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Nacionales E.Herria :: 22/10/2009

Es hora de tomar el relevo

Euskal Herriko Komunistak
El camino está ya desbrozado y solo queda hacer cumbre. Nuestro es el futuro, EAJ el triste pasado.

Si algo políticamente interesante puede decirse del cincuentenario de la organización Euskadi ta Askatasuna es que, a lo que parece, ha conseguido abortar el proceso de asimilación del Pueblo vasco por el estado español, objetivo básico que pretendía la reforma franquista de la transición o auto purga del sistema capitalista español, que otros denominan democracia española. Desde hace cincuenta años, el movimiento independentista vasco ha sido y es, actualmente también, el sostenedor, en solitario, del movimiento político vasco que concibe Euskal Herria como una Nación con pretensiones de constituirse en Estado, con todas las atribuciones que esto representa. Lucha cruel y dura que ha deparado no poco sufrimiento e incomprensión.

Es por ello que ahora, cincuenta años después y cuando ese pensamiento independentista gana adeptos e ilusiones es cuando, justamente, se abre la encrucijada de dejar a las fuerzas políticas vascas en su conjunto el valor y el honor de recoger ese testigo en pos de obtener, por fin, ese sistema político y jurídico democrático que respete y reconozca la verdadera voluntad política de los siete territorios.

Ciertamente, decíamos que el camino ha estado salpicado de dificultades y obstáculos, propios y ajenos. Los ajenos van de suyo, pues es claro que el imperialismo español en declive no acepta de grado la emancipación de nación alguna bajo su férula. No lo hizo con las colonias españolas en ultramar y no lo va a consentir en lo que considera tierra nuclear española. Pero, con ser ello predecible y, hasta cierto punto, comprensible, lo más perjudicial para la causa de la libertad de Euskal Herria ha sido el comportamiento claudicante y colaboracionista de la propia burguesía vasca. Su actitud lacayuna para con la metrópoli y soberbia y represiva para con su Pueblo es lo que ha caracterizado históricamente a las clases medias vascas cautivadas por el mensaje aranista del fundador del partido jeltzale, mensaje que, sin embargo, ha traicionado casi desde su inicio.

El PNV se ha dedicado en su ya larga historia a pivotar entre sus dos almas, la más cercana a los principios fundacionales y liberadora de aberri y en torno al diario jagi-jagi, y la más práctica, posibilista y furibundamente proespañola de comunión. Luego de la muerte de Franco y sin haber movido un sólo músculo por derribar el oprobioso régimen, de nuevo, la dicotomía entre los independentistas y los autonomistas lleva en definitiva a estos últimos al poder en el EBB y en el propio gobierno vascongado, que han gestionado entre regalías y un buen vivir durante los últimos treinta años, hasta que el Poder central español, incómodo por una gestión delegada infructuosa a su verdadero y genuino fin asimilador, ha recabado para sí la gestión directa del “negocio vasco”, apartando de la gerencia a un incompetente PNV que, si bien ha cumplido en gran parte su papel de zipaio, no ha podido doblegar y entregar en bandeja al irredentismo abertzale.

La fase de Lizarra-Garazi y la última etapa del buenista Ibarretxe han debido de colmar la paciencia del imperio que, sin más preámbulo ha decidido, en palabras del jelkide Egibar, “amputar el cuerpo electoral” vasco para ocupar un Poder ilegítimo con el que reespañolizar la nación vasca. Y en ello se afana actualmente. Francisco López es, por tanto, el virrey usurpador impuesto por el Estado ocupante español para doblegar la voluntad del Pueblo vasco.

Mientras tanto, un PNV noqueado políticamente, trastabilla en la lona incapaz de comprender el golpe recibido. Un partido acostumbrado a gobernar tres territorios durante 30 años y con un presupuesto multimillonario, contempla absorto cómo es desplazado del Poder sin mayores contemplaciones por el neofascismo franquista español, harto ya de fracasar en su primer y básico propósito que, hoy como antaño, sigue siendo el “domuit vascones”.

