Uruguay. A 29 años de la Masacre del Filtro, las calles de Montevideo se llenaron de solidaridad
Foto: Norma Morroni encabeza la marcha recordatoria de lo ocurrido frente al hospital Filtro.
A 29 años de la Masacre del Filtro, otra vez las calles de Montevideo se llenaron de manifestaciones de solidaridad internacionalista uruguaya-vasca (fotos y videos)
A 29 años de los asesinatos del Hospital Filtro, este jueves 24 de agosto jóvenes y no tan jóvenes marcharon una vez más en reclamo de justicia y en denuncia de la responsabilidad del Estado. “La represión es la ley de los Estados”, mientras que “la resistencia es el fuego de los pueblos”, decía la pancarta que encabezó la movilización. Detrás de ella, un grupo de cientos de personas, con banderas del sindicato del taxi, el gremio de estudiantes del liceo Zorrilla, la asociación de funcionarios de la Universidad de la República, entre otras organizaciones sociales. Como todos los años también participaron jóvenes vascos de la Brigada de la Organización Internacionalista Askapena, que llegaron desde Euskal Herria para mostrar su agradecimiento a la lucha del pueblo uruguayo que generó masivas manifestaciones solidarias por la causa de los presos políticos vascos.
Todos ellos y ellas recordaban una vez más los graves hechos represivos ocurridos hace tres décadas cuando miles de uruguayos y uruguayas pusieron el cuerpo para intentar evitar que militantes vascos fueran extraditados a las prisiones españolas. En esos hechos, donde la multitud fue golpeada, gaseada y baleada, dos militantes populares fueron asesinados: Fernando Morroni y Roberto Facal. Desde ese día todos los 24 de agosto, la convocatoria a revitalizar la memoria se repite, así como la presencia de Norma Morroni, madre de Fernando y luchadora sin igual contra la impunidad.
A 29 años de la represión en el ex hospital Filtro se realizó la Marcha.
Acompañando como todos los años a la madre de Fernando Morroni y también en representación de Roberto Facal, ambos asesinados por la policía.
Convocaron más de 25 organizaciones que no olvidan, junto a una pequeña delegación de Jujuy (Argentina) y otra Vasca.
Fotografías Martha Passeggi
Habla Norma Morroni,
Marcha del Filtro, en Bulevar Artigas (24.08.2023). Foto: Mara Quintero (La Diaria)
Incombustible madre de todes les que luchan: Norma Morroni
Habla Brigada de Askapena_
por Bichos Políticos
También se hizo presente una delegación de Jujuy.
Brigadistas vascos y vascas de Askapena
Comunicado de la organización internacionalista vasca Askapena, dado a conocer en Montevideo en este 29 aniversario del Filtro
Nos repiten mil veces por TV, por internet, desde los partidos institucionales, y repetimos por las redes
sociales, en conversaciones de taberna, que la extrema derecha, el fascismo, los nazis se están empoderando significativa y peligrosamente en todo el mundo. También en EH nos enfrentamos a esta postverdad.
El autoritarismo siempre ha existido, allá y aquí, unas veces escondido debajo de las piedras, otras invisibilizado por su prescindibilidad, ahora el Capital lo necesita otra vez en los medios y en las calles. La extrema derecha es intrínseca y consustancial al Capital. No se crea, no se construye, solo se renueva según las necesidades y el “ordeno y mando” del Capital.
Sin embargo, ¿no será que en realidad todas las sociedades de la civilización capitalista e imperialista han sufrido una deriva en bloque hacia la derecha y dejado vacío el espacio de la izquierda? La socialdemocracia hoy es meramente capitalista-liberal, porque las condiciones para poder reformar el mundo, los Estados y gobiernos han sido eliminadas por el Capital. La izquierda utiliza su discurso radical en ciertos resquicios de libertad de expresión que deja el mercado del marketing proselitista solo mientras garantice que nunca habrá acción coherente con estos discursos y promesas. La izquierda revolucionaria no existe, pero haberla, hayla, como las brujas y los fantasmas.
