que hablamos se refiere a las formas, las maneras que adquiere ese abandono de un combate tan duro como terrible. Y a partir de este momento de inflexión personal hay diferentes estilos de desistimiento, esto es, desde los que se marchan sin decir adiós hasta los que nos hacen una peineta para mayor gloria del Estado. Es con este último estilo cuando surge la figura del “Damutu”. Para entender lo que significa ser un “Damutu” es muy importante comprender el contenido técnico de la expresión “echar fuera de la Historia”. La permanencia en la Historia tradicionalmente está relacionada con la interpretación de la actuación de cualquier ser humano o grupo de seres humanos como algo que influye sobre la trama del desarrollo del conjunto del proceso histórico. La historia escrita refleja como actuación “histórica” la acción de tan sólo una pequeña parte de los hombres que han vivido un proceso. Es aquella actuación que tuvo un significado de importancia simbólica y que ha jalonado el transcurso colectivo del tiempo, dejando huellas fijas. Esta visión humanista aplicada a toda la humanidad sobre la importancia de cada ser humano, dentro del balance general del tiempo-sentido colectivo, da por supuesto que cada acción y cada autor de la acción son absolutos y existen de manera necesaria. En esta esfera cualquier fenómeno existe porque hace falta exactamente este fenómeno en este tiempo concreto y en este lugar de forma determinante. La figura del “Damutu” por tanto intenta desesperadamente buscar y apropiarse de la “muerte histórica” para la acción que vivió, expulsada de este modo del proceso histórico. Esta forma de abandono y actuación es mucho más asequible en procesos derrotados que en una etapa victoriosa. La figura del “Damutu” es difícilmente entroncable si las cosas hubieran salido tal y como fueron concebidas para vencer. El “Damutu” es la constatación de que no hay perdón sin confesión y es precisamente la confesión la que, tras el repliegue de la violencia armada vasca, pasa a un primer plano de manos del Estado. Una confesión que no se centra en explicaciones ideológicas, racionales o políticas sino que se desliza intencionadamente por la senda de las percepciones sentimentales, subjetivas, heredadas de una situación objetiva concreta. El caso es que “el sentimiento” vuelve de manera renovada de manos de viejos excombatientes para hacernos abdicar, con las mismas revelaciones que en el pasado se lanzaron contra otras generaciones de luchadores mientras las bases de la herencia intelectual y racional de los primeros iniciadores de la lucha armada, van siendo desmontadas y limpiadas en sentido reaccionario por un supuesto, re-orden político que responde a intereses tanto endógenos como exógenos. La involución del individuo y la revisión de la historia por tanto se convierten en necesidad ineludible para materializar la imprescindible claudicación, derribando todas las construcciones conseguidas en el proceso, incluidas las que aún podrían servir. La demolición y demonización a lo que uno perteneció está justificado por la necesidad de suprimir un pasado, lo que provoca un conflicto mental entre lo que se fue y lo que se intenta ser. Seguramente por eso los idealistas subjetivos se vuelven locos más a menudo que los objetivos, sin hablar de los materialistas, a los que en general no afectan los desequilibrios psíquicos. El predominio del Sentimiento Yo discuto con todos, intelectualizo a los militares y militarizo a los intelectuales. José Miguel Beñarán Ordeñana. Argala. Y es que muchos exmilitantes, que ahora se dedican a promocionarse en el campo del arrepentimiento, manifiestan que entraron en las filas insurgentes desde parámetros exclusivamente existenciales y sentimentales y vuelven a adherirse a la misma motivación para que, más allá del simple hecho de dejar una militancia pasada, tratar de acorralar y derrotar a un proyecto histórico de liberación individual y colectivo que sobrevive y al que ahora aborrecen. No se puede negar que el sentimiento de injusticia y su padecimiento es lo primero que une a los oprimidos. En nuestra Euskal Herria, los más entregados apreciaban en la lógica absorbente de la Acción-Represión-Acción, una manera de combatir a fondo la intolerancia del Régimen español ya fuere en su versión totalitaria como monárquica-parlamentaria, un estadio evolutivo que no llega ni tan siquiera a ser democracia-burguesa, escenario político que equivocadamente definía tanto ETA(m) como ETA(pm) tras la muerte del dictador Franco por el mero hecho de que existiera un sistema electoral. Para muchos excombatientes, la