Auzolan y Batzarre
A la hora de construir un nuevo proyecto social y político para Euskal Herria, tiene especial importancia excavar en las formas más intimas de organización y de pensamiento que este pueblo ha tenido para encontrar referencias entendibles, aplicables, razonables y sinérgicas.
De ahí la importancia de mencionar la referencia del auzolan y del batzarre. Ambas instituciones con orígenes remotos, en las cuales se condensa la forma autóctona de organización colectiva, económica, social y política del pueblo vasco y de las que podemos hacer una relectura actualizada.
Claro está que no se trata de una mitificación del pasado, más bien de una desmitificación de todo, también de los iconos teóricamente indiscutibles de la sociedad tardomoderna actual.
El batzarre
Las sociedades ancestrales seguramente constituyeron formas sociales más sostenibles y saludables que la que hoy padecemos, pero como Malonosky ya indicó a principios del siglo pasado, las sociedades ancestrales no estaban preparadas para la distorsión, para la excepción, y la sociedad actual se caracteriza, cada vez más, por la necesidad de gestionar bien la distorsión, la excepción y la complejidad.
El batzarre o asamblea soberana de valle, es la forma de poder colectivo surgida anteriormente a la creación de las formas estatales de poder en el occidente europeo, similar a formas que existían en un entorno cercano y en el área alpina. El batzarre era anterior y superior en rango a la estatalidad surgida del estado navarro y sobrevive hoy residualmente en la legislación foral preconstitucional, principalmente en Nafarroa y Araba.
El batzarre es una forma de democracia horizontal (menos vertical, si se quiere) participativa de mayor calidad representativa que cualquier regimen de democracia parlamentaria actual. Según los casos la representación se daba por persona, pero en la mayor parte de los casos “por fuego” (por familia).
El batzarre no era ni es una asamblea de guerreros, como lo eran las asambleas indoeuropeas, es una asamblea de civiles que tienen soberanía para decidir portar armas o no. Una asamblea con capacidad para legislar, para juzgar, para regular la propiedad colectiva, su uso y para regular la defensa del territorio.
La idea del árbol Malato que se atribuye al pueblo vasco pero que es común a muchas sociedades indígenas, significa dos cosas: 1-que el árbol Malato delimita un espacio de paz y seguridad para sus habitantes y 2- que el uso de la violencia frente al extraño solo es legitima si éste quiere ocupar tu territorio. El uso de las armas fuera de los lindes del batzarre solo podía ser aprobado por el batzarre y cada persona era libre de negarse a ello, solo era obligatoria la defensa del territorio.
El Batzarre constituye una “res publica”. La palabra república la encontró Martin Ugalde (entre otras/os) para referirse a cada uno de los batzarres que formaron al unirse en confederación lo que se denominaron Diputaciones y que sobrevivieron con la denominación de república por encima de que el régimen estatal fuera monarquía o república.
El poder soberano del Batzarre tuvo una relación conflictiva con la estatalidad Navarra, la francesa y la castellana que principalmente se daba en tres aspectos: el penal, la tenencia de la tierra y la convocatoria a armas.
En este conflico, los estados solían perder frente a la legitimidad y el poder efectivo de los batzarres hasta que la revolución francesa en Iparralde y la derrota carlista en Hegoalde marcó la supremacía del Estado, la obligación del servicio de armas y la privatización de gran parte de las tierras comunales.
La reivindicación de los infanzones de Obanos que pedían “una patria libre de personas libres”, frente a los abusos de la corona Navarra, pueden ser interpretada como una reivindicación relacionada con la tensión derecho consuetudinario-batzarre, frente al poder monárquico.
En Hegoalde, la implantación del régimen postfranquista también fue conflictiva en aquellos lugares donde había sobrevivido residualmente el poder de los batzarres. Un conocido líder de Aralar fue uno de los que lideró el paso de parte de las competencias de los batzarres navarros a las corporaciones municipales del estado de representación partidista.
