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Nacionales E.Herria :: 29/04/2011

Soberanía económica y transición hacia el socialismo

Jon Mailua de la Hoz

El autor es miembro de Boltxe Kolektiboa

1.- APERTURA

Resulta curioso que el único estudio sobre la viabilidad económica de una Euskadi independiente –ojo, recalco que es Euskadi, no Euskal Herria o Hegoalde- es el coordinado por Mikel Buesa y subvencionado por el Ministerio de Hacienda. Un libro de casi cuatrocientas páginas titulado “Economía de la secesión. El proyecto nacionalista y el Pais Vasco”, cuya finalidad era “demostrar” empíricamente la catástrofe económica a la que Euskadi se enfrentaría si triunfara el denominado “Plan Ibarretxe”. El libro es del año 2004, y hoy casi puede parecer hasta gracioso el terror que provocaba Ibarretxe y su Plan entre los sectores más duros del fascismo español.

Pero más allá de su carácter coyuntural, y de la fundamentación teórica del libro, lo cierto es que –hay que reconocerlo- tiene importantes cuestiones que deben ser tenidas en cuenta. Insistimos en que el estudio se refiere estrictamente a Euskadi, no a Euskal Herria, pero para las conclusiones a las que trata de llegar, este hecho resulta irrelevante.

El planteamiento o hipótesis de trabajo del estudio es “impecable”, y las conclusiones a las que llegue, resultan en muchos casos irrefutables. Efectivamente, la independencia de Euskadi, desde las condiciones plausibles definidas en el estudio, sería un verdadero desastre económico, macroeconómico y financiero. De hecho, las conclusiones reflejan en sus aspectos más generales, el porqué la clase capitalista vasca, siempre ha sido hostil a cualquier proyecto independentista. Lo paradógico es que este estudio tiene en realidad un “público” equivocado. El capital vascongado y su representante político nacionalista reaccionario, el PNV, nunca se plantearían un proceso independentista bajo las condiciones definidas por estos “economistas de la secesión”. Su desconocimiento de la realidad de Euskal Herria, es abrumador, pero sigamos.

Las condiciones por ellos planteadas, en realidad se resumen en una sola y devastadora, sobre la que construyen todo su “aparato estadístico-matemático”. Resultaría inviable pensar que una Euskadi como Estado soberano, pudiera formar parte de la Unión Europea, ni como miembro de pleno derecho, ni formando parte del mercado libre de trabas arancelarias y de desregulación de movimientos de capital. A partir de esta hipótesis de trabajo, se analizarían las consecuencias siguientes:

-El comercio exterior se resentiría de manera sustancial, al tener que afrontar un encarecimiento de los precios ligados a la existencia de trabas arancelarias. Esto generaría una reducción sustancial de las exportaciones hacia los mercados “naturales” de Euskadi, como son España y el ámbito europeo, al perder competitividad la economía vasca, lo que se traduciría en pérdidas de empleo, reducción de las inversiones, del consumo, etc…

-Se generaría un problema con la moneda. ¿Cómo se afrontaría la salida del espacio euro, creando una nueva moneda (el “eusko” la llaman socarronamente), o funcionando con el euro a pesar de no estar dentro del espacio de la UE?.

-Otra cuestión esencial sería el de una fuga de capitales, ante la nueva situación generada, así como la probabilidad de que numerosas empresas, y entre éstas podríamos decir que Iberdrola y BBVA serían las primeras, se “deslocalizaran”, y se establecieran en el Estado español, con los efectos nefastos que tendría, tanto a efectos de recaudación fiscal, como en la pérdida de empleos y caída de la actividad económica.

-Por si esto no fuera suficiente, el recién nacido Estado vasco tendría que afrontar gastos derivados de su nueva condición soberana (ejército, sistema de pensiones, seguros de desempleo, administración…), así como tendría que compensar al Estado español por las cesiones de patrimonio e inmuebles existentes en el nuevo marco soberano vasco. El argumento sería el de que el actual concierto económico vasco que, lógicamente dejaría de tener vigencia, no compensaría ni con mucho, los nuevos gastos generados. El resultado, un nuevo Estado “fallido” arruinado desde el primer día de su independencia. Este tipo de análisis, es fácilmente extrapolable a cualquiera de las naciones del Estado español, sea Catalunya o Galiza.