actividad militar resistencial continuada era suficiente para transformar una realidad adversa. Pero el sentimiento que dio lógica a la acción más radical, al igual que el enamoramiento, tiene un determinado recorrido y por lo tanto, si se desea seguir, es obligatorio buscar nuevos contenidos que se sometan a la razón puesto que, tarde o temprano, todo queda amarrado a lo impulsivo, al descontrol lleva finalmente a un desastre temporal si la realidad se entiende como algo dialéctico. Transición Vs Transitar “En una fase de fascismo en la que el movimiento de masas era muy reducido, nuestra lucha armada ha jugado un papel claramente ofensivo, de detonador, de factor desencadenante de un proceso en el que, a través de una agudización general de las contradicciones entre las clases y en el interior de la oligarquía, de un progresivo desenmascaramiento de esas contradicciones, se ha producido un fortísimo auge del movimiento de masas. Esta situación ha provocado que la oligarquía ha debido adaptar su estructura de dominación con una serie de mecanismos que llevarán, presumiblemente, a un Régimen de tipo democrático burgués. Esto implica un profundo cambio en las condiciones sociales y políticas, tanto subjetivas como objetivas, constituyendo una nueva fase de la revolución. De acuerdo con dicho cambio, el planteamiento que ha de regir, tanto en nuestra actividad política como nuestra actividad militar, habría de modificarse” Eduardo Moreno Bergaretxe. Pertur. Sentimiento y Razón caminan a veces de la mano, otras veces separados e incluso en innumerables ocasiones enfrentados como es el caso que nos ocupa. Todo ser humano está impregnado de estas dos facetas. Sentimiento y Razón, componentes que nos llenan de manera diferente y en distinta proporción. Uno puede pensar que quizás por ello, sea inútil agarrarse, desde un punto de vista revolucionario, al materialismo histórico exclusivamente como método de análisis racional para explicar un proceso histórico ya que se corre el riesgo de no visualizar las vicisitudes internas, personales e intransferibles de los seres protagonistas de los hechos acaecidos. En realidad, la lucha de opuestos contemplada por Marx, también cubre este supuesto. Por lo tanto, no sólo los impulsos surgidos de las bases materiales forman historia. Historia es también un sentimiento dramático individual que da sentido a lo que haces y que presupone que dentro del Gran Tiempo humano se esconde una intención. Pero hay quien señala que incluso el propio marxismo no puede mantener la pureza de su enfoque materialista y se tiñe de entusiasmo “irracional” cuando habla del papel mesiánico liberador de la misión del proletariado (debe ser herencia de la cultura judeo-cristiana). Todavía Hegel señalaba que el Espíritu universal utiliza a los hombres como instrumentos, implicándolos en la acción a través de sus pasiones, deseos e intereses. Los hombres piensan que están resolviendo los asuntos de su éxito personal y en realidad se convierten en las marionetas del Espíritu universal (Idea). ¿A dónde deseo llegar?… Se ha replegado una insurgencia de 50 años y estos exmilitantes descubren en ellos sus límites personales interiores. Desean cerrar una herida y salir de prisión (aunque esto último lo ocultan) y para ello convierten el sentimiento por el que entraron en la lucha en una posición que genere que la contradicción armada se vuelva contradicción política y se resuelva políticamente en una inversión de la praxis, algo que en mi opinión ya conmocionó a una ETA(pm) debilitada ideológicamente y que fue cancelada por los Zazpikis años después de la desaparición de Pertur a manos del Estado criminal. La espiral acabó encarnándose en la acción que se desarrollaba en el escenario de un teatro bajo la atenta mirada de la negociación. Pero la acción deja cada vez más espacio a la reacción. Pronto aparece la contradicción entre el deseo y la cruda realidad, lo que presupone para el sentimiento, tocar los límites, pero no de una determinada fase, sino del conjunto de la evolución del proceso revolucionario. Los actuales dueños del discurso del arrepentimiento se dan prisa por enseñar sus cartas para desvelarnos que el eterno problema de la actual situación y que atraviesa a toda nuestra historia no es político ni racional, es solamente una enfermedad del espíritu y la figura del “Damutu” es el instrumento encargada de curarnos. Razón Vs Sentimiento “…La táctica del diálogo cuando el Gobierno no está dispuesto a conceder nada, no sirve sino para que la burguesía española gane tiempo y asiente su reforma. Y atención, cuanto más se asiente, más