La Euskal Herria independiente y confederal
Toda sociedad compleja dotada de Estado tiene componentes dialógicos de jerarquía, polijerarquía y anarquía y también de centrismo, policentrismo y acentrismo. (Edgar Morin MetodoV, pag 221 )
Revindicar lo “propio” frente lo “ajeno”, tiene valor en esas ocasiones en las que lo propio tiene componentes más interesantes que lo aprendido o copiado de otras forma de organización social. Desde esa perspectiva queremos compartir estas apreciaciones.
La forma de organización originaria de Euskal Herria antes de la aparición del modelo ciudad-Estado fue una red de asambleas de valle. Una red que persistió, reinventada en diversas ocasiones, y que tuvo también formas urbanas a modo de asambleas de vecinos calificadas de repúblicas. Algo no tan original como pensamos, porque hasta el siglo XVII existieron en Europa multitud de pequeñas entidades republicanas soberanas. Por ejemplo, en el proceso previo de incorporación del Milanesado a la obediencia imperial, la persona que se nombró así mismo Duque, tuvo que hacer una extraña transición y denominarse “duque de la república de Milán”.
El modelo centralista nunca ha sido el modelo propio de Euskal Herria. Nunca hubo una capital, porque el recientemente llamado “derecho pirenaico” no nace de la expansión de derechos de una ciudad-Estado, ni las cortes, diputaciones y demás instituciones posteriores tuvieron un lugar único de reunión que creara espacios centro-periferia.
Las cortes navarras y el propio rey se movían (por cierto, ambas instituciones basadas en modelos foráneos y antidemocráticos de representación), la llamada a juntas se hacía de forma rotativa. Solo cuando las confederaciones de valle que funcionaban exclusivamente por medio de la expresión oral empiezan a usar el medio escrito, se van convirtiendo en usuales unos mismos lugar de reunión, como fueron Gernika en Bizkaia y Uztaritz en Lapurdi.
Un proceso que además coincide con la imposición por parte de la clase dirigente del castellano y el francés como lenguas de uso para los batzarres. Una norma que excluía a la inmensa mayoría de la población. El grupo dirigente usurpa las asambleas populares que eran abiertas a mujeres y hombres en colaboración con el aparato estatal, sea castellano, francés, bearnés o navarro. En algunos lugares se llegaron a colocar tablones en las anteiglesias para evitar que se oyeran las sesiones. También previamente y desde siglos antes se había sustituido el lugar de reunión, de un lugar abierto al aire libre junto a un símbolo pagano y práctico como es el árbol, por los “arkupes” de las iglesias, la otra gran institución que colaboró a la usurpación, la jerarquización y el centralismo.
En ningún momento se puede hablar de “capital”. La tendencia a centralizar el poder y los servicios en una ciudad en Euskal Herria es sobre todo producto de la revolución francesa, una revolución centralista.
La importación de modelos jacobinos para el proceso de reconstrucción nacional y social de Euskal Herria como república independiente es contrario a un modelo horizontal que resulta más satisfactorio y más apropiado a nuestros modelos culturales y de comportamiento. La creación de espacios centro-periferia lleva a modelos de ocupación del territorio, de oferta de servicios, de infraestructuras que no son compatibles con nuestra orografía, ni con las necesidades sociales, económicas, culturales y ecológicas de la población. Copiar los modelos dominantes de los Estados-Nación de nuestro entorno es volver a repetir los errores del pasado. Los errores de aquellas personas, nobles y ricoshombres del pasado, depredadores financieros del presente, que copiaron modelos contrarios a un sistema que primaba las necesidades sociales a la avaricia personal.
Jaques Berque afirmó: “Occidente deberá beber el porvenir más racional de sus fuentes más telúricas”. Acertada propuesta perfectamente aplicable a Euskal Herria, porque estamos en disposición de poder elegir un modelo propio racional que utilice todos los medios que nos dan las ciencias sociales, humanas y técnicas actuales con la herencia de un pueblo indígena de Europa occidental, para atender las necesidades materiales, psicológicas, sociales y culturales de los habitantes del país.
Inspirados/as en una de las caras de nuestro pasado, para pisar suelo en el presente y poder volar hacia el futuro, nos parece viable hacer una reinvención del sistema político vasco basado en los batzarres, que hoy en día tendría sería un modelo municipalista de democracia radical y participativa, donde las comarcas fueran el marco autocentrado de la vida social, laboral, económica, asistencial, cultural y política de la población. En una Euskal Herria reunida en una república confederal de entidades comarcales (eskualdeak) unidas voluntariamente en un sistema siempre dinámico y conflictivo.
Euskal Herria permanece ocupado por dos de las potencias coloniales que quisieron controlar el mundo en el pasado. Somos uno de esos pueblos que aun no han escapado del sistema colonial y que permanecemos bajo jurisdicción extranjera, minorizados social y culturalmente, dependientes económicamente del nuevo poder internacional financiero y sin resortes legales soberanos que nos permitan hacer nuestro propio modelo de producción y distribución justa y equitativa de la riqueza. Y todo ello, ahora, en la era de la globalización con riesgo inminente de desaparecer como pueblo y cultura.
Solo la soberanía y la independencia en términos del siglo XXI nos sirve para el presente y para el futuro. La viabilidad del proyecto independentista vasco necesita de la integridad territorial de todos los territorios. Y el deber de no discriminar a nadie por razón de nacimiento, afortunadamente nos obliga a no dejar a ninguna persona que quiera ser parte del sujeto de decisión vasco fuera del proceso de emancipación nacional y social. Con ello nos referimos evidentemente, a todas las personas que han venido a Euskal Herria de cualquier parte del mundo; a todas las personas que tuvieron que partir de aquí y forman la diáspora vasca; y a todas la personas que en un proceso dinámico quizás, queden momentáneamente en lo territorial en una zona donde sea imposible formar parte territorialmente de la república soberana independiente.
Udalbiltza, única institución que puede actuar por encima de las divisiones administrativas impuestas por los Estados, puede ser el motor institucional de un proceso popular, participativo, pacífico y revolucionario hacia la soberanía, el cambio socioeconómico y la integridad territorial. En un proceso que tenga en la institución más cercana a la ciudadanía, el municipio y el batzar su marco estructuralizante.