Y mientras las familias jeltzales lamen sus heridas en los batzokis, amostazados con tanta complacencia para con el gobierno español, otros – Imaz, Urkullu, Bilbao, Azkuna...- insisten en proponer al partido continuar su perruna dependencia española, sopesando perder aún más poder en las ya muy copadas Diputaciones Forales. Porque el miedo cerval de esta casta de instalados en el negocio vasco no es la pérdida, aún lamentable, de la lehendakaritza de Ajuria Enea, sino la estabilidad en las casas-torre medievales en que han convertido las Diputaciones Forales de los territorios históricos. Ya sienten la amenaza de jaque en la de Araba y, si las cosas no cambian, las próximas elecciones forales y municipales de 2011 pueden deparar muy desagradables sorpresas en los demás territorios. De modo y manera que, a la postre, su actitud entreguista, que ellos denominan “responsable”, para la gobernación del gobierno autonómico y del propio gobierno central es una autoayuda -do tu des-, pues ayudando a la aprobación sistemática de los PGE, a cambio de bagatelas doblemente pagadas, reciben el apoyo presupuestario en los Territorios que aún gestionan, y todo ello a riesgo de diluir su proyecto político hasta hacerlo irreconocible, no ya como partido independentista sino siquiera como tímido proyecto nacionalista por etapas.

Por esa razón y no por otra cosa han decidido que debían compartir pancarta y recorrido con las fuerzas abertzales en la manifestación del 17 de Octubre en Donostia. Porque resulta ya absolutamente inaceptable para sus bases esa deriva autocomplaciente y autista de una dirección jelkide incapaz de enfrentar la enésima embestida del fascismo español contra toda libertad y todo signo de afirmación vasca. Un estado que no solo es denunciado por torturas y desapariciones sino que, en el colmo del despropósito, encarcela a dirigentes políticos, por qué y por hacer política y , justamente, para que no sigan haciendo política. Bien parece que el verdadero enemigo del estado español es, justamente, la propuesta política de una gran alianza de abertzales y progresistas para ofertar una solución a un Pueblo, en lugar de la confrontación militar en la que tan cómodo se encuentra, porque lo suyo es la represión. Y porque cualquier observador es ya plenamente consciente del afán reespañolizador de esa cruzada que han emprendido de consuno las huestes socialfascistas de la mano de los neofranquistas sin complejos. Una cruzada que no encuentra límite ni en extensión de áreas afectadas, ni en la intensidad y perdurabilidad de su afectación represiva, ni, en fin, en su propósito de seguir en el Poder autonómico de modo ilegítimo, al punto de que ya pergeñan concurrir conjuntamente, PSE-PP, a las elecciones forales y municipales de 2011.

Y por ello el viejo partido busca conjurar ese terrible desastre intentando mantener a sus bases, a todas ellas, unidas y tras de sí, a sabiendas de que una potente propuesta “de hondo calado” abertzale se está fraguando entre el resto de fuerzas abertzales. El PNV intenta, pues, mantener a sus huestes a salvo de cualquier propuesta seria independentista que le deje con “el culo político al aire”, pues difícilmente puede sostener hoy en día el pacto y la sumisión a un Estado corrupto, antidemocrático y fascista, dispuesto a todo con tal de negar a este Pueblo la palabra y la decisión. Y si antaño esta cuestión quedaba subordinada al “negocio autonómico”, perdido éste y en trance de perder el resto de instituciones, y siendo cada vez más consciente el sector más abertzale y progresista del Pueblo vasco del engaño de todo este entramado posfranquista del que el PNV, no lo olvidemos, ha sido copartícipe y directo beneficiario, busca el aparato burocrático con este golpe de efecto, mantener el ascendiente sobre sus bases, para así conservar las riendas del negocio que es, no lo olvidemos, la razón de su existencia.

Pero ya es tarde para eso. Cincuenta años de lucha han producidos resultados palpables y no es el menor de ellos la asunción por parte de las masas de su conciencia de Pueblo oprimido y la voluntad de desasirse de su opresión. Hoy, como diría el jelkide Egibar, sin duda hay masa crítica para llevar a delante el proyecto emancipador vasco y eso, es evidente, aterroriza al aparato dirigente jeltzale pues advierte que no va a ser él quien dirija la nave hacia el confín libertador. Es hora de tomar el relevo. Muchos gudaris han dejado ya la libertad y aún la vida para que este Pueblo no perdiera su identidad. Ahora toca, por responsabilidad, tomar ese relevo al conjunto de fuerzas políticas abertzales y progresistas, incluidas amplias bases del viejo y podrido partido. El camino está ya desbrozado y solo queda hacer cumbre. Nuestro es el futuro, EAJ el triste pasado.

 

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