fuerza tendrá y menos dispuesta estará a conceder nada. Hoy la capacidad de lucha pacífica y armada de la izquierda abertzale debe utilizarse a tope en torno a un programa capaz de ser asumido por amplias capas de la población de Euskadi. Nuestra lucha radicaliza la contradicción Ínter-burguesa.” Zutik 69. Febrero de 1978. La filosofía de la dialéctica debía representar la nueva organización del sentimiento para pasarla, en su debido momento, al plano del pensamiento, de la Razón, lo que hubiera permitido dirigir con ánimos renovados la persecución de los objetivos y construir una estructura civilizatoria transparente y democrática. Pero para ello debíamos identificar nuestras incapacidades y límites metodológicos. Nada es permanente, por el contrario, todo es movimiento. Como resultado, esta filosofía lograría estructuras adaptadas que obtienen determinados métodos de análisis y de trabajo con el mundo material: métodos científicos, organizativos, culturales dando entidad propia a esta experiencia emancipatoria, convirtiéndola en un colosal peligro para el orden mundial a pesar de que el derrumbe del sistema socialista se cernía sobre nuestras cabezas desacreditando al marxismo tanto como ideología política como método científico. El socialismo, que se veía a sí mismo como la salida a la fase final del progreso histórico, era ignorado por los nuestros y combatido tanto en el Reich, como en los Estados Unidos. El socialismo en definitiva no representaba, parece ser, una ruptura radical con la historia mundial anterior. Para esta ruptura le faltaba lo principal: superar el criterio liberal de la “buena vida”, el libre consumo de los bienes materiales. Sin embargo, comenzamos a percibir el fracaso del mito del libre mercado y del capitalismo. Los derechos de la clase trabajadora y los sectores populares desaparecen hoy bajo los escombros de la voladura controlada de un sistema de bienestar que ha cumplido perfectamente su función de muro de contención frente a la lucha por la independencia y el socialismo. Hoy la falta de derechos se va multiplicando y ya no encuentra oposición por parte de la protesta ideológica (que prácticamente no existe) o por parte de la nación organizada (está puesta de rodillas). Queda muy poco, solamente acabar con unos cuantos últimos enclaves que intentan reaccionar como pueden al nefasto desenlace de este momento. La civilización capitalista actual ha entrado en la fase de la contradicción fundamental entre sus posibilidades económico-políticas y los objetivos estratégicos civilizatorios de mercado. Hoy las clases gobernantes no piensan invertir los medios proporcionales en la transformación social de la mayor parte de los habitantes de la Tierra y están dispuestas a impedir con firmeza la aparición en el escenario político de las fuerzas revolucionarias. De modo que se nos convierte en un lastre para la nueva sociedad de la información, o en otras palabras, no podemos participar en la creación de su nuevo paradigma informacional siguiendo las nuevas reglas económico-políticas. La democracia burguesa, que antes “aseguraba” la inclusión masiva de la población agraria de Occidente en la sociedad industrial y la fase inicial de la sociedad postindustrial, hoy se convierte en inútil instrumento de desarrollo social y, en consecuencia, será desechada por anticuada. Cosa que ya está ocurriendo ante nuestros propios ojos. Hablar ahora de otra manera, señalar cualquier tipo de desigualdad político-social en esta sociedad políticamente correcta significa el extremismo y hate speech (“discurso de odio”). Te meten en la cárcel. Cualquier intento de denunciar que en la sociedad actual los poderosos no sólo no desean el bien a todo lo vivo, sino que convencidos tienden al mal, se encontrará con tales medidas de fuerza y persecución jurídica, que los totalitarios tiempos anteriores conocidos en comparación con los actuales parecerán de color rosa. El siglo XXI abre sus puertas a una nueva etapa en la lucha de clases, verdadero motor de la historia. El MLNV, si aún existe como tal, debe transitar del sentimiento a la Razón, reconstruirse así mismo bajo premisas revolucionarias nuevas. El “Damutu” intenta impedirlo y por ello emergerá de nuevo, empujado por los Estados, transfigurado para apelar a nuestro sentimiento y hacernos olvidar la Razón, así somos más vulnerables y derrotables. Pero lo que el “Damutu” no entiende es que nunca ha tenido la última palabra. Más allá, el paso del arrepentimiento a la traición es una delgada línea roja. Esperemos que no la traspasen.

 

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