A la hora de articular una democracia participativa para la Euskal Herria soberana, no solo deberemos tener en cuenta los métodos de participación convencionales, o los métodos de participación que nos permiten las nuevas tecnologías y los ensayos de la ciencia social actual, también debemos tener en cuenta los métodos utilizados en el pasado y analizar la posible adecuación de algunas de esas instituciones que aparentemente fueron sostenibles y satisfactorias para quienes nos precedieron.
El auzolan
Como cuenta Jon Nikolas en su último libro: el auzo es la unidad política básica de la organización sociopolítica y económica autóctona de Euskal Herria. El auzo puede equivaler en muchos casos al territorio del Batzar del valle, en otros a un actual municipio y en la mayoría de los casos a una subdivisión que hoy entenderíamos en castellano con algo similar a barrio.
En Hegoalde se ha tomado la palabra de origen árabe “alkate” para designar al máximo edil de un municipio, en Iparralde en cambio optaron por “auzapeza” que hace referencia explicita a AUZO.
Pues bien, antes de que se diera “la gran transformación ” (Karl Polanyi) en la que la economía se separó de la sociedad y en las que crearon las tres grandes mercancías ficticias: la tierra, el trabajo y el dinero, en Europa y de manera muy aferrada a las costumbres, en Euskal Herria, la economía y el trabajo nunca estuvieron desligadas de la sociedad y de las relaciones sociales básicas.
En un momento en el que el dogma neoliberal ha llevado al extremo la separación entre la economía y la sociedad, en el que la alienación del trabajador ha llegado a puntos no imaginados ni por el marxismo y en el que las transnacionales nos han robado hasta nuestro tiempo de ocio, no está de más analizar como se organizó el tiempo, el trabajo y la economía y la sociedad en la Euskal Herria precapitalista.
De esos métodos destacamos el auzolan, porque es la forma que conocemos hasta el presente donde mejor podemos entender que hay otras formas de organizar el trabajo y la sociedad.
En Euskal Herria le llamamos auzolan, pero existe en todas las sociedades campesinas, en las sociedades nómadas y como no, sobre todo en las sociedades indígenas. El método del auzolan que es trabajar en grupo de forma gratuita ante una tarea que sobre pasa las capacidades de la persona, de la familia o de un colectivo, no es otra cosa que el “don” de Mauss o una expresión la teoría de la reciprocidad definida por Lévi-Strauss. Una forma común a todas las sociedades preindustriales y que sobrevive en aquellas partes de nuestra vida social que no han sido monetarizadas. (en USA se han comercializado hasta las relaciones personales, con las ventas piramidales y las ventas puerta a puerta que comprometen a las amistades o son utilizadas para generar lazos de amistad)
Cuando una familia, un grupo, una baserritarra convocaba y convoca a auzolan (aún es muy común, por ejemplo ante una urgencia como el incendio del caserio) , las voluntarias/os van a trabajar sin pedir nada cambio, lo que se espera, el contrato no escrito, es que cuando alguno de los voluntarios/s tuviera necesidad de ayuda el ayudado se convertiría en ayudador. No hace falta que se devuelva el favor a corto plazo. Incluso como pasa con los tuareg, es muy posible que no haya oportunidad de devolver el favor, pero este tipo de relación crea una red de solidaridades que contribuyen a la seguridad de todas las personas que participan en el entramado.
El auzolan es propio de sociedades que subrayan la igualdad entre sus miembros. Así lo entendía también Barandiarán cuando comparando nuestros pequeños dólmenes familiares contemporáneos de la enormes pirámides egipcias, supo valorar la diferencia entre una sociedad más igualitaria que no creó grandes jefaturas, de las que necesitaron grandes ejércitos, cientos de miles de esclavos y endiosar a sus faraones.
Algunas conclusiones
“Asko daki zaharrak, erakutsi beharra”. Sin mitificar cándidamente el pasado, sin ignorar que las sociedades actuales poco tienen que ver con las sociedades ancestrales, sabiendo que pocas reuniones son más conflictivas que las vecinales, haciendo propias las soluciones encontradas por la ciencia social, por las diversas ideologías anticapitalistas, también puede resultar enormemente efectiva la reinterpretación y reinvención de estos dos instituciones básicas de Euskal Herria: el auzolan y el Batzarre.