La clase capitalista vasca y sus representantes políticos, sean nacionalistas reaccionarios o constitucionalistas, saben que la Independencia implica una amenaza directa a sus intereses, porque éstos siempre han estado ligados al marco estatal español como espacio de acumulación capitalista y a la Unión Europea. Para empezar, Euskal Herria mantiene una extraordinaria desproporción entre el alto desarrollo de su capacidad productiva, y el reducido mercado interior. La estructura económica resultante de esta desproporción, implica una tendencia históricamente consolidada hacia la externalización económica. El alto porcentaje de las exportaciones e importaciones en relación al Producto Interior Bruto, confirma esta desproporción, así como la vulnerabilidad a cualquier transformación política o económica que implicara una reducción de las exportaciones.

El mito nacionalista reaccionario de un Estado capitalista vasco integrado en la Unión Europea, puede ser esgrimido para “atemorizar” al gobierno español y lograr ventajas fiscales en Vascongadas para atraer nuevos capitales y sostener la sofisticada red burocrática y clientelar existente, pero ni es viable, ni es lo que desde una posición comunista esperamos para Euskal Herria.

2.-LAS BASES DE LA INDEPENDENCIA: SOCIALISMO Y DEMOCRACIA

La Independencia como objetivo político de la Izquierda revolucionaria en Euskal Herria, dista mucho de ser una reivindicación “esencialista” o “nacionalista”. Lisa y llanamente, el mito de un Estado vasco dentro de la Unión Europea, no es nuestro. La Independencia, expresa la necesidad histórica de constituir un marco soberano en Euskal Herria, donde la autodeterminación significa romper con el callejón sin salida político y económico hacia el que el capitalismo nos conduce. No somos nacionalistas, si bien consideramos que Euskal Herria es un marco nacional heterogéneo respecto a los Estados español y francés, pero vamos más allá de la reivindicación histórica de Euskal Herria-nación, porque ligamos a la construcción nacional la necesidad soberana de dotarnos de un modelo político, económico y social post-capitalista, con el objetivo del socialismo al final del camino.

La ruptura con el marco de la Unión Europea, es la condición básica para que en una Euskal Herria soberana, pueda desarrollarse una alternativa socialista. Una alternativa socialista, que implica la articulación de una mayoría social democráticamente constituida, dispuesta a legitimar, apoyar y defender un nuevo modelo económico y social. Esta mayoría social, integrada por la clase trabajadora y diferentes sectores populares, es la garantía para poder iniciar una transición que, no nos engañemos, tendrá una fuerte oposición por parte del capital y los sectores sociopolíticos que lo apoyan.

Los riesgos que anuncian los “economistas de la secesión”, los costes de abandonar la unidad española, no son invenciones maliciosas para desactivar movimientos independentistas. De hecho, la primera tarea que debería afrontar Euskal Herria, sería desarrollar los mecanismos políticos, económicos y legislativos para evitar dichos riesgos.

Unos mecanismos que amenazarían de manera directa a las fracciones dominantes de la clase capitalista, y cuya materialización sólo será viable desde la articulación de un nuevo Bloque hegemónico que los legitime y defienda.

Ya hemos sostenido en otra parte, que en la dinámica de globalización neoliberal, la posibilidad de que “los mercados” castiguen medidas reformistas que no traten de romper con el dominio del capital, es un hecho innegable. De hecho aquí estamos hablando de lo mismo. Si en Euskal Herria, no se desarrollaran mecanismos para impedir las fugas de capitales, deslocalizaciones empresariales o se acaba con el poder financiero, no estaríamos siendo serios, ni marxistas. Estos mecanismos deben contener medidas políticas y económicas que transformen las relaciones de propiedad y control del capital, y poner la economía de manera unívoca al servicio de las necesidades de la colectividad.

3.- PRINCIPIOS DE UN PROGRAMA POST-CAPITALISTA

Por “post-capitalismo” entendemos la fase, de duración indeterminada, siempre en función de la dinámica de lucha de clases y de la evolución de la coyuntura internacional, de transición y construcción del socialismo, en la que se articulan y combinan elementos del capitalismo y del socialismo.

No, no hay lugar para alternativas que traten de “humanizar” el capitalismo. Otra cosa diferente, es que en la fase de transición hacia el socialismo como Modo de Producción dominante y teniendo en cuenta que resultaría necesario mantener relaciones forzosas con un entorno capitalista, sea inevitable mantener elementos de la economía de mercado. Esto resulta especialmente importante si se desea “asimilar” al conjunto de pequeñas y medianas empresas que configuran la estructura productiva altamente competitiva de Hegoalde. Consideramos que esta estructura empresarial, podría integrarse en un mercado regulado y a un sistema de planificación y racionalidad económica.

