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Nacionales E.Herria :: 08/11/2015

El que no gana pierde

Borroka Garaia
Hoy Euskal Herria no supone un problema para el estado y las debilidades del estado español están relacionadas principalmente con la crisis capitalista

¿Quiere el estado español volver al pasado? ¿necesita y añora el escenario anterior en Euskal Herria? ¿está buscando una respuesta armada?

Para contestar a estos interrogantes lo primero que habría que hacerse es una pregunta histórica. ¿Ha querido y promocionado el estado español la existencia de ETA o ha querido y promocionado su machaque y disolución?. Esta pregunta es importante porque la descodificación estatal capitalista con su efecto de percepción inmediatista (anti-historicista) y pragmático-dogmática, donde solo acaba existiendo el aquí y ahora sin contexto es donde la ventana de la percepción se estrecha hasta que prácticamente no hay ventana.

La estrategia del estado no es de un día para otro ni coyuntural. Las bases de la contrasinsurgencia son la dominación política, la unidad de los esfuerzos, la adaptabilidad, la legitimidad y la perseverancia.
Apartados literalmente extraídos del manual de contrainsurgencia estadounidense para las llamadas guerras de baja intensidad. Desde los primeros años de la existencia de ETA y llegados al 2015 el hilo conductor de la estrategia estatal ha sido continuo para acabar con ETA a todos los niveles incluido el simbólico.

No es casual que en las últimas décadas se han dado acercamientos, negociaciones y diálogo para tratar el conflicto y desde hace unos años ni remotamente y ni hay perspectivas de ello. Indicación absoluta e inapelable de que el nivel de peligro para los intereses del estado está bajo mínimos históricos porque lo primero que hace la burguesía capitalista de cualquier estado cuando en un lugar cualquiera, ve peligrar su estatus y posición de dominio social o nacional es dialogar en primera instancia. Si eso no da frutos a sus intereses implementa una serie de mejoras que seguramente serán lideradas por alguna formación reformista nacional o social. Si la situación sigue siendo insostenible a pesar de todo y el peligro no se esfuma, ciertos elementos  toman el control abruptamente y si es necesario se arrasa con todo.

La táctica moderna contra-insurgente en guerras de baja intensidad, al contrario que en el pasado, no está simplemente  basada en la aniquilación física de la insurgencia ni en la victoria militar frente a ella. La razón se debe a que en muchas décadas y experiencias a lo largo y ancho del mundo llegaron a la conclusión de que esa victoria militar no es posible de una manera directa como en las guerras abiertas con ejércitos regulares. Para vencer a la insurgencia en las guerras de baja intensidad se necesita además vencer a la sociedad , atacarle a ella, principalmente civiles. De este efecto rebote con una sociedad coaccionada, atacada, castigada y flanqueada se espera la derrota de la insurgencia. Es lo que está poniendo en práctica Erdogan ahora mismo con los kurdos, es la táctica israelí con Palestina cuando bombardea Gaza o es la que hemos conocido y conocemos en Euskal Herria durante largos años de ilegalización, “todo es ETA” y persecución política de todo tipo.

El estado español no tiene ninguna razón para volver a una fase que ha superado ya, sino que solo busca su remate y finiquito. Y es que si fuera lo contrario, si realmente les interesaría ahora mismo volver, Sortu o Ernai serían ilegales ipso facto. No dirían como está diciendo el ministro de interior que si ETA se disuelve se acaba la dispersión carcelaria y pondrían unos cuantos muertos encima de la mesa, a poder ser de manera abierta, cruel y directa.

Pero… ahora no les hace falta, les basta con mantener el estado de excepción encubierto, la represión selectiva y la presión a los presos políticos para intentar dar el finiquito, colocar cabezas en picas a la entrada del pueblo como aviso histórico y confiar que las instituciones españolas hagan el resto como en otras experiencias históricas exitosas para ellos lo ha hecho.

En definitiva, el estado español no necesita ni añora el escenario anterior en Euskal Herria porque realmente el escenario no ha cambiado nada en las relaciones de poder reales, la opresión nacional y social es la misma sino peor, y además se han hecho fuertes en la credulidad del oprimido. Hoy Euskal Herria no supone un problema para el estado y las debilidades del estado español están relacionadas principalmente con la crisis capitalista no por ningún tipo de desarrollo del proceso de liberación nacional y social vasco. La preocupación en todo caso viene en como encarar la “amenaza” de que el proceso soberanista catalán pueda llegar a derivar realmente en un proceso de ruptura y como reconducir la erosión de la paz social en el estado tras el ascenso de la lucha de clases, lo cual parece que han hecho bastante bien.

