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Nacionales E.Herria :: 16/05/2014

Tenemos que estar en Europa, sí, pero no necesariamente en la Unión Europea

Boltxe Kolektiboa
Tenemos que trabajar para destruir la Unión Europea, para ello es necesario trabajar para conseguir una alianza de izquierdas revolucionarias europeas

El 25 de mayo se celebrarán las elecciones al Parlamento Europeo. La campaña ya ha empezado oficialmente, pero hace tiempo que oficiosamente ya se publican artículos sobre dichas elecciones.

La tónica general en la mayoría de los artículos es plantear que la Unión Europea ha cambiado, que el Parlamento Europeo es una institución democrática, lo que casi democratiza el conjunto de las instituciones europeas, y que desde dentro se puede cambiar la Unión Europea para que sea una unión de los pueblos de Europa, pero las instituciones de la Unión Europea están ampliamente deslegitimadas ante amplias capas de la empobrecida población trabajadora europea debido a que han comprendido que la actual crisis tiene hondas raíces en la actual Unión Europea.

Estos artículos, aunque algunos se presenten con un cierto aire crítico e izquierdoso, lo que realmente hacen es difundir la idea de que la Unión Europea es algo necesario, escondiendo su verdadero carácter en tanto que centro de decisión de los capitalistas europeos, alabando su política imperialista.

Hay que tener presente cuando hablemos de la Unión Europea que su inicio (la CECA) fue una asociación de Estados capitalistas europeos (Francia, RFA, Italia, Bélgica, Luxemburgo, Países Bajos) que se unieron para intentar salir de la situación desastrosa, económicamente hablando, en que se encontraba Europa occidental después de dos guerras devastadoras, sobre todo de la Segunda Guerra Mundial que dejó esa Europa totalmente arruinada. No debemos olvidar que el gran beneficiado de las dos últimas guerras mundiales fue Estados Unidos que aunque intervino sus fronteras se hallaban a miles de kilómetros de los hechos, además del fenomenal negocio que representó la venta de armamento a sus «aliados». La «ayuda» de Estados Unidos a la reconstrucción de Europa, el plan Marshall, significó igualmente que Europa quedaba atada económica y políticamente a Estados Unidos.

Tampoco podemos olvidar que paralelamente se da lo que se llama «guerra fría» y que a Estados Unidos le interesaba que Europa occidental se uniera y hiciera frente no solo a la URSS -que también- sino a todas las masas que a consecuencia de las experiencias de lucha de la Segunda Guerra Mundial y al amplio poder que poseían después de la victoria contra el fascismo apostaban por el establecimiento del socialismo en Europa.

Lo que nunca se plantearon las burguesías europeas, que pudieron mantener sus Estados gracias al apoyo del imperialismo yanqui, es una Europa social, ni una Europa de los pueblos.

Las contradicciones entre los diferentes capitalismos se habían solucionado, hasta ese momento, a través de guerras cada vez más cruentas, sobre todo después de la Primera y la Segunda Guerra Mundial en las que la violencia y destrucción habían llegado a niveles insospechados hasta ese momento. Pero también había el peligro de que los pueblos de cada Estado decidieran, ya que estaban armados, atacar y acabar con «su» Estado capitalista. Pasó en la Primera Guerra Mundial, tuvo lugar la Revolución Bolchevique, la revolución alemana (derrotada). Pudo haber pasado en la Segunda Guerra Mundial puesto que la burguesía había perdido gran parte de su poder, puesto que la lucha contra el ocupante alemán estuvo, fundamentalmente, en manos de militantes comunistas. Y no pasó porque el reformismo ordenó a sus militantes armados que entregaran las armas a sus enemigos de clase, a los capitalistas. Y a partir de esa aceptación, la posibilidad de una unión europea de los trabajadores y de los pueblos, se acabó.

El capitalismo campó a sus anchas. Se reorganizó económicamente y militarmente, creando un centro de poder, con la ayuda económica y militar de Estados Unidos, quien jugó durante treinta años, y todavía juega, el papel de centro económico y militar del mundo en tanto que centro imperialista, mientras que a la Unión Europea le ha quedado el papel secundario, el de ser el ayudante del gendarme mundial. Ese papel lo ha podido jugar sin problemas y de forma placentera mientras sus intereses no chocaran frontalmente con los intereses de Estados Unidos. Actualmente, podemos ver en el enfrentamiento con Rusia en Ucrania que a ciertos sectores de la burguesía europea y alemana no le interesa ese enfrentamiento, pero de momento acepta jugar el papel que le marca Estados Unidos que ha decidido que la defensa de su seguridad nacional pasa por las fronteras de Rusia, a miles de kilómetros de sus fronteras reales, y que quiere extender sus tentáculos, con la ayuda de la Unión Europea, a los países del Este, rodeando Rusia y China con el objetivo de controlar y finalmente destruir a todos aquellos poderes económicos emergentes, fomentando si hace falta para ello un régimen nazi-fascista como el que actualmente gobierna Kiev.