Frente a esto, valoramos que hay y habrá solo dos opciones:
Una, por ahora aparentemente hegemónica, hacer de la lucha una mera representación teatral para ser consumidos, digeridos y defecados por el Capital. Es decir, hacernos un hara-kiri político y cometer suicidio ideológico colectivo, aceptar la asimilación con individualizada paz interior, religiosa resignación masiva o alienada indignación cínica, y votar democráticamente el mal menor.
O dos, aceptar las consecuencias de la lucha contra este escenario dantesco que inexorablemente significará sufrir represalias, sacrificios, exilio interno y externo, presos y presas políticas, tortura, muertes …. Pero todo ello no es para mejorar nuestras condiciones de vida, sino para posibilitar a alguna futura generación la victoria definitiva sobre el Capital: su aniquilación. No existe atajo alguno ni hoja de ruta alguna para acuerdos de paz, reconciliación, coexistencia o supervivencia de la humanidad con el Capital.
Qué hacer ante un Estado que no cumple con su supuesto único cometido: garantizar las necesidades básicas de su población y de sus futuras generaciones. En Euskal Herria no tenemos Estado que cumpla. Aquí, en el Uruguay, considerando la producción y distribución de alimentos y la deficiencia de agua saludable, tampoco. Si el Estado y gobierno cumple más con el Capital y sus poderes fácticos que con la población, solo queda el derecho a la rebeldía organizada: la objeción de conciencia, la desobediencia, la insumisión,… y la construcción de otro Estado popular con el cual cumplir. Para ello y para defender al nuevo Estado solo cabe desarrollar la solidaridad de clase y el internacionalismo revolucionario.
Valga citar la consigna de “crear uno, dos, tres … y mil Vietnams”, pero sin recortarla. Lo que escribió el Che: “¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!”
Por eso:
¡Viva la memoria histórica!
¡Viva Fernando Morroni y Roberto Facal¡
¡Viva la ternura internacionalista entre todos estos pueblos!
Hamaika Herri Borroka Bakarra!
Askapena, organización internacionalista de Euskal Herria
Euskal Herria, 24 de Agosto de 2023
_________________________________
Memoria
24 DE AGOSTO DE 2023, A 29 AÑOS DE LA MASACRE Y CON LA MEMORIA INTACTA.
Carla CoutoAgo 21, 2023, DDHH, Portada
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Este texto que transcribimos es parte de una recopilación de información e investigación realzada por Plenaria, Memoria y Justicia con motivo del décimo aniversario de la masacre del Filtro. HOY A 29 AÑOS DE LA MASACRE SIGUE SIENDO VIGENTE Y ES MEMORIA ACTIVA DEL COMPAÑERO TRABAJADOR DE LA UDELAR ROBERTO FACAL Y DE FERNANDO MORRONI CAIDOS EN LA MASACRE DEL 24 DE AGOSTO DE 1994.
«MASACRE DE JACINTO VERA
NO TE DEJES ROBAR: LA MEMORIA
Bajo el segundo gobierno después del pacto del club Naval, Lacalle y Gianola van a
ordenar una sangrienta represión. Con asombro vivieron los participantes del aquel entonces la
noche del miércoles 24 de agosto. Había sido un día soleado. Espléndido. El sol calentaba sobre
Bulevar Artigas, pero los ánimos eran confusos una mezcla de impotencia rabia y desazón
increíble.
La gente sentía que debía estar. Que debía dar solidaridad. Que el Asilo de los vascos
presos era como revivir una década atrás la exigencia de la libertad de los presos políticos.
Similar reacción popular había tenido el desafuero de Araujo y la indigna Ley de caducidad. La
gente volvió a sentir que “hacía falta”. Y allí se hizo presente más allá de la prédica y
convocatoria de radios y organizaciones el sentimiento de un rol a cumplir, estuvo presente. Se
habían desarrollado desde la detención de los vascos en 1992, una serie de movilizaciones de un
cierto alcance popular que hizo posible que amplios sectores estuvieran presentes.
Diversas organizaciones entre ellas el PIT-CNT, FUCVAM y el FA terminan convocando a
participar, llamando a paros y marchas. Sin dudas estos hechos, la prepotencia del gobierno, la
propaganda terrorista había surtido el efecto participativo que solo la conciencia de la gente ante
la dictadura pudo desencadenar sensibilizando a amplios sectores que con posterioridad se van a
sentirse auto convocados, aunque las organizaciones que por ese entonces convocaran se auto
criticaran y declinaran volver a movilizarse organizadamente para repudiar la masacre
desencadenada.