Ahora bien, unos de los pilares fundamentales y garantía de la transformación socio-económica, sería la inmediata nacionalización tanto del sistema bancario, como de los sectores estratégicos de la economía. Por sectores estratégicos, entendemos aquellos que establecen precios de transferencia al conjunto de la economía, como la energía, o los transportes colectivos, o los que resulta inasumible su carácter privado, tales como el agua, las telecomunicaciones, o servicios básicos como la salud o la educación. Este punto es, sin duda alguna, el más conflictivo y el que se encuentra más ligado a una situación en la que la clase trabajadora y los sectores populares, mantengan una correlación de fuerzas favorable que le posibilite acometer medidas de expropiación, nacionalización y socialización del capital y de los medios de producción. Se trata de lucha de clases en el sentido estricto del término.

El sistema económico, con el trinomio producción-distribución-consumo, tendría que ser necesariamente sometido a una fuerte reestructuración con el objetivo fundamental de que Euskal Herria conformara un marco integrado tanto horizontal como verticalmente, de sus unidades económicas. La externalización económica, que ya hemos comentado en un apartado anterior, supone una vulnerabilidad para una economía soberana, sobretodo si tenemos en cuenta que en Euskal Herria, no existen recursos naturales exportables que compensen una balanza comercial deficitaria.

Esta integración horizontal y vertical del sistema productivo, resultaría imposible de materializar si al día siguiente de la Independencia, la fuga de capitales dejara sin recursos financieros a Euskal Herria, por lo que el control de dichos capitales, sea mediante su expropiación o su regulación, sería una de las piedras angulares del proceso. A continuación, pasaremos revista a las problemáticas propuestas por los “economistas de la secesión”, y las líneas desde las que buscar soluciones a las mismas.

a)Comercio exterior

Ciertamente, si podríamos hablar de una política de “sustitución de importaciones”, como rasgo esencial, más aún si cabe si tenemos en cuenta que la reducción de las exportaciones por la ruptura con el marco de la Unión Europea, podría provocar importantes problemas en la balanza comercial. La globalización neoliberal, y el establecimiento de un sistema de precios a escala mundial, en el que dichos precios se fundan sobre condiciones de explotación muy diferentes, supuso el cierre o la adaptación de empresas que “ya no eran competitivas”. La “desconexión” de la economía respecto a dichos criterios de competitividad capitalista y la reconstrucción de sectores de actividad bajo criterios de soberanía económica y política, se impone como una necesidad fundamental. Por ejemplo, la soberanía alimentaria de Euskal Herria, no puede estar sometida a criterios de competitividad económica, sino que su consecución sería parte de la política nacional.

De manera simultánea al proceso de integración económica y de sustitución de importaciones, la inexistencia de recursos naturales o energéticos exportables en Euskal Herria, harían necesario el desarrollo de un sector exportador basado en las “ventajas competitivas” de nuestra economía. El alto grado de desarrollo de las fuerzas productivas, así como la presencia de un marco técnico-tecnológico avanzado, posibilitarían la creación de un sector de alto contenido tecnológico y de alto valor añadido con capacidad de exportación.

Este sector productivo de alto valor añadido, tiene una función muy importante a la hora de:

-Mantener una balanza comercial positiva, que compense el valor de las importaciones.

-Transferir parte del excedente generado hacia aquellos sectores y ramas de actividad de menor rentabilidad relativa, pero necesarios para sostener la soberanía económica.

Desde luego mucho ha cambiado la coyuntura económica desde el año 2004, cuando fue escrito “La economía de la secesión”. Por ejemplo en lo que se refiere al euro, por aquel entonces su existencia era el “santo remedio” a todos los males, y hoy es una moneda en crisis, un verdadero corsé monetario al servicio de Alemania y Francia, que somete a la periferia de la Unión Europea, (Irlanda, Portugal, Grecia, España…) a los intereses del verdadero “núcleo duro” de la Europa del capital. Incluso desde la economía burguesa, ya no se rechaza de base la posibilidad de recuperar la soberanía monetaria para poder acometer políticas nacionales de salida a la crisis actual, ligando las condiciones económicas de cada realidad nacional al valor real de una moneda propia.

El problema para una economía de tamaño reducido como sería la de Euskal Herria, es el derivado de una balanza comercial deficitaria, que implicaría un problema a la hora de defender el poder adquisitivo de una moneda débil en los mercados internacionales y los ataques especulativos que podría sufrir. Una moneda propia, posibilita tener márgenes de maniobra para establecer políticas monetarias que impliquen devaluaciones o revaluaciones en función de las necesidades económicas, y la existencia de una reserva fuerte de divisas de peso, como euros o dólares, derivada de un superávit comercial.