Entonces ¿de dónde sale ese discurso que dice que el estado quiere volver al pasado en relación a Euskal Herria? ¿de dónde sale ese discurso que para explicar la actuación del estado ahora habla de “venganza”?

No se estaba vengando el régimen nazi mediante campos de concentración. Tampoco se vengaban los que mataron al Che Guevara ni los que bombardearon Gernika. No son venganzas las medidas del FMI o el BCE que causan devastación. Ni tampoco lo son las vueltas de tuerca judiciales contra la disidencia política y social. Ni mucho menos la tortura es una mera venganza ciega.

La venganza nunca ha sido moneda de cambio del usurpador. Su accionar en todo momento es fruto de un diseño político estratégico que no es la venganza sino unos objetivos que se encuadran en líneas de actuación más amplias. Someter a pueblos, apuntalar a una minoría rica en el control del poder, amenazar y machacar a la disidencia y mantener la injusticia. En este tablero de juego no se hace nada sin ningún motivo, o por mera venganza, todo es parte de algo. Siglos de dominio no se construyen con venganzas sino con un uso sofisticado de la ciencia fría de la opresión.

Creo que es importante remarcar el papel del término venganza y que significa lo vengativo, porque en los procesos paralelos de sumisión, enajenación y alienación que son requeridos en la aplicación de la ciencia fría de la opresión, no encuadrar la venganza en su justo término puede suponer un corte y despolitización de las causas y efectos, una aceptación inducida e inconsciente de culpabilidad / origen del agravio y una dificultad añadida en el análisis necesario de qué hacen, por qué lo hacen y para qué lo hacen.

De esta manera, cuando la comprensión de lo que un estado hace o deshace se vuelve turbia llegamos incluso al punto de que no se sabe definir qué es el conflicto o desaparece entre nuestros dedos y por tanto imposibilitando soluciones y salidas. El conflicto en Euskal Herria no es “la violencia” tanto de una parte como de otra sino que los derechos de un pueblo están en cuestión y nos están haciendo creer que la violencia de estado es consecuencia del proceso de liberación nacional y social cuando es consecuencia de los baremos en los que se mantiene a Euskal Herria sin derechos.

No es que el estado español no quiera volver al escenario anterior sino que además no entran en los análisis del estado ninguna perspectiva ni probabilidad de ese tipo en la coyuntura actual. Saben desde hace años que ya no necesitan ser los guardianes. No pierden el tiempo, están jugando en otra liga ya. En una liga donde poco a poco se apaga “el conflicto vasco” por inanición y donde se permiten meterlo debajo de la alfombra sabedores de que la misma política que ha impulsado esta coyuntura imposibilita al mismo tiempo que el proceso de liberación nacional y social pueda entrar en ofensiva y que la tendencia hoy es a la estabilidad política en Euskal Herria del estado gobierne quien gobierne. Si es el PNV mejor.

Cómo romper esa estabilidad del estado para que el proceso de liberación nacional y social pueda avanzar hasta ser un peligro real es el dilema no resuelto y la falta de respuestas convincentes y el fracaso de iniciativas de usar y tirar se esconden tras las preguntas del inicio de este post.

El enemigo vuela feliz en este pragmatismo (determinismo) en el oprimido, cuando es preferible ignorar la dialéctica y aletargarse queriendo creer que el presente va bien y el mañana ya está y olvidando selectivamente el pasado revolucionario de este pueblo Euskal Herria al que se le quiere negar “ser”.

Y aquí no hay tercera vía ni tercera solución. O ganamos o no habrá paz y libertad. Empezar a preguntarse qué es lo que queremos. Una Euskal Herria libre y en paz o convivir en el mundo virtual del interclasismo bajo ocupación española y francesa. Necesitamos como agua de mayo una ofensiva política y social que polarice todo lo irreconciliable  mientras que los preceptos, conceptos y procesos (algunos simple humo) se encaminan a neutralizarla al mismo tiempo. Ahí está la mayor contradicción del panorama político vasco que tendrá que ser resuelta a mayor brevedad para desatar la verdadera fuerza que este pueblo puede dar de sí que es enorme e inmensa aunque vaya triunfando la falsa idea de que no es así

 

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