Una enseñanza más que la gente nos da para considerar hoy. Cuando la gente siente que
protagonizó los hechos, la gente está para reafirmar su rol, para asumir errores y aciertos. Más
allá de la necesaria autocrítica que deberán hacerse algún día aquellos que llamaron a la gente a
resistir. Por como lo hicieron. Por como actuaron cuando la represión se desencadenó contra la
gente indefensa y que hoy, sin haber oído nada al respecto bajan todas las banderas.
Los hechos se producen en un marco electoral, como lo es el actual.
Habría que tentar responder por qué lo hicieron. No había dificultad para extraditar a los
vascos. Podían cumplir perfecto con la sumisión económica con España. Le pagaban armamento
y ambulancias con la entrega de tres vascos y la expulsión de una vasca. Dando al mundo un
mensaje más que claro de una represión coordinada a nivel internacional. Pero fueron más allá,
a la corona española le entregaron la sangre de muchos uruguayos, la vida de Roberto y
Fernando, la muerte cerebral de un joven, que además de dejarlo así lo matan socialmente
porque su familia, militares ellos, lo mantienen en el más hermético silencio favoreciendo en el
anonimato a los asesinos. Aún a costa de las condiciones de vida que le legó Lacalle y Gianola
para su propio hijo. ¡Si será miserable la impunidad!
La situación con los vascos se remonta a abril de 1989, en el marco del Plebiscito de la ley
de Impunidad, Julio Maria Sanguinetti da el visto bueno a la represión, autorizando la
investigación y seguimiento a los vascos, de los servicios de inteligencia española en nuestro
país.
En Octubre de 1989 este grupo de inteligencia español, autodenominado “Comando Lavalleja” y
apoyados por policías uruguayos, secuestra y tortura a Antoni y Artze. Buscando conexiones
con la ETA. Los liberan amenazándoles de que no hablaran. Cuando se conoce el hecho Andrés
Ramírez, no sabe nada. Ni se encuentran a los responsables. Esta pareja, tiempo después se
traslada a Francia donde son detenidos nuevamente, sospechándose que son los servicios
uruguayos quienes aportan su paradero a los esbirros españoles. El operativo internacional
contra el llamado terrorismo esta en marcha. En décadas anteriores existió un Plan Cóndor que
habilitó la intervención en el Río de la Plata contra los luchadores sociales, se habilita la
búsqueda de aquellos que los imperios determinan como terroristas. Habilitando torturas,
muertes, masacres, invasiones.
A cinco años del bajón que significó el Plebiscito de abril de 1989, vencido el voto verde,
la gente siente que puede pelear por los derechos humanos y va a ser la huelga de hambre de
los vascos, pidiendo vivir en Uruguay, y ante al amenaza cierta de torturas y cárcel en España,
la que va a motivar esa reacción única en el mundo que se produjo en agosto de 1994. La
defensa de esos derechos pasa por encima de toda la prédica de que los vascos eran terroristas.
Por encima de eso se reivindicó la defensa de tres personas que también defendían su derecho
como vascos y como seres humanos a vivir en libertad.
Los que estuvimos en la vigilia en torno al Hospital Filtro sabemos que por allí pasó la
sensibilidad de un amplio sector de la población, que no quería más represión y se les mostró
por parte del Estado que los aparatos represivos están incluso dispuestos a matar a cualquiera.
La represión indiscriminada es la mejor herramienta para hacer retroceder la participación de la
gente. Y con ello llevar a su lugar a aquellas organizaciones que obligadas por la presencia en
las calles de mucha gente convocaron y se sumaron a la misma. La reacción de la Mesa
Representativa del PIT-CNT al otro día mismo votando por mayoría que había sido un error la
convocatoria el día 24 en el Filtro es un claro ejemplo. Todos estamos en la mira, si te salís del
blanco, no te toca..
Ningún contacto con las medidas de los radicales. Ningún acto que alerte a los aparatos.