Pero que el bosque no nos impida ver los árboles. Indudablemente, la estabilidad macroeconómica, la viabilidad productiva y la sustentabilidad de un marco económico soberano, son elementos determinantes, pero no dejan de ser instrumentos y mecanismos para las condiciones de posibilidad de una alternativa cuyo objetivo es la superación del capitalismo y, en el corto-medio plazo, resolver los principales problemas generados por la ofensiva de las fuerzas del capital.

No creemos equivocarnos demasiado si afirmamos que cualquier militante revolucionario, sea socialista o comunista, tiene claro lo que “debiera” ser un modelo socialista, por lo menos en sus elementos centrales: propiedad social de los medios de producción, planificación económica, control público de los resortes de las políticas económicas, etc… Sin embargo, existe cierta tendencia a “pasar por encima” de la fase de transición, de lo que hemos denominado post-capitalismo. El socialismo se articula desde los mecanismos políticos, ideológicos y económicos que estructuran, dan forma y explican la propia transición hacia él mismo. Ciertamente es más cómodo hablar de cómo nos gustaría que fuera el socialismo, que afrontar las condiciones reales de su materialización, y la formulación de respuestas concretas y de carácter inmediato a las principales problemáticas sociales, económicas y ecológicas del modelo capitalista.

El objeto de este escrito ha sido esbozar un principio de debate acerca de la problemática de la transición al socialismo. Una problemática que podemos definir en torno a tres ejes de reflexión:

1º No se puede definir y plantear un modelo económico socialista “cerrado”.

Cualquier vía nacional hacia el socialismo, deberá partir de un hecho a todas luces evidente, como es el de la necesaria relación forzosa con un entorno capitalista, con las consecuencias que esto tiene. Consecuencias aún más acusadas si hablamos de Formaciones sociales como Euskal Herria, con un sistema productivo deficitario en materias primas y energía, y dependiente de los mercados externos, debido a la desproporción de la capacidad productiva instalada y el reducido tamaño del mercado interior. De manera simultánea a esta relación forzosa con un entorno capitalista, es necesaria una “desconexión” respecto a los mercados y la legalidad vigente, con el objetivo, precisamente, de avanzar hacia el socialismo.

2º El socialismo debe asumir como características propias la competitividad y la eficiencia productiva.

Esta relación forzada con un entorno capitalista, nos somete a una lógica de costes y de competitividad que el socialismo debe ser capaz de afrontar con éxito. Lo que es “coste de producción” para un capitalista y pérdida de competitividad, desde una lógica socialista resultarían necesidades básicas que deben ser asumidas por el sistema económico. Así, asegurar la igualdad salarial entre hombres y mujeres, debate y control de los trabajadores sobre los ritmos de producción y humanización de las relaciones en el entorno de trabajo, garantizar una seguridad e higiene en el trabajo, etc, pueden ser elementos que para los capitalistas, representen indudables pérdidas de competitividad, pero para el socialismo, son medidas esenciales que deben transformarse en garantías de productividad y eficacia. Tengamos presente que en el mercado global existente, el valor de las mercancías reflejan condiciones de explotación radicalmente distintas, con unos precios de producción establecidos a nivel mundial, que pueden estar basados en la utilización de fuerza de trabajo en condiciones de esclavitud, de explotación laboral infantil, etc…

En realidad no se trata de un debate nuevo. Existen antecedentes, y muy valiosos, en las discusiones mantenidas por economistas soviéticos en la, por entonces, recién constituida Unión Soviética de principios de los años 20 del pasado siglo. Préobrajensky, economista soviético, escribió en el contexto del aislamiento al que la Revolución de Octubre fue sometida por las potencias capitalistas:

“Si se aplicasen a la URSS los precios existentes en el mercado mundial, los dos tercios de nuestras industrias se verían eliminados a causa de (…) su carácter no necesario desde el punto de vista de la división internacional del trabajo basada en el capitalismo” pero, según subrayaba, el problema se plantearía de manera similar en cualquier otro país mientras la revolución socialista no hubiera vencido en los países más desarrollados.”

3º El mercado se subordina a la planificación y al logro de objetivos políticos.

Por otra parte, el socialismo debe establecer objetivos necesariamente políticos a los que la dinámica económica debe subordinarse, y que desde una lógica de mercado sería directamente inviable. Por ejemplo, el cumplimiento de unos derechos sociales fundamentales y universales, el modelo energético en función de la preservación del medio ambiente, la apuesta por un consumo sostenible, la participación colectiva en las asignaciones presupuestarias de las diferentes administraciones públicas, etc… El mercado automáticamente dejaría de ser un mecanismo de regulación social y económico de regulación social y económico desde esta perspectiva.

 

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