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Nacionales E.Herria :: 19/02/2020

La década perdida

Borroka Garaia
La estrategia socialdemócrata de reformabilidad del capital sigue siendo errónea tanto en el siglo XIX como en el XXI.

La década del 2010 que para muchas personas ya acabó y para otras lo hace este año, será recordada dentro de un tiempo como el período donde más se habló de posibles cambios favorecedores y de posibilidades abiertas. Donde parecía que se hacían main-stream los postulados progresistas y a veces incluso hasta revolucionarios. Sin embargo, esta década ha supuesto una amplia derrota del “campo de las ideas” frente a la “realidad material”, demostrando una vez más que en ausencia de variaciones en la realidad material, el capitalismo es el único que puede operar cambios que le favorezcan. Y eso es lo que ha realizado esta década al calor de la denominada crisis, en prácticamente todos los frentes que tenía abiertos. Por lo que no es solo que no se ha producido en casi ninguna parte del mundo ningún cambio que favorezca a la clase trabajadora y los pueblos, sino que se han concatenado uno tras otro retrocesos de todo tipo. Si algo positivo se puede extraer de ello, es que las enseñanzas tan fuertes que nos deja esta década deberían servir para las próximas.

Y es que si bien para la izquierda siempre se ha creído que las condiciones objetivas junto a las subjetivas que se puedan crear pueden provocar un cambio, pareciera que se hubiera olvidado que además de ello, esto nunca ocurre sin la acción determinante. Y cuando a unas posiciones se le borran la acciones determinantes que requieren, todo se convierte en una farsa, o como mínimo en folclore o en un bucle inútil de reivindicación sin resultados. Una farsa que cualquier estado puede absorber, sobre todo con su farsa institucional. El culturalismo sin bases materiales no afecta al capitalismo. El capitalismo puede ser hasta marxista cultural. El mercado puede ser puritano o hedonista, rebelde o conservador, mientras sus estructuras siguen funcionando de igual manera, las relaciones asimétricas de poder se expanden y el consumismo se puede hacer transgresor si hace falta. Las palabras y los discursos se los lleva el viento. Lo que queda es una derrota, aunque todas las derrotas guardan también su contradicción.

En nuestro entorno cercano hemos visto por ejemplo en el estado español como todo un movimiento de masas reivindicativas y en ocasiones combativa que exigían un cambio de régimen, una vez absorbidas institucionalmente quedaban anuladas. Y es hoy el día donde Podemos (junto al PSOE) es el valedor gubernamental de ese régimen, y la puerta de entrada a la integración sistémica. No muy diferente es el caso de Catalunya donde el “procesismo” y gran parte de la clase política dejó KO el proceso de autodeterminación, más incluso que la represión. Y las perspectivas de retomar el camino truncado quedan ya lejos comparado con la absorción institucional integracionista. De igual manera que en casa, la represión dispuesta contra Euskal Herria, abrió las puertas para el anzuelo institucional, y una vez mordido, derrotando y extinguiendo al MLNV para una década de normalización de la opresión y absorción institucionalista.

Son situaciones que se han repetido de una u otra forma en muchos lugares , aunque casi todas teniendo un nexo común, siendo quizás la más relevante , la acontecida en Grecia debido a sus repercusiones durante esta década. A un año del gobierno de Syriza, escribí hace cuatro años los siguientes puntos que en definitiva resumen las enseñanzas que en mi opinión ha dejado esta década perdida, que aunque no son nuevas han sido las predominantes. El cómo atajar estas situaciones y revertirlas será parte de los deberes de la nueva izquierda revolucionaria que resurgirá o ira surgiendo en los próximos tiempos.

– El movimiento popular y obrero que durante años aporta conflictividad y desestabilización abriendo puertas para el cambio social, cuando se llegan a puntos de inflexión y las oportunidades son delegadas y gestionadas por la socialdemocracia institucional, se apaga el movimiento popular y obrero y se pierden las oportunidades.

– El posible retorno al falso “estado de bienestar” y la defensa de derechos de la clase trabajadora en plena crisis estructural no solo no ha conseguido ningún resultado, sino que no lo conseguirá. Ni en Grecia ni en toda Europa. Y se irán apilando cada vez más todo tipo de retrocesos hasta que el capital arranque su ciclo de toma de plusvalía en las condiciones favorables que requiere. Y esas condiciones favorables que requiere son las mismas condiciones que requiere el sistema para sustentarse. Por ello mismo sin un cambio sustancial y estructural del sistema no habrá ya recuperación de derechos sociales por muy progresistas que sean los gobiernos. Pues esos derechos sociales fueron conseguidos en un tiempo y contexto económico que en Europa se fue para no volver. Las políticas keynesianas no pueden tener ya recorrido debido a pasos irreversibles y etapas ya quemadas por el capital.

– La estrategia socialdemócrata de reformabilidad del capital sigue siendo errónea tanto en el siglo XIX como en el XXI.

– Debido a esa irreformabilidad, la estrategia de una “UE diferente” o una “UE social” no sería más que la extensión de un “capitalismo amable”. El resultado es que en su esencia el capital no es diferente nunca y lo que se hace diferente es la izquierda para amoldarse a ello.

– La delegación de las decisiones en grupos académicos o tecnócratas alejados de la calle y de la clase obrera dificulta operar el cambio debido a la credulidad de éstos en cuanto a la verdadera esencia de los estados y el capital. Ellos volverán a sus bufetes.

– No es posible ninguna alternativa o cambio social en Europa sin una ruptura con las estructuras que aseguran el poder de las clases dominantes. No es posible una alternativa sin la salida de la UE y la OTAN. De la misma forma que no es posible una salida nacional de un pueblo oprimido sin ruptura con un estado imperialista y capitalista ya constituido. La lógica del capital es siempre preponderante a cualquier democracia burguesa formal y cualquiera de sus gobiernos.

– Nos encontramos en una situación en la que si no se producen cambios radicales políticos y económicos por fuera de la lógica del capitalismo y del entramado burgués no hay espacio para la recuperación de derechos ni mucho menos para reclamar nuevos avances, enquistándonos en un fase resistencialista de “reclamaciones” que es en la que estamos sumidos en vez de desatar una ofensiva social. Ese resistencialismo y ese keynesianismo es lo que está asentando la pérdida de derechos. Por lo que es fundamental que la clase trabajadora pase a la ofensiva y empiece a construir en otros parámetros no dependientes del capital mediante cambios radicales y acción directa. Si el institucionalismo no acaba de encontrar su función en ese proceso seguirá siendo un elemento inocuo para el capital y al final de anestesia para el pueblo.

– Dado este contexto solo un poder popular y solo un poder obrero pueden ser el ariete que genere el cambio siendo el institucionalismo subsidiario de esos poderes. Revertir el proceso y colocar el institucionalismo delante reduce las oportunidades al mínimo. El transcurrir de los acontecimientos están dando la razón al movimiento revolucionario histórico pero no se acaba de poner en efectivo y a fondo la tarea de desplegar el poder popular y el poder obrero por lo que el fracaso del institucionalismo socialdemocráta no es excusa válida. Sino la inexistencia o falta de efectividad del institucionalismo revolucionario subsidiario del poder popular y obrero.

 

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