Pensar, aprender, practicar la desobediencia
Han pasado ya varios meses desde que distintos movimientos de Euskal Herria comenzamos a reunirnos. Partiendo desde nuestras preocupaciones “parciales”, nos unía una preocupación compartida.
El desarrollo de nuestro pueblo y la importancia del momento que vivimos desde diferentes ángulos por una parte. En segundo lugar, la necesidad de reflexionar acerca de las actitudes, herramientas y formas de lucha que nos urgen a los diferentes movimientos sociales para poder incidir en esta realidad. Lentamente, fuimos aterrizando nuestras preguntas y deseos en terreno común:
A la hora de entender el devenir de nuestra sociedad a lo largo de las últimas décadas, las resistencias y alternativas planteadas desde el movimiento popular han sido un factor determinante. Hoy, seguimos empeñadas en la lucha por transformar la realidad, entendiendo que cualquier transformación social que se precie, debe tener como eje gravitatorio la implicación y el protagonismo social. Organización y presión popular continúan siendo ingredientes imprescindibles.
Si nuestro arar ha de hacer surco, nos es necesario tener un conocimiento adecuado de la realidad que deseamos transformar. La sociedad vasca se encuentra inmersa en un proceso de cambios profundos, de largo alcance. Por una parte, el desarrollo que está mostrando el conflicto nacional, nos puede situar ante una fase de democratización. Una fase de legitimación y fortalecimiento del sistema político democrático formal y de las vías institucionales. Curiosamente, el obstáculo más importante en este terreno está siendo la actitud de los estados. Pero, al mismo tiempo, vivimos un proceso de desdemocratización. Apoyados en la crisis como excusa, se nos impone un cambio del modelo social: desaparecen los derechos sociales, se dispara la pobreza, y se derogan de facto los derechos civiles y políticos que nos ofrecen herramientas para hacer frente a esta agresión. Lo inevitable del cambio social, nos viene impuesto a su vez por este modelo de vida insostenible que destroza la naturaleza. A todo esto hemos de sumar la situación de corrupción generalizada que aflora ahora en tantas instancias de poder. El sistema político democrático y sus distintas instituciones –partidos, poder judicial, instituciones…- están cada vez más deslegitimadas frente a los ojos de la sociedad.
¿De que manera afecta todo esto al tejido popular? ¿Qué discursos y prácticas debemos impulsar hoy en Euskal Herria los movimientos sociales?
Existe una tendencia generalizada y peligrosa que nos tiene especialmente preocupadas: el protagonismo de la ley como arma y como límite. Tanto para neutralizar todo intento de transformación, como a la hora de acallar y criminalizar disidencias. Los recortes se imponen a golpe de ley; el saqueo de la naturaleza se ejecuta reformando y respetando las normas ambientales; la legislación de excepción, argumentada en su día como respuesta necesaria ante el conflicto armado, no ha sido derogada; la nueva reforma del código penal ahonda notoriamente en lógicas represivas, especialmente en la criminalización de expresiones a nivel de calle. En definitiva, los espacios que posibilitan la ley para la protesta y el desarrollo de modelos alternativos resultan cada vez más estrechos y estériles. A medida que el corsé de la legislación “democrática” ahoga más y más, ¿no se hacen más imprescindibles prácticas y discursos que superen las lógicas “democráticas”?
¿Necesitamos de paradigmas y modelos de lucha que deslegitimen y desborden la legalidad? Nosotras nos respondimos afirmativamente. Y creemos que una de esas herramientas ha de ser la de la desobediencia.
Estas jornadas pretenden responder a esa necesidad. Nuestro principal objetivo es el de adquirir conocimientos que nos sean útiles a la hora de practicar dicha desobediencia. El sábado a la mañana, conocimiento de experiencias desobedientes pasadas; a la tarde, reflexión y debate en torno a las necesidades presentes y futuras, de cara a desarrollar y profundizar dinámicas desobedientes; el domingo conocimientos más “prácticos”, primero de aspectos legales, posteriormente orientados a saber gestionar los momentos de tensión y miedo que sufrimos ante la policía, por ejemplo en los recientes muros populares. No se trata de salir de las jornadas siendo más “listos”, si no de que lo vivido deje huella en las posteriores prácticas militantes de las personas y colectivos que nos acerquemos.
Crímenes de guerra, agresiones a ama-lurra, tortura, aplicación de leyes injustas… Las mayores crueldades e injusticias cometidas por el ser humano a lo largo de la historia, han sido posibles en nombre de la obediencia o gracias a ella. Ante los riesgos del obedecer, la desobediencia bien se merece una oportunidad. Hay también quien considera el desobedecer estéril o incluso un sueño tan bienintencionado como iluso. Pero la cuestión podría ser enfocada de distinta manera. ¿Resulta posible defender la naturaleza respetando íntegramente las reglas de juego de instituciones y empresas? ¿Es factible neutralizar las políticas de excepción, sin pisar fuera de los estrechísimos límites que nos imponen las leyes de excepción? En fin, ¿es posible caminar la transformación social hacia parámetros más justos, cada cual desde su ámbito y maneras, sin desobedecer a la telaraña de normas y leyes construida con el fin de eternizar este injusto orden social?
La desobediencia no tiene propiedades mágicas. Al igual que ocurre con el resto de herramientas de lucha social, cuanto mayor y más adecuado uso de ella hagamos, más eficiente será. Está en nuestras manos por lo tanto. El 8 y el 9 de junio, conspiremos conjuntamente para continuar socializando y afilando esta arma. Animatu! (no es necesario inscribirse para poder asistir).