Pero al hablar de la Unión Europea no solo hablamos de ella, sino también de la OTAN, la otra gran herramienta de los Estados Unidos en la que están todos los países que constituyen la Unión Europea más muchos otros países capitalistas, pero sobre todo está Estados Unidos que es quien utiliza la OTAN para sus intereses imperialistas, haciendo que intervenga, con el beneplácito de la ONU o sin él, en los conflictos militares en los que se embarca.

Está claro que la Unión Europea no ha defendido nunca ni defenderá los intereses de los pueblos ni de la clase trabajadora. Los ejemplos no faltan, sobre todo desde la explosión de la crisis estructural del capitalismo. ¿Quién ha pagado y está pagando esta crisis? La clase trabajadora. Las decisiones tomadas por la Unión Europea e impuestas a los Estados más débiles nos muestran claramente qué intereses defiende. No es cierto que se puedan cambiar las políticas de agresión de la Unión Europea contra la clase trabajadora ni contra otros pueblos. La historia y la praxis nos ha demostrado continuamente que es imposible cambiar lo verdaderamente importante desde dentro del sistema capitalista. El problema tampoco es el euro en sí, aunque se vuelva a la peseta, al franco, aunque se creen monedas locales, si se continúa en la Unión Europea, se continúa dentro de un centro capitalista, independientemente de la moneda en que se paguen las mercancías.

La Unión Europea no se puede reformar desde dentro, no se puede incidir para que hayan decisiones que favorezcan a la clase trabajadora, decisiones en favor de las naciones oprimidas por Estados que están en la Unión Europea, y menos si estas naciones en su lucha unen independencia y socialismo. La burguesía nunca ha regalado nada a la clase que explota; solamente la lucha, la organización, la utilización de todos los métodos de lucha necesarios, ha conseguido arrancar algunas migajas al capitalismo. Las instituciones capitalistas están para ser destruidas.

Si se va a las instituciones burguesas, ya sean las nacionales o las europeas se tiene que tener presente lo que decía Rosa Luxemburg sobre este tema:

«El terreno de la legalidad burguesa del parlamentarismo no es solamente un campo de dominación para la clase capitalista, sino también un terreno de lucha, sobre el cual tropiezan los antagonismos entre proletariado y burguesía. Pero del mismo modo que el orden legal para la burguesía no es más que una expresión de su violencia, para el proletariado, la lucha parlamentaria no puede ser más que la tendencia a llevar su propia violencia al poder. Si detrás de nuestra actividad legal y parlamentaria no está la violencia de la clase obrera, siempre dispuesta a entrar en acción en el momento oportuno, la acción parlamentaria de la socialdemocracia se convierte en un pasatiempo tan espiritual como extraer agua con una espumadera. Los amantes del realismo, que subrayan los “éxitos positivos” de la actividad parlamentaria de la socialdemocracia para utilizarlos como argumentos contra la necesidad y la utilidad de la violencia en la lucha obrera, no notan que esos éxitos, por más ínfimos que sean, sólo pueden ser considerados como los productos del efecto invisible y latente de la violencia».

En Euskal Herria, hemos comprobado que la participación de la Izquierda Abertzale en las instituciones burguesas no tiene nada que ver con la frase de Rosa Luxemburg, sino todo lo contrario, sobre todo en los últimos años. Pensamos que para participar en el Parlamento Europeo se debería tener muy claro qué es lo que queremos y para qué vamos. ¿Vamos para denunciar a fondo la política del capitalismo europeo, su imperialismo agresivo, es decir, la propiedad privada, que es el fondo lo fundamental contra lo que tenemos que luchar? Si no nos lo planteamos desde este punto de vista no vale la pena ir, si lo que se quiere es entrar en el juego parlamentario para cambiar la Unión Europea, mejor no votamos.

Tenemos que estar en Europa, sí, pero no necesariamente en la Unión Europea. Tenemos que trabajar para destruir la Unión Europea, para ello es necesario trabajar para conseguir una alianza de izquierdas revolucionarias europeas que sea una base para construir una Europa socialista de pueblos y trabajadores.

Boltxe kolektiboa
Euskal Herria, 15 de mayo de 2014

 

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