Quedémonos fuera del accionar que profundiza aunque este mueva a miles. Valoraron ese día
cuando velábamos a Fernando y Roberto como un error la convocatoria que movilizó a más de
20 mil personas. Eso es el retroceso. Ese era parte del objetivo de la represión. Moderar las
convocatorias.
En reconocimiento a que las 9 marchas, en estos 10 años de retroceso la han sostenido
pequeñas organizaciones de DDHH, en reconocimiento que han sido estos núcleos, muchas
veces subestimados por las soberbias partidarias, los que apoyados por también pequeñas
organizaciones políticas los que han hecho posible el sostenimiento de esta memoria y de esta
lucha y que son también estos sectores los que están hoy convocando a 10 años a la
reafirmación de la pelea, contra el olvido y el punto final que se quiere poner a esta represión,
estamos convocando a la décima marcha el día martes 24 de agosto.
Porque en realidad, la masacre de Jacinto Vera, delata, de forma rotunda, la existencia de
los aparatos represivos que hoy casi nadie se plantea desmantelar.
… que comprendan que la historia,
la historia, la escribe el PUEBLO.
Mirtha.
Las dos muertes de Roberto:
Con la llovizna en la cara llegamos al barrio. La calle estaba iluminada en esa fría noche
de agosto. Los rostros vivos y tristes de los vecinos nos esperaron. La bronca aún está. Gente
con mucha memoria y más amor aún por aquellos que lucharon y que la represión asesinó. Nos
señalan su jardín. Su casa. El lugar donde lo mataron. El lugar donde ni siquiera esta el árbol de
testigo.
Ellos, que lo conocieron, debelan el siniestro asesinato de Roberto Facal. A 10 años, aún,
se angustian en el relato. Van y vienen por dolores que no se van. Porque Roberto vive allí entre
ellos. Lo recuerdan cada vez que las flores blancas se asoman en los árboles que él ayudó a
plantar. Aquella calle que cada verano quemaba sin verdes, y a la cual llamaban el desierto de
Quesada será por siempre su calle, ahora más linda. Nos dicen: Si él la pudiera ver… ! como
disfrutaría!.
Los perros de los milicos, sus caballos, sus armas de fuego, sus palos y cuchillos
recorrieron toda la noche las calles. Y sus balas encontraron a Fernando y siguieron a Roberto
hasta asesinarlo.
Roberto vivió toda su vida allí en Simón Bolívar, barrio lindante a Jacinto Vera.
Nos cuentan como él relegaba sus estudios de arquitectura para trabajar y sostener a sus
padres. Tenía pronta la tesis para recibirse con un trabajo sobre el reciclaje de la Ciudad Vieja.
Era trabajador de Estadística y Censos.
Muy cerca también nació y vivió Fernando Morroni. En una casona en medio de un
cantegril, luego derrumbado, porque allí se levanta hoy el Edificio Libertad. Desde allí Luis
Alberto Lacalle los mandó matar. Recuerdan en el barrio al padre de Fernando. Un militante muy
querido del Comité del FA, constante, que siempre estaba presente.
Dicen, con orgullo, que con su actitud se reinició la convivencia entre los vecinos. Aún hoy
lo recuerdan en su bicicleta yendo de acá para allá. El se dedicó a reconstruir aquella relación de
solidaridad que la dictadura destruyó, para imponer “el hacé la tuya”.
Hablaban que antes del golpe, para la revolución no faltaba mucho. Pero la dictadura
retrasó todo, años y años. El sostenía que las cosas tenían que cambiar. Decía que la justicia
social tiene que llegar.
Los vecinos afirman que Roberto era cristalino. Que todos ellos conocían como era. Que el
no les hubiera ocultado su vida. Que al decir que era homosexual también mienten. Que cuando
lo matan los milicos siembran una falsa visión para separarlo de la masacre. Una visión muy
pensada. Muy lejos de la realidad.
Recuerdan como ante la huelga de hambre de los vascos su sensibilidad lo llevó a
indignarse, como tantos jóvenes que vivían con impotencia la injusticia y represión del gobierno
de Lacalle y Gianola. Él iba y venía de la vigilia. Los vecinos eran los encargados de llevar los
termos con café.
Recuerdan como si fuera hoy aquel miércoles de masacre. Ellos habían estado allí.
Si me muero, que no me mueran antes de abriros el balcón de par en par…
Un día entre todos llevaremos, al hombre a su lugar…
al hombre a su lugar.
El terror recorría las calles buscando a quién se atreviera a salir, a quienes aún quedaban
en la zona.
El volvió a su casa en la noche, se despidió en Gualeguay y Quesada, de otro compañero,
otro Roberto, su compinche, también vecino del barrio, gritándole:
– Vos llamá a la 36 yo llamo a la 44.
El barrio estaba copado de milicos. Sus sombras estaban en todos lados. Lo habían
señalado, su físico rotundo entre la gente, su cámara de fotos. Lo habían seguido. Los habrán
oído.
A solo tres cuadras de allí, en la madrugada, en la esquina de la calle Quesada y Benito
Juárez lo mataron.
El llegó a su casa y estuvo con Blanca y Pepe, sus padres, mirando televisión.
Tranquilizándolos, porque ellos veían por la tele lo que estaba pasando y oían las sirenas y los
tiros.
Su madre vivía al fondo. Roberto delante en una humilde casa que estaba reparando. Volvió al
frente, donde vivía, a eso de las tres de la mañana. Allí lo esperó la muerte.
En la calle Quesada un zapato y una mancha tan ancha como su espalda fue el rastro
mortal que señaló a los vecinos el trayecto entre el árbol de morera y su casa. Unos sesenta
metros anduvo la muerte con él. Hasta allí lo arrastraron, una oscura marca, que los vecinos
angustiados contemplaron sin poder creer.
Al llevarle el desayuno, su madre, abre la puerta y ahí está, sin camisa, degollado, en el
mismo banco que él había construido para que sus padres tomaran mate. Blanca quedó
paralizada. No podía ser. No podía ser. Era una pesadilla. Ella quedó como muerta. Detenida en
el tiempo. Por años mantuvo su cama tendida. Le hablaba a su foto pidiéndole a Roberto que le
dijera, quien fue, como fue.
De allí en más los detalles los tienen los asesinos. Los vecinos suponen que estaban ya
dentro de su casa. Lo interrogaron. No tienen ninguna duda: para torturarlo lo sacaron de su
casa. Querían saber que era lo que había visto.
Arrancaron y se llevaron una bandera vasca con un listón negro que Roberto tenía
colgada, así como un cuadro del Che.
Revolvieron todo, se llevaron cada papel que les pareció sospechoso. Incluso una carpeta
de historia que Roberto había armado sobre el viejo Batlle. Fotos. Apuntes. Tiraron todo.
Rompieron.
La orden era clara: No podían dejar tras de sí ninguna prueba de la noche que salieron a matar.
Lo asesinaron. Los vecinos suponen que buscaron un lugar para matarlo, por los ruidos
que oyeron, Roberto fue sacado de su casa, lastimado terriblemente y luego vuelto a la casa. Lo
sentaron en un banco con 12 puñaladas, degollado. Así lo encontraron.
Alguien vio y calló.
Extraña coincidencia, 12 balas matan a Fernando, a Roberto 12 puñaladas.
Lo cierto es que los vecinos que querían a Roberto por como era él, con el barrio, con los
amigos y compañeros, con su familia, no lo olvidan. Y ellos debelan con su relato lleno de
emociones y certezas que los servicios planificaron cada detalle del asesinato de Roberto. El de
Fernando no lo pudieron desvincular del Filtro. Pero el de Roberto sí, lo desvinculan de esta
masacre.
La familia llama a la policía. El primero en aparecer es un milico en bicicleta. Que ni
siquiera entra a la casa. Espera a que llegue el patrullero, con el Comisario de la 13 quién desde
la puerta y sin entrar gritó, para que el barrio oyera:
– Esto es un asunto de homosexuales.
Golpearon la puerta como suelen ellos hacerlo. Con prepotencia y premura.
Blanca abrió y el comisario vuelve a decir:
– Su hijo, ¿se vestía de mujer?
Esa frase discriminante va a implicar que la muerte de Roberto sea clara solo para
aquellos que tenían claro que él fue uno más aquella noche donde la luna de Jacinto Vera se tiñó
de rojo con su sangre y la de cientos de heridos y la vida de Fernando
Aún yacía su cuerpo allí cuando lo volvieron a matar, para no juntar su muerte a la de
Fernando.
Alcanzó para que el convencionalismo social lo desvinculara de la masacre de Jacinto
Vera.
Bastó para que se hablará de un solo muerto. Pocos se jugaron por Roberto. Lo peor, el silencio
social, cómplice y pacato. Pesó más la versión oficial para sacarse de arriba un asesinato político
que la certeza de que Roberto era un luchador social, comprometido con sus ideas y participante
activo en la vigilia del Filtro. Para la gente fue una manera más fácil de borrar el miedo. Es
mejor comentar lo morboso que asumir la muerte de un militante político asesinado con esa
barbarie.
Como la carnicera del barrio repitió:
– Ud. vio que era un maricón?- no le compraron más y se fundió.
Las compañeras y compañeros de Roberto afirman que causa más efecto una mentira bien
difundida que una verdad amordazada.
Roberto era un comprometido luchador social y político. El siempre andaba haciendo algo,
siempre. Organizado u organizando. Él recorría casas conversando, vendiendo pegotines,
militante de la IDI. Era un conquistador de voluntades, provocando el enojo de algún veterano,
porque él lograba compromisos impensados.
Estuvo todos los días del Filtro. También a la hora de los caballos, de los sables, de las balas,
siempre con su cámara de fotos.
Si me muero, que sepan que he vivido
Luchando por la vida y por la paz
Había luchado hasta lograr que lo que era un basural se transformara en lo que es hoy la
Plaza Simón Bolívar. Habían conseguido semillas del árbol tradicional de Venezuela para plantar
allí. Al poco tiempo del Filtro, un arribista de la intendencia, les prohíbe a los vecinos hablar en
un acto en la Plaza Simón Bolívar. Los vecinos querían poner una placa con el nombre de Facal,
que habían hecho con una colecta. Una vecina le contesta que él no tiene bien puesto lo que a
ellos si les sobra. Mientras el embajador habla de Roberto recordándolo como un amigo de
Venezuela. La IMM que unánimemente ha colocado una placa en homenaje a represores no ha
autorizado una con el nombre de Roberto. Los vecinos hoy reclaman que el Rincón Infantil de la
plaza lleve su nombre.
La parodia de reconstrucción de lo que la cana denominó un crimen pasional entre
homosexuales se hizo a los pocos días. Una mañana sin aviso, la calle apareció vallada. Desde
las ventanas unos pocos vecinos miraron y oyeron. Los supuestos asesinos eran dos hombres,
flaquitos, que conversaban amablemente con los milicos, que les pedían cigarros y a los cuales
un jerarca policial tuvo que decirles hasta cual era el era el jardín de Roberto. Es decir los
“asesinos” no sabían cual era la casa en la que habían estado y de donde habían sacado y vuelto
a traer a Roberto, para armar la escena del crimen. Se hacía difícil imaginarse a esos dos
hombres delgados arrastrando por la vereda, por más de sesenta metros el cuerpo de Roberto
de más de cien kilos. En una noche, en un barrio donde la represión era la ley ¿nadie los vio?.
Sus padres nunca vieron la autopsia ni el expediente, y murieron sin saber que pasó. La
historia oficial predomina aún sobre este asesinato. La reconstrucción histórica es esencial. Los
represores juegan con nuestra pasividad, con los silencios. Con la aceptación implícita de la
versión del poder por parte de aquellas organizaciones que aún no levantan la muerte de
Roberto como un asesinato más vinculado al Filtro.
Los prejuicios son un arma potente en mano de los asesores de la represión.
Roberto vive en nosotros. Esta en nuestras mentes. De él quedan los hechos.
Los vecinos sostienen que hay testigos directos de su muerte. Y que la gente sigue
teniendo miedo de hablar.
La actitud comprometida de sus compañeros aporta en la construcción de la memoria
colectiva, de la verdad sobre la masacre de Jacinto Vera. La justicia nos sigue faltando.
Por Roberto. Por Fernando. Basta de silencios. Hay que quebrar